Fandom: Harry Potter
Personajes: Hermione Granger. Sirius Black. Con la participaciín estelar de la voz de Molly Weasley.
Pairings: Hermione/Sirius. Menciones de Harry/Ginny, Remus/Sirius y Hermione/Ron.
Título: Todo lo que siempre suiso saber sobre Hermione Granger y nunca se animó a preguntar
Extensión: 4853 palabras (que cuentan para el
quinesob )
Advertencias: Juegos sexuales explícitos. Diferencia marcada de edad. Posibles OoC e incoherencias varias. Menciones de slash.
Dedicatoria: para
ghost_ostrich , que lo pidió en la comunidad
cosasdemayores . Perdón por el retraso de siglos, y porque no es ni de cerca lo que pedías, pero lamentablemente me sentí incapaz de cumplir todos los requisitos. No actúan como enamorados, pero en cierta forma salen un poco enamorados. Puse el Harry/Ginny y traté de poner el humor, pero creo que me quedó bastante poco gracioso. Y el Draco/Luna me las puso negras, lo siento :(
Sirius sintió un ramalazo de sorpresa y satisfacción cuando ella lo aferró fuertemente de la túnica para acercarlo más y profundizar el beso. Satisfacción, porque claramente ninguna mujer podía resistirse a Sirius Black; sorpresa, porque pese a todo, ella solo tenía quince años, y era mojigata, aburrida, y, y… y no era congruente que lo estuviera besando de esa manera. En el momento en el que Hermione le mordisqueó el labio superior con algo de rencor, Sirius dejo de pensar en los por qué y en cosas tan estúpidas como esas. Simplemente, se dedicó a besarla como si en ello se le fuese el alma y la vida. Descendió con sus manos por su espalda hasta llegar al trasero con algo de culpa- ¡demonios, Sirius Black! ¡Que tiene sólo quince años!-, tratando de no pensar en la cara que hubiera puesto Remus de haberlo sabido. Todos esos pensamientos se desvanecieron en cuanto sus manos llegaron a destino y se posicionaron cómodamente sobre las nalgas de ella. Contra todo pronóstico, no parecía tener el cuerpo de una niña. A decir verdad, tampoco era un cuerpo de mujer, pero bajo la ropa un poco demasiado grande para ella, y decididamente no adecuada para sus formas, se percibían unas curvas incipientes, que serían, no digamos el delirio, pero si la delicia de un hombre afortunado pasados un par de años. Dejó de pensar en eso ante la certeza de que ese hombre sería Ronald Weasley. Le apretó las nalgas un poco con las manos y ella pegó un pequeño gritito. Azorado, Sirius la soltó.
- Lo siento.- Pese a todo, Sirius Black no dejaba de ser un caballero, y jamás haría algo que una dama no quisiese que le hicieran. ¡Y menos aún a una dama de quince años!
Hermione no profirió respuesta alguna, pero lo empujó contra la pared, y volvió a besarlo con aún más ímpetu que antes. Fue en ese momento que Sirius descubrió el segundo de los rasgos de Hermione Granger a los que nunca antes no les había prestado atención: era una mujer apasionada, de armas tomar. Y Merlín, no podía decir que besara como los dioses, así, de forma innata, pero que aprendía rápido, eso no había quien pudiera negarlo. No sólo le metía la lengua hasta la campanilla, sino que además introdujo sus manos por debajo de su túnica para acariciarle la espalda. Pese a toda su compostura, los años de experiencia y sus aires de galán, Sirius no pudo evitar estremecerse como una colegiala ante ese contacto; tenía que admitirlo, hasta él tenía sus puntos débiles. Se vio obligado a romper el roce, porque de otra forma se hubiera puesto a gemir como una nena, y esa era una satisfacción que no iba a darle a la castaña. La separó apenas de su cuerpo, rompiendo el beso y obligándola a quitarle las manos de la espalda. Se dio cuenta de que ella se sorprendió e, insegura, a punto estuvo de pedirle disculpas. Él evitó esa situación incómoda e innecesaria, acercándola a él con movimientos rápidos y desabrochándole los botones de la blusa. Se sentía atolondrado, impetuoso y libre, como dirigido por un ente superior. No se detuvo a pensar en que tan solo unos minutos antes había estado dispuesto a herirla verbalmente hasta hacerla llorar. Se había dejado llevar por el arrebato del momento, y eso mismo prefería seguir haciendo. Ella jadeó, mientras la blusa caía al suelo, dejándola solo en ropa interior. La separó apenas un poco, para poder observarla a su antojo, y se percató de que tenía la piel más clara de lo que había imaginado, pero los pechos del tamaño justo. Notó, también, que ella estaba rígida, como asustada, y se dio cuenta de que, pese a que no era la primera vez que besaba a alguien, seguramente era la primera vez que llegaba a esas circunstancias. Le dirigió una mirada de compasión en cierta forma, pese a los sentimientos encontrados que había experimentado hacia ella desde el momento mismo en que se percató de que estaban encerrados juntos. No le estaba pidiendo permiso para seguir, pero le estaba dando a entender que podría detenerlo en el momento en el que quisiera, que estaba en su pleno derecho, ¡no fuera nunca a decirse que Sirius Black no era un caballero! Ella negó con la cabeza, entendiendo perfectamente lo que él había querido transmitirle. Era tan perspicaz como la imaginaba.
