Sinceridad- Klaine- Glee

Mar 01, 2011 02:07

Tabla: Melódica
Fandom: Glee
Claim: Blaine Anderson/Kurt Hummel
Personajes: Kurt Hummel. Burt Hummel. Rachel Berry. Mercedes Jones.
Parejas: Klaine. Kurt/Rachel friendship.
Tema: #22 Sinceridad
Extensión: 2564 palabras
Advertencias: Ninguna



22: Sinceridad
- ¡Kurt! ¡El timbre!

- ¡No espero a nadie, papá!

- Pero dijiste que las chicas…

- Solo Mercedes, papa.

Burt tuvo que resignarse a levantarse del sillón e ir a abrir la puerta.

- Buenas noches, señor Hummel.

Burt se rascó la cabeza nerviosamente. Kurt le había dicho que no esperaba a nadie más, y si había venido a ver a Finn, bueno, estaba casi seguro de que Finn no iba a querer verla. ¿Qué iba a hacer con ella?

- Buenas noches, ehmm… Rachel.

La muchachita le dirigió una sonrisa, también nerviosa. Burt se corrió para dejarle lugar para pasar, pero apenas, como si no estuviera seguro de si esa era la decisión correcta.

- Finn está… ocupado. Creo que no...

- He venido a ver a Kurt, señor Hummel. Con su permiso.- Y se dirigió con pasos rápidos hacia la escalera que llevaba hacia el sótano.

Burt se encogió de hombros. Bueno, considerando que la había tenido en su casa al menos una vez por mes durante los últimos tres o cuatro meses, tampoco era tan extraño. Y si su presencia era indeseable, bueno, Kurt se apañaría con ella. Seguramente mucho mejor de lo que se apañaría Finn.

Rachel inhaló profundamente antes de llamar a la puerta del cuarto de Kurt. Dentro se escuchaban las risas y las voces de Kurt y Mercedes, un tanto opacadas por la música de fondo. Fue Kurt quien asomó la cabeza. Estaba a medio despeinar y llevaba arreboladas las mejillas de porcelana.

- ¿Si, pa…?- Y la voz se le murió a media frase al ver que no había sido su padre quien había llamado a la puerta.- Ah. Tú.

Rachel se retorció las manos nerviosamente.

- Hola, Kurt.- Y Mercedes también asomó la cabeza, azorada, al reconocer su voz.- ¿Puedo pasar?

Kurt y Mercedes intercambiaron una mirada llena de significado. Finalmente, Mercedes salió de su campo de visión, y Kurt retrocedió un paso para poder abrir la puerta. Rachel suspiró, aliviada, mientras entraba al cuarto. Tal y como hubiera podido preveer, los dos estaban en ropa de dormir, el tocador estaba lleno de porquerías para comer y discos de música varia. Hacía tres meses que hacían esas reuniones en pijamas, el primer sábado de cada mes en la casa de Kurt, el segundo en la de Mercedes y el tercero en la de Rachel. Los últimos sábados de cada mes no se juntaban, porque Blaine se había reservado a Kurt para llevarlo al teatro. Comían porquerías, escuchaban buena música, hablaban de sus sueños y de sus miserias. Miraban musicales de Broadway, hablaban de chicos, intercambiaban chismes de Dalton y del Mckinley High. Todo estaba tan establecido que ya ni siquiera se extendían invitaciones al respecto, simplemente se daba todo por sentado. Nada parecía diferente a cómo había sido todas las otras veces. Con la única diferencia de que ni Kurt ni Mercedes estaban esperando que Rachel se apareciera aquella vez. Si ser sinceros era una necesidad, Rachel se sorprendía a si misma por haber sido capaz de animarse a presentarse.

- Traje galletitas.- Dijo con una sonrisa temblorosa mientras alzaba la mano de la que colgaba una bolsa, cuando no, rosa.

Kurt y Mercedes volvieron a intercambiar significativas miradas en silencio.

- ¿Qué haces aquí, Rachel?- Fue Mercedes la que se atrevió a romper el silencio.

