A Reason To Live Capítulo 4

Feb 05, 2011 14:01



Need to get over.

Dohko literalmente se había desparramado sobre el sofá más grande de la sala, frente al bendito televisor que a su parecer, no hacía más que ocupar espacio en el templo. Suspiró hastiado y apoyó la cabeza contra el brazo del sillón, que recién ese día descubría como un lugar pecaminosamente confortable. Más, incluso, que la cama que le había servido de escondite esa semana.

Juzgaba que no serían más de las ocho de la mañana. Difícil saberlo con exactitud; se negaba a moverse sólo para mirar el reloj. Sí estaba seguro de que llevaba un buen par de horas despierto, deambulando por el templo, buscando desesperadamente algo con que distraer su mente. Terminó escogiendo un viejo libro, de aquellos que se atesoraban desde hace mucho en la biblioteca del séptimo templo, el cual ahora yacía sobre su estomago. Mientras lo observaba con recelo, aún dubitativo de querer sumergirse entre sus páginas, sintió el cosmos de Shion acercarse. Rápidamente tomó dicho libro y lo abrió en una página cualquiera, escudándose tras él. Segundos más tarde sentía el bullicio que el Patriarca hacia cada vez que se metía en la cocina para dejarle algo de comer. En algún momento, durante los días anteriores, el chino se sintió responsable de la excesiva preocupación que generaba en el lemuriano, indirectamente obligándolo a abandonar sus deberes como mínimo tres veces al día para asegurarse de que, al menos, se estaba alimentando. Dohko rodó los ojos al escuchar una olla rebotar contra el suelo. Tal sentimiento se esfumó tan rápido como había aparecido. Dohko le había dicho, gritado si quería ser sincero, que lo dejara tranquilo y Shion insistía. Él mismo asumía obligaciones innecesarias.

Shion pasó por delante de él sin prestarle atención y le dejó el desayuno sobre la mesita de centro. Dohko lo observaba por el rabillo del ojo, fingiendo leer. Igual de campante, el tibetano dio la vuelta y se disponía a retirarse, cuando escuchó el libro cerrarse con fuerza. Se detuvo, esperando. Era el primer día en que el moreno hacía algo más que tratar de ignorar su presencia.

- Lamento haberte gritado el otro día.

- Lo sé - contestó Shion, sonriendo pero sin darse la vuelta - Lo sentiste un segundo después de decirlo…Y yo te perdone un minuto después de eso.

- Entonces ¿por qué has estado actuando como si estuvieses enfadado aún? - las cejas de Dohko se juntaban sobre su nariz, sin comprender completamente a su amigo, mientras sus ojos permanecían fijos en la portada del libro entre sus manos. Escuchó a Shion suspirar derrotado.

- Te estas comportando como un niño, Dohko. Tan orgulloso como cuando tenías 14 años. Quería que lo dijeras por tu cuenta, no que dieras por sentado que ya estabas disculpado. Además…- el lemuriano hizo una pausa y lentamente se giró, fijando sus ojos en la nuca del chino. La sonrisa en su rostro había desaparecido - No soy yo quien ha estado ignorándote. Si tan solo hubieses querido hablar conmigo, no habría tenido motivos para no responderte.

Dohko lo sabía y estaba conciente de que había mantenido a Shion alejado por decisión propia. Había pretendido mantener las cosas así pero algo lo había descolocado los últimos días y eso lo había hecho sentir demasiado aislado. Lo suficiente para disculparse con su amigo. Si cierto geminiano no hubiese interrumpido misteriosamente sus visitas hace dos días, probablemente aún no habría pensado en hacerlo. Se había sentido preocupado en un principio pero, de vez en cuando, podía sentir un leve chispeo en el cosmos de Kanon, así que al menos sabía que se encontraba en el santuario. Podría preguntarle a Shion si algo andaba mal, pero prefirió esperar. Tarde o temprano el gemelo volvería a sus andadas.

Una mano pasó repetidamente delante de sus ojos, haciéndolo reaccionar de improviso. Shion, ahora junto a él, lo miraba preocupado. El chino ni siquiera había dado indicios de haber sentido cuando se acercaba.

- Lo siento - murmuró Dohko, sacudiendo la cabeza y levantando una ceja al notar que Shion había preparado un desayuno para dos - ¿Sabías que te pediría disculpas?

