Tragicomedia en seis actos - Glee- Klaincheltana [1/2]

Feb 22, 2014 03:38

Título: Tragicomedia en seis actos (O: El todo es más que la suma de sus partes)
Fandom: Glee
Personaje/pareja(s): Klaine. Pezberry. Hummelberry. Leve Blainetana. Pie para Klaincheltana.
Rating: R
Extensión: 10816 palabras
Resumen: Han pasado el verano entero discutiendo con Sam y Artie y Tina- por la "custodia" de Blaine, por todos los cielos, Santana ha clamado en varias oportunidades que tengan piedad de ella y la maten de una vez antes de continuar con esta humillación-, y eso ha despertado el instinto más posesivo en todos- incluida Santana, aunque lo niegue-, y cuando finalmente ganan la batalla y los otros tres se dan por vencidos, entre eso y todas las historias a medio contar y tragadas de mal talante y sin agua que hay entre ellos, el loft se ha convertido en un cocktail letal de hormonas.
Advertencias: Supongo que podríamos decir que va levemente RA con casi toda la cuarta temporada, y lo que vamos de la quinta.
Notas: Escribí más o menos hasta la mitad del segundo acto de esto para el aisinfronteras del 2012 (o sea). Lo abandoné porque no me daba el tiempo y no me sentía capaz de escribirlo sola en aquel momento. Bueno, parece que al final sí era capaz. Para michan_kitamura, con todo mi amor, always.

Are you in?
Living in sin is the new thing.


Primer acto:

En realidad, no hay mucho para contar sobre la historia de amor de Kurt y Blaine. No hay mucho para contar que no sepamos todos ya, en realidad. Pero por si alguno se perdió algún episodio intermedio, o simplemente es, como yo, de esos nostálgicos a los que les encanta que les cuenten mil veces las historias que aman, vamos a hacer un breve repaso.

Kurt y Blaine se conocieron en las escalinatas de Dalton allá por noviembre del 2010. Fue idea de Noah Puckerman, Kurt le siguió el juego un poco por orgullo, un poco por desesperación, y cuando eligió a Blaine para hacerle una pregunta tonta, nunca hubiera podido imaginar que estaba salvando la vida de los dos.

(Rachel opina que eso pasó porque estaban destinados a estar juntos, que siempre fueron almas gemelas, y que el universo conspiró para juntarlos. Santana pone los ojos en blanco y dice que uno aprende a amar lo que conoce, y que fue pura suerte que fuesen lo suficientemente compatibles como para empezar a conocerse. Blaine dice que la diferencia es por las experiencias que cada una tuvo con su primer amor; Kurt opina que la diferencia es por como son. Seguramente, todos tienen algo de razón.)

Se hicieron amigos y Kurt se dejó encandilar por la imagen de perfecto caballero que Blaine se encargaba de proyectar meticulosamente, y Blaine demostró poseer un despiste a prueba de balas. Kurt aprendió una lección más de las que la vida tenía para darle sobre decepción, Blaine recibió una de las peores humillaciones de su vida y Kurt demostró por qué es capaz de enseñarles a ser hombres a todos los prospectos de que existen en Lima.

Blaine comenzó a mostrar las rajaduras y los golpes que se escondían tras la superficie perfectamente pintada y sonriente, y Kurt aprendió que enamorarse de un ser humano y no de un príncipe azul duele más, pero también se disfruta más. Blaine conoció las garras y los dientes de Kurt Hummel, y comprendió que le gustaba más alguien que pudiera quererlo a pesar de sus defectos, y no sin ellos. Blaine sacó la cabeza de debajo de su axila y Kurt le dio a probar un poco de la magnificencia característica de Kurt Hummel al aceptarlo pese a todas las idas y venidas y los golpes que tanto se hubiera merecido.

(Rachel opina que Blaine pagó su deuda siendo el mejor novio que Kurt hubiera podido desear. Blaine se retuerce, incómodo, y Kurt sabe que está pensando en aquel año en el que estuvieron separados, y se encarga de asegurarle que, aún pese a eso, es el mejor novio que hubiera podido desear. Santana, simplemente, pone los ojos en blanco y exige que se callen antes de que le den caries.)

Luego, un año y medio de canciones y de promesas, de manos que apenas se rozan y de manos que se desnudan, de labios que no se besan y labios que se desangran, de risas, de llantos, de mentiras a medias, de verdades enteras. Se portaron como adultos en muchas ocasiones y en muchas otras se comportaron como niños. Se quisieron mucho- quizás demasiado- y con el tiempo aprendieron a ponerle límites a ese amor, pero sin limitarlo. Estuvieron casi dos años pegados a la cadera, y luego pasaron meses prácticamente sin hablarse. Probaron, experimentaron, jugaron, se descubrieron, y volvieron a elegirse al final del camino.

(Así es como a Rachel le gusta contar la historia, o que se la cuenten, porque nunca se cansa de oírla. Kurt se queja diciendo que le hace parecer de ochenta años, cuando él no tiene ni treinta- ni los tendrá jamás. Blaine sonríe y enseguida la pone a cantar o a bailar para que Rachel se distraiga y poder cambiar de tema, porque es el único que siente la mirada fulminante de Santana. A Santana no le gusta oír la historia, porque la hace pensar en Brittany, y Blaine es el único que siente su rabia helada, o el único que todavía la teme, quién sabe. Quizás es cierto que, contra todo pornóstico, también ellos tienen in vínculo especial.)

La historia de Kurt y Blaine es una historia de amor (es su historia de amor, dice Blaine, y Kurt le sonríe con la boca abierta y los ojos brillantes), pero no es la única historia de amor posible. Ni siquiera es su única historia de amor posible.

De hecho, ni siquiera es su única historia de amor.

Segundo acto:

La historia de Kurt y Rachel es la historia de la que todos saben, pero sobre la que nadie habla. (Rachel, a veces, cuando toma de más. Santana, menos aún, en las mismas circunstancias.) También es la historia que más tiempo se extendió sin terminar de resolverse, y la que en realidad provocó que aconteciera luego todo lo demás.

