Viaje al fondo de L- Death Note- L!centric

Jul 30, 2011 21:40

Fandom: Death Note
Título: Viaje al fondo de L
Personajes: L. Menciones a prácticamente todos los demás personajes principales.
Parejas: Ligerísimo L/Misa one sided. L/Light bromance (pero canon respecto a cómo sería un bromance entre estos dos)
Extensión: 1408 palabras
Summary: Hasta la llegada de Kira, todo había sido distinto en la vida de L. Su primer verdadero desafío. El primer delincuente al que puede considerar como un igual.
Dedicatoria: A factionb .
Notas: Escrito para el aisinfronteras edición 2010. Por esas casualidades de la vida, hoy volví a encontrarme con él y me di cuenta de que nuna lo había posteado acá. L, como te quiero y como te extraño. Nunca dejo de sorprenderme a mi misma.
Advertencias: Spoilers de todo el anime.

A Ryuuzaki se le iban las horas del día (y muchas de la noche) cavilando sobre Kira. Era un proceso doloroso y poco fructífero, porque lo que buscaba no era el resultado de un proceso deductivo: lo que necesitaba eran pruebas. Internamente, Ryuuzaki sabía que Light era Kira. (Lo sabía, lo presentía, lo intuía, lo imaginaba. Los verbos posibles eran varios e inexactos: ninguno lograba expresar exactamente la proporción de certeza intelectual y pálpito que lo llevaba a considerar aquello que solo debía ser una posibilidad como una probabilidad y, más aún, como una certeza). Un proceso deductivo siempre era un desafío: Ryuuzaki sabía que, a la larga, con suficiente empeño, concentración y tiempo, podría llegar a una conclusión sobre cualquier problema que le fuera planteado. Pero las pruebas eran harina de otro costal: las pruebas tenían que ver con el mundo real, y aquello que para él representaba una prueba inequívoca, en el mundo real podía no tener ningún peso. Ryuuzaki se mordía los labios y miraba de reojo a Light caminando a su lado, separado los pocos metros que la cadena de las esposas le permitía. Lo miraba de reojo, y pese a la frustración, sonreía apenas (leve, casi imperceptible, sin perder su aire permanente de ignorancia hacia el resto del mundo; no era cuestión de que Light descubriera sus pensamientos: L se cuidaba mucho de que él no poseyera más información que la que quería darle, ya fuera diciéndosela o dejando que él se estrujara el cerebro para poder deducirla).

Ryuuzaki no se lo hubiera confesado nunca a nadie ni bajo tortura, pero en cierta forma se alegraba de que Kira hubiera irrumpido en su vida. Las muertes continuas y prácticamente impredecibles eran un gran peso que Ryuuzaki llevaría a la espalda durante toda su vida: él no había sido capaz de resolverlo a tiempo, y en ese momento, que sabía cuál era la solución al enigma, no podía probarlo. Y era por eso que Kira era un desafío al que L le había consagrado todos sus pensamientos y todas sus energías. Nunca antes se había topado con un caso igual. Sí con casos de delincuentes retorcidos con ideas mesiánicas, que se creían Cristo o el anti Cristo, en algunos casos, sin distinción (y a Ryuuzaki no le parecía tan extraño, ya que él tenía un pensamiento parecido: a veces se daba cuenta de que ninguna justicia era tan implacable y tan imparcial como la suya propia). Sí con delincuentes con recursos extraños y aparentemente inagotables. Pero nunca antes se había encontrado con una mente tan previsora, tan precisa, tan fría, (tenía que admitirlo) tan genial. Los únicos errores que Kira- Light, ¿por qué no llamarlo Light al menos en sus pensamientos?- había cometido habían sido a solas, frente a frente el uno con el otro, y habían sido de un nivel que solo ellos dos eran capaces de comprender que había cometido un error. L imaginaba que así como él lo tomaba como un desafío, también así lo tomaba Light: tener que enfrentarse constantemente con L, con el famoso y nunca antes derrotado L, no solo agudizaba los sentidos y la imaginación de Kira y lo obligaba a mantenerse alerta y precavido. Ryuuzaki hubiera puesto las manos en el fuego por que también lo divertía.