Se acercó a ella, y abrazándola, le desabrochó el sujetador. Podría haberlo hecho con magia, pero decidió que la situación ameritaba la ceremonia de hacerlo manualmente. Ella terminó de quitárselo sacudiendo ligeramente sus brazos. Sirius sentía su mirada atenta y ardiente sobre él como si lo estuviera abrasando. Nunca se había fijado en que tuviera unos ojos tan intensos. Decidió liberarse de ese infierno abrazándola con firmeza, acariciando levemente su espalda con las yemas de los dedos. Sintió como ella se estremecía ante ese roce, y no pudo evitar que una sonrisa triunfal se le pintara en los labios. Pese a los derroteros extraños a los que esa situación los estaba llevando, no perdía de vista el hecho de que su objetivo final era demostrar que él, Sirius Black, era irresistible para cualquier mujer, incluidas las ratas de biblioteca como Hermione Granger. La acarició suavemente, mientras le besaba el cuello y los hombros y ella se aferraba a su espalda como una posesa, con los ojos cerrados. Sirius decidió que, finalmente, ella estaba bajo su completo poder, y que era momento de que su experiencia y su encanto tomaran las riendas de la situación.
La recostó suavemente sobre el suelo del cuarto. Ambos parecían haber olvidado que era uno de esos cuartos abandonados hacía muchos años, al que no llegaban la negligencia de Kreacher ni el empeño de Molly; de haberlo recordado, seguramente les hubiera importado más bien poco. Sirius se recostó sobre ella, tratando de no agobiarla con su peso ni con la presión, y la besó suavemente en los labios, para continuar bajando con besos por su barbilla, su mentón y su esternón. Se detuvo al llegar a los pechos, y alzó la cabeza para mirarla. Ella lo observaba con ojos brillantes y febriles. Él se dijo que esa era señal suficiente para que continuara. Besó primero la zona entre los pechos, para luego ir subiendo por el derecho mientras acariciaba suavemente el izquierdo con la mano. Comenzó primero con besos suaves, sin lengua, recorriendo el pecho y la aureola. No pudo evitar sonreír al llegar al pezón, cuando la lengua se le escapó involuntariamente de la boca. Pensaba en Remus, y en su teoría de que todos los hombres no llevan dentro un niño, sino un bebé: ven un pezón y no pueden evitar llevárselo a la boca. Trató de vencer la teoría de su amigo, recorriéndolo con la lengua, pero sin metérselo en la boca. El propósito le duró tan solo unos segundos. Hermione no pudo evitar gemir con ganas cuando sintió que Sirius había introducido prácticamente todo su pecho en su boca. Con las manos temblorosas, comenzó a acariciarle los hombros y a revolverle el pelo. Él sonrió, mientras cambiaba de objetivo: no fuera cosa de que el pecho izquierdo se le pusiera celoso. En ese momento, Hermione hizo un tímido intento de desabrocharle la túnica que Sirius llevaba puesta. Él le apartó las manos sin violencia pero con firmeza. La miró a los ojos, y por mucho que le pesase, Hermione entendió que en esa situación era él el que mandaba, que nada que ella hiciese cambiaría eso, y que incluso intentarlo provocaría que él se sintiera mortalmente ofendido y ultrajado. Ante esa perspectiva, decidió relajarse y disfrutar de esa situación que se le antojaba más surreal a cada segundo que pasaba. Aflojo la tensión de su cuello, apoyó la cabeza contra el suelo y cerró los ojos, poniendo la mente en blanco.