No es un secreto, nunca lo ha sido, y en realidad es ridículo dadas las circunstancias, pero es una historia que apela a una de las épocas más tristes en la vida de los cuatro, y es una historia que a nadie le gusta escuchar.

Es una historia que habla de esos dolorosos meses en los que Kurt y Blaine no se hablaban, y de los meses más solitarios de la vida de Santana, y del corazón roto de Kurt, y del peor tramo de la depresión de Blaine, y de la dura lección de Rachel de que hacer lo que debe hacerse no implica una reducción en el dolor. Es una historia sobre soledad, amargura y desesperación.

Pero no sólo las historias bonitas tienen derecho a ser contadas, porque no sólo con hilos brillantes está tejido el telar de la vida y, además, nadie ha dicho que una historia triste no pueda ser brillante, porque esta es una historia también de amistad y de esperanza y de sanación. (A Rachel le gusta, aunque nunca se lo vaya a admitir a Santana, que Kurt se la cuente a susurros mientras le da cucharadas de sopa en la boca cuando está enferma. La gran Rachel Berry aún piensa que haber sido capaz de llevar aunque sólo fuese un rayo de luz a la perspectiva completamente negra de Kurt Hummel es una de las cosas de las que más tiene que sentirse orgullosa en su vida.)

Las primeras dos semanas son terribles, con Kurt quedándose hasta cualquier hora en el trabajo, volviendo exhausto, deambulando por la casa sin dormir y apenas sin comer, con un aspecto espantoso, ocultándose para llorar detrás de su cortina o en el baño, como si Rachel no supiera de sus lágrimas.

Rachel, no se comporta muy diferente, pasando todo el tiempo que puede en NYADA, saliendo con Brody, reservando cada segundo disponible de cualquier sala que pueda encontrar y extenuándose ensayando. Cuando vuelve al loft, se sienta en su cuarto y con la mirada perdida en el vacío se pregunta cuántas lágrimas le quedarán a Kurt por llorar, porque ella ya siente que ha llorado todas las suyas. (Está equivocada, por supuesto, pero si ya lo supiera, ¿cuál sería la gracia de contar la historia?)

Es Rachel quien tiene que romper la inercia, arrastrando- literalmente- a Kurt al centro comercial a que la ayude a elegir un atuendo para una cena a la que la invitó Brody, y aprovechando la movida para llenarlo de halagos y de elogios sobre como su gusto se sofisticó más allá de lo imaginable desde que trabaja en Vogue.com. Kurt no se da por aludido por los halagos, pero le escoge una falda y una blusa preciosas, y es la primera vez en quince días que Rachel lo ve sin llorar durante más de tres horas, así que definitivamente lo considera un logro.

Cuando vuelven lo obliga a sentarse con ella en su improvisada sala y ver The Sound of Music y Funny Girl, y Kurt llora de todos modos, pero llora con ella, y además se comen entre los dos casi medio kilo de helado, y eso, también Rachel Berry lo considera un logro.

A partir de este momento, comienzan a recuperar la rutina, o una versión distorsionada de lo que solía ser su rutina. Rachel focaliza su energía en Kurt para no tener que focalizarla en Finn, y se ocupa de él como si fuera su hijo pequeño más que su novio. Lo manda a la cama a una hora que ella consideraba más o menos razonable, acomoda sus horarios lo más posible para estar con él antes de que se vaya a trabajar y llegar antes de que él vuelva, y siempre que puede le cocina la cena o el almuerzo (aunque el pollo este crudo o el arroz quemado, o los dos). Le hace preguntas sobre su trabajo, lo incita a hacer actividades juntos, a salir y ver gente, a mirar el futuro brillante que ella siempre, siempre supo que él tiene por delante.

(Kurt sigue llorando por las noches, a veces, y Rachel sigue sufriendo de insomnio, escuchándolo llorar, contando lágrimas incontables en su pensamiento, llevando un registro morboso e inútil. Cuando se duerme, no sueña con que es Ariel y pierde su voz como cuando era niña, si no que tiene pesadillas en las que Finn y Kurt y Brody y Blaine mutan y se convierten el uno en el otro en un derrotero constante de horror, y sus gritos no sirven de nada no porque no puede gritar, si no porque nadie la oye, y eso, descubre noche tras noche, es cien, mil veces peor.)

Hay algo que siempre ha sido de tomar y de dar a parte iguales en la relación de Kurt y Rachel, aunque haya que seguir la historia muy a largo plazo para poder entender el patrón. Y como Rachel fue la encargada de dar el primer paso para salir del horrendo pozo, le corresponde a Kurt dar el paso para salir del segundo pozo en el que han caído, mucho más sutil y precisamente por eso, mucho más peligroso.

Rachel no se lo ve venir, como no se ve venir muchas cosas a lo largo de su vida, porque le cuesta mucho sacarse las gafas que le hacen ver el mundo únicamente del color que ella cree que es. Por eso le cae tan de sorpresa, por eso se lo toma tan mal y por eso, tal vez- sólo tal vez- es que sucede todo lo que sucede después.

Es viernes y Rachel se retrasó un poco en su ensayo de técnica vocal, y llega al loft apresurada y sin aliento, sólo para encontrarse con la mesa puesta, la cena en el horno y Kurt leyendo un libro sentado sobre sus pies en el sofá. No pede evitar la ligera punzada de desilusión al ver que él no la necesita en lo más mínimo, que es un conocimiento que ella ya poseía de forma racional, pero la racionalidad no es precisamente uno de los puntos fuertes de Rachel Berry; nada la prepara para la incertidumbre helada que la asalta ante el saludo de bienvenida de Kurt.

- Rachel, tenemos que hablar.

Rachel se paraliza, a medio camino de quitarse la bufanda, y por su cabeza pasa, en tres segundos, miles de millones de escenarios al cual más terrible y más catastrófico. Kurt se acerca a ella y, gentilmente, le quita la bufanda de las manos y la gui para que se siente en el sillón junto a él.

