Primera parte Quinto acto:
- Cántame algo.
- ¿Qué quieres oir?
- No, no, lo que tú quieras cantarme.
- No, pídeme algo. Algo que sea especial.
Desde la visita de Sam y Blaine a finales de su último año, no es insólito despertarse en el loft a cualquier hora con el sonido del piano. Santana se despierta hoy porque el piano está sonando, pero se levanta porque Rachel no está acostada a su lado.
Todo ha sucedido como en un sueño o… o, bueno, no hay otras muchas maneras de decirlo sin que suene incoherente. Como algo inesperado, podríamos decir. Han pasado dos semanas y Santana aún no se lo termina de creer. Y hace bien, cree, porque en el fondo todavía está esperando el momento en el que a Rachel le caiga la ficha y comience a retroceder, horrorizada.
Es Blaine quien está tocando el piano, Santana ha aprendido a reconocer a la distancia quién toca por la velocidad, la entonación, incluso la presión que le aplica a las teclas. En otras familias uno aprende a reconocer a los demás por sus pasos, su voz, su forma de abrir la puerta. En esta, es por su forma de tocar el piano. Podría ser peor, supone Santana.
Se detiene donde todavía no está por completo a la vista de todos cuando escucha a Rachel comenzar a cantar:
Talkin' to myself and feeling old.
Sometimes I'd like to quit;
Nothing ever seems to fit;
Hangin' around, nothing to do but frown;
Rainy days and Mondays always get me down
Pasan por la canción entera, Rachel sentada a horcajadas en el taburete con los ojos cerrados y Blaine, también con los ojos cerrados, acompañándola en el piano. Santana se siente como si le estuvieran arrancando el corazón aún latiendo del pecho, mientras al bastardo de Hummel no se le cae ni un alfiler del chaleco que está cosiendo en la otra punta del salón, aunque les sonríe con ternura cuando Rachel y Blaine se abrazan al final de la canción.
Santana retrocede por puro instinto y vuelve a la cama. Sin llorar, mierda.
- ¡Ey, Bella Durmiente! Que ya es hora de… Ah, estás despierta.- Rachel sonríe y se sienta a su lado en la cama.- ¿Por qué no viniste a desayunar? Pensé que te habría caído mal el estofado de ayer o algo.
- Los escuché hoy, con Blaine. Esa canción.
- Oh, sí. Esa canción.- Rachel sonríe mientras alisa una arruga imaginaria del cobertor.- Blaine está teniendo un mal día. Ya sabes cómo es a veces.
- No.- La respuesta es inesperada, y Rachel se sorprende, pero intenta disimularlo.- No sé cómo es. Me doy cuenta de que no sé nada sobre ustedes, en realidad.
- Santana, por favor, sabes que no….
- Quiero que te acuestes con Kurt.- Le suelta el golpe sin anestesia, y Rachel se la queda mirando, boqueando, con los ojos muy abiertos.
- ¿Qu… qué? Santana, no tienes idea de lo que estás diciendo.
- Oh, sí, sí que la tengo. Quiero que te acuestes con Kurt. Quiero que te acuestes con Kurt de una puta vez, para que te saques las ganas y yo deje de estar corroída por el fantasma de la duda todo el maldito tiempo.
- Santana, no es así como funcionan las cosas.
- Oh, salvo que sí, así es exactamente como funcionan. Ustedes se encargan de su sucio asunto y yo podré dormir en paz por las noches. Asunto resuelto.
- Santana, no.
- ¿Por qué no? ¡Es perfecto!
- Porque no tienes derecho a decidir sobre mí. Y porque no puedo prometerte que vaya a ser cosa de una vez y nada más.
A esa conversación le siguen treinta y ocho horas de silencio, y Santana no sabe si detesta a Blaine o lo agradece, porque su voz al piano- He said that living with me is bringing him down, for
he would never be free when I was around- oculta el sonido de sus sollozos.
Santana ha estado acumulando rabia y rencor y amargo desengaño todo ese tiempo, así que habla cuando no puede más y lo hace como si cada palabra fuera un golpe cargado de veneno, que es la única manera, cree a veces, en la que sabe realmente comunicarse.
