¡El regreso!

Dec 09, 2004 16:00

En mis largos meses de voluntario retiro espiritual leí y releí consignas para comprender la escalofriante realidad journalera. ¡Diantres!, qué duda cabe de que se trata de un reflejo fidedigno del entorno que nos rodea y oprime día a día, mes a mes, año a año... Caí sumido en una honda depresión al no sentirme capaz de asumir el aplastante peso del deber divino que se me encomendó. Allá donde fuese el Enemigo, en forma intangible de indecencia y tosquedad, se me aparecía provocador, burlándose y gesticulando pavorosamente conocedor de su cercana victoria.

Lo reconozco; abusé de las bebidas mal llamadas "espirituosas". Deambulé bamboleante de taberna en taberna apenas farfullando frases inconexas acerca de la gloria que un día ostenté, de mi deber divino, de las consabidas reprimendas con que obsequié a numerosos malandrines merecedores de La marca flamígera. Las carcajadas gorgoteantes y las expresiones de idiocia supina eran la reacción más habitual a mis emocionantes relatos de suparación y justicia. Pero también observé, en las escasas rendijas perceptibles entre los neblinosos vapores del alcohol, rostros suplicantes, miradas anhelantes y negaciones de cabeza desesperanzadas y torvas.

¡El Journalero ha de regresar!, me dije, exclamación a la que se sumó mi fiel yegua Ignominiosa resoplando como suele cuando anhela acción y justicia. Al mismo tiempo Argucia brilló insistentemente en su maltrecha funda de cuero. ¡Preparáos para una nueva etapa de terror, vosotros, los tuercebotas y abrazafarolas! ¡Volved creer en algo, mentes puras y lúcidas, compañeros y compañeras de El Journalero! ¡Arre, Ignominiosa, arre! En todo este tiempo el mal ha ganado terreno y queda demasiado trabajo por hacer...

"El acto surrealista más simple consiste en salir a la calle con un revólver en cada mano y, a ciegas, disparar cuanto se pueda contra la multitud. Quien nunca en la vida haya sentido ganas de acabar de este modo con el principio de degradación y embrutecimiento existente hoy en día, pertenece claramente a esa multitud y tiene la panza a la altura del disparo."

André Bretón.
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