A Reason To Live Capítulo 3

Feb 02, 2011 15:56



There will be no rest.

El dormir no fue fácil esa primera noche. Ni las que siguieron, a decir verdad.

Si de día era perseguido por sus recuerdos, de manera conciente pero sin real control sobre ellos, con imágenes que pasaban como en cámara lenta ante sus ojos; por las noches era atormentado con escenas que podrían haber sido posibles, de haber elegido virar a la derecha en vez de la izquierda en cierta ocasión o de haber saltado en vez de haberse detenido ante la duda en otra. Sus miedos y remordimientos se hacían más fuertes durante esos momentos, en los que irremediablemente caía vencido ante el agotamiento diario y su mente se sumergía en una oscuridad que más temprano que tarde, se llenaba de imágenes, algunas tan reales como su enfrentamiento con Hades; otras simples invenciones de su longevo cerebro. Batallas enteras se revivían en aquella oscuridad, cada paso lo acercaba al cuerpo inerte de algún compañero de armas o a los ojos carentes de vida de alguno de sus alumnos. Cada pesadilla quería hacerlo sentir culpable por cada día demás en los que su corazón había latido.

Permaneció un par de minutos más recostado, con los ojos abiertos de par en par, fijos en el techo de su habitación, intentando regular la agitada respiración producida por su última pesadilla. Sentía su cuerpo temblar casi imperceptiblemente al enfriarse el sudor contra su piel. Molesto, se incorporó y abandonó la calidez de su cama, con el cejo ligeramente fruncido. El reloj sobre la mesita de noche marcaba apenas veinte minutos pasada la medianoche; no llevaba ni dos horas de sueño. Suspiró quedamente antes de abandonar su cuarto.

Hace tres días que había sido revivido. Hace tres días no hacía más que preguntarse porqué había sido devuelto a la vida. Hace tres días había comenzado a hundirse en el sentimiento más desagradable que había tenido jamás, un sentimiento al cual no era capaz de dar nombre porque era la mezcla de muchos otros: rabia, resentimiento, tristeza, melancolía, culpa y, seguramente, varios más. No podía nombrar uno solo. Y pasaba de uno a otro con una facilidad que lo agotaba y no le brindaba momento de paz. Estaba atormentado, atrapado en un remolino de recuerdos y emociones del que no se veía capaz de salir. Y lo peor era que no tenía planes de intentarlo siquiera. Lo único que quería, se dijo, mientras sus pies descalzos recorrían el pasillo hacia la sala principal de su templo, era que todo terminara de una vez y pudiese descansar. Desde hace tres días, no había sido capaz de dormir más de dos horas sin que las pesadillas hiciesen su aparición. Había llegado al punto en que temía quedarse dormido porque estando despierto, de cierta forma era capaz de controlar en algún grado el curso de las imágenes que lo invadían. Dormido, sus peores miedos afloraban.

Desde hace tres días también, su humor normalmente afable se veía reemplazado por un enfado del que no quería hacer participe a nadie más. La privación de sueño lo tenía mal genio, al grado en que había literalmente echado a patadas a Shion de su templo, cuando la única intención de su eterno amigo era la de comprobar que no se había suicidado para entonces. Era poco probable que algo así ocurriera. Dohko sabía que no sería capaz de hacer algo como eso jamás. Nunca sería lo suficientemente cobarde, o valiente según se mire, para hacer algo así. Por otro lado, su orgullo tampoco se lo permitiría. Lo que quedaba de él al menos.

