Original: La tierra en el aire 1/3

Dec 31, 2013 18:43




La tierra en el aire.

Extractos de la bitácora de Aldieb tercera y las hojas naranjas "La que solo teme a la tristeza". Sobre el primer resurgimiento de una tierra aerea.

Los tenía en donde quería. Esperanzada de que no notarían nuestra llegada, me agaché detrás del arbusto lentamente y miré sus movimientos por entre hojas y ramas. ¡No podía creer que estuvieran ahí, por fin! Sonreí como maniaca por un par de segundos, hasta que Kahe partió una estruendosa ramita al acercarse. «¡Que te calles!» le gritaron mis ojos muy abiertos y mi boca apretada cuando me giré a verle. Él asintió varias veces. Desde ese momento casi que ni respiró y, por supuesto, ni una vez miró de nuevo hacia donde estaba el Gaelkn... "No temen lo que deben temer, por temer a lo que creen". A veces me parece que el mejor guía es el que teme a todo, y no he tenido mejor guía que Kahe en mucho tiempo.

Apreté la máquina fotográfica entre las manos, me giré lentamente y estiré un poco para atisbarles por encima del arbusto. Sonreí de nuevo, y no sé cómo pude controlarme de no ponerme a gritar, bailar y dar saltos de la alegría. Poco me importaba la terrible humedad del aire que se convertía en líquido-sudor impregnando toda mi piel. Menos me interesaba el almuerzo por el que habíamos dejado de caminar, ni el dolor de mi tobillo lastimado. Todo había desaparecido para mí porque, más allá de un riachuelo azul y rodeado de una leve bruma azulada, se encontraba mi objetivo: el Gaelkn, o tigre brumoso blanco. Y no solo uno, era una hembra que, perezosamente echada, se dejaba lamer por su cachorro... ¡Algo que solo yo he visto en cientos de años!


Puse la máquina frente a mis ojos, giré el luzómetro mientras metía y sacaba lentes para encontrar la distancia y claridad perfecta para tomar la imagen. Estaba a punto de lograrlo, solo necesita girar la máquina unos doce grados hacia arriba para enfocar mejor al cachorro y... ¡Un graznido! Los tigres desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. El blanco de su pelaje se difuminó en la bruma, las rayas negras se convirtieron en sombras y los ojos azules solo fueron gotas de agua cayendo al suelo. Fue tan rápida la desaparición que ni lo puedo explicar, tan rápida que no fue capturada por la máquina fotográfica aunque intenté tomar la imagen a la desesperada.

Me puse en pie en un exabrupto y miré hacia el lugar de donde había venido el inoportuno sonido, deseando que ninguno de mis halcones hubiera sido tan estúpido de dejar su cacería para estropearme el momento. Pronto, di con el culpable de todo, un halcón mensajero apostado en una rama. Al menos no era uno de los míos, pero por eso mismo no podía regañarlo por su estupidez. Y en verdad que tuve ganas de hacerlo, más cuando el muy descarado movió sus alas y picoteó una de las frutas como si no hubiera arruinado nada con su presencia. Tuve que controlarme para no gritar y, al mirarle con odio y fijamente por varios segundos, pude ver el emblema familiar en su collar con facilidad. ¿El único de los Ee que es asiduo a enviarme noticias? Eetoui.

No pude más, me dio un arranque de rabia.

¡No tenía tiempo para sus tonterías...! ¿¡Dos ciclos lunares internada en la selva fantasma justo en temporada de brumas, para que un mensaje de Eetoui me estropeara el momento!? Dando patadas al suelo, maldije un par de veces al indiferente ave y a su dueño un poco más. A juzgar por los varios pasos que Kahe dio para alejarse de mí, tal vez fueron más gritos de lo necesario. Pero después de ellos, me sentí... Menos frustrada.

Cuando terminé mi berrinche, me senté en el suelo y respiré hondo. "Un fallo es un paso más hacia la victoria", me susurré. Cerré los ojos, y lo dije un par de veces más mientras me concentraba y ordenaba mis ideas. Al menos ya sabía de un lugar en donde solía estar el tigre brumoso blanco y, dado que era una madre con su cachorro, no iba a moverse mucho de esos parajes. Además, teníamos un par de árboles frutales cerca y un árbol de hojas sombrilla gigantes bajo el cual podíamos hacer un refugio con facilidad... El halcón me picoteó la pierna y yo tuve que abrir los ojos.

