Orange is the new black, cuestión de ritmo y de equilibrio. Y personajes.

Sep 21, 2013 19:06





Orange is the new black nos presenta las vicisitudes de Piper - blanca-anglosajona-protestante, bastante pija y prometida de un periodista judío- cuando tiene que ingresar en prisión por un delito que cometió diez años atrás, en su época juvenil y salvaje (moderadamente salvaje) de amante de una narcotraficante. Piper tiene que adaptarse rápidamente al nuevo ecosistema de la cárcel, donde digamos que no encaja demasiado su condición de niña bien, universitaria de vida encarrilada y a punto de convertirse en empresaria. Los primeros días son un infierno y parece condenada a la marginación y el acoso, tanto por parte de las demás internas, como por los tampoco muy ejemplares guardianes, pero capítulo a capítulo, Piper irá encontrando su lugar y descubriendo un mundo muy distinto del que ha dejado atrás. Al principio, la cárcel parece terrible, pero conforme avanza la serie y conocemos más este microcosmos aislado del exterior, aprendemos, junto con Piper, a valorar sus códigos de conducta y sus personajes luchadores.

Orange is the new black es una dramedia, género que en principio me provoca urticaria, pero tengo que decir que Orange is the new black es una dramedia muy bien hecha. O sea, es una serie con el equilibrio exacto para que el género adquiera sentido: cuando los momentos amables o incluso cómicos encajan y no desvirtúan los dramáticos, sino que los realzan. Hay que reconocer que es necesario un gran talento para conseguir ese milagro. O sea, que esto del equilibrio viene a ser dar una vuelta de campana y caer de pie. Traducido, que en la serie se pasa del negro al blanco y, aunque parezca imposible, sigue resultando coherente.

Su segundo mérito (igual es otra faceta del anterior) es el sorprendente pulso para ir ahondando en la historia y en los personajes, sin estridencias pero con indudable efectividad. Cuestión de timing, ritmo, o como queramos llamarlo, el caso es que yo tuve la impresión de que poco a me encontraba con otra cosa distinta de la que parecía en sus orígenes. El drama carcelario adobado con porno lésbico de pronto era algo mucho más entrañable. Igual que sus personajes, un descubrimiento tras otro, pero siempre a lo largo del tiempo, sin prisa, sin más alharacas que rascar en la superficie engañosa de esos seres endurecidos. Y debo decir que no solo la sorpresa, sino la forma de hacerlo, revelándome paulatinamente aspectos que ni imaginaba, me gustó mucho.

Finalmente, hay que resaltar la coralidad de la serie, que cuenta no solo con muchos personajes, sino con personajes con muchas capas y sorpresas. El listado sería muy largo: Red, la rusa que reina en el centro de poder -la cocina- y que, pese a su dura coraza, es una verdadera madre protectora del resto de internas; Miss Claudette, inofensiva ancianita... y asesina; la peligrosa Tiffany “Pennsatucky”, que está como una regadera; Crazy Eyes, otra que hace honor a su nombre; las explosivas hispanas, enredadas en sus líos familiares y amorosos; las negras, imponiendo su ley a base de ritmo y vitalismo; las jovencitas amantes, la monja, la peluquera transexual... Todas ellas, con su drama y su pasado. A través de breves flashbacks, atisbamos un puñado de momentos trascendentales de esas vidas que nos componen el cuadro completo, a veces muy distinto al que habíamos imaginado en una primera impresión. Y vuelvo a insistir en esa increíble capacidad de giro que hace que nada sea en realidad lo que vimos la primera vez. O al menos no solo eso. Vamos, que el anterior post iba sobre lo odioso que era George “Pornstache” Mendez y a estas alturas, casi ha acabado resultándome entrañable el pobre. Además, y para acabar, recalcar que esta riqueza de personajes está encarnada por unos actores y actrices muy poco convencionales que logran interpretaciones sobresalientes. No sé si todos son profesionales. Desde luego, no lo parecen. Chapeau para ellos.

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