Se detuvo al llegar a la sala, mirando con desconfianza el televisor que allí se asentaba. Sería una buena forma de pasar las horas en vela, si al menos fuera capaz de hacerlo funcionar. Esas cosas tan tecnológicas no parecían llamar su atención como lo hacían entre los más jóvenes. Optó por salir del templo y sentarse en uno de los escalones de la entrada, apoyando la espalda contra uno de los pilares. Así había pasado prácticamente sus tres primeros días de vida; sentado a las afueras de su templo, tratando inútilmente de impedir que su mente se perdiese en recuerdos, intentando encontrar razones para estar allí. De vez en cuando, uno que otro dorado pasaba por ahí, los saludaba con una cordial inclinación de cabeza - evitando que sus ojos se topasen -, para después ignorarlos completamente, sumido en un silencio abatido. Agradecía que ninguno de ellos esperase más de su parte ni intentase entablar una amena conversación con él, de lo más normal.

Shion lo había intentado el primer día. Y luego lo regañó por la teatral salida de la noche anterior. Dohko lo había escuchado impasible, exasperando al siempre tan sosegado Patriarca, que terminó por perder la calma y exigirle casi a gritos que se comportara como un Santo. Eso fue suficiente para hacer hervir su sangre. Parsimoniosamente, le recriminó la facilidad con la aceptaba este nuevo vivir. Su amigo le recordó que si, él también estaba cansado; que si, él también había sufrido pero no, esa cantidad de años vividos no eran una tortura para él. Su raza de por si vivía el triple que un humano normal. Entonces, Dohko le respondió refregándose los ojos cansados, no entiendes como me siento. Shion intentó hacerlo reaccionar, usando la provocación como táctica, pero Dohko estaba acostumbrado a ello. Lo más controladamente que pudo, le pidió que se preocupara de sus asuntos y que le dejara lidiar con los suyos. Sólo.

Y Shion, inocentemente, trató otra vez de hacerlo entrar en razón.

- ¡Por todos los dioses! Solo lárgate - le gritó, hastiado, esa noche - ¡Déjame en paz un momento!

Los ojos de Shion se abrieron desmesuradamente como muestra de su asombro y su quijada se tensó, dolido. Dohko sabía lo profundo que calaban sus palabras en el lemuriano; supuso que sería una forma definitiva de alejarlo, al menos por un tiempo. Sin embargo, el silencio que los rodeó una vez que sus palabras dejaron de resonar en el templo, le hizo sentir incómodo. Y desagradablemente culpable. No estaba siendo justo y lo sabía. Pero para cuando quiso arrepentirse, Shion ya le daba la espalda y se alejaba, sin intenciones de dirigirle la palabra.

No se habían hablado desde entonces. No que Libra abandonara con mucha frecuencia su templo como para toparse con él, pero Shion, siempre fiel a su terquedad, bajaba hasta allí un par de veces al día. No lo miraba, no le hablaba. Simplemente se aseguraba de dejarle comida muy a la vista y se retiraba. Al menos eso hacia más fácil la tarea del chino de ignorar a todo el mundo.

Dohko inspiró con fuerza el aire nocturno y dirigió su mirada hacia donde debería encontrarse el templo del Patriarca. El cosmos de Shion le aseguraba que éste estaba despierto, aunque a duras penas. De seguro su alterado cosmos lo había inquietado. En contadas ocasiones, Dohko detestaba lo unido que estaban sus cosmos. Esta era una de ellas; que él no fuese capaz de conciliar el sueño no tendría porque ser una carga para el Patriarca también.

En ese momento, su instinto protector salió a relucir, muy en contra de sus intenciones. Paseó su mirada por el resto de las demás casas, estudiando el cosmos de cada uno de sus camaradas, para asegurarse de que descansaban. No se sorprendió demasiado al saberse equivocado, aunque hubieron detalles que si llamaron su atención.