- Tenía una leve intuición - sonrío el aludido, sentándose en el otro sillón frente a la mesita - Te quedaste como pasmado. ¿En que pensabas? Está bien, está bien. Simple curiosidad - agregó al ver la mirada incrédula del chino. No tenía intenciones de seguir discutiendo con él.

Comieron en silencio. Dohko sabía que Shion hacia esfuerzos descomunales por no abrir la boca y arruinar aquella delicada paz entre ellos. El lemuriano, por su parte, no sabía si mantenerse en silencio o no; temía que cualquier cosa que dijera, que bien sabía terminaría llevándolos de una forma u otra al problema que parecía existir, hiciera explotar a su amigo.

- Por cierto, me disculpe con Athena en tu nombre - murmuró Shion y casi se golpeó la frente con la palma al hacerlo. Definitivamente, todo lo que decía estando con Dohko tenía relación con ese hecho y con el extraño actuar del moreno - Por si te preguntabas cómo habías pasado la semana sin que te mandara a llamar.

- No era necesario que lo hicieras - respondió Dohko con voz lejana, su mente aún perdida en las razones de la ausencia de Kanon.

- También le dije que yo me encargaría de ti y que no era necesario que ella interviniera - agregó nuevamente Shion, analizando cada gesto del otro santo. Repentinamente, el chino pareció abandonar su trance. El cejo fruncido se lo confirmó.

- Por eso si te daré las gracias. No tengo intenciones ni ganas de hablar con ella en estos momentos.

La sorpresa se adueñó de Shion. Las palabras de Dohko parecían cargadas de resentimiento. Si era así, las cosas podrían ponerse feas para su amigo y ni él sería capaz de interceder ante la Diosa en cualquier circunstancia. Sea cual fuere la situación en el santuario, la desobediencia siempre se pagaba caro.

- Dohko…

- Mira, Shion, eres mi mejor amigo y aprecio tu preocupación - intervino el moreno, haciendo callar al tibetano con un gesto - Te lo agradezco, enserio. Pero quiero dejarte algo en claro. No quiero que te entrometas más de lo estrictamente necesario; como Patriarca. No quiero que vengas aquí a las tres de la mañana porque sientes que hay algo mal conmigo, ni que cada vez que me veas, me preguntes si me pasa algo. Y no quiero que busques formas de ayudarme ni nada.

- ¡Pero lo necesitas!

- ¡No quiero que te metas más en esto! - Dohko alzó la voz más de lo que hubiese querido pero sirvió para silenciar a Shion en el momento - Si es algo que deba solucionarse, lo solucionaré por mi cuenta.

Dohko terminó su té de un trago. Shion mantenía los ojos abiertos con sorpresa. El chino siempre se burlaba de su terquedad, obviando que alguien tendría que haberle enseñado a serlo. Ese alguien levantándose tranquilamente frente a él.

- ¿Y si Athena te ordena algo, qué vas a hacer? - preguntó, sintiéndose ligeramente fuera de lugar.

- Si me da una orden directa, la cumpliré - respondió Dohko, medio sonriendo y palmeándole el hombro, algo más tranquilo - De lo contrario, esa es la parte donde te entrometes y me dejan tranquilo.

El chino, intentando esquivar nuevas confrontaciones, le guiñó un ojo y se marchó. Shion, aún sin moverse de su lugar, sopesó las palabras de Dohko y la realización no tardó en llegar. Deseaba confirmarse equivocado.

- ¡¿No estarás pensando en abandonar el Santuario, verdad?! - gritó para que Dohko lo escuchase, sin embargo no recibió respuesta. Bien no se hizo escuchar o simple y llanamente, el chino lo ignoró, como se estaba volviendo costumbre. Se hundió en el sillón mientras dejaba escapar un suspiro cansado. Esto no prometía nada bueno; en absoluto. Desganado, se levantó y abandonó el templo. Como siempre, terminaba cediendo ante el santo de Libra. Si quería hacer las cosas a su modo, lo dejaría; tendría, eso si, que estar preparado para recogerlo en caso de que terminase empeorando las cosas. Ser amigo de Dohko nunca le había parecido tan agotador como en ese instante.

*****

- ¿Saga?

El gemelo se atragantó con el pan que viciosamente mordía cuando escuchó la voz a sus espaldas. Tragó con dificultad, ayudándose con un sorbo de jugo, antes de voltear y encontrarse al santo de Acuario en la entrada de su cocina, luciendo ligeramente incomodo. Saga sonrío algo divertido; por algún motivo, algunos caballeros seguían sintiéndose intimidados en su presencia. Le hizo un gesto al muchacho para que se acercara y éste, educadamente, declinó la invitación.