- Primer sábado de abril. Casa de Kurt. Pensé que era lo más natural.

- Kurt, si quieres echarla a patadas, esta es tu oportunidad.

Kurt suspiró y se dejó caer sobre la cama. Parecía agotado.

- No, Mercedes. Que se quede. Si ha venido, es que tiene algo que decirnos.- Hizo un gesto vago con la mano.- Ponte cómoda, Rachel. Conoces las pocas reglas de la casa. El que esté enfadado contigo no me convierte en un maldito torturador.

Rachel se sacó el abrigo, lo apoyó en una silla y se sentó sobre un almohadón en el suelo. No dejaba de asombrarse frente al cuarto de Kurt. Siempre había pensado quesería muy diva y muy gay, y, aunque lo era, también era indiscutiblemente masculino. Pese a los posters de Lady Gaga, el tocador repleto de cremas y el armario lleno de ropa, accesorios y zapatos, no había posibilidad de duda de que allí vivía un chico, y no una chica. Eso era algo que a Rachel le gustaba de Kurt: pese a su ropa, sus modales, sus gustos y su voz femenina, en el fono, Kurt era profundamente masculino, y mucho más merecedor del sustantivo de hombre que muchos otros que Rachel conocía y se jactaban profundamente de su género.

Kurt se había recostado en su cama boca arriba, y Mercedes se había sentado a su lado, de una forma un tanto protectora.

- Bueno, Rachel, estamos esperando.

La castaña comenzó a retorcerse nuevamente las manos de forma nerviosa. Por supuesto que había armado el discurso perfecto en su cabeza, pero en ese momento comenzó a parecerle ridículo. Kurt no era Finn, a quienl si le hablaba muy rápido y con palabras de más de tres sílabas, podía coaccionar sutilmente a reaccionar de la forma que ella deseaba. Rachel estaba segura de que, si se descuidaba un poco, incluso la situación podía llegar a invertirse y Kurt iba a terminar estando en condiciones de manipularla a ella. Había sucedido en el pasado, y si no continuaba sucediendo en el presente, era simplemente porque Kurt no quería hacerlo, no porque no pudiera.

- Simplemente… simplemente quería venir y verlos, chicos. Estar con ustedes. Reunión de divas, ya saben.

Pudo oír a Kurt suspirar y cerrar los ojos. Fue Mercedes la que contra-atacó.

- Creo que no te sabes bien los mandamientos de las divas, Rachel. Ya sabes, todo aquello de “el chico ajeno no se toca, y menos aún sin el consentimiento del ajeno”. De donde yo vengo, a eso se le llama traición, y no nos gusta ni un poquito.

Rachel suspiró. Por supuesto que sabía que no iba a poder escaparse de las acusaciones tan fácilmente.

- Lo siento. No sé que más decir, realmente. Solo que lo siento. Mi intención no era herir tus sentimientos, Kurt.

Fue en ese momento que Kurt se incorporó y se sentó en el borde de la cama. Tenía el cabello ligeramente revuelto, y los dulces ojos azules ensombrecidos por el presagio de las lágrimas. Rachel tenía que admitir que a veces no podía evitar pensar que era un desperdicio que fuera gay.

- Vamos a ser sinceros aquí, Rachel. Que se hayan besado, bien, estaban borrachos y eran las reglas del juego, no tengo nada que decir respecto a eso. Que hayan hecho un dueto juntos, bien, tampoco podría decir nada, porque me pareció fantástico.- Rachel no pudo evitar sonreír ante el halago.- Blaine es un compañero digno de ti, y escucharlo cantar con una mujer es algo… refrescante, para variar. Que te hayas sentido atraída por él, y hayas querido invitarlo a salir, bien, no puedo decir que me haya puesto feliz, pero no soy nadie para coartar la libertad de tus sentimientos. Pero hubo dos cosas que realmente sentí que me superaban, pero están tan relacionadas intrínsecamente contigo, Rachel Ego Berry, que hasta creo que es mi culpa por no haber podido predecir que iban a suceder. Por haber pensado que el hecho de que fuéramos amigos, o que al menos yo pensaba que éramos amigos, podía cambiar la forma en la que eres. Fue mi culpa, no la tuya. No por lo que pasó, sino por lo que me hiciste sentir.