Como que el relajado cosmos de Afrodita era acompañado por el agitado cosmos de Deathmask, allí en Piscis. Y que Acuario estaba vacío. En Capricornio, pudo percibir a Shura, seguramente removiéndose en sueños, dado que su cosmos pasaba de estados tranquilos a angustiados de un momento a otro. Las presencias en Sagitario no le sorprendieron en absoluto. Aioria obviamente se encontraba allí, durmiendo apaciblemente junto al tranquilo cosmos de su hermano. Sintió envidia por un momento, que rápidamente desapareció al poner su atención en el templo anterior al suyo. El cosmos de Milo se percibía claramente intranquilo, ansioso. Y junto a él, el cosmos de Camus se removía nervioso. Vino a su mente que quizás el santo de Escorpio sufría también pesadillas y al sentirlo tenso, Camus había abandonado su templo para acompañarlo. Si es que no se encontraba allí con anterioridad. Al menos Milo siempre tendría alguien que le cubriera las espaldas.

Se reprendió por haber alejado tan egoístamente a Shion. Claro que él también tenía quien le cubriera las espaldas e intentase levantarlo cada vez que caía, pero no quería arrastrar a su amigo a ese mar de emociones encontradas. Él parecía estar lidiando mucho mejor con la situación; Dohko no se sentía capaz de intervenir en eso.

En Virgo, Tauro y Aries, la calma era prácticamente palpable, los cosmos de sus ocupantes totalmente relajados, atrapados en un sueño tranquilo. En Géminis…Géminis era una cosa totalmente aparte. Saga estaba indiscutiblemente despierto, con su cosmos alterado e inquieto. Dohko podía imaginarlo paseándose como león enjaulado por su habitación. Y el cosmos de Kanon no se sentía por ninguna parte.

La primera idea que cruzó su mente fue que Kanon había decidido largarse sin decirle nada a nadie y eso, explicaría el estado de Saga y la ausencia de su cosmos. Pero desecho ese pensamiento con rapidez. Kanon era un experto ocultando su cosmos, más aún si habían trece más, catorce incluyendo a Athena, capaces de seguir cada uno de sus pasos a través de él. Y lo había visto bajar aquel día, unas cuantas horas antes de intentar dormir un poco, hablando animadamente con Saga y Mü.

Podía recordarlo con claridad porque el muchacho, en medio de una atolondrada explicación sobre vaya a saber uno que cosa, le había saludado con la mano sin dejar de hablarle a los otros dos caballeros. Dohko recordó también haberse sentido ligeramente descolocado por el fugaz hecho. Y porque si bien su silencio y su cejo fruncido eran suficientes para que los demás santos no pasasen por su templo más que lo estrictamente necesario, con el menor de los gemelos no parecía surtir efecto. Kanon había tomado por costumbre llegar hasta su templo con la excusa de que subía a visitar a Milo o a Camus o bien, que Athena lo había mandado a llamar. Durante los tres días que habían pasado, se quedaba un par de minutos allí, retrasando su ascenso, preguntándole que hacia, o que estaba pensando, a sabiendas de que Dohko intentaba ignorarlo. Cuando no obtenía respuestas, se despedía como si hubiesen tenido una agradable charla y seguía su camino. Durante aquellos tres días también, regresaba varias horas después, con destino a Géminis. Sin embargo, volvía a retrasar su descenso, aunque ahora por varios minutos más. El tercer día, poco después del mediodía, Kanon venía desde Escorpio con unas naranjas en las manos. Sin pedir autorización, se sentó junto a él, en los primeros peldaños de la escalinata. Prefirió ignorarlo nuevamente.

Kanon comía una de las frutas en silencio. Minutos después comenzaba a hablar. De cualquier cosa. Dohko se había visto tentado a rodar los ojos varias veces pero eso sólo le indicaría al gemelo que lo estaba escuchando, lo cual únicamente podría incentivar la cháchara del peliazul. Inconscientemente, el chino terminó por arrebatarle la otra naranja y comenzó a comérsela, mientras Kanon la exigía de vuelta con un puchero en los labios.

- Llevas hablando casi una hora sin parar - le reprochó ese día, con un gajo de naranja entre los dientes - Lo mínimo que puedes hacer es darme la naranja sin quejarte.

Kanon se quedó callado un segundo o dos y luego sonrió, se puso de pie y sin palabra de por medio, retomó su camino a Géminis, dejándolo congelado en el lugar. Por primera vez, pensó en un parpadeo, no tenía intenciones de echarlo.

