Desprendeos de la bruma del sueño, del humo de los petardos, de la embriaguez del alcohol... Mirad a vuestro alrededor. ¿Veis algo nuevo? No es tangible, pero está ahi. Y hay 46 millones iguales, teneis que verlo. Llamadle ilusión, llamadle esperanza, llamadle fe... seguirá ahi, lo llameis como lo llameis.
La Selección Española es finalista de una Copa del Mundo de fútbol. Creeroslo, porque es cierto.
No pretendo hacer el enésimo análisis deportivo de la jornada. ¿Para qué? España ganó jugando como mejor sabe jugar. Distintos jugadores, estilos, clubes y un sólo objetivo. O mejor dicho, dos: ganar y asombrar. España se ha ganado su pase a la final de un Mundial que unos recordarán por los fiascos y otros por el cambio generacional, a pulso: siendo capaz, en la mejor y en la peor versión de si misma, de ganar y, lo que es más importante, de HACERNOS CREER.
Y es que aún falta un partido, nunca se sabe. La suerte, el destino, el azar... "Si no es ahora, no será nunca", dicen algunos. No lo creo. España puso la primera piedra de este castillo (que un día fue en el aire) en la Eurocopa. Y ahora sigue amurallandose, frente a críticas y mamarrachadas, haciendo lo que mejor sabe hacer (los fútbolistas, los deportistas, el país): cerrar la boca con hechos.
Perdimos un partido y la gente se bajó del carro. Somos pesimistas por ley y naturaleza, no nos podemos juzgar. Nos da miedo creer.
Pero seguimos adelante. Partido a partido, metro a metro, gol a gol. Tocamos techo y, cuando llegamos, hicimos un agujero y seguimos ascendiendo hasta nuestro cielo particular.
Nos vimos en semifinales y muchos no lo creíamos. Creiamos que ya habíamos hecho bastante. ¿España en las semifinales de un Mundial? Que nos preguntasen hace dos años, nadie lo habría creido. Y sin embargo, ahi estabamos. Jugando contra la que, probablemente, haya sido la mejor selección del Mundial, la que ha vapuleado mitos, un ejemplo de como puede mejorarse con trabajo y esfuerzo.
Alemania salió a vengar y España, a hacer su trabajo. A seguir haciendo historia. Y lo consiguió.
Puyol, jugador mítico donde los haya, marcó ese gol de cabeza, pero sería injusto atribuir a uno solo el regalo de nuestro orgullo. Estamos ahi gracias a todos y cada uno de esos 23 tíos. Gracias a los goles de Villa, los pases de Xabi, las paradas de Casillas, las intervenciones de Piqué. Gracias a Busquets, Iniesta, Pedro, Llorente, Cesc, Ramos, Xavi e incluso Torres. Gracias a cada uno de los suplentes que han sabido mantener el tipo sean cuales sean las circunstancias.
Siempre dije que lo que hace el deporte en la ilusión de la gente es maravilloso. Muchos consideran injusto que sean los fútbolistas, tenistas... los nuevos 'heroes' de la sociedad. Yo lo veo lógico, lo veo bien. Y es que pocas cosas consiguen en el espíritu de la gente lo que logra el deporte.
Unión, fuerza, esperanza, ilusión. Pocas veces se consigue, muy pocas. Y las que se logra, debe agradecerse.
El fútbol siempre ha sido nuestro talón de Aquiles, ese dulce que masticabamos y nos sabía amargo, aunque siempre fue el que más deseamos probar. Ahora que ya lo tenemos todo (tenis, baloncesto, motociclismo, formula 1... TODO), estamos cerca de conseguir el trofeo más deseado; más deseado por imposible. Una Copa del Mundo.
El Domingo se verá. Sigo pensando que si 46 millones de mentes, 46 millones de ilusiones se concentran en un mismo objetivo, todo es posible. Que esos 23 jugadores, esos 23 guerreros, lo harán posible.
Mientras tanto, lo que YA han conseguido es inabordable.
Hacernos creer que vivimos un sueño. En estos días, es un logro honorable.
Pase lo que pase el Domingo, recordemos este momento. Justo ahora, entre la bruma del sueño, entre las luces tibias del amanecer, antes de despertar y volver al mundo real.
Recordad este sentimiento. Y luego, repetid conmigo. Pase lo que pase, y ahora más que nunca, España siempre.