Después de alejarlo con malas maneras, intenté pensar otra vez en positivo. Si el mensaje que traía era tan importante como para que pudiera picotearme, tal vez el que ahuyentara al tigre no fue una total pérdida de tiempo.

Pero aún estaba muy enojada como para importarme un comino los pensamientos positivos... ¡Dos ciclos en la selva profunda, dos lunas llenas de hambre, cansancio, peligro, pesadez, dolor, suciedad y espera para que el estúpido halcón de Kahe viniera y...! Me quité la correa de la máquina fotográfica del cuello y el chaleco de bolsillos lleno de objetos pequeños. La ligereza que sentí cuando ya no tuve ese peso encima fue magnífico, como el que Kahe me tendiera una de mis frutas favoritas para que la comiera.

Después de darle una mordida a esa suculenta y jugosa explosión de dulzura, no pude dejar de comer hasta que le pedí a Kahe una segunda y tercera ración. No sabía que tenía hambre. Tal vez sea cierto lo que dicen, que me pongo insoportable con el estómago vacío.

Para cuando le pedí al halcón que se acercara, ya empezaba a estar agradecida y extasiada con haber encontrado ¡por fin! El sitio de crianza de un Gaelkn. No tenía que caminar más, solo hacer guardia y esperar. Aunque no me guste mucho lo pasivo, después de esos dos ciclos lunares de camino, necesitaba descanso... Además, prevenir ataques de los indígenas siempre le da una nota de acción a la simple tarea de sentarse y esperar.

El halcón volvió a picotearme, esta vez el antebrazo, por lo       que le quité la carta y fotoseguidilla de imágenes que tenía atada a su pata. Voló al instante de haber perdido ese peso. Sin esperar alguna contestación de mi parte, desapareció por entre la nube brumosa en la que se perdían las copas de los altos árboles y se filtraba la luz del cielo que estaba más allá de ella.

[...]

―Veamos si tenemos más buenas noticias ―comenté a la nada, mientras Kahe terminaba de hacer hacer el campamento bajo la hoja sombrilla gigante que escogimos.

La letra de la carta estaba hecha apresuradamente y transferida con ayuda de papel carbón. Eran trazos poco agraciados, hechos con la brevedad del que ya ha escrito varias veces la historia, tiene dolor en la muñeca y decide acortar el mensaje.

Hola.

Estoy en el valle Unicornio de la Nación Eqbu.

En el 4-5-1508 Era estable, hubo un fuerte terremoto porque se ha levantado en el aire mucha extensión de territorio. También hay disturbios de la gravedad.

Les envío copia de mi f.s del suceso. Enviaré informes públicos a la G.B.

¡Abrazos y descubrimientos!

Eetoui, el que ve lo extraordinario de lo común.

No tengo que decir lo sorpresivo que me ha parecido la noticia. ¡Pero si Eetoui solo quería saber de ropa! Había ido al valle Unicornio con el fin de trabajar en la casa de tejido para el templo autóctono... ¿Y se encontró con un suceso que merecía una mensajería masiva e informes de seguimiento para la Gran Biblioteca?

"Siempre hay algo, solo mira para encontrar tu suceso". Pero parece injusto que mi suceso haya tenido que ser buscado por más de dos ciclos lunares en medio de la jungla, mientras que el de Eetoui solo... Pasara cuando él estaba ahí.

