Título: Punto de no retorno.
Fandom: Fringe.
Personajes: Lincoln Lee y Altlivia Dunham.
Rating: T.
(Capítulo Primero) (Capítulo Segundo) Punto de no retorno. 3 de 3
http://www.fanfiction.net/s/6275131/3/Punto_de_no_retorno La primera vez fue casi por casualidad. Era ya tarde y estaban solos en la base de la División Fringe. Lincoln con su interminable papeleo intentando enmendar los errores de otros, Olivia simplemente aburrida. Fue hacia su despacho para despedirse cuando, sin ningún motivo especial, se puso a observarle en la distancia. Un par de minutos viéndole enfadado, frustrado y cansado. Estaba pidiendo a gritos un abrazo pero en vez de eso acabó a horcajadas sobre él. Puede que pensara que le hacia un favor, que su jefe necesitaba relajarse por una vez. O puede que al verse solos no quisiera dejar escapar la oportunidad de tener un lío en el trabajo. De algún modo eso siempre le había atraído y Lincoln no era feo precisamente.
Sea como fuere, se encontró encima de él y deseándole por primera vez en su vida. Intentó resistirse, ya lo creo, apeló a la cordura como buen caballero. A Dunham eso le puso más y dobló sus esfuerzos. Los dos sabían que cruzaban un límite peligroso, que no había vuelta atrás, que lo cambiaría todo... Con un “sí” en forma de beso Lincoln aceptó; ya pensarían después en las consecuencias.
Porque en realidad no había demasiado por lo que preocuparse. O eso querían creer. Por aquel entonces ella estaba soltera y lo único malo que estaban haciendo era usar de cama el escritorio de Lee en pleno centro neurálgico de la División Fringe. Sólo eran dos adultos pasando el rato, como adultos podrían superarlo más tarde. Además, no había ninguna absurda regla contra las relaciones entre compañeros, sólo el decoro de no ser el lugar ni el momento apropiados.
Pero, por supuesto, lo inevitable llegó. Y no en forma de silencios incómodos o miradas esquivas. Tampoco en el trabajo cambió nada, eran muy buenos colegas y siguieron siéndolo. Fue algo peor.
Olivia deseaba no haberse quedado embobada aquella noche, no haberle deseado, no haberle convencido, porque desde entonces estaba jodida y no había vuelta atrás posible. Porque aquello no fue un polvo rápido y salvaje como había esperado. Joder, era lo normal en esa situación pero el maldito Lincoln se las apañó para que aquello fuera otra cosa. Sabía que le gustaba, dios, ¿había alguien en el mundo que no la encontrara atractiva? Lo que no sospechaba es que fuera hasta ese punto.
Lee debió creer que el silencio con el que se vistieron y se separaron era un "esto no ha pasado, ni volverá a pasar" o incluso "pues no ha sido para tanto". Cuan equivocado estaba. ¿No la había oído chillar? Chillar su nombre, algo que nunca había vuelto a hacer...
Y ahora sí quería un polvo rápido y salvaje. Acababa de abofetearla y ni se había dado cuenta. Quería ser un hombre cualquiera, un Frank cualquiera. Pretendía guardar sus sentimientos cuando era eso lo que daba sentido a esas malditas noches. Realmente estaba ciego o era un jodido idiota.
Porque Frank la quiere, ya se encarga él de recordárselo todos los días, pero lo gracioso es que el silencio de Lincoln es más convincente. Sus ojos tristes chillan lo que su boca se niega a decir. No hasta que Olivia sienta lo mismo. Pero los dos saben que no va a pasar, llevan mucho trabajando codo a codo y si ella no siente nada ahora, no lo sentirá jamás. Él perdió la esperanza hace tiempo, pero se ha dado cuenta hoy y por eso el cambio de estrategia.
“Maldito Lincoln, lo estás estropeando todo”.
Le observó mientras andaba sin rumbo por el salón; parecía un animalillo enjaulado. A veces le costaba creer que aquel hombre era en realidad el capitán de la División Fringe. Sin su habitual uniforme, en vaqueros, camisa remangada y su cara de niño bueno esculpida con la duda, apenas parecía llegar a los veinte. Y no ayudaba precisamente su condenado corazón de oro. Porque podía disimular y disimular, negarlo y luchar contra su propia naturaleza, pero era un pedazo de pan.
Y definitivamente a ella todo aquello no le va en un hombre. No, Lincoln Lee no es el tipo de Olivia Dunham. Él era el primero de la clase, inteligente, complicado. Joder, cualquier otro no se pondría a pensar si una mujer aparece en su casa un sábado por la noche buscando sexo. Demasiado vacilante, demasiado humano. Y, curiosamente, es un enchufado. Aunque era bueno en lo suyo y todos sus hombres le respetaban también era la comidilla en los pasillos. Era muy joven como para tener bajo su responsabilidad una División Fringe y la de New York nada más y nada menos. Todos sospechaban que no estaba en el puesto por casualidad. Algunos incluso hacían apuestas intentando adivinar cuanto duraría hasta que su humanidad le jugara una mala pasada.
Por supuesto hay cosas que le atraen de él. Cosas que le atraen demasiado. Para empezar que esté enamorado de ella. Eso es ya ha quedado bastante claro. Pero no es razón suficiente pues no es el primero ni será el último. Su amor se completa con su pureza, su ingenuidad, su genuinidad. ¿Existe esa palabra? Si existe es por él. El cabrón es único. Y sí, siempre terminaba cediendo a sus deseos, pero incluso cuando la pasión por ella le domina y le convierte en puro instinto sus ojos siguen siendo puros y su amor por ella es delatado a cada beso, caricia y gemido.
