Este cuento es de la época actual. Les cuento que está enmarcado en un mundo y una historia muuuuucho más grande que sólo estuvo en mi cabeza (la recuerdo, pero no tan bien como de seguro la tenía en mi cabeza en esos meses) y que este cuento/fanfic, por lo tanto, nos da vislumbres de ello, que no están en otro lado, por lo que si quieren saber más (si dicen que la cosa está como incompleta y eso) me dicen, y yo les cuento!
OoOoO
Algo más que un beso
Habían pasado solo unos días desde aquella noche. Y el equipo no había podido volver a la normalidad, lo cual era por más esperable.
Parecía que las dos semanas de luto, dejándoles sin misiones ni responsabilidades, había hecho más difícil la situación: Toph y Aang intentaban estar ocupados todo el tiempo. Sokka también: a cada instante conseguía una nueva responsabilidad como nuevo líder del equipo.
Ella no se quedaba atrás. Se había obsesionado con sus conocimientos y prácticas con Agua control curativo.
Katara sabía que todos se comportaban así porque intentaban no pensar en esos espíritus desapareciendo, dejando el terreno lleno de cadáveres. Mucho menos en lo que habían vivido antes de que se fueran.
Pero lo hacían. A cada instante. En cualquier momento y en medio de cualquier situación. Le costaba sacarlo de su cabeza, volver a tener color en las mejillas, la respiración tranquila, el corazón con ritmo normal, dejar de sudar…
Creía haber estado acostumbrada a esas cosas, desde niña había sido entrenada para eso.
Ahora no estaba muy segura.
Menos al ver cómo se lo había tomado Zuko.
Él también había estado ahí, vio las muertes, los cadáveres… la derrota. Después de eso, había decidido unirse a ellos.
Fue una sorpresa tanto para el equipo de Katara, como para el anterior equipo de él, pero aún así, fue recibido. Aang había abogado por él. Siempre lo hacía y la morena tenía que reconocer que, detrás de esa expresión fría y actuar brusco, parecía ser alguien de honor.
Pero era realmente raro: después de lo que había pasado, él se veía extremadamente tranquilo. Hacía su vida con una normalidad pasmosa. Aunque casi no hablaba con ellos, era de esperarse. Se conocían, pero solo en el aspecto profesional. Ahora, en medio de esos 15 días de inactividad, parecía que no tenían de qué hablarse más que de cosas caseras sin importancia.
Era un muy buen compañero de casa, hacía sus obligaciones y respetaba los espacios de los demás. Aún así, Katara empezaba a tenerle aversión. Esa quemada en el rostro. Siempre le recordaba a esa noche.
Por eso un día en la mañana, había entrado en su cuarto con un espejo y agua lista para lo que iba a hacer.
-Zuko, voy a curarte la quemada -dijo, sin un asomo de duda en la voz.
Él la volvió a ver, sorprendido. Estaba terminando de ordenar su cama, con el pijama de shorts azules y una camisa de manga corta holgados. El cabello alborotado. No parecía adormilado, aunque sí tenía ojeras. Él se tocó la quemada, casi como si la quisiera proteger.
-No es necesario, yo estoy acostumbra… -empezó a decir, como avergonzado.
"¡Pero yo no!". Casi le espetó ella, sin embargo lo que salió de su boca sonriente fue:
-¡Vamos! ¡Sabes que soy muy buena sanadora! Las cicatrices son difíciles, pero he estado revisando la literatura y, con esta agua que preparé, creo que lo lograré mejorar mucho.
"¿En eso ha estado trabajando? ¿En un remedio para mi quemada?" Le extrañó que no se sintiera insultado. Pero no se sorprendió en que se le hubiera quedado viendo, pensando en lo que esos ojos celestes le llamaban la atención. Siempre lo hacía, casi sin darse cuenta. Pero en ese momento, la sonrisa se le hizo aún más encantadora.
Ella pareció no aguantar más ese escrutinio serio y bajó la mirada.
"¡Vamos Zuko! Sé amable, sino quieres que el equipo te eche sin más. Mas bien es un milagro que te hayan dejado entrar." Pensó. Y se encogió de hombros. Luego fue hacia ella rápidamente, con las manos en la cintura.
-Si eso quieres. Gracias por hacerlo, más bien.
Katara se sintió intimidada cuando lo vio venir tan rápido. Era más alto que ella, algo en su presencia imponía… además era guapo, eso se lo tenía que admitir a ella misma. "¡Y vaya que lo es, para que siga siendo atractivo aunque tenga esa quemada en el rostro!" Se sonrojó un poco, pero se mandó a verlo a la cara.
Se dio cuenta que algo en su mirada amarilla era más suave, o menos dura, mientras él veía por encima de sus ojos. Cuando la volvió a ver a ella, le sonrió un poco y ella le respondió.