- Sabía que tarde o temprano me dejarías por un par de testículos. Pero creí que al menos tendrías la decencia de…
Rachel levanta los ojos de sus tostadas y no pareciera haber recibido el golpe en lo absoluto cuando la interrumpe.
- Oh, veo que encontraste tu lengua. Felicitaciones.
- ¿Qu… qué? ¡Porque no es como si tú no hubieras podido venir a hablarme!
- Si tienes la última palabra en una discusión lo correcto siempre es esperar que el otro venga a buscarte. Cuando haya encontrado qué es lo que quiere decirte. Y no, no pienso ni he pensado en cambiarte por un par de testículos… o como quieras decirlo.
Santana enmudece por un instante, porque esa no era la clase de contestación que estaba buscando ni que esperaba.
- Pero dijiste que…
- Dije que no podía prometerte que mi deseo de acostarme con Kurt se desvaneciera luego de acostarme con él una vez. Ya que estamos haciendo esto,- se mueve de detrás de la mesa para pararse frente a Santana, con los brazos en la cintura- seamos sinceras del todo y digámonos las cosas de frente. No es sólo una sed sexual, Santana. El amor que siento por Kurt no se me va a apagar ni ahora ni en dos meses, no importa cuántos polvos haya involucrados en el medio. Y déjame un par de meses para que te pueda dar una actualización fidedigna sobre lo que me está pasando con Blaine.
¿Qué clase de poder tiene Rachel Berry, aparte de esa voz de envidia y esas piernas que rajan la tierra? ¿Cómo puede tomar el corazón de Santana y partirlo a la mitad en menos de dos minutos, dejarla incluso sin su defensa última de las palabras? ¿Cómo tiene la capacidad de hacerlo y, más aún, como es capaz de tener el poder entre las manos y tomarlo?
- Pensé… pensé que me querías…
Se deja caer sobre una silla, porque no va a aceptar la humillación de que le fallen las rodillas. Rachel se apresura en arrodillarse a su lado.
- ¡Por supuesto que te quiero! ¡Y porque te quiero es que he hecho elecciones, como no haberme acostado con Kurt a pesar de que los dos me han dejado más que claro que es una opción! Pero sé que es algo que lastimaría tus sentimientos, así que no lo he hecho. Mido mis acciones por ti, Santana. No puedes pedirme además que mida mis sentimientos. Lo siento, pero no puedes.
Es hermosa y terrible y aunque está arrodillada a sus pies en realidad pende sobre ella como si fuera la espada de Damocles.
- ¿Es por… es por mi? Quiero decir… ¿Es porque soy demasiado poco para ti?
- ¿Qué? ¡No, por supuesto que no! No tiene nada que ver contigo. Si te consuela, lo de Kurt viene de antes de que llegaras tú y esto- se lleva la mano izquierda al pecho- me llevara puesta. Si te consuela, puedes pensarlo como lo que es: sólo otra extensión de lo que soy. Siempre quiero más, siempre quiero todo lo que podría llegar a tener y más. No sé porque esto habría de ser una excepción.
- Lo siento, Rachel, pero no puedo con esto. No hoy.
No se queda a ver las lágrimas golpeando contra el suelo mientras Rachel esconde el rostro tras sus muñecas.
Cuando sucede, sucede sin premeditaciones y sin que lo hayan hablado verdaderamente antes, lo cual podría ser una receta para el desastre y, si no lo es, no es más que por pura suerte.
Blaine ha sobrevivido al primer año en NYADA, y Rachel ha acabado con la primer tanda de funciones de Funny Girl, y Kurt ha conseguido un puesto fijo en Vogue.com, y Santana… bueno, Santana está esperando la respuesta de una audición más o menos interesante y que ha mantenido en secreto hasta ahora, pero quizás lo más importante es que está comenzando a estar en armonía con la realidad de que tiene derecho a tomarse sus tiempos como más le convengan.