- Vamos, vamos, reina del drama, que ni siquiera te he dicho nada, todavía. La lasagna está casi lista, ¿prefieres cenar primero?

Rachel niega con la cabeza, por ella la lasagna puede quemarse hasta hacerse carbón- tampoco sería la primera vez- y Kurt hace su clásico gesto de amagar a tocarla para arrepentirse en el último momento y no tocarla antes de levantarse para sacar la comida del horno. Rachel se queda sola por aproximadamente dos minutos y medio, y si había pensado antes que los tres segundos posteriores a la revelación habían sido los peores, no había entendido aún del todo cómo funciona su mente fatalista.

Kurt vuelve murmurando algo sobre que dejó la lasagna en el horno para que no se enfriase y Rachel asiente con la cabeza, distraídamente, porque no puede importarle menos la lasagna, realmente. Se sientan en silencio, uno junto al otro, los muslos rozándose, cinco, diez minutos, y cuando Rachel está a punto de tomarlo del cuello de la camisa para obligarlo a hablar porque siente que su ansiedad estaba a punto de estallar como un globo, Kurt se pone de pie nuevamente y se limpia el jean de una capa de polvo imaginaria.

- Voy a por una botella de vino.- Anuncia, sin dar lugar a réplicas.

Cuando vuelve con la botella abierta y dos vasos a medio llenar, Rachel se toma el suyo en dos grandes tragos y Kurt tiene que darle gentiles palmaditas en la espalda para que no se atore. El alcohol no tiene tiempo suficiente como para causar ningún efecto en su cuerpo o en su ánimo, pero Rachel se dice que es ahora o nunca, y aprovecha la situación para envalentonarse.

- ¿Qué es lo que tienes para decirme, Kurt?

Kurt no alza los ojos para mirarla, si no que mantiene su mirada fija en su vaso, jugueteando elegantemente con él entre sus dedos largos, y Rachel sabe que la ha escuchado, aunque tarde en responderle.

- Cuando teníamos diecisiete años- comienza Kurt, y Rachel está a punto de interrumpirlo para decirle que si era eso lo que quería contarle, podría haberle evitado el cuasi infarto, pero algo en el gesto de Kurt le dice que no lo haga.- y yo acababa de conocer a Blaine,- la voz le tiembla al pronunciar el nombre, y si Rachel no lo conociese tan bien, haría el amago de tocarlo para darle confort. Por suerte, lo conoce quizás demasiado bien.- Mercedes no se lo tomó del todo bien. Solíamos ser muy unidos, y luego pasaron muchas cosas, y Blaine fue una de las principales, pero no la única. Éramos sólo amigos todavía, por aquel entonces, pero ya era evidente que Blaine era…. Que Blaine y yo estábamos destinados a estar juntos, que teníamos conexión, que encajábamos, que nos entendíamos, que apenas nos conocíamos y ya nos adorábamos locamente el uno al otro. Mercedes se quejaba de que había pasado a un muy lejano segundo plano, de que ya no tenía tiempo para ella, de que prácticamente casi ni hablábamos. Tenía razón y yo era muy inexperto como para manejar la situación de una mejor manera, y Blaine y Mercedes no tienen absolutamente nada en común, y tampoco tienen química, así que mi intento de tener lo mejor de los dos mundos no era más que una receta para el desastre. Pero hay algo, algo que le dije a Mercedes, en lo que creo que no me equivoqué. Estaba sola, y se sentía sola, y en lugar de llenar su vida con algo que la hiciera sentir bien consigo misma y con los demás, buscaba la clase de compañía que la sociedad y todos le hacíamos creer que necesitaba, y quien más cercano tenía para cumplir ese rol era yo. Mercedes me usaba a mí para reemplazar al novio que no tenía, pero deseaba demasiado, y cuando yo di los primeros pasos tentativos hacia mi propio novio, la realidad se le fue encima de un modo nada, nada agradable. No quiero que lleguemos a ese punto, Rachel, tú y yo no somos así, tú y yo no somos esto. No soy Finn. No soy Finn y no soy tu novio, y no soy tu hijo, y si así es como tratas a tus novios, como si fueran tus hijos, créeme que prefiero no saberlo.

El silencio que se hace luego del monólogo de Kurt es tan espeso que podría haberse cortado con un cuchillo. Rachel está paralizada en su lugar, boqueando azorada como un pez salido del agua. Kurt le quita el vaso de vino de entre los dedos como si tuviera miedo de que fuese a dejarlo caer, y es un gesto simple y entendible, pero, reiteramos, la racionalidad no es uno de los puntos fuertes de Rachel Berry, por lo que no puede evitar el latigazo intenso e instantáneo de rabia, porque ella tampoco es su hija ni necesita de sus cuidados, muchas gracias. Pero Kurt tiene razón, y no sólo en su reivindicación de que él no es Finn, sino también en su aseveración de que ellos no son- jamás podrán ser- eso, y ella, particularmente, no es así con Kurt.

Kurt la toma delicadamente de la muñeca porque no deja de temblar, y Rachel se aferra a los brazos de él y, por primera vez desde Finn y el auditorio, se permite ser- y permitir que alguien más vea que es- completamente vulnerable, porque la libertad no limita a la sensibilidad. Kurt la arropa entre sus brazos y le acaricia el cabello mientras la deja llorar sin obligarla a hablar, susurrándole consuelos al oído.

(Quizás es precisamente eso lo que les hace falta, a los dos: que ella se permitiese demostrar vulnerabilidad y que se diese cuenta de que no sólo no podía poner todo el peso del mundo en sus espaldas, sino que nadie se lo estaba pidiendo; que Kurt pudiese recordar y poner en práctica que él también podía valerse no sólo por sí mismo, si no por los dos. Quizás lo que les hace falta es todo lo que viene después, con culpas y arrepentimientos incluidos. Quizás estarían bien de todos modos si Rachel hubiese cedido al arrebato de rabia y hubieran terminado lamiéndose las heridas cada uno en su esquina dirigiéndose miradas asesinas. Los quizás y los hubiera importan muy poco cuando se los compara con la realidad, para ser honestos.)