Ryuuzaki sonreía y tiraba un poco de la cadena que lo mantenía unido a Light, solo para molestarle. No era más que un juego. Sonreía un poco más y se llevaba a la boca un bombón de chocolate. Quizás sonase un poco macabro, pero era exactamente eso: un juego para niños grandes. Kira era la presa furiosa, que se esconde en la maleza, para volver a atacar al abrigo de la penumbra. L se sabía el cazador, cuyas mejores armas eran la franqueza y el asedio constante: tarde o temprano la bestia, enloquecida, cometería un error que sería inocultable, y él por fin podría capturarla públicamente. Ryuuzaki no sabía que la bestia tenía su propio plan para cazar al cazador; no lo sabía, y de haberlo sabido, simplemente lo hubiera encontrado todo mucho más divertido. No lo sabía, pero podía intuirlo, y se sabía en riesgo como se sabe en riesgo todo aquel que se acerca a la boca del lobo. Y era por eso que tenía sus resguardos, más por insistencia de Watari que por iniciativa propia. Si le hubieran preguntado, hubiera dicho que Mello tenía el corazón y Near la lógica, pero que para ser L hacían falta las dos cosas en una proporción exacta y un poco indescifrable. Pero, aunque no fuera óptimo, un mal plan siempre es mejor que ningún plan, y Ryuuzaki se guardaba muy bien de dárselo a entender a Kira: ya tenía puntos en contra, ¿para qué seguirle restando echando a perder el factor sorpresa? También sonreía cuando pensaba en eso: sabía que, si él llegase a morir, Light se confiaría y comenzaría a cometer errores. La parte gruesa del trabajo ya estaba hecha: sería tarea de Mello conducirlo a cometer un error y, de Near, atraparlo in fraganti. Para ellos, también sería como un juego.

L se preguntaba a veces si Light se habría ocupado también de procurarse un resguardo a largo plazo. Imaginaba que Misa debía tener algo que ver con eso (y esa idea le dolía profundamente). Misa- Misa era un factor extraño, que a L le había costado encajar de forma correcta en el rompecabezas: suponía que, por algún motivo que podía imaginar, pero no asegurar, Misa sentía fascinación por Kira, y que, al conocer a Light, esa fascinación había derivado en amor y en una fidelidad inquebrantable. L imaginaba (y había dedicado muchas horas a armar una película en su cabeza) que Misa era mucho menos dulce y mucho más peligrosa de lo que él, y todos, imaginaban. Y eso era, en cierta forma, lo que la hacía más fascinante. Pero, fascinante o no, Ryuuzaki sabía que Misa-Misa era una variable que no debía tener en consideración en sus cálculos: no podría pensar del todo claro cuando la tenía cerca (y eso le había costado más de una noche de insomnio y largas cavilaciones), Quizás porque nunca había tenido una mujer en su vida; quizás porque echaba en falta cualquier forma que adopta en la vida de un hombre una figura femenina, desde una amiga hasta una madre; quizás porque sólo necesitaba un poco de amor. El por qué no era verdaderamente importante, pero si lo era la realidad: Misa ejercía sobre él un efecto aterrador, y L no podía permitirse nada que distrajera sus sentidos.

Ryuuzaki comía fresas con crema en la cama, porque sabía que eso sacaba de quicio a Light. Comía fresas y pensaba en Kira. Se le iban las horas del día y de la noche pensando en Kira. L no perdía de vista su condición de cazador, y sabía que su objetivo, a fin de cuentas, era cazarlo. Pero no negaba que el suyo debía ser uno de los pocos casos en los que la bestia le había cambiado la vida al cazador de forma tan radical: Misa, el desafío constante, la frustración de un caso no resuelto, el esfuerzo. La compañía. El propio Light. Light y su sonrisa inocente pero sobradora, Light y su mente prodigiosa, Light y su habilidad para el tenis y para los secretos. Light y su conversación. L nunca había tenido lo que corrientemente se llama una familia funcional: Watari era su padre quizás, pero hasta allí podían llegar las analogías. Siempre había echado en falta la compañía de un hermano: híbrido entre rival y amigo, que L creía haber encontrado en Light. Creía, porque con Light todo era resbaloso, todo era inseguro. Todo podía ser una fachada. Y eso formaba parte de su atractivo: para Ryuuzaki era un desafío empujarlo hasta llevarlo al límite, al punto en el que se le caía la máscara y empezaba a contradecirse. Y en ese punto, siempre al límite, L también se descubría, asombrado, a sí mismo. Kira había llegado para cambiar el mundo, pero particularmente había llegado para cambiarlo a él. L sabía que, en el mismo momento en que había aceptado ese caso, ya no había retorno. Y tampoco, pensaba en retrospectiva, hubiera querido que lo hubiera. El caso Kira era para el gran L un remolino de desafío, decepción, descubrimientos. Y al final de ese remolino, solo estaban Light y él, con el alma completamente al desnudo.

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