Pero ese tipo de pensamientos no los tuve hasta después. En ese momento su misiva me pareció tan extraña como interesante, y fui en seguida a por la fotoseguidilla que adjuntaba. Busqué mi máquina fotográfica, puse el rollo en ella, tapé su foco, giré el iluminador y acerqué la cabeza para mirar dentro. La primera imagen solo era tierra y raíces, como si hubieran arrancado una planta de tajo. Moví la manivela y sonreí como la primera vez que vi funcionar este precioso milagro del ingenio. El rollo se desenrrolló y empezó a pasar rápidamente por la parte iluminada, y ese movimiento da la ilusión de haber estado ahí, visto lo que la máquina "vio". La imagen empezó a alejarse para abarcar, subir y bajar. Me moví de un lado al otro, intentando estar acorde con lo que veía. Solo eran raíces a las cuales se les desprendía tierra, como si fuera una nube marrón con rayos ramificados de diferentes colores, bulbos y tamaños desde donde llovía lodo y arenisca...

La tierra cayó en la lente varias veces y, cada tanto, la mano de Eetoui la limpiaba con un pañuelo que debía llevar una poción o químico especial, porque siempre quedaba totalmente limpia solo en una pasada.

Una de esas veces la mano se detuvo y se alejó de la lente para que se viera mejor el pañuelo. Lo dejó caer... O, mejor dicho, quedarse suspendidos en el aire, moviéndose con ligereza, como si hubiera una brisa lenta que le atravesara desde varias direcciones. Luego empezó a subir lentamente, hasta que una "gota" especialmente grande de lodo la hizo caer. Seguimos el movimiento hasta que la tela cayó con fuerza en un charco de agua lodosa; con tanta, que salpicó como si hubiera sido una piedra de considerable tamaño en vez de un pañuelo...

Dejé de mover la manivela y alejé la cabeza de mi máquina fotográfica. Sentía tanta emoción que no pude seguir viendo la fotoseguidilla. Solo podía pensar "perturbación de la gravedad" sintiendo la maravilla, terror y curiosidad que algo como esa simple idea me producía.

―¡Ayuda por aquí! ―chilló Kahe. Estaba intentando colgar la barrera protectora alrededor de la hoja bajo la cual estaba haciendo nuestro campamento...

[...]

... Y por fin me senté a ver el gran evento de Eetoui. Al asomarme a la máquina fotográfica, vi la imagen del agua lodosa salpicando por la caída del pañuelo y sentí un subidón de emoción entre alegría y horror. ¡Oh, el sorprendimiento! Nuestra emoción preferida.

Sintiendo un hormigueo en la mano, empecé a dar vueltas a la manivela. La imagen se movió hacia arriba en un salto y no pude evitarlo, moví la cabeza en esa dirección. La fotoseguidilla subía por una pendiente empinada, desde donde corría un chorro de agua lodosa hacia el hueco en que estábamos. No paramos hasta ver el azul del cielo y devolverse en un punto. En un sitio entre dos chorros de agua, una mujer miraba hacia nosotros y parecía gritarnos. Era baja y rechoncha, estaba vestida con ropas de una sirvienta religiosa y hacía fuertes aspavientos con los que demandaba a Eetoui que saliera de ahí. Aunque se veía aterrorizada, lo ocultaba muy bien detrás de su fachada de patente enojo.

Parecía como si la mujer estuviera en la boca de una cueva detrás de una cascada, cueva en la que Eetoui se había internado. Por encima de ella, había apenas un sol de distancia hasta dar con más tierra desde donde salían retorcidas raíces que goteaban lodo... La mujer miró de repente hacia arriba, y la imagen se hizo temblorosa y muy movida. Justo antes de que todo se convirtiera en caos y cambiara de escenario, vi a la mujer ponerse las manos en el pecho, aterrada.

Decidí devolver el rollo hasta el inicio... Sabía que vendría algo más emocionante que lo que había visto ya, así que tendría que economizarlo. Nos esperaban días de espera para ver aparecer de nuevo a la tigre blanco brumoso y su cachorro. Y más días de camino hacia la civilización... Tal vez había ido muy rápido en ver el rollo. ¿Qué puedo decir? La curiosidad es la mayor virtud y debilidad de cualquier escriba competente.

―Kahe, ¿quieres ver algo? ―pregunté, solo para verlo negar con mucha premura y decir que iba a cazar algo para la cena.

Nada mejor como "amenazarlo" con algo tecnológico para que de repente esté muy interesado en ser útil.