Continuan abrazados cuando amaina el llanto de Rachel, y al final terminan recostados los dos juntos en el sillón, la cabeza de Rachel sobre el pecho, casi el cuello de Kurt, sus manos en sus caderas, las manos de él acariciándole la espalda, sus piernas enredadas, sin saber del todo dónde empieza uno y dónde termina el otro.

Es Rachel- cuando no- la que da el primer paso, aunque es un paso inconsciente, es un paso hacia un abismo que aún no sabe que existe, que no sabe que podía existir. Los dos saben, cada uno a su particular manera, de intimidad y de cercanía, pero Kurt raramente ha compartido tanta intimidad con alguien que no sea Blaine, y Rachel siempre se ha caracterizado por desear todo lo que puede tener. No se los puede culpar por difuminar límites que ni siquiera saben que están ahí. Son jóvenes, se sienten solos, se  quieren demasiado y tienen demasiado potencial para herirse como para no aprovechar el potencial para sanarse.

Rachel le besa el esternón sin segundas intenciones y sin pensarlo demasiado, apenas un roce de labios contra piel, más la promesa de un beso que un beso en sí mismo y cuando en otra instancia eso no habría hecho más que horrorizarlo e impulsarlo a imponer distancia al instante, ahora, lo único que podría hacer- y lo que hace- es corresponderle con un beso en la cima de la cabeza.

¿Cuándo no ha sido todo una competencia entre ellos? Ambos siempre han querido tener la última palabra- o, en este caso, el último beso.

Sería imposible afirmar cuándo es que la situación se les va realmente de control. Para cuando quieren acordarse, Kurt está reclinado contra el apoyabrazos del sofá, y Rachel está sentada a horcajadas sobre su regazo, cubriéndole de besos el mentón. Es bueno que Kurt haya llegado a dejar claro su punto justo a tiempo, porque es importante y sentará las bases para lo que será su relación en un futuro, pero, ¿en este preciso momento?

En este preciso momento, el punto principal que Kurt estaba tratando de hacer- No soy tu novio, Rachel Berry- acaba de irse bastante al carajo.

Se separan luego de una docena de besos o dos, y Rachel ha perdido uno de los breteles del sujetador, y la erección de Kurt es tan notable en la entrepierna de sus pantalones como en los botones de su camisa, que suben y bajan descontrolados junto con su respiración.

Rachel se va trastabillando, con un zapato en la mano y el otro mal colocado en el pie izquierdo, que la hace enredarse con la cortina que separa su cuarto del resto del loft. Kurt se queda en el sofá como si estuviera clavado, se limpia la boca con el dorso de la mano derecha, cierra los ojos, tira la cabeza hacia atrás y espera que se le venga encima el edificio completo.

Por supuesto, el edificio no se les viene encima, y la lasagna va a dar a la basura, y al día siguiente tienen que lidiar con los restos de lo que ha sucedido entre ellos sin siquiera tener a mano la sencilla excusa del alcohol.

Se rehuyen durante tres mañanas, y por la tarde Kurt se escurre por los rincones tratando de ser invisible, mientras que Rachel opina que si se esfuerza lo suficiente por ignorarlo, podrá hacer que sea invisible. A largo plazo, la negación nunca ha sido un método eficiente, y tarde o temprano terminan volviendo a caer en la rutina anterior al desbarajuste, llena de pequeñas intimidades y de intensos gestos el uno para con el otro. Pero sin besos.

Por ahora.

Luego de Acción de Gracias y la llamada entre Kurt y Blaine, Rachel está segura de que no volverá a pasar nada entre ellos- ¿qué sentido tiene mentir? Tiene un pequeño demonio interior que ardía en deseos de que algo, cualquier cosa volviese a pasar entre ellos. Pero el demonio no es estúpido, y sabe perfectamente cuando es conveniente guardar las garras y ponerse a la defensiva.

La alegría de Rachel por Kurt es sincera, de todos modos.

Y luego Kurt entra a NYADA, y primero salen todos de fiesta, ellos dos y Brody, y amigos de Rachel, e incluso Isabelle y su ejército de hadas sastres- no importa cuánto insista Kurt; Rachel jamás podrá ver a esas drag Queens como otra cosa que los pequeños hacendosos ayudantes de la magia de Isabelle. Pero Brody se excusa a medianoche, diciendo que tiene otro compromiso, y Rachel está tan feliz que lo dispensa con un simple gesto de la mano, sin prestarle demasiada atención, pero luego siente la falta cuando llega al departamento y los poros le arden, y los músculos no le caben dentro de la piel, y su plexo solar se siente como un volcán al borde de la erupción.

Kurt es fácil y está a mano, y su hermosa piel perlada siempre ha hecho cosas dentro del estómago de Rachel, y los dos han bebido demasiado y se deshace entre sus manos como si estuviera hecho de luz y de viento, y, realmente, Rachel es sólo humana.

A la mañana siguiente ya tienen práctica en simular normalidad, y si no fuese porque se le atraganta el té en la garganta cuando no quita la vista de la marca purpúrea que Kurt tiene detrás de la oreja, sería una mañana como cualquier otra. Con resaca, pero como cualquier otra.

Durante el crucero con sus padres, intenta dedicarle la menor cantidad de pensamientos posible- sobre todo, intenta apartar cualquier relación con Finn que pueda venírsele a la cabeza- y el único pensamiento culposo que se permite es deleitarse con la memoria de los besos de Blaine y con la idea de que, bueno, finalmente han cerrado el círculo.