- Gracias, pero voy camino al refugio - contestó el francés recargándose contra el marco de la puerta - Sólo quería preguntarte si Kanon estaba bien. No ha subido en dos días y Milo está algo preocupado. Le prometí que averiguaría en qué estaba.

Saga no pudo evitar la sonrisa que surcó sus labios. Era tan propio del joven Escorpio preocuparse por quien le caía en gracia; Camus había sido el primero cuando eran sólo unos crios. Ahora, le reconfortaba saber que Kanon también se había ganado su aprecio; para bien o para mal, Milo era de esas personas que te respaldaban aún cuando lo que hacías no era precisamente lo correcto. Saga lo sabía de primera mano. Y jamás se perdonaría haberlo hecho parte de su locura.

- ¿Saga?

- Lo siento, lo siento - rió nervioso cuando Camus lo llamó nuevamente - No tienen de que preocuparse. Kanon está bien, algo ocupado con algunos pendientes que le encargo Athena; quizás por eso no ha ido a molestarlos. En estos precisos momentos, está durmiendo.

A veces le sorprendía la facilidad con la que mentía. Luego recordaba que se había transformado en un experto en hacer tal cosa. No era algo de lo que se sintiese orgulloso, pero esta vez tenía un buen motivo para hacerlo. Esperaba que Camus no viera más allá de sus palabras; la falta de práctica podría haberlo hecho responder muy deprisa. Afortunadamente, Camus parecía tener otras cosas en mente.

- Ah, de acuerdo. Dile que no se desaparezca demasiado. O que deje de ocultar su cosmos si lo hace. Milo se alarma y cuando está así, me pone nervioso - comentó el francés. Su relación con el santo de Escorpio había dejado de ser un secreto hacia tiempo y ya no se molestaba en evitar hablar del muchacho. Pareció pensar mejor sus palabras y antes de voltearse, agregó - Mejor dile que se de una vuelta por mi templo, si es que tiene un minuto.

- ¿Cómo está Milo?

El mayor no pudo evitar hacer tal pregunta. Había sentido la necesidad de averiguarlo desde hacía un par de días pero, hasta ese momento, se había abstenido. Temía que aún fuese un asunto delicado entre él y Camus. Se lo había preguntado a Kanon, pero la respuesta de éste había sido vaga, aumentando su curiosidad. Tener al santo más cercano a Escorpio en su cocina no hizo más que incrementar su interés en saber del muchacho. Si hubiese podido, se habría retractado al notar como los hombros de Camus se tensaban.

- Sé que no tengo el derecho de preguntártelo pero, de verdad…

- Milo está bien - suspiró el francés, volteándose a mirar a Saga e interrumpiendo cualquier explicación que éste quisiese darle - A veces tiene pesadillas…

El geminiano bajó la mirada. Camus lo sabía responsable de las órdenes que Milo había tenido que acatar y por bastante tiempo, su actitud hacia él fue, por lo menos, rencorosa. Le sorprendía, de cierto modo, que le hubiese contestado, pero eso no lograba evitar la vergüenza y el arrepentimiento que lo embargaban. Casi hubiese preferido que Camus le gritara que no tenía derecho a hacer ese tipo de preguntas. Menos a él, que había tenido que, literalmente, volver a juntar a Milo después de cada misión.

- Pero está bien. O lo estará - Camus continuó hablando, obviando el cambio de animo en Saga por un momento - Saga, no vale la pena que sigamos con esta tontería. Si Milo no te culpa de nada, deberías dejar de hacerlo tú. Si Milo fue capaz de perdonarte, yo no tengo razones para seguir molesto contigo. Lo mejor que podemos hacer es dejar todo esto atrás y empezar otra vez. Hacer las cosas como debieron haber sido en un principio. Todos sabemos que lo lamentas y de algún modo, creo que piensas que eso no es suficiente…Para tratarse de ti, es más que suficiente.

- ¿Qué se supone que significa eso? - cuestionó Saga, arrugando la frente pero agradeciendo el tono conciliador en la voz de Camus.

- Que si eres la mitad de orgulloso que tu hermano, haberte paseado por todos los templos pidiendo disculpas y aguantando cuanta cosa te hayan dicho de vuelta, es más que suficiente para demostrar que lo sientes. En serio.