No podía evitar sentirse confuso al recordar tales hechos. Sabía, aunque se lo negaba constantemente, que la insistencia del geminiano traía consigo cierto aire fresco con cada una de sus visitas. Seguramente se debía a la superficialidad de sus monólogos, siempre burlándose de cada cosa que había visto esos días.

Ahogó un bostezó con la mano. De seguro, no había nada porque preocuparse. Todos parecían estar lidiando bastante bien con la realidad. Todos menos él. Sonrío apesadumbrado mientras se colocaba de pie. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo, el aire habiéndose enfriado un poco más que momentos antes. A pesar de que trataba de ignorar a los demás caballeros, con sus sonrisas y gestos de aquí todo esta bien, no hay de que preocuparse, siempre terminaba volviendo sobre sus pasos y estudiando de vez en cuando algún cambio en sus cosmos. Se sentía en la obligación de hacerlo. Sobre todo en noches como aquella, donde no podía dormir más que un par de horas. Se estiró desperezándose y levantó lo vista, dándole una última mirada al cielo estrellado antes de voltear y adentrarse nuevamente al templo. No parecía buena idea pero se le hacía necesario intentar obtener un par más de horas de descanso. A pesar de que a la jornada siguiente volviese a hacer absolutamente nada, salvo encerrarse en si mismo un día más.

*****

Camus no sabía muy bien cómo enfrentar situaciones como aquella. Se había despertado en medio de la noche porque Milo se sentía extremadamente intranquilo un par de casas más abajo. Cuando los últimos rastros de adormecimiento abandonaron su cerebro, recordó que la mañana siguiente a su renacimiento, el santo de Escorpio lo esperaba en la cocina, con dos jarrones de café negro y luciendo ojos enrojecidos y ojeras marcadas bajo ellos.

‘Pesadillas’, fue toda la explicación que Milo le había dado esa mañana y le tomó un día más lograr que le dijera de que se trataban.

Entonces, se levantó de un salto, repentinamente muy despierto y se apresuró en llegar a la octava casa. Lo encontró hecho un ovillo en su cama, sollozando como nadie podría imaginarse jamás al santo dorado de Escorpio. Camus sintió que se le aguaban los ojos ante aquella imagen. Ya habían pasado por algo parecido, un par de años antes cuando Milo fue obligado a formar parte de los asesinos del Santuario. La primera vez que había vuelto de una de esas misiones. Y ahora estaban viviendo todo eso otra vez, como si se tratara de una cruel broma.

En esos momentos, se recostaba contra el respaldo de la cama de Milo, con la nariz de éste enterrada contra su estomago y con sus dedos jugueteando delicadamente con los mechones del cabello azulado del otro santo. Una sonrisa triste surcó sus labios al recordar como Milo había intentado recogerse aún más sobre si mismo el momento en que sintió la cama hundirse a su lado. El griego detestaba que lo viese así. Camus mismo odiaba verlo así.

Milo dejó escapar un suspiro tembloroso y movió una de sus manos para enredarla en el cabello del francés, mientras con la otra dibujaba patrones inexistentes contra su abdomen. La sonrisa de Camus pasó a ser una más enternecida. Milo se veía tan joven, tan inocente haciendo eso. De seguro ni siquiera se había percatado. Un susurro lo sacó del embelesamiento con que miraba los dedos de Escorpio rozando su piel.

- Lo siento. Por haberte despertado.

- No tienes que hacerlo - negó Camus, reacomodándose para acostarse de frente a Milo - De todos modos, no eres el único con el cosmos desordenado. Me topé con Deathmask cuando venía para acá. No se veía nada de bien.

Milo suspiró y rodeó la cintura de Camus con un brazo. El francés le besó tiernamente los labios y le reacomodó el flequillo, sonriéndole después, para transmitirle algo de tranquilidad. Con Milo era con el único que se permitía espontáneamente esas acciones.

