El conservatorio- Vicky Cristina Barcelona- Cristina/María Elena
Tabla: 30 limones
Fandom: Vicky Cristina Barcelona
Claim: Cristina/María Elena.
Personajes: Idem.
Tema: #29 El conservatorio o "Haciendo dulce música"
Extensión: 505 palabras
Advertencias: Femslash.
María Elena era tan compleja como una orquesta sinfónica. Pero no una orquesta sinfónica interpretando una obra de Chopin o de Lizt. María Elena era una orquesta sinfónica a la cual alguien se había olvidado de echarle el candado, y que era asaltada por la noche por un grupo de niños traviesos e irrespetuosos. María Elena era una orquesta por la cantidad inexplorada de sonidos, por la variedad, por el ritmo, por la ciclotimia.
María Elena era una flauta, María Elena era un piano, María Elena era un triángulo, María Elena era un violín, María Elena era un clarinete, un redoblante, una tuba, un oboe, un chelo, un timbal.
Pero bajo las manos de Cristina, María Elena era un contrabajo. Porque Cristina sabía encontrar el punto justo en el cual podía arrancarle notas largas y profundas, como un quejido, como un dolor ancestral. Como un lamento primitivo, como un placer de antaño.
(Al principio, Cristina pensaba que María Elena era un contrabajo bajo sus manos, porque no se la podía usar como solista. Solía requerirse la presencia de Juan Antonio para que el efecto fuera completo. Luego fue dándose cuenta de que no era culpa del instrumento, ella, como música, debía aprender a tocarlo mejor para que lograra un efecto magnífico sin necesidad de acompañante.)
Alguna vez María Elena le había dicho que no podía ser que no tuviera talento para la música, que si sentía que dentro de ella existía una sensibilidad exuberante que estaba buscando una vía de escape, tarde o temprano la encontraría. Cristina a veces se preguntaba si por ese entonces María Elena ya se imaginaba que ella misma sería esa vía de escape.
Porque Cristina estaba convencida de que no era capaz de manejar un instrumento musical con la habilidad necesaria, sí, sentía que la música era maravillosa, pero que no lograba expresar sus sentimientos en el punto justo e indicado. Hasta que había hecho el amor con María Elena. Quizás no se dio cuenta a la primera vez, quizás fue preciso que incluso la otra le hiciera una pequeña insinuación al respecto. Pero el cuerpo de María Elena se amoldaba perfecto a sus manos, el cuerpo de María Elena le resultaba valioso como una reliquia, el cuerpo de María Elena respondía maravillosamente al más mínimo roce. El cuerpo de María Elena era el instrumento que había sido creado para que las manos de Cristina pudieran hacer música.
Porque Cristina se sentía realizada, como mujer y como artista, en el momento exacto en el que sus manos encontraban el punto preciso que hacía que María Elena arqueara la espalda de placer, y la llevaba al orgasmo en menos de lo que se tarda en decirlo.
Porque María Elena era una orquesta sinfónica- un fagot, una trompeta, un arpa, un bombo, un xilofón, una viola-, pero Cristina era una domadora, y bajo sus manos, María Elena se convertía en un contrabajo. Difícil de manejar, poco apreciado, pero magnífico si se tienen los oídos y el corazón puestos en el lugar indicado.
Fandom: Vicky Cristina Barcelona
Claim: Cristina/María Elena.
Personajes: Idem.
Tema: #29 El conservatorio o "Haciendo dulce música"
Extensión: 505 palabras
Advertencias: Femslash.
María Elena era tan compleja como una orquesta sinfónica. Pero no una orquesta sinfónica interpretando una obra de Chopin o de Lizt. María Elena era una orquesta sinfónica a la cual alguien se había olvidado de echarle el candado, y que era asaltada por la noche por un grupo de niños traviesos e irrespetuosos. María Elena era una orquesta por la cantidad inexplorada de sonidos, por la variedad, por el ritmo, por la ciclotimia.
María Elena era una flauta, María Elena era un piano, María Elena era un triángulo, María Elena era un violín, María Elena era un clarinete, un redoblante, una tuba, un oboe, un chelo, un timbal.
Pero bajo las manos de Cristina, María Elena era un contrabajo. Porque Cristina sabía encontrar el punto justo en el cual podía arrancarle notas largas y profundas, como un quejido, como un dolor ancestral. Como un lamento primitivo, como un placer de antaño.
(Al principio, Cristina pensaba que María Elena era un contrabajo bajo sus manos, porque no se la podía usar como solista. Solía requerirse la presencia de Juan Antonio para que el efecto fuera completo. Luego fue dándose cuenta de que no era culpa del instrumento, ella, como música, debía aprender a tocarlo mejor para que lograra un efecto magnífico sin necesidad de acompañante.)
Alguna vez María Elena le había dicho que no podía ser que no tuviera talento para la música, que si sentía que dentro de ella existía una sensibilidad exuberante que estaba buscando una vía de escape, tarde o temprano la encontraría. Cristina a veces se preguntaba si por ese entonces María Elena ya se imaginaba que ella misma sería esa vía de escape.
Porque Cristina estaba convencida de que no era capaz de manejar un instrumento musical con la habilidad necesaria, sí, sentía que la música era maravillosa, pero que no lograba expresar sus sentimientos en el punto justo e indicado. Hasta que había hecho el amor con María Elena. Quizás no se dio cuenta a la primera vez, quizás fue preciso que incluso la otra le hiciera una pequeña insinuación al respecto. Pero el cuerpo de María Elena se amoldaba perfecto a sus manos, el cuerpo de María Elena le resultaba valioso como una reliquia, el cuerpo de María Elena respondía maravillosamente al más mínimo roce. El cuerpo de María Elena era el instrumento que había sido creado para que las manos de Cristina pudieran hacer música.
Porque Cristina se sentía realizada, como mujer y como artista, en el momento exacto en el que sus manos encontraban el punto preciso que hacía que María Elena arqueara la espalda de placer, y la llevaba al orgasmo en menos de lo que se tarda en decirlo.
Porque María Elena era una orquesta sinfónica- un fagot, una trompeta, un arpa, un bombo, un xilofón, una viola-, pero Cristina era una domadora, y bajo sus manos, María Elena se convertía en un contrabajo. Difícil de manejar, poco apreciado, pero magnífico si se tienen los oídos y el corazón puestos en el lugar indicado.