Los dos estaban nerviosos y lo sabían. Lo que no sabía Katara era que él pensaba en el suave aroma que ella despedía y que no sabía identificar de dónde provenía, pero que lo lograba serenar de alguna manera. Al igual que Zuko no sabía que la morena pensaba en que esa sonrisa debía ser mucho más usada, de lo bien que hacía ver a su poseedor.
Ella se aclaró la garganta, asumiendo su rol profesional:
-Necesito verla bien. Creo que mejor me siento en la cama -ella lo hizo, y subió sus pies, para que no estorbaran-. Y tú frente a mí, en el suelo.
-De acuerdo.
Lo hizo con movimientos ligeros y fluidos. Por alguna razón, Katara se sorprendió de eso. "¡Estúpida! ¡Claro que se debe mover así! Tiene años de entrenamiento, como cualquier persona de las dinastías".
Él le presentó el rostro y ella tomó su cabeza con suavidad con una mano en cada quijada, moviéndola según como necesitaba para mirar mejor la cicatriz. Raspaba ligeramente al tacto, ya que no se había afeitado… él sintió como sus manos eran suaves y amables…
El silencio no los incomodó. Cuando Katara le soltó el rostro, él la miró mover las manos con esos movimientos suaves de los maestro Agua. Las envolvió con el líquido incoloro de la cantimplora y esta empezó a brillar.
Cerró los ojos.
Cuando sintió el contacto del agua, fue placentero, ya que estaba tibia.
No supo cuánto tiempo estuvo así, lo que sabía es que no le dolía y que ese movimiento en su piel, como el aroma de esa mujer, lo relajó. Katara se sorprendió de eso, parecía casi como si él durmiera en absoluta paz frente a ella. Sintió su corazón enternecerse, como si viera a un niño, pero de alguna forma diferente, como si fuera un sentimiento aún más intenso…
-¿Cómo te la hiciste? -dijo de repente, con un tono suave y relajado.
Él pareció casi intentar alejar el rostro, pero no lo hizo. Unos segundos después, le contó la historia. Katara lo escuchó en silencio y se indignó profundamente. Sintió unas ganas enormes de abrazarlo, pero debía seguir con la curación. Estaba casi terminada.
Zuko estaba a gusto. Lo cual era algo que no le pasaba desde su adolescencia, aún antes de la desaparición de su madre… contó la historia de su quemada sin sentir que se perturbara esa sensación, el silencio de ella le trasmitía confianza. El hablar de eso, lo hizo sentir extrañamente mejor. "No sé como lo hace, pero ella, con su sola presencia, logra que me sienta mejor… las pesadillas que tengo en las noches son recuerdos lejanos cuando te miro…"
-¡Terminé! -exclamó de repente Katara.
Zuko, casi como si ella lo golpeara de repente, sintió terrible que el contacto húmedo y caliente se alejara de su piel. Abrió los ojos al instante, corroborando que ella no se había ido, con un temor como el del que no quiere estar solo.
La miró moverse, tratando de conseguir algo de su mesa de noche. Le hablaba, pero él no conseguía procesar la información. Estaba maravillado viendo a esa mujer morena a pocos centímetros de él, vestida con el pantalón de mezclilla, estilo pescador y esa blusa de tirantes azul. Maravillado de que existiera en el mismo mundo donde había pasado una masacre inmisericorde, unos días antes.
Cuando vio su rostro frente a él mismo, se maravilló aún más. No tenía cicatriz, solo una mancha rojiza en la zona que antes la tenía.
Katara veía la expresión de él. Ella estaba feliz, por primera vez desde esa noche trágica y monstruosa, estaba feliz. Tal vez por eso, sentía que ese sentimiento era más mágico que el de costumbre.
Y tal vez por eso, por ese sentimiento de maravilla y esa felicidad que los embargaba a los dos; cuando Zuko bajó el espejo y se levantó un poco con ayuda de las manos que apoyó suavemente en las pantorrillas de ella; y le dio un beso en la boca, que pasó de ser solo un toque entre dos pares de labios, a ser algo más que una expresión de necesidad, de deseo y desesperación expresándose por parte de los dos, en una complementariedad absorbente… ninguno se sintió extrañado, ni vacío, ni asustando por esos segundos, más bien todo lo contrario. En paz, completos…
Tal vez por eso, no querían que terminara… cuando sintió que Zuko estaba a punto de separarse, Katara no lo permitió. Por el contrario, le dio el abrazo que antes no se había permito y él correspondió. Los dos pares de brazos a la altura de mitad de la espalda del otro. Sentían ambos corazones en sus pieles… no querían terminar esa sensación de compañía... no querían volver a los recuerdos que esa noche y sus implicaciones los hacía sentir: desesperación, miedo, repulsión, debilidad, horror… De alguna forma, ese contacto, ese abrazo y ese palpitar del otro, sanaba y exorcizaba esas sensaciones.
No querían que terminara…
CONTINÚA