- Si te digo la verdad… - habló Milo otra vez con gesto pensativo - …No me preocupa Deathmask. Ni Afrodita, de hecho. Ni siquiera yo mismo - Camus veía esos gruesos labios curvarse en una sonrisa encantadora antes de que el muchacho la escondiera contra su cuello - Me tomará un par de días…pero se me pasará. Estoy seguro.

- ¿Qué es lo que te preocupa entonces? - preguntó Camus entrecerrando los ojos, tratando de adivinar los pensamientos del griego.

- Dohko. No lo he visto desde el incidente en el templo de Athena y entonces ya me preocupaba. Y puedes sentirlo. Es bastante fácil notar lo raro que está, lo frustrado que se siente. Sabe controlar muy bien su cosmos, pero no puede ocultarlo. O no quiere, lo que me preocupa aún más.

Camus reflexionó por un momento en las palabras de Milo, mientras éste se alejaba un poco de él para enjugarse las lágrimas. Personalmente, la actitud de Dohko lo descolocaba sobre manera. También le preocupaba, pero por sobre todo, le hacía sentir inseguro. Si el anciano maestro de Libra, tan sabio y capaz, no lograba adecuarse a esa nueva vida, a esa nueva oportunidad ¿cómo podían ellos mismos hacerlo? ¿Cómo sentirse tranquilos y a gusto si el más equilibrado entre los dorados se encontraba, irónicamente, en ese estado de desbalance?

- Y Kanon. También me preocupa Kanon. Y quizás hasta un poco más que Dohko - la voz de Milo nuevamente lo arrancó de su ensimismamiento. Tenía el cejo fruncido y sus ojos no parecían mirar nada en concreto - Búscalo, ¿puedes sentirlo?

- No - contestó abriendo los ojos, extrañado. Milo debe haber estado rastreándolo desde el comienzo. El gemelo se había transformado en un sorpresivo amigo para ambos y Milo parecía tenerle un cariño especial. Será el retorcido sentido del humor, pensó Camus - ¿Crees que se haya ido del Santuario?

Milo negó con la cabeza.

- No, creo que se está escondiendo. O escondió su cosmos para esconder otra cosa. Saga esta demasiado nervioso, ¿lo sientes? - preguntó Milo y el francés asintió con la cabeza - Y me parece que algo le preocupa. A Saga. No sé. Kanon se ve muy bien. Quiero decir, hasta lo he visto conversando a ratos con los demás caballeros. Y ha entrenando con Aioria. ¡Con Aioria, por Athena! ¿Qué crees que tiene tan nervioso a Saga?

- Creo que Kanon está tramando algo - respondió seriamente y Milo lo miró con una ceja levantada, interrogante - ¡Vamos! ¿En serio no crees sospechoso que Kanon se pasee tanto entre Géminis y tú templo o mi templo? ¿Y que curiosamente se detenga más en Libra que en cualquier otro lugar, sobre todo cuando Dohko es el conversador menos probable entre todos los caballeros que están entre medio?

Camus sonrío divertido al ver la mirada pasmada de Milo. En realidad, no creía que ambas cosas estuviesen relacionadas de manera alguna, pero le había parecido divertido plantearle esa interrogante al de ojos turquesa. Quien en esos momentos torcía la boca en una sonrisa.

- Creo que la falta de sueño te pone algo tonto - murmuró Milo, dejando escapar un pequeño quejido cuando Camus le enterró los dedos en las costillas - ¿Saga nervioso porque Kanon planea algo, cualquier cosa, con Dohko? Créeme que aunque Dohko estuviese en su peor momento de equilibrio emocional, no toleraría la compañía de Kanon por más de dos minutos. Para nada. Dohko lo trataba como al crío más desordenado de la clase y Kanon hacia esfuerzos desmesurados para sacarlo de quicio cada cinco segundos, antes de la guerra contra Hades…

Milo guardó silencio de golpe. Camus había estado muerto en ese tiempo. Para variar, pensaba con sarcasmo el francés. Al de Escorpio le dolía recordar aquellos momentos. Cualquier referencia siempre le hacia cerrar la boca como por arte de magia.
El francés suspiró y colocándole una mano en la nuca, lo atrajo contra su pecho; besándole, de paso, la cabeza.