Camus se permitió una leve sonrisa. Todo cuanto le había dicho a Saga era verdad; no tenía intenciones de seguir reprochándole lo que había hecho luego de tomar el lugar del Patriarca. Lo consideraba un desgaste innecesario. Y era ligeramente divertido ver al imponente geminiano sonrojarse ante sus palabras. Giró nuevamente y se alejó, sintiendo que el santo de Géminis se levantaba de su lugar y lo seguía, un par de pasos más atrás, hasta la entrada del templo.

- Lo lamento, a pesar de que eso no haga desaparecer nada de lo que pasó - dijo Saga una vez que alcanzaron la escalinata que daba a Tauro - Quería que lo escucharas de mi boca.

Camus simplemente le hizo un gesto, dándole a entender que dejara el asunto tranquilo y se despidió, recordándole que le diera a Kanon su recado. Saga lo siguió con la vista hasta que las pendientes del camino lo hicieron desaparecer. Percibió movimiento por el rabillo del ojo y se adentró en el templo, siguiendo la sombra que se paseaba entre los pilares.

- No tienes que hacer eso - dijo molesto, sin desviar la mirada del frente.

- Costumbre, supongo - respondió Kanon, dejando de ocultarse para caminar junto a su hermano - Gracias.

- Sólo lo hice porque me lo pediste. No veo porqué no querrías hablar con Camus. Creí que eran amigos.

Saga volteó para observar el perfil de su gemelo. Su rostro aun tenía un tinte pálido y las ojeras bajo sus ojos verdes eran más difusas que el día anterior, pero seguían estando presentes. Todavía se veía cansado, aún cuando esa noche parecía haber dormido sin ningún contratiempo. Kanon se negaba a hablar del tema y él no insistía por temor a alejarlo; esa era la reacción más probable del menor si comenzaba a sentirse acorralado.

- ¿Ellos saben algo de tus pesadillas? - preguntó Saga luego de un momento de silencio. Algo que sólo podría identificar como celos se asentó en su estomago, seguro de que Kanon podría habérselos comentado antes que a él. Lo asumía como obvio, después de todo; el menor no solía hablar temas serios en las conversaciones entre ambos.

Kanon lo miró de lado, levantando una ceja antes de responderle.

- ¿Te parece que Camus sabía algo?

Saga negó con la cabeza y sonrío ante el sarcasmo siempre presente en la voz de Kanon, ese que buscaba demostrarle que del mal momento no quedaba más que el recuerdo. Sin percatarse, se encontraron devuelta en la cocina.

- Además, es “pesadilla”. Fue sólo una - le oyó murmurar mientras le acercaba un vaso de jugo.

- Realmente no esperas que te crea eso ¿verdad? - Kanon le respondió con una sonrisa traviesa al saberse descubierto y buscando desviar el tema, le arrebató una de sus tostadas y sorbió del jugo que le había acercado, lo mas ruidosamente que pudo - ¡No hagas eso! ¡Por Athena!

Kanon rió tirando migajas en todas direcciones, sólo para fastidiar a su gemelo. Saga resopló y se dio por vencido. Tratar de cambiar los malos hábitos de Kanon a esas alturas era causa perdida. Se apoyó con los codos sobre la mesa, observando por un momento el espectáculo que era ver comer al menor, sin embargo, ese día parecía incapaz de mantenerse en silencio por mucho tiempo.

- Sabías de las pesadillas de Milo.

El muchacho frente a él se atoró con las migajas y comenzó a toser, golpeándose el pecho con el puño. Saga le acercó el jugo y Kanon se lo tragó de una sentada. Se quedó mirándolo fijamente mientras se limpiaba los labios con el dorso de la mano, estudiando cuidadosamente el rostro de su hermano. Al final asintió levemente.

- Pudo haberlo mencionado esa noche que vino a verme.

- ¿Y por qué no me lo dijiste cuando te pregunté por él? - preguntó el mayor, apoyando la barbilla entre sus manos y desviando la mirada un poco hacia arriba, intentando de esa forma no presionar la respuesta de Kanon.

- Ya te lo dijo Camus. No tienes que preocuparte por Milo. Lo único que consigues es empezar a reprocharte cosas. Creo que tienes suficiente con las actitudes de Afrodita y Deathmask - contestó Kanon sin preámbulos, recordando la distancia que ambos caballeros ponían hacia su hermano - Por eso no te había dicho nada de mis pesadillas. Ni de las de Milo. Tienes la mala costumbre de preocuparte demasiado por todo y una tendencia, enfermiza si me preguntas, por sentirte responsable de todo lo que pasa en el santuario.