Sirius se percató del acto de sumisión de ella, y se sintió tan satisfecho que pensó que podría ponerse a ronronear- que ironía, el perro ronroneando. Suspiró, aliviado. Más allá de la certeza de que ella estaba absolutamente en sus manos, también había ganado el beneficio de no tener la mirada de ella clavada infatigable sobre su nuca. Sirius Black había descubierta una tercera cosa de todas las que no conocía sobre Hermione Granger: sus intensos ojos castaños lo perturbaban profundamente. En esas circunstancias, continuó con su labor con más ímpetu y más ardor. Descubrió que Hermione no era distinta a la mayoría de las mujeres: una de sus zonas más débiles era el abdomen, justo por debajo del ombligo. Pero la manera en la que ella reaccionó, Sirius no la había visto nunca antes en otra mujer con esa misma debilidad. Hermione arqueó la espalda, y comenzó a retorcerse, moviendo particularmente los dedos de los pies. Sirius sonrió: esa era la ventaja de tener una presa inexperta, todo representaba para ella muchísimo más placer, con muchísimo menos esfuerzo de su parte. Había llegado con las caricias justo al borde del pantalón de jean. La miró fijamente, pero ella no pareció percatarse de su mirada, porque continuaba con los ojos cerrados, lo que Sirius interpretó como piedra libre para continuar como se le antojase. Desabrochó el único botón y bajó lentamente la cremallera, para luego pasar las manos por detrás de su cadera, para poder quitárselo sin necesidad de tironear como un poseso. Recién en ese momento Hermione abrió los ojos: le dedicó una mirada de un segundo, se relamió el labio superior y volvió a cerrar los ojos. Sirius sintió ganas de echarse a reír mientras deslizaba el pantalón por sus piernas.
Dedicó unos cuantos segundos a observarla, por primera vez, de cuerpo completo. Salvo en la cara y en los brazos, donde generalmente le daba el sol, era sumamente blanca, con una delicada palidez. Tenía poco pelo por todo el cuerpo, y unas cuantas marcas de nacimiento, especialmente en la zona superior de los muslos. Usaba ropa interior de color blanco- Sirius no hubiera esperado otra cosa. Tomó nota mental de en algún momento comentarle que el rojo o el negro irían mucho mejor con el tono de su piel. Tenía pechos pequeños, de pezones también pequeños, que no prometían crecer mucho más. Sirius se encogió de hombros, pensando que él no tenía un fetichismo particular con el tamaño de los pechos, y que había muchos hombres que incluso preferían los pechos pequeños y manejables. Tenía extremidades delgadas y largas para su contextura no demasiado alta. Recordó con una sonrisa que era poco afecta al deporte y a la vida al aire libre, y que no hubiera esperado que tuviera mucho músculo. Subió desde su tobillo derecho hasta la parte superior de su muslo, generando un fuerte contacto entre su mano y la pierna de ella. Le gustaba el tacto de su piel. La tocó suavemente por encima de la ropa interior, con la palma de la mano completamente extendida, sintiendo ya desde esa distancia insalvable que era la ropa lo mojada que estaba y cómo se estremecía ante el contacto. Había llegado el momento de llegar al fondo de la verdad, se dijo, mientras deslizaba lentamente sus bragas por sus piernas.
- ¡Fred, George! ¡Por los pantalones de Merlín, no se les puede dejar solos un segundo! Hermione, Sirius, ¿está todo bien?
Sirius se las había ingeniado para volver a vestir a Hermione como si nada hubiera pasado nunca con un rápido movimiento de la varita, aún antes de contestar.
- Claro que si, Molly. No ha sido nada. Se pudo escuchar ruido de forcejeo del otro lado de la puerta, y luego la voz jadeante de Molly Weasley. - ¡No se preocupen, voy a por Arthur y en un pispas los tendremos fuera!
- No hay prisas, Molly.
Demonios, si hubiera llegado tan solo unos cuantos minutos más tarde… ¿Quién sabe qué hubiera podido pasar?
Se acercó a Hermione, que seguía recostada en el suelo en la misma posición, pero con los ojos muy abiertos, y la respiración apenas perceptible, como en estado de shock. Le pellizco la mejilla con ¿ternura?
- Será mejor que te levantes y recuperes la compostura antes de que te caiga encima el tornado Molly con todas sus preocupaciones maternales.
Hermione no dijo nada, pero se levantó lentamente y comenzó a ¿arreglarse? el cabello. Sirius no notaba la menor diferencia en esa mata indomable, pero allá ella.
- Eso es. Buena chica.
En ese momento, ella alzó la cabeza y lo miró con ojos azorados, para repentinamente alejarse de él arrastrándose, soltando ligeros sollozos y ocultando el rostro entre las manos. Sirius se quedó de piedra. ¿Qué demonios le pasaba? Se acercó a ella e intentó acariciarle el cabello para tranquilizarla, pero ella lo rechazó como si tuviera rabia. Los sollozos se habían convertido en llanto incontrolable. En ese preciso instante, volvió a oírse la voz de Molly, que sonaba profundamente avergonzada.