- Será mejor que tratemos de dormir - susurró contra cabellos azulados, cerrando los ojos y rogándole a cualquier dios que quisiera atender su suplica, que Milo se quedará dormido rápidamente. No quería que notara las lágrimas que de seguro pronto correrían por sus mejillas si él mismo no se dormía de una vez.

*****

Saga se sentía consternado, por lo menos.

E inútil, si le preguntaban.

Un poco engañado, si lo apuraban más.

Había creído que estaban bien. Que Kanon estaba bien. Que él estaba bien. Se sentía tan iluso en esos momentos. Y tan frustrado por sentirse atado de manos. Ver a su hermano en ese estado le recordaba que éste, una vez más, no hacía más que aparentar.

Se sentía un poco enojado también, ahora que lo analizaba desde ese punto de vista.

Si esa noche no se hubiese despertado sin querer a eso de la medianoche, jamás lo hubiese adivinado. Kanon controlaba demasiado bien su cosmos para su gusto. Porque no había sentido nada extraño en él. Si no hubiese ido a la cocina, en busca de un vaso de agua, jamás habría sentido los lloriqueos que salían del cuarto de su gemelo, a través de la puerta entreabierta.

Con sumo cuidado, para pasar desapercibido, había abierto la puerta y la visión lo dejó congelado en el lugar. Sólo podía ver el enmarañado y rebelde cabello de su hermano al otro lado de la cama, su gemelo sentado en el suelo y apoyando la espalda contra la cómoda. Seguramente escondía la cabeza entre las rodillas y se abrazaba las piernas con los brazos. Las sacudidas de sus hombros le indicaban los sollozos. Pudo claramente rememorar situaciones similares, con ambos siendo niños.

Una sombra cruzó su rostro, a sabiendas de que la causa de su llanto no eran las mismas tonterías que lo habían producido en su niñez. Había pretendido acercarse e intentar reconfortarlo, pero un paso y Kanon le había gruñido que no se acercara. Saga había cambiado el peso de pie un par de veces y dudoso, le había preguntado si quería que se marchara.

Kanon sacudió la cabeza negativamente y apenas susurró Sólo…no te acerques, antes de abrazarse las piernas con más fuerza. El mayor sintió algo romperse en su interior y creyó que todas las fuerzas le abandonaban. Kanon se veía tan frágil que las piernas le reclamaban acercarse y las manos le picaban con ganas de abrazarlo. Pero no se atrevió.

Ahora se recargaba con un hombro contra el marco de la puerta, apoyando también la cabeza contra la madera, sus ojos fijos en la figura temblorosa de su hermano. Incapaz de hacer nada por él. Suspiró pesadamente y empuñó las manos.

Kanon a ratos parecía ser recorrido por uno que otro escalofrío. Su cuerpo sacudiéndose con un poco más de fuerza. Sus respiraciones se volvían metódicamente más acompasadas, regulándose concientemente. Saga le había enseñado a hacerlo, hace muchos años, la primera vez que necesitó calmarlo de verdad. Al parecer, Kanon lo había transformado en un ritual para situaciones similares. El mayor sintió que le ardían los ojos y abrió los labios en un mudo gemido, intentando tragar saliva a pesar del nudo en su garganta. No pudo soportarlo más.

Ignorando cualquier sonido que alcanzara sus oídos, se dio media vuelta y se alejó, buscando la seguridad de su cuarto para refregarse los ojos. Dudaba que Kanon lo fuese a echar de menos en un momento como ese.

TBC

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