Mis halcones regresaron antes del atardecer en compañía del guía. Él llevaba dos conejos en las manos y un cerdo salvaje en el hombro, premios que de seguro no le pertenecían a él sino a mi bandada. Por eso, el cerdo se los regalé a mis halcones, y por una vez, Kahe no se quejó de mi suave corazón para con ellos.

A la mañana siguiente, cogí el último pedazo de papel blanco que tenía para pedir a la Gran Biblioteca que me informara sobre el acontecimiento de Eetoui. Mi deseo se fue en la pata de Sagaz, sumergiéndose en la bruma que siempre teníamos por cielo.

[...]

... Resbalé y me lastimé las palmas de las manos mientras hacía fuerza para cerrar la entrada, pero me repuse, y lo logré hacerlo antes siquiera de que mis perseguidores llegaran al claro frente a la cueva. Sintiendo como el alivio se esparcía por mi cuerpo, dejé caer mi trasero en el suelo mohoso y recosté la espalda y cabeza en la gran roca que acababa de mover. Cerré los ojos para saborear el momento. Todo mi cuerpo seguía caliente, húmedo e inundado del palpitar de mi corazón; y las piernas gritaban del esfuerzo, pero lo había logrado.

Me di cuenta que estaba riendo cuando oí mi risa y a Kahe, muerto de miedo y moviendo de un lado al otro la antorcha, gritándome, más en su idioma que en el mío, que era una estúpida hereje inconsciente.

―¡No es para tanto! Tienen recolectando polvo a varios sacos de garras y dientes de Gaelkn, no van a sufrir ―dije cuando por fin terminé de reír y, él, de estar en uno de sus momentos de desequilibrio histérico― "la ira de la noche y la bruma" solo porque robara un par de docenas de esas garras y dientes que no llenan ni una bolsita.

Y eso le hizo volver a gritar y a perjurar que el honor demandaba que no me aceptara el pago por sus servicios, pero yo era tan hereje que ni siquiera le dejaba ser una persona respetable de esa manera, porque para mí el no pagarle sería un regalo en vez de un deshonor... Entre tanto lo dejaba gritarme su retahíla, oí cómo los indígenas llegaron hasta la piedra con la cual habíamos cerrado la entrada de la cueva, y como daban voces de ira y de terror. Solo puedo imaginar su indecisión: ¿entrar a la cueva prohibida o dejar ir a una ladrona?

Sonriendo de nuevo y abrazando en mi pecho la bolsita con garras y colmillos, me acosté en el suelo y me acurruqué. Con el tiempo, se hizo el silencio y corroboré lo que había pensado: jamás iban a entrar a la cueva, y Kahe se calmaría con un par de gritos.

… Estaba a punto de dormirme cuando sentí el zarandeo. Di una gran bocanada de aire y sentí como mi cuerpo se llenaba de energía como para aguantar lo peor. Pero solo era Kahe que, enojado, indignado y aguantando apenas un colapso mental, me pedía irnos de una vez, antes de que se hiciera de noche.

En verdad que el miedo atontece.

―¿Pero qué dices? ―le respondí, intentando ser paciente―. Ellos deben conocer la segunda entrada de esta cueva mejor que nosotros. Solo podemos salir con seguridad cuando esté entrada la noche. ―Vi, a la luz del fuego, como sus ojos se engrandecían de miedo. Queriendo confortarlo, le di un par de palmadas en su hombro―. Está bien, Kahe, esto es lo que haremos. Apenas anochezca, me iré a nuestro campamento, cogeré las cosas de valor, llamaré a mis halcones y volveré aquí y nos iremos faltando muy poco para el amanecer. Así que no tendrás que soportar mucho la noche y estaremos protegidos por mis halcones, ¿eh? Los que te caen tan bien.

―¿Por qué ir hasta campamento? Halcones poder llamados aquí.

―Ya te dije, tengo cosas valiosas ahí.

Kahe frunció el ceño y miró hacia las maletas, comida y fuego que teníamos en la cueva. Pero yo solo podía pensar en que mi máquina fotográficas, las imágenes sin imprimir de la excursión y el rollo de Eetoui se habían quedado rezagados mientras huíamos.

cuento, tipo: fantasía, original, tipo: supernatural

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