Es como si hubiera estado llamando al susodicho con el pensamiento, porque cuando regresa del viaje Kurt casi y no la deja sacarse el abrigo, y luego Rachel sabrá que más que por Blaine es por Burt, pero así, de buenas a primeras y sin explicación, sólo puede entender que esas marcas en sus caderas y sus pectorales no las ha hecho ella, y que ambos necesitan que limpie las heridas con besos curativos.

Pasado el tiempo, Kurt y Rachel nunca podrán ponerse de acuerdo por qué fue que en esa precisa etapa su relación no progresó más allá. Las culpas son compartidas: Adam, el ego de Rachel, los sermones de Kurt, su reconexión con Blaine y con Finn, respectivamente.

Tercer acto:

En lo que sí estárán de acuerdo es en que lo que da muerte definitiva de este experimento, o lo que sea, es la presencia de Santana.

Tener a Santana conviviendo con ellos es como un llamado a la realidad: o se obligan a sentarse y darle forma y peso a eso que sucede entre ellos, o lo dejan morir. Ninguno de los dos está listo para una decisión de ese calibre, porque Kurt es gay, y los padres de Rachel son gays, y Kurt lleva a Blaine debajo de las muñecas, entre su sangre palpitante y su piel llena de escamas, y Rachel ya siente el presagio de la ausencia de Finn como un peso ineludible entre sus costillas. Así que llega Santana, y las cosas se acomodan de forma natural, los cambios son minúsculos, y ninguno de los dos lo lamenta realmente, pero ambos se quedan con la incertidumbre del deseo sin consumar quemándoles detrás de las orejas.

Así que Santana, y luego Kurt se compromete con Blaine, y Dani, y Fanny, y la terrible pérdida, y Pamela Lansbury, y Elliot, y, en fin, el deseo que no se alimenta va desapareciendo poco a poco de la epidermis (eso no quiere decir que desaparezca; todo lo contrario, quiere decir que se filtra hacia las venas, y no hay nada que pueda hacerse cuando está recorriendo de forma constante el camino entre el corazón y los genitales).

Santana viene amenazando desde siempre con que se irá el día en que Blaine se mude al departamento, porque asegura que tiene límites, y que esos límites dejan fuera el estar en la presencia de ambos tortolitos a la vez. Como siempre, amenaza y se queja, y describe detalladamente lo sufrida y terrible, pero especialmente insoportablemente aburrida que sera la vida de Rachel y Kurt sin su presencia, pero a la hora de la verdad- y especialmente porque ha roto por tercera vez con Dani justo la semana anterior- solo se enfuruña en un rincón diciendo que al menos necesita una buena cantidad de alcohol para prepararse para el momento terrible. Kurt y Rachel se ríen, y la toman uno de cada brazo, y se visten los tres con la ropa más ajustada que tienen, y se llenan los ojos de maquillaje, y destapan una botella de champaña, y salen a la calle embebidos de endorfinas, porque están en Nueva York, y solo se es joven una vez.

Terminan en un karaoke- gay, por supuesto, ¿qué clase de salidores se creen que son?-, porque aunque intenten vivir la vida hardcore en el fondo son tres sentimentales a los que les gusta llorar con una buena película y, bueno, les gusta llamar la atención, y no hay mejor forma de hacerlo que en un karaoke.

Es Kurt quien las ha anotado juntas en la lista, luego de la primer ronda de tragos, y quien insiste cuando ellas se niegan, y quien las empuja al escenario cuando llaman sus nombres por los altoparlantes. Santana bufa cuando mencionan la canción, pero Rachel se dobla en dos mientras se ríe, y aún en ese estado de semi-ebriedad, Santana sabre apreciar que hayan sido capaces de hacerla flotar en una burbuja como en los viejos tiempos, aunque solo sea con ayuda del alcohol y por unas pocas horas.

I get so emotional, baby,
every time I think of you.

Mueven las caderas juntas como cuando cantaron esta canción por primera vez, hace más de un año, cuando la vida parecía mucho más complicada pero era infinitamente más sencilla, y aunque sonríen y no pierde ni una sola nota, Santana puede ver la tristeza formándose detrás de los iris de Rachel.

Quizás es por que se lo debían desde aquella vez; quizás es porque se lo han ido dejando a cuenta a lo largo de todo este año de conviviencia; quizás es porque tienen todo un ejército de a-ti-te-llevaría-a-la-cama y de a-ti-también y de a-ambas-de-preferencia silbándoles desde la primera fila; quizás es porque Santana no se chupa el dedo y si Kurt puede, ella también quiere parte; pero sobre todo porque Santana ve esa tristeza creciendo, y desde la muerte de Finn se ha desesperado intentando ganarle, y no conoce otro método que recurrir a la esfera de lo sexual, que la besa al terminar la canción.

(En realidad, el noventa por ciento de la culpa la tiene el hecho de que desea hacerlo, que es lo más obvio y lo más fundamental, pero aceptar ese conocimiento de forma armoniosa le tomará un par de noches de insomnio y una botella entera de vodka).

Rachel abre grandes los ojos pero no la rechaza, por el contrario, se sujeta de los tirantes de su vestido y profundiza el beso, mientras su creciente club de admiradoras delira y Kurt deja caer el vaso que tenía en la mano y casi se desboca él mismo contra el suelo.

(Eso se lo enterará Santana mucho después, y en realidad nunca sabrá si es verdad o es solo la forma en la que Kurt lo recuerda, o prefiere recordarlo, porque en ese preciso momento tiene los ojos fuertemente cerrados, y no existe otra cosa en el mundo que los nudillos de Rachel contra su piel y sus dedos aferrados a su cintura, y sus bocas que se mueven como si hubieran sido hechas explícitamente con este único momento tenido en cuenta.)

