Fiesta- Harry Potter- Profesores varios

Aug 25, 2009 21:05

Reto: Fiesta
Fandom: Harry Potter
Personajes: Minerva McGonagall. Sybill Trelawney. Pomona Sprout. Rolanda Hooch. Firenze.
Título: ¡Sorpresa!
Extensión: 1137 palabras
Advertencias: De comedia tiene nada poco.


A Minerva McGonagall jamás le había gustado cumplir años. Tampoco era que le disgustara, para ser sinceros. Simplemente era algo a lo que no le prestaba la más mínima atención. En general no entendía que podía encontrar el común de la gente de interesante o de relevante en cumplir un año más, en alejarse un año más de le edad dorada, en acercarse un año más a la muerte. Mientras Albus vivía (Albus, que quizás había sido la expresión más perfecta de la combinación de seriedad, dulzura y vitalidad que Minerva jamás conocería, aunque a veces le costara aceptarlo), los cumpleaños de ella se habían celebrado religiosamente con una fiesta sorpresa en la que Sybill Trelawney se emborrachaba que daba vergüenza y todas las damas se escandalizaban ante el desacostumbrado afecto que Fillius Flitwick le profesaba a Severus Snape. Minerva, religiosamente también, descubría todos los años la fiesta sorpresa, y estaba obligada a concurrir a ella con una sonrisa forzada de falsa complacencia. Pero lo hacía casi con gusto, porque ella hubiera hecho prácticamente cualquier cosa por Albus. Pero…, ¿con él muerto? La última fiesta que podrían compartir había sido su funeral, y Minerva no podría pasarlo por alto fácilmente.

-          Pomona, Pomona, ¿están listas ya las mandrágoras?

La bruja bajita y regordeta se volteó con los brazos en jarra y una expresión de profundo desprecio pintada en el rostro.

-          ¿Cuántas veces debo decirte, Sybill, que considero una pésima idea eso de involucrar mandrágoras, y no pienso tener nada que ver con ello?

Trelawney frunció los delgados labios con desagrado: parecía una nena chiquita a la que le habían negado un juguete.

-          Pomona, yo también te he dicho incontables veces que en mi visión había mandrágoras, y que si no cumplimos la visión, cosas horribles podrían suceder. Mi querida amiga, el ojo interior nunca se equivoca.

La profesora Sprout respiró profundo y contó mentalmente de diez a cero para evitar soltar un comentario sumamente desagradable sobre el ojo interior- y también sobre otras partes- de la anatomía de Trelawney. Pomona, no debes perder la paciencia. Pomona, Albus la toleraba, debes tolerarla tú también. Pomona, sería contraproducente que te pusieras unas orejeras y la dejaras encerrada en un cuarto lleno de mandrágoras… pobres mandrágoras…

-          Lo lamento en lo más profundo, Sybill, pero las mandrágoras son aún demasiado jóvenes. Si las sacamos de sus macetas aunque sea un solo instante, morirán. Buenos días.- Y cerró la puerta de su despacho en las narices de su colega.

Era paciente, pero no se creía capaz de soportar a Sybill Trelawney diciendo que le importaba un comino que las mandrágoras estuvieran muertas. Pomona estaba segura de que le hubiera echado un Lazo del Diablo encima y no le hubiera importado en lo más mínimo que la asfixiara.

Rolanda Hooch maldijo una y otra vez a Poppy. ¡Solo a ella- que se hacía la severa cuando los alumnos intentaban engañarla para no tomar alguna poción desagradable, pero que en realidad era más buena que el pan dulce- podía habérsele ocurrido aquella idea! Y, por supuesto, también tenía que haberle tocado aquella tarea a ella. ¿Por qué no podía decorar el salón, como hacía Séptima? ¿O encargar la comida en las cocinas, como Aurora? ¿O distraer a Minerva, como Irma? O incluso vigilar que Sybill no se hiciera con las botellas de hidromiel antes de tiempo, como era la labor de Fillius. Si que hubiera llevado a cabo esa tarea complacientemente. Un escobazo en la cabeza hubiera bastado para que Trelawney durmiera hasta la fiesta, y no fastidiara a nadie.

Pero no, claro, a ella había tenido que tocarle ir hasta el despacho del único miembro del personal que no mantenía una relación activo con ningún otro, y pedirle amablemente a Firenze que cumpliera con la tarea que le había sido asignada. Por supuesto, ni siquiera había sido su idea invitar a Firenze a la fiesta. Oh, bueno, para ser sinceros, si hubiera sido por ella, la fiesta no se hubiera hecho. ¿Para qué, si Minerva estaría sentada en un rincón, con un extraño tic en la frente, y los labios incluso más blancos que de costumbre? Rolanda le hubiera regalado un libro, unas palmaditas en la espalda y todos contentos. Pero no. Poppy y Fillius se habían puesto a llorar como magdalenas, uno abrazado al otro, y a decir a gritos que Albus hubiera considerado un sacrilegio abandonar la tradición de las fiestas sorpresas para Minerva. Y como a la mayoría del plantel docente le resultaba intolerante soportar a aquellos dos en esas condiciones, habían creído que hacer la fiesta sería más saludable.

Gran error.

En seguida se había hecho evidente que a Albus siempre le había resultado tan sencillo porque era el jefe. Él pedía colaboración voluntaria, pero bien podría haber equivalido a una orden. Pero en cuanto Fillius se había puesto al frente de la organización, había sido el acabose. Solo los elfos domésticos se habían mostrado encantados: Rolanda jamás había conocido otros seres que se sintieran agradecidos porque les hubieran dado trabajo extra.

La puerta se abrió como por arte de magia- válgale la redundancia- en cuanto golpeó a ella. Un humo espeso y profundo salía del cuarto. Rolanda se sintió más perdida que si estuviera volando en un huracán.

-          Pase.

-          No, gracias, preferiría hablar desde aquí. Soy alérgica.- Dijo, o intentó decir, pues el humo le provocaba una tos incontrolable.- Simplemente necesitaría saber, Firenze, si has traído del bosque lo que Fillius te pidió.

-          El bosque esconde muchos secretos.

Rolanda Hooch, mujer de armas toar y poca paciencia, se indignó ante esa respuesta tan evasiva.

-          Bien, si, no es eso lo que andaba buscando, gracias. Lo que te pidió Fillius, Firenze.

-          Las estrellas se han comportado de un modo extraño esta semana.

No sabía si eso significaba que la fiesta sería un desastre o que nevaría en Tailandia, pero le daba lo mismo.

-          Firenze, ¿trajiste o no del bosque lo que te pidió Fillius?

-          El bosque esconde muchos secretos.

Minerva McGonagall se paseaba enfurecida de una punta a la otra de su despacho. Nunca, jamás, en todos sus años de subdirectora había presenciado un acontecimiento similar, y ahora le había tocado lidiar con él cuando era directora. ¿Qué demonios se le había pasado por la cabeza a Rolanda Hooch para acabar gritando como una loca mientras tironeaba las crines de Firenze? ¿Y por qué Pomona Sprout había aprovechado el torbellino que ese acontecimiento había provocado para dejar caer sobre Sybill Trelawney una poción de pústulas, y simular que había sido un accidente? Lo mismo había sido que Minerva amenazara a todos con el despido: nadie le había dicho una palabra esclarecedora al respecto.

Minerva McGonagall no era precisamente amante de las sorpresas, pero la vida nunca dejaba de sorprenderla.  

fandom: harry potter, dotación anual de crack!, comunidad: crack_and_roll

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