- Es que…

- Nada - le interrumpió Kanon, frunciendo el ceño ante la insistencia de Saga en el tema - Te has humillado ante todos para que te disculpen. Si no quieren aceptarlo, problema de ellos. Si mal no recuerdo, Milo hasta te abrazó aquella vez. Creció siguiendo tu ejemplo y nunca se imaginó que te vería haciendo algo así. Shion mismo no le da importancia.

- Aún no me he atrevido a hablar con Aioros. Ni con Shura - Saga cambió súbitamente de tema y se pasó una mano por el cabello, revolviéndolo nervioso - Y si te soy sincero, me da algo de miedo hablar con Aioria.

Kanon hizo una mueca y sonrió. La seguridad que Saga aparentaba se desvanecía al segundo de proponerse subir hasta Sagitario. Sólo por eso ese tema no era pasado. Aioros estaba lejos de ser una persona rencorosa y todo lo que atentase contra la tranquilidad del santuario no era digno de malgastar el tiempo de Shura. Aioria se veía más frío de lo que era en realidad. Y Kanon había comprobado que era una persona bastante práctica al fin y al cabo. Fue él quien se le acercó para pedirle entrenar y cuando Kanon se lo preguntó, su respuesta consistió básicamente en que su hermano estaba nuevamente a su lado, por lo que no tenía nada que reclamarle a nadie y tampoco le interesaba hacerlo. Para su sorpresa, el santo de Leo se había transformado en alguien bastante maduro. No lo habría imaginado así años atrás.

- Insisto en que le das muchas vueltas. Cuando te atrevas de una vez a hacerlo, verás que serán más fáciles que todos los demás juntos - comentó levantándose para abandonar la cocina.

- ¿Qué piensas hacer con Camus y Milo? - preguntó distraídamente Saga, su mente absorbiendo cada una de las palabras de Kanon.

- Creo que iré a verlos más tarde. Espero verme mejor para entonces - contestó el menor, reflexionando un poco más en su respuesta - Quizás me quede donde Milo esta noche. Como para compensar el haberlo preocupado.

Saga asintió sin apartar los ojos de Kanon mientras éste se acercaba nuevamente a la mesa y tomaba la loza sucia, llevándola al lavadero. Acto seguido, volvía a darle la espalda y antes de que cruzara la puerta, Saga lo llamó, haciéndolo voltear levemente la cabeza por sobre el hombro.

- Confía en mí. Si tienes más pesadillas. O cualquier cosa. Quiero que vuelvas a confiar en mí. Quizás te cueste hacerlo en un principio o quizás no quieras…que me acerque a ti si vuelve a repetirse lo de la otra noche, pero no quiero que me alejes sólo para no preocuparme. No puedo prometerte que dejaré de sentirme responsable porque eso sería un descaro de mi parte. Pero puedo intentarlo. Y quiero estar junto a ti en momentos así, quiero que sepas que puedes apoyarte en mí si lo necesitas. Quiero que volvamos a ser hermanos.

En medio de sus palabras, Saga había bajado la vista hasta sus manos, un poco avergonzado por lo que acababa de decir, pero cuando la ultima frase abandonó sus labios, la levantó nuevamente hacia Kanon. Quien miraba pasmado como sus dedos jugueteaban con las astillas de la puerta, antes de que una sonrisa se apoderara de sus labios y sus ojos se suavizaran al voltearse hacia él.

- Tratare de hacerlo.

Saga pareció decepcionarse un poco con la respuesta y la sonrisa de Kanon se amplió al darle la espalda. A veces su hermano era tan fácil de descifrar. Un par de pasos en el pasillo y alzó la voz lo suficiente para que Saga lo escuchase.

- ¡Lo haré! Promesa.

Casi podía imaginar el brillo infantil que adornaría los ojos de su gemelo al oírlo reformular su respuesta. Ahora solo tenía que asegurarle a Milo que todo estaba bien y dentro de lo posible, hacerle una pequeña visita distractora a cierto santo deprimido. No se lo admitiría jamás a nadie, pero quizás y solo quizás, lo había extrañado un poco esos días. Pero sólo un poco.

TBC

- Cap. 3 - // - Cap. 5 -

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