Se separan y Rachel se tambalea ligeramente, pero hace la mímica de una reverencia, y la ovacionan en todo el bar, y Santana ha luchado durante años por no dejarse opacar por ella, pero, realmente, a quién se piensa que está engañando. Bajan del escenario y la deposita sin ceremonias en los brazos de Kurt, y Rachel lo abraza e inhala profundamente su colonia en el hueco de su cuello, y Kurt la aparta utilizando su anillo de compromiso como si fuera un arma, y un día tienen que contarle la historia completa, en serio. Se complementan bien y no la necesitan, y Santana se va sola del bar mientras los deja riéndose en la mesa, y termina pasando la noche con Dani y, realmente, que estúpido, estúpido puede ser uno cuando sabe precisamente lo que tiene delante de los ojos pero quiere hacer todo, todo, menos aceptarlo.

Cuarto acto:

Han pasado el verano entero discutiendo con Sam y Artie y Tina- por la "custodia" de Blaine, por todos los cielos, Santana ha clamado en varias oportunidades que tengan piedad de ella y la maten de una vez antes de continuar con esta humillación-, y eso ha despertado el instinto más posesivo en todos- incluida Santana, aunque lo niegue-, y cuando finalmente ganan la batalla y los otros tres se dan por vencidos, entre eso y todas las historias a medio contar y tragadas de mal talante y sin agua que hay entre ellos, el loft se ha convertido en un cocktail letal de hormonas.

Sucede durante un sábado lluvioso de noviembre, donde todos han tomado un poco de más, y Blaine y Kurt se apretujan con poco disimulo en un sillón, mientras Santana fascina a Rachel con todos los jugosos detalles- algunos ciertos y otros no tanto- de su brevisima aventura con Quinn.

Cuando termina la historia el aire es tenso entre ellas, y Santana no sabe si la ponen más la boca entreabierta de Rachel, los recuerdos o su imaginación, pero seguro que juntando todo podría hacer un revuelto memorable, pero también es ella misma quien pone la distancia, quien se aleja siempre un paso y medio cuando Rachel se ha acercado uno, porque el peso de lo que podría suceder entre ellas es inmenso, y Santana no está dispuesta a dejarse aplastar por él. No mientras pueda impedirlo.

Rachel no es tonta y nota las señales aunque haya tomado de más y tenga el deseo quemándole en el borde del cuerpo, haciéndole sentir que sus músculos se elastizan y se estiran y se derriten incluso más allá de su piel. Rachel ha estado antes en situaciones como esta, y ha estado a punto de acostarse con Kurt, y también se ha besado con Blaine, y bueno. Se decanta por la opción que menos terrible parece.

Tira de la manga de la camisa de Kurt, que tiene los ojos cerrados y el cuello estirado hacia atrás, mientras Blaine pareciera estar succionándole el alma por su clavícula.

- Kurt.

Nunca antes había visto los ojos de él tan claros y tan vidriados como en este momento, y por un instante contiene el aliento y se olvida de lo que estaba por pedir.

- ¿Qué?

El alcohol la vuelve desvergonzada y también más concisa y directa.

- Blaine me debe un beso. Por los viejos buenos tiempos.

Cree escuchar como Santana bufa en algún lugar a sus espaldas, pero está más concentrada en como Blaine abre perezosamente los ojos y acomoda su cabeza en el hueco del cuello de Kurt. Contradiciendo cualquier predicción, Kurt pareciera estar considerándolo.

- Puede que Rachel tenga razón, ¿no, bebe? Considerando lo que….- Hace un gesto vago en el aire, que ambos entienden perfectamente, y que Blaine no pareciera interesado en lo más mínimo en descifrar. Algún día van a tener que contarme esa historia, en serio. Chilla Santana a sus espaldas, y todas la ignoran.- ¿Qué opinas, B?

Rachel ha estado tan concentrada en no saltarle encima a Santana y en no pedirle a Kurt que terminen lo que han dejado a medias tintas, que es de mala educación, que no se ha fijado hasta ahora en que Blaine lleva el cabello revuelto, y los labios hinchados y las mejillas rojas, y parece la encarnación misma del pecado.

- Fue bueno una vez.- Dice encogiéndose de hombros, y sonríe con su sonrisa característica que sería capaz de avergonzar al sol.

Kurt le muerde el cuello desvergonzadamente, haciéndolo retorcerse, y luego le da un pequeño empujoncito en la dirección de Rachel.

- Pero el basta lo tengo yo.- Advierte, y ambos afirman con la cabeza, pero ya ninguno de los dos se voltea a mirarlo.

En los últimos dos años, Rachel ha pasado por las manos de Finn, las de Brody, las de Kurt, las de Finn nuevamente, las de Kurt nuevamente, las de Santana, incluso las de Sam, pero hay cierta calidez y delicadeza en la forma en la que Blaine la toma de las mejillas justo antes de besarla que la retrotraen en un único instante a la primera vez que se besaron.

Blaine la besa despacio y concienzudamente, y Rachel claramente tiene algo por los hombres altos, pero hay muchos beneficios de estarse besando con alguien de su misma altura. Le muerde el labio inferior hasta hacerlo inhalar agitadamente, y luego se separa y le pregunta con la mejor voz maliciosa que puede lograr entre el alcohol y la excitación.

- ¿Qué opinas, Blaine Warbler? ¿Lo bueno una vez bueno dos veces?

Blaine responde con un gruñido, y la atrae hacia sí mientras se deja caer sobre el sofa. Caen desordenadamente y Rachel ríe sinceramente antes de que la combinación asesina de Blaine mordiéndole el lóbulo de la oreja y Kurt sentado desordenadamente en una silla tocándose por arriba del cierre del pantalón la obliguen a echar el cuello hacia atrás y poner los ojos en blanco.

Rachel siempre creyó que Kurt llevaba la batuta en su relación con Blaine, y que la cama no era excepción, y quizás sea cierto, o no, ella no lo sabe- todavía-, pero lo cierto es que Blaine definitivamente sabe cómo imponerse con suavidad pero firmeza, y Rachel siente que es un barco que está a la deriva en el mar, y no va a decir que lo que está sucediendo no es absolutamente consensuado- porque definitivamente lo es-, pero la verdad es que se siente como arcilla en sus manos, siente que la están volviendo a hacer de nuevo, que es una nueva y diferente Rachel la que va a nacer de las cenizas de esta Rachel que está por completo destinada a arder.