El ambiente estaba tan tenso que se podría haber cortado con un cuchillo. Rachel tragó dificultosamente hasta poder encontrar su voz y obligarse a hablar.

- ¿De… de qué dos cosas estás hablando, Kurt?

Kurt había vuelto a cerrar los ojos y se había llevado las manos a las sienes, masajéandolas. No hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta de que no estaba disfrutando la situación. Mercedes se había sentado a su lado, con una mano protectora sobre las piernas de su amigo, y fulminando a Rachel con la mirada. Berry se había sentido tan mal pocas veces en su corta vida.

- Evidentemente, una de las cosas fue que no tuvieras en la menor consideración mis sentimientos. Dioses, Rachel, yo no iba a prohibirte que lo invitaras a salir o lo que fuera, pero me hubiera hecho tanto bien que simplemente me lo preguntaras, o te hubieras preocupado por enterarte si yo pensaba suicidarme o algo así si él te decía que si. Ya sabes, lo normal. Pero aún más me dolió que subestimaras mi opinión. Te gustase o no, conozco a Blaine mucho mejor que tú, y me atrevería a decir que mucho mejor que cualquiera, y sabía que esa relación no podía terminar en nada bueno, ni para ti, ni para él. Yo no sacaba ningún beneficio de eso, sea Blaine gay o bisexual, no cambia el hecho de que no se interesa en mi. Pero no, claramente, Kurt Hummel, eres un pésimo juez de personas, tu opinión no vale nada. Quizás no fui del todo agradable contigo en el pasado, con todo el embrollo de Finn y eso, pero pensé que lo habíamos superado. Que habías entendió que podías confiar en mí, así como yo confiaba en ti. Evidentemente, estaba equivocado.

Rachel se quedó boquiabierta, incapaz de contestarle. Obviamente, a medida que la historia se había ido desarrollando, había pensado en Kurt y en cómo podía afectarle, pero no había pensado que sus sentimientos podían llegar a ser tan intensos. Se había olvidado de que Kurt, cuando quería algo, ponía absolutamente todo el corazón en ello, y eso lo hacía tan poderoso como vulnerable. En eso, eran tremendamente parecidos, y por eso Rachel encontraba un rival peligroso en él. Había sido su propio corazón y su propia necesidad de tener lo que deseaba los que le habían nublado la razón y los sentidos. No lo había hecho adrede, jamás haría algo adrede para lastimar a Kurt, pero, técnicamente, eso no tenía importancia. El daño ya había sido cometido, porque, ¿cómo se le explica a un amigo que no había podido tener en consideración sus sentimientos porque no estaba acostumbrada a tener a nadie más en consideración, porque nunca antes había tenido un verdadero amigo? Sabía que había herido profundamente a Kurt, y que, aunque este la perdonara, Mercedes jamás lo haría del todo. Lo único que podía hacer era esforzarse al máximo para tratar de reconstruir esa magnífica relación, si Kurt mostraba interés. Porque Rachel definitivamente tenía el interés.

