Llegaste y supe con certeza que era para quedarte. Viniste sin previo aviso, pero entraste sin titubear, con paso firme y un brillo rojo en la mirada. Me cogiste de la mano y aún puedo sentir el vuelco que me dio el corazón que, desde entonces, solo late al ritmo de tambores que le marcas.
Contigo no solo he recorrido el camino, sino que he ido creciendo durante el viaje.
De ti he aprendido el respeto, el valor y la fuerza de voluntad. Me has enseñado a compartir, a soñar y a regalar a los demás lo mejor de mí.
Por ti haré lo que sé que tú harías siempre por mí, combatir hasta el final.
Sin tí, no sé quien voy a ser ahora.
Y si tengo que elegir entre dejar que te vayas tal como viniste, con la cabeza bien alta, o tenerte para siempre aún sabiendo que puede que ese brillo desaparezca algún día, no elegiré ninguna de estas opciones, porqué aunque no te tenga más, siempre te llevaré conmigo.
Sé que aún no te has ido del todo, pero ya te estoy echando de menos.
Buena caza, compañera