Lincoln Lee es un osito de peluche al que abrazar a escondidas en una noche de invierno. Pero cuando está en su interior es eso y más. Nunca pensó que la pasión a secas fuera tan vacua y desde aquella noche sobre el escritorio necesita el lote completo.
-Me gusta que me haga el amor alguien que me quiere.
“¿Lo entiendes ahora? Mira lo que has hecho, hacérmelo confesar en voz alta. Haz que merezca la pena y vuelve a ser tú mismo”.
Cuan adorable e idiota es Lincoln Lee. Dios, ni siquiera puede enfadarse con él. En su lugar nota como se le sonrojan las mejillas y quiere odiarse, pero los dedos de él rozan su cara y Olivia sonríe como no ha hecho en toda la noche. Sus labios vuelven a encontrarse y por fin saben como deben saber. El hombre rompe el beso en busca de oxígeno y apoya su frente sobre la de ella.
-Dunham... -suspira con el poco aliento que le queda.
Está hecho. Ha vuelto el Lincoln que la ama y al que no puede corresponder. Ha utilizado su apellido y ya no hay vuelta atrás, sólo lo usa cuando va a enviarla al cielo.
Lee, tras volver a respirar, la levanta en volandas. Ella habría estallado en carcajadas de no estar ocupada siendo invadida por su lengua. Casi parece flotar en sus brazos. Hoy es una noche de cama y allí se dirigen. La agente suele variar el escenario, pero es sólo una treta para disimular, adora hacerlo en su dormitorio, su colchón, su santuario.
La deja suavemente y Olivia frunce el ceño al desaparecer tan volátil sensación. Pero Lincoln la compensa con otras mejores. A estas alturas empezarían los jueguecitos con cualquier otro y con cualquier otro tendrían sentido. En brazos de Lincoln sobra la vulgaridad, no es elegante, no está a su altura y no la necesitan. Están preparados con muy poco; directos al cielo sin pisar el limbo.
Así que pronto son uno y empieza el mantra favorito de Olivia. “Lee... Lee”, ronronea bajo la batuta de su ritmo perfecto y abandonada a un tipo de placer que ningún otro puede darle. Pero aún así la mujer tiene el suficiente control como para no soltar su nombre indebidamente. Él hace lo mismo. Es una estupidez tener miedo a sonar demasiado personal cuando no hay nada más personal que tenerle dentro de ella, pero de algún modo facilita las cosas y deja claro los términos del contrato. Esta noche ya le ha confesado porqué acude a él, es suficiente por hoy y para siempre.
El balanceo de amor adquiere un ritmo más primitivo y Olivia clava sus uñas en la espalda de su amante. Lincoln Lee será todo delicadeza y cariño pero a la hora de la verdad sabe como arrancar un orgasmo a una mujer. Y la agente lo alcanza arropada en un sonoro "Dunham" que lo hace aún más delicioso...
Tras tocar el cielo desciende en cámara lenta a la realidad, a la cama de su jefe, a su lado, donde él no la abraza, nunca lo hace. Ni siquiera la mira de soslayo. Ella lo agradece.
Los cinco minutos de cortesía para recuperar el aliento pasan y ahora tocaría el "nos vemos mañana" de siempre. Cinco minutos más y la agente sigue encontrando inexplicablemente atractivo el techo de la habitación, si Lincoln le pidiera un dolar por sus pensamientos su respuesta seria “nada”. Está perdida y ni siquiera sabe dónde. Sólo cuando le nota girarse reacciona.
-¿Es ese tu lado de la cama? -le pregunta Olivia antes de que él hable.
Los ojos de Lincoln ahora son el doble de grandes.
-Puedo cambiar -sigue diciendo la mujer intentado sonar natural-, no soy muy maniática con eso.
Continua sin hablar, está pensando demasiado, como siempre. Olivia suspira irritada.
-Ya te lo he dicho, él no está en casa, no tiene sentido volver y... estoy cansada -se justifica Dunham, mucho para su gusto-. ¿Vas a echarme? -añade con una pizca de miedo que no consigue disimular.
-¿Roncas?
-¿Qué? -ahora le toca a ella sorprenderse.
-Que si roncas, Olivia -repite muy despacio.
Le observa unos instantes. El muy maldito apenas puede contener una sonrisa jocosa y la agente se relaja. De repente ha regresado el colegueo inocente.
-Soy una mujer, Lincoln -dice haciéndose la ofendida.
-¿Y eso significa qué...?
-Que duermo como un bebé. ¿Y tú?
-Creo que no soy una mujer.
-Idiota -le suelta ella poniendo los ojos en blanco. “Oh Lincoln, ya lo creo que no eres una mujer”-. ¿Roncas o no?
Él simplemente se encoge de hombros, sin ya preocuparse por disimular su sonrisa, y vuelve a recostarse. Olivia sospecha que realmente no lo sabe pero lo deja correr y le imita. El ambiente vuelve a tensarse.
Están tumbados y desnudos en la cama de Lincoln... Los dos miran al techo, lo más alejados posibles, en guardia y sin ni siquiera darse las buenas noches. Dunham cierra los ojos al cabo de un rato y cuando su pulso sigue el tictac del despertador de Lee el sueño comienza a vencerla.
Lo cierto es que no sabe porqué ha decidido quedarse de repente. Puede que haya cruzado un límite que ella misma trazó en el aire hace tiempo. O puede que sólo esté cansada. Por la mañana, cuando inevitablemente amanezcan abrazados, ya pensará en las consecuencias.
----FIN-----
Gracias por leerme :)