- Sirius, Hermione… lo lamento, pero tal vez tardemos un buen rato en poder abrir la puerta. No puedo siquiera decirles cuánto. Lo siento, de veras.
Sirius sintió un profundo deseo de revolearle un maleficio imperdonable por la cabeza, con todo y sus buenos sentimientos. No importaba ya cuánto tiempo les quedase encerrados a solas en ese cuarto. La ilusión se había roto. En ese momento, le tocaba lidiar con una adolescente sentimentalmente herida. ¿Por qué esa clase de cosas le pasaban siempre a él? Ya que el intento de acercarse a ella físicamente no había funcionado, le pareció pertinente andarse sin rodeos y hablar directamente con ella.
- ¿Qué te pasa, Hermione?
Ella le respondió con un conjunto de sonidos inteligibles.
- Si me lo respondes en algún idioma humano, todo sería más fácil, Hermione.
Ella levantó el rostro de entre sus brazos. Ya no estaba llorando, pero aún tenía los ojos brillantes. Sirius imaginó que había sido su orgullo el que la había obligado a ocultarse, para que él no la viera llorar, y el mismo orgullo el que la había impulsado a responder a su desafío.
- Me pregunto qué pensarás sobre mí después de todo esto.
Sirius se echó a reír.
- Oh, qué gran pregunta. ¿Y qué piensas tú que pienso?
Ella se sorbió los mocos antes de contestar. Con los ojos húmedos, parecía aún más niña… y más hermosa.
- Que soy una cualquiera.
Sirius se rió con más ganas, pero reaccionó lo suficientemente rápido como para atinar a sostenerla del mentón justo antes de que ella pudiera volver a ocultar su rostro.
- No, Hermione, por Merlín, jamás podría pensar eso. El sexo es algo perfectamente natural, y no algo que debamos esconder o de lo que debamos avergonzarnos. Quizás eres un poco demasiado joven, pero me darás la razón con el tiempo. Y más allá de eso… no solo no te desprecio pensando que eres una cualquiera, o cualquier otro calificativo denigrante que pudiera llegársete a ocurrir. Todo lo contrario: has subido mucho en mi estima.- Ella lo interrogó con la mirada.- He descubierto muchas cosas que desconocía sobre ti en estas horas, Hermione. Quizás la más relevante sea que, contra todo pronóstico, eres una mujer de pasiones fuertes, que se permite sucumbir a esas pasiones, y se deja llevar por sus arrebatos. Y eso es algo que yo respeto y admiro profundamente.
Observó como a la joven se le subían los colores al rostro. Opinó que se veía adorable sonrojada. Pero, por Merlín, que no se enamore de mí. Remus no me lo perdonaría nunca, y yo mismo sería incapaz de sobrellevarlo.
- Gracias, Sirius.
- ¿Gracias por qué? Vamos, sé que soy extremadamente apuesto, y que jamás tendrás la suerte de volver a conseguir a otro que me llegue siquiera a los talones, pero eso no se agradece.
Ella le dio una colleja en la cabeza.
- Gracias por hacerme sentir bien conmigo misma. No sobrellevo bien la culpa, ¿sabes?
Él se llevó una mano a la barbilla pensativo. Esa característica sí que no lo sorprendía: cuadraba bien con el perfil de Remus.
- Me lo imaginé. Pero no hace falta que sientas culpa. Este cuarto es una dimensión paralela, y los únicos cambios que realmente habrán sucedido cuando salgamos de aquí, serán que yo tendré un mejor concepto de ti, y que tú podrás ser un poco más libre.- Ella asintió con la cabeza, y se acercó tímidamente para darle un abrazo.- ¿Puedo decirte una última cosa?
- Lo que quieras.
- Cuando estés con Ron, ponte ropa interior roja. Eso lo volverá loco.
Hermione enrojeció tanto que podría haber pasado a formar parte de la familia Weasley por derecho propio.
- Ron y yo no… nunca…
- A mamá Mona con bananas verdes no, Hermione. Y no solo por la manera en la que se miran. Sino porque Ron es yo, y tú eres Remus. Y ese- lo sabes, y sé que lo sabes- secreto, nuestro secreto, es uno que toda la casa conoce a voces.
Hermione lo observó con los ojos como platos, dudando seriamente sobre si no habría enloquecido. Sirius la palmeó en la cabeza.
- No importa. Ya lo entenderás.