Contra todo pronóstico, es Santana quien interrumpe y no Kurt, Rachel se encuentra repentinamente arrancada de su cómoda posición sentada a horcajadas en el regazo de Blaine, mientras él comenzaba a bañar de besos su hombro izquierdo, y tiene ganas de protestar, porque, realmente, se sentía fantástico y no hay derecho, pero Kurt no tarda ni dos segundos en ocupar su lugar sentado sobre el regazo de Blaine, y al contrario de Rachel que estaba demasiado extasiada por las nuevas sensaciones como para reaccionar, su mano no tarda en desaparecer entre las piernas de ambos, y Rachel siente el jadeo de Blaine como si fuese físico, como si le hubiera atravesado la garganta.

Es mientras escucha a Blaine murmurar Así que te calienta, ¿mmm? ¿Verme con ella? que se voltea tambaleante pero con los brazos en jarra, a enfrentarse a Santana.

Santana la recibe con un beso que es puros dientes y lengua. Rachel retrocede más por desconcierto que por desagrado, boqueando, y estira un brazo delante de su cuerpo mientras siente como los otros tres la observan.

- No puedo con esto. No hoy.

Y sin decir otra palabra desaparece con rumbo a su cama.

Interludio:

Rachel los despierta a la mañana siguiente, más sonriente de lo que debería ser legal, con café, aspirinas, agua y música a todo volumen. La música es para obligarlos a salir de la cama, argumenta, pero todos están de acuerdo- aunque no lo hayan confrontado verbalmente- en que también hay una segunda intención llena de malicia.

Se sientan a la mesa y desayunan en silencio, hasta que Kurt no tolera más a Rachel retorciéndose las manos en su silla, sin haber tocado su ración.

- Dinos de una vez lo que nos arrancaste de la cama para decirnos y acabemos con este suplicio, Rachel.

Rachel se pone inmediatamente a la defensiva.

- No puedo ser yo la única que se da cuenta de que tenemos entre las manos algo que nos puede estallar en la cara en cualquier momento, y ninguno de nosotros se vería bien con las cejas chamuscadas.

Kurt le sostiene la mirada mientras Blaine y Santana no levantan las suyas de sus respectivas tazas.

- Al punto, Rachel.

- ¿Quieres que vaya al punto, Kurt? Iré al punto. Ayer estaba borracha y te pedí que me dejarás besarme con Blaine. Eso no sería tan raro.- No puede evitar una media sonrisa cuando escucha como Blaine trata de simular su propia sonrisa con un ataque de tos.- Lo raro es que me dejaste. Lo raro es que me dejaste y te comportaste como si fuera un espectáculo. Y lo que es más raro aún es que fue Santana quien nos separó, como si eso fuera algo que le molestase a ella. Y no me digas que lo hiciste porque éramos un espectáculo deplorable.- Se anticipa a la réplica de Santana señalándola con un dedo acusador.- Porque de todos modos eso no explica porque tú me besaste.

Blaine cruza los dedos de las manos y apoya su mentón sobre ellos, y aunque tiene los mismos ojos dorados de siempre, Rachel se da cuenta en ese instante de que podría ser completamente escalofriante si se lo propusiera.

- ¿Qué es lo que quieres, Rachel? ¿Quieres que te pidamos disculpas? Lo entiendo si eso es lo que quieres, pero, sinceramente, me sorprendería. Y no sabemos qué es lo que pretendes de nosotros.

- ¿Por qué hablas en plural?- Le pregunta con suspicacia, entrecerrando los ojos, mientras Blaine y Kurt intercambian una mirada culpable.- ¡Quiero sinceridad! ¡Quiero que seamos sinceros el uno con el otro! ¡Quiero entender qué demonios sucede aquí, porque hace meses que las cosas vienen enredadas, y estoy segura de que si no nos dedicamos a desenredarlas ahora, luego jamás podremos hacerlo!

Santana continúa sin levantar la mirada de su taza, pero Kurt y Blaine se miran y asienten con la cabeza.

- Bien, ronda de sinceridad.

- Yo empiezo.- Lo interrumpe Kurt.- Le conté a Blaine de… de lo que pasó entre nosotros. Justo después de comprometernos. Blaine lo ha sabido todo este tiempo. Lo siento, Rachel.

Rachel parpadea, perpleja.

- ¿Lo sientes? Para mí nunca fue un secreto vergonzoso. ¿Mi turno? Siempre me arrepentí de que no hubiéramos progresado a más.- Santana inhala ruidosamente por la nariz y Rachel se voltea a mirarla, casi furiosa.- ¿No dijimos que era el momento de sacar los trapitos al sol, antes de que nos explotase todo en la cara? Bueno, es lo que estoy haciendo. Lo lamento si los pone incómodos, pero créanme que la alternativa es mucho peor. ¿Santana?

- No tengo nada que confesar.

- Oh, créeme que yo opino diferente. ¿Te molesta si te hago una pregunta?

Rachel se da cuenta de que está a punto de negarse, pero siente la mirada de los tres clavadas en diferentes puntos de su anatomía, y finalmente cede y se encoge de hombros.

- Supongo que hay peores formas de tortura en esta vida.

- ¿Por qué me besaste?

- Porque quería.- El silencio persiste, y como es consciente de que nadie va a proseguir hasta que su respuesta sea satisfactoria, hace el esfuerzo sobrehumano de ir un poco más allá.- Porque nos lo debíamos. Desde el karaoke. Porque en ese momento no pude besarte como me hubiera gustado besarte. Y, bueno, digamos que me di cuenta de que el hobbit aquí presente podía esparcir sus asquerosos gérmenes por toda tu anatomía y yo no. Y no es justo.