La fiesta es discreta, Dani pasa a saludar pero sólo se queda un rato, y Santana se complace al darse cuenta de que ya ha dejado de lado incluso el rencor; Elliott y Artie cuchichean en un rincón mientras a Tina se le cruzan los ojos mirando a Mercedes y Sam reírse codo a codo en el sofá, Blaine toma hasta convertirse en ese borracho hilarante y desinhibido que ha sido siempre, y Santana deja que Rachel y Kurt la jueguen de anfitriones atentos mientras los observa divertida desde una silla que la coloca por encima del nivel de todos los demás.
Pero más tarde que temprano el departamento queda vacío, y a Blaine casi se le ha evaporado el alcohol del sistema nervioso, y Santana tiene las piernas dormidas de tanto estar sentada, y Kurt y Rachel se hacen arrumacos en la cocina, compenetrados hasta la médula en el papel de viejo matrimonio feliz que ellos mismos se asignaron. Santana sacude levemente sus pies para que se esfume el cosquilleo, pero no habla y casi que contiene la respiración, porque se siente como si estuviera dentro de una película, y a la vez fuese el espectador que se muere de ansias de conocer el final. Blaine la mira de reojo cada tanto, más atento a ella que al espectáculo, y si Santana no los conociera mejor, hasta creería que todo ha sido planeado de antemano.
(Quizás no los conoce tan bien como cree).
Kurt tiene sus manos en la cintura de Rachel, y le da un beso que se despereza justo detrás del lóbulo de la oreja izquierda, Rachel cierra los ojos y Santana está estupidizada, porque hay en ellos algo magnético que le impide apartar la mirada. Sólo cuando los labios de Kurt se detienen en un beso trémulo justo en el ángulo de su mentón, Rachel abre los ojos y dirige su mirada hacia Santana, con una pregunta tácita en ellos. Santana no comprende por un instante demasiado largo, aún fascinada y sin terminar de comprender del todo el poder que aún posee en este escenario. Es necesario que Blaine le roce suavemente la mano para que asienta levemente con la cabeza, en un gesto que encierra más que mil palabras.
(Rachel le preguntará luego por qué lo hizo, por qué le dijo que sí. Santana se lo pensará un largo rato, y por su cabeza pasarán toda clase de motivos: porque era lo que querías, porque no me perteneces, porque estaba tratando de aprender que la única manera de tenerte era dejarte ir, porque como bien dijiste era una bomba que nos iba a explotar a todos en las manos y mejor temprano que tarde. Finalmente responderá, porque es cierto, que porque se trataba de un espectáculo que no estaba dispuesta a perderse.)
No tiene ni la menor idea de cómo Rachel le transmite a Kurt su aprobación sin palabras, pero lo siguiente que sabe es que él la toma del nacimiento de los muslos para alzarla y sentarla en la mesa. Rachel, con más certeza y más real, vuelve a cerrar los ojos y echa la cabeza hacia atrás para garantizarle a él acceso a su cuello. Kurt la besa desde el nacimiento del cuello hasta el nacimiento de los pechos, y la boca de ella forma una perfecta “o”, pero- increíblemente, a menos que hayamos olvidado que estamos hablando de Rachel Berry- no emite ningún sonido. Santana no aparta la vista de ellos, y es por eso que no puede preveer la mano de Blaine apartándole el cabello del cuello para depositar un único beso en su nuca.
Los segundos se extienden delante de ella como eternidades, y no tiene ni idea de cómo reaccionar porque no tiene ni idea de cómo se siente, pero se da cuenta de que Blaine ha dado un paso hacia el vacío y está esperando pacientemente a que ella acepte o rechace el contacto.
Kurt le ha quitado la blusa a Rachel y Santana se sostiene ella el cabello para darle a entender a Blaine que prosiga.
- ¿Segura?- Pregunta él suavemente en su oreja mientras acaricia el lóbulo con su nariz.
- No volverás a tener tanta suerte en tu vida, hobitt, así que será mejor que no la desperdicies.
Puedo escucharlo sonreír, y no sabe si es porque en menos de tres segundos los dos saben que no es cierto, pero de todos modos Blaine no la presiona para que diga nada más, y Santana se calla, porque así como las paredes no se construyeron en un día, tampoco se destruyen en un día.