Kurt suspiró y observó a Rachel sentada en el suelo con los ojos aguados. No quería estar molesto con ella, le provocaba una amargura innecesaria y le complicaba la vida. Pero alguien tenía que poner a Rachel en su lugar alguna vez. Por supuesto que tampoco había sido tan grave lo que Rachel le había hecho- bueno, si a él alguien le hubiera hecho lo que Quinn le había hecho a Finn… no hubiera vivido para contarlo. Pero, precisamente por eso, Rachel era su amiga, y Quinn no, y no solo porque la había roto el corazón a Finn. Porque a Kurt le costaba abrirse, y cuando se abría, se entregaba por completo, y necesitaba poder confiar. Confiaba en Mercedes, confiaba en su padre, confiaba en Carole. Le costaba horrores, pero estaba aprendiendo a confiar en Finn. Confiaba en Blaine, y tanto, que había decidido dejarse a sí mismo en evidencia (así, completamente vulnerable), solamente para serle sincero, y así poder mantener esa confianza que tanto apreciaba y necesitaba. Había decidido confiar en Rachel, y había salido lastimado. Por norma general, no solamente no la hubiera perdonado jamás, sino que además se hubiera encargado personalmente de hacerle la vida imposible. Pero estaba cansado, y se sentía solo y triste. Desde que se había ido del Mckinley High, la nostalgia que sentía por sus compañeros de New Directions había sido como un ancla para su alma. Y aunque no había dejado de extrañarlos, ni había dejado de doler, Blaine había sabido llenar los huecos de manera inmejorable. Había sido un cambio radical. Antes de que él se transfiriera a Dalton, salían al teatro, hablaban por teléfono, se mensajeaban en medio de las clases. Se reían juntos y tenían muchísimas cosas en común, pero Kurt aún lo veía como algo distante, más parecido a un mentor que a un amigo. Cuando se transfirió a Dalton y comenzó a compartir con él mañana y noche, y comenzó a reconocer el aroma de su piel según el momento del día, y el color predominante de sus ojos hazel según su estado de ánimo, Kurt también comprendió que era el mejor amigo que tenía- y que podía llegar a desear- en Dalton, pero el problema era que precisamente había dejado de querer que fuera solo su amigo. Y fue a partir de ese momento que más profundamente se refugió en Mercedes y, paulatinamente, en Rachel: necesitaba a sus amigas precisamente para consolarse de que Blaine fuera sólo su amigo. Y luego Rachel y la estocada por la espalda.

Kurt volvió a suspirar y sacudió la cabeza. Volvía al mismo punto que al principio: no quería estar enfadado con Rachel, pero a la vez alguien debía hacerle entender que el mundo no giraba en su ombligo. Se llevó las manos a la cara. ¡Al diablos con el deber! Alguien tenía que hacerlo, pero ese alguien no tenía por qué ser necesariamente él. Tal vez Rachel no se había comportado con él como él quisiera, pero era su amiga, y él quería a su amiga de vuelta. Necesitaba a su amiga de vuelta. E iba a tenerla.

Se arrodilló a su lado en el suelo y, sin preámbulos, le dio un largo y fuerte abrazo. Rachel correspondió inmediatamente, y Kurt casi hubiera jurado que había oído un leve sollozo aliviado. Mercedes se le fue encima a los pocos segundos, rompiendo la solemnidad del momento con sus carcajadas. Fue Kurt quien rompió el abrazo, pues Rachel parecía no querer soltarlo.

- Solo hazme caso la próxima vez que te diga que alguien es gay.- Puntualizó señalándola con el dedo.- Vamos, ya que tenemos un gaydar en la familia, hay que saber usarlo.

Las chicas rieron. Rachel finalmente dejó caer su bolso y se puso cómoda sobre el colchón.

- ¿Cómo lo estás llevando?- Preguntó tímidamente.

Kurt se encogió de hombros.

- Fatal. Pero hubiera sucedido tarde o temprano, con o sin ti de por medio.- Suspiró.- Lo único que me consuela es saber que él está pasándola aún peor que yo. Wes y David ya me han amenazado con que van a ponerse de rodillas para pedirme que me reconcilie con él, sino lo hago por propia voluntad. Dicen que tienen miedo de que el aura oscura consuma a todo Dalton.- Rió, y algo en su gesto pareció más relajado.

- Es solo cuestión de tiempo, Kurt.- Acotó Mercedes.- Ambos dijeron cosas que no sentían de verdad. Vas a ver como en una semana están yendo a tomar café tan enamorados como el primer día.

Kurt se ruborizó.

- ¿Sabes, Mercedes? Esa es la clas de comentarios que podrías haberte ahorrado.

Fue Rachel la que se rió esa vez.

- Si te avergüenzas, es porque sabes que es verdad, Kurt. Y, sinceramente… todos sabemos que es verdad. Incluso Blaine.

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