- Santana.- Rachel la toma de las manos y no continúa hasta que ella se vuelve a mirarla.- Con esto no estoy tratando de decir que yo no quisiera besarte ni mucho menos, pero no soy de tu propiedad. Puedo besar a quien yo quiera, y eso no tiene nada que ver contigo. Entonces, ¿por qué…?

- ¡Porque te quiero! ¿Está bien? ¡Porque te quiero! ¡Por todos los cielos! ¿Por qué tienes que ser tan condenadamente…?- Hunde el rostro entre las manos, ahogando el sonido de la última palabra, y Rachel se queda congelada, con una mano en el aire donde estuvo a tres milésimas de tocarla.- No hace falta que me digas que tú no me quieres. Lo tengo perfectamente claro. Todo eso de que no pateas para mi equipo y toda esa cháchara. Créeme, ya la he escuchado antes y mejor. Y lamento ser yo quien tenga que abrirte los ojos, Rachel: ellos tampoco juegan para tu equipo.

- Sobre eso.- Interrumpe Blaine aclarándose la garganta.- Creo que es justo que digamos que Kurt y yo ya habíamos hablado de esto. De la posibilidad de esto, quiero decir, no quiero que sientan que conspiramos en su contra a sus espaldas o algo así. Pero hablamos de esto y llegamos a la conclusión de que si se presentaba la oportunidad, para cualquiera de los dos, y ambos estábamos de acuerdo, que la tomaríamos. No quiere decir que haya cambiado la forma en la que nos identificamos.- Se voltea a ver a Kurt, inseguro por un instante.- Sólo que estamos abiertos a nuevas experiencias. Que hemos ampliado nuestras perspectivas, quiero decir.

- ¿Por qué?

Kurt bufa ante la pregunta de Rachel.

- Creí que era obvio. Hace años que no es secreto que te quiero, Rachel. Sólo estoy tratando de adaptarme a cómo me hace sentir la idea de que puedo desearte, también.

- Bueno, entonces, ¿cómo sigue esto de la terapia grupal?- Pregunta Santana mezcla de veneno y amargura.- Quiero decir, ya pusimos toda la mierda al descubierto. ¿Qué hacemos ahora, además de pegarnos un tiro cada uno?

- No es nada personal contra ti, Santana.- Aclara Blaine, y Rachel sabe que tiene buenas intenciones, pero eso no significa que el tiro no pueda salirle fácilmente por la culata.- No estamos tratando de quitarte de las manos algo que quieres por pura crueldad. No tiene nada que ver con eso. Más allá de que por supuesto que Rachel no es una cosa.

- Maravilloso, hobbit.- Y Rachel está segura de que si las miradas mataran, Blaine ya hubiera caído muerto una centena de veces.- Ahora, con su permiso, voy a tirarme por la terraza.

Kurt pone los ojos en blanco mientras Santana se marcha airada y Blaine amaga a levantarse, preocupado, pero Rachel lo detiene con un gesto.

- Déjame que voy yo, Blaine.

Espera unos minutos prudentes, como para dejar que se enfríen los ánimos, pero le gana su impaciencia característica. Santana no se ha recluido demasiado, como otras veces en las que ha estado realmente molesta, sino que está sentada al lado del ventanal del salón, dándole la espalda a la puerta y Rachel tiene la esperanza de que sea porque, consciente o inconscientemente, espera que alguien vaya a hablar con ella. Se le pasa por la cabeza la idea de comenzar la conversación de forma táctil, quizás abrazándola por la espalda o posando su mano sobre la suya, porque siente una necesidad desesperada de tocarla, pero la descarta porque se le ocurren mil maneras en las que eso puede ser contraproducente.

- Santana.

- No sé qué quieres, Rachel. No sé qué quieres ahora y no sé que querías antes. ¿Hacernos sentir miserables a todos? Bueno, felicitaciones, conmigo lo has logrado.

Se sienta a su lado y Santana rota su espalda cuidadosamente para que no se rocen, pero no se aparta del todo, y Rachel lo siente como una péqueña victoria.

- No entiendo por qué habrías de sentirte miserable. Nadie te ha culpado de nada. Nadie te ha reprochado nada.

- ¿Cuál era la necesidad de dejarme en evidencia, eh? ¿Qué necesidad tenías de hacérmelo decir? Estábamos todos igual o mejor sin que yo tuviera que decirlo.

- Santana, no tienes por qué avergonzarte de lo que sientes.

- Oh, ya sé que no tengo que, pero es lo que sucede, es lo que me pasa. Es mi conducta defensiva, a ver si aprendo de una maldita vez que no tengo que decirlo.

- ¿Por qué no tienes que decirlo?

- ¡Porque no vale nada decirlo! ¡No vale nada sentirlo! Rachel, me han roto el corazón infinidad de veces. No trates de venderme espejitos de colores. Ya bastante malo es que sea algo que me pasa. ¿Para qué carajos habría de decirlo?

- ¿Cómo puedo saberlo si no me lo dices?

- No necesitas saberlo.

- Oh, yo opino lo contrario.

Y en ese momento, sí, Rachel se inclina sobre ella y la besa. Santana se deja besar y Rachel puede sentir el gusto salado de las lágrimas en el beso.

- ¿Por qué juegas conmigo?- Y en todos los años que lleva de conocerla, Rachel jamás había escuchado tanto dolor en su voz.

- ¿Quién te dice que estoy jugando?- Murmura apenas contra su boca, con los ojos cerrados.

- Lo he vivido todo sobre esta clase de relaciones, Rachel. Es una bomba de tiempo hasta que te des cuenta de que no soy lo que quieres, de que era sólo un experimento, hasta que te vayas corriendo detrás del primer par de pantalones que se te cruce.

- Si algo he aprendido en el último tiempo, Santana, es que no puedo prometer que nada vaya a ser para siempre. Te mentiría si te dijera que no estoy experimentando. Pero aunque vaya a durar sólo un instante, si hay algo que puedes confiar con Rachel Berry, es en que va a ser un instante intenso y verdadero.

SEGUNDA PARTE

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