Blaine no trata de besarla en la boca, ni de hecho en ninguna otra parte de su cuerpo que no sea entre su nuca y su media espalda, y Santana no sabe si es porque es consciente de que aún existen límites y que aunque siente su barba de medio día contra su piel, todo será más complicado si lo ve a la cara, o simplemente porque sabe que ella está disfrutando del espectáculo y no quiere interrumpirla. Santana lo aprecia de todos modos, aunque jamás se lo diría.
Kurt y Rachel eventualmente progresan hacia el cuarto de él- cosa que ella también aprecia- dejando al menos la mitad de su vestimenta detrás, y si quieren detalles tendrán que pedírselos a ellos, porque, bueno, Santana no está ahí, sino dejándose acariciar los hombros por Blaine Anderson con los ojos cerrados, e intentando no pensar en que extrañamente es ese mismo contacto lo que ha logrado al menos alejar los temores de su mente.
Sexto acto:
- ¿Qué tal estuvo?
- ¿Quieres que sea sincero? Raro. Bien, supongo. No, tacha eso. Bien. Genial. Pero raro.
- Bueno, tendré que confiar en tu palabra.
- Supongo que es una de esas cosas que tienes que probar.
- Creo que si pierdo mi estrella dorada y no es con ella, Tina me despellejará.
- Mmm.
- ¿Te arrepientes?
- No, claro que no. ¿Te arrepientes tú?
- Si tú dices que no, mi respuesta es automáticamente que no.
Esta vez es Santana quien los espera a todos con el desayuno ya preparado.
(Todos notan que el panqueque de Blaine tiene frutillas encima de la crema, y los de los demás no, pero todos tienen la cortesía de cerrar bien la boca).
Kurt es cauto y se sienta a la cabecera de la mesa, dejando a Rachel y Blaine enfrentados uno en cada lado. Cuando acaba de servir, Santana se sienta junto a Blaine, y Kurt supone que debería sorprenderse, pero no se sorprende. Agradece la comida con un susurro, y come con la vista gacha, porque siempre ha sabido luchar, pero ahora está comenzando a aprender cuáles batallas se ganan luchando y cuáles se ganan con diplomacia.
Todos comen obedientemente y dejan que sea Santana quien rompa el silencio, porque a pesar de que no lo hayan dicho con tantas palabras ni con tanto tiempo, ellos tres están todos en la misma página. Sólo están esperando que ella se sienta lo suficientemente cómoda como para ponerse a tiro.
- Blaine, ¿me pasas la miel?- Blaine no responde a la primera, más que nada porque ella lo ha llamado por su nombre de pila y no por algún sobrenombre vergonzoso.- ¿Qué? ¿Por qué me miran así?
Rachel es la única que se atreve a llamarle la atención.
- Lo llamaste por su nombre.
- ¿Y qué?- Kurt casi puede sentir físicamente cómo se pone a la defensiva.- Se lo ha ganado.
Rachel abre la boca, como dispuesta a replicar, pero Kurt la patea por debajo de la mesa para que deje la discusión, y los cuatro terminan su desayuno en silencio. De todos modos, lo que funciona para uno no tiene por qué funcionar para todos.
Es recién por la tarde que Santana los sienta a todos en la sala, lleva en la mano un cuaderno y las viejas biromes de colores de Rachel, y comienza ella misma la conversación.
- Bien, vamos a comportarnos como personas adultas, y van a contarme lo que está pasando dentro de sus cabezas, porque claramente todos están al tanto menos yo, y vamos a hablar de expectativas y de deseos y de límites, y nos gritaremos, y yo los insultaré en español, e incluso es posible que Rachel arroje algo por los aires, y luego por lo menos uno de todos nosotros terminará llorando, y luego nos reconciliaremos, y luego tomaremos hasta perder la consciencia, y luego terminaremos todos enredados en esa alfombra, y luego mañana volveremos a empezar, hasta que lleguemos a un acuerdo que nos satisfaga a todos, ¿okey?