La noche previa al alba - Capítulo 1

Oct 30, 2015 23:43


No permito que mis fanfics sean publicados en ninguna otra página, así que por favor no los utilices ni los adaptes.

Joonmyun regresó a su hogar luego de trabajar y fue recibido por el silencio. Nadie que lo saludara, que le preguntara cómo le fue, que estuviera en la cocina preparando algo cuyo aroma inundase la sala de estar. Pero él era feliz así, era la vida que había escogido llevar. La lámpara prendió con un suave clic y la sala quedó teñida de una luz anaranjada que se fue volviendo cada vez más amarillenta. Puso a hervir agua y se cambió la ropa por algo de entrecasa; sus pisadas y el silbido del vapor eran lo único que rompía el silencio aquella noche. Cenó jajangmyeon viendo una serie nueva en la televisión, una de época sobre detectives y asesinatos y una protagonista femenina hermosa. Era más de lo mismo y terminó aburriéndole a la media hora. Apagó la televisión y arrastró los pies hasta el dormitorio, demasiado cansado como para tener ganas de hacer nada más. Al día siguiente despertó, se bañó, desayunó y regresó al trabajo.

Así era como Kim Joonmyun pasaba los días: llenos de monotonía y metido en la rutina. Pero no le disgustaba; de hecho, él prefería las cosas así. Tener una rutina le daba seguridad, le hacía sentir que tenía un control total sobre su vida.

Su trabajo era simple: se quedaba metido en un cubículo de oficina cinco horas seguidas, tenía una breve pausa para almorzar y luego trabajaba cinco horas más. A veces atendía el teléfono y respondía dudas de clientes, soportaba sus gritos y trataba de no contestarles de mala manera, aun cuando por la rabia las manos se le empezaban a agitar. La mayor parte del tiempo, sin embargo, mantenía la vista fija en su monitor, revisando cifras en un archivo de Excel y corroborando que todos los datos estuvieran bien; imprimiendo informes sobre los gastos y las deudas de la compañía; triturando recibos viejos y comprando talonarios nuevos por internet. La gente del área de contabilidad ganaba bastante bien y él, con las horas extras que hacía a diario, contaba con un buen sueldo a fin de mes que le aseguraba poder llevar una vida dándose los lujos que quisiera.

Pero él no los quería. El dinero extra lo tenía en una caja de ahorro. Escogió llevar una vida modesta, sin mucha ostentación ni gastos superfluos. Sólo las cosas necesarias, y cada tanto, cuando era sábado a la madrugada y estaba jugando al Diablo III con Sehun y se le antojaba un helado, pedía a domicilio. Melón y cheesecake, siempre la misma combinación. Era la que le gustaba y no quería otra cosa.

Era la vida que había escogido llevar. La que le hacía sentir que estaba totalmente conforme, que no necesitaba nada más. Trataba de engañarse a sí mismo y hacerse creer que el hueco que sentía en su pecho no existía. Que aquella presión interna -que parecía estrujarle el corazón cada vez que veía parejas caminando de la mano por la calle o a dos ancianos sentados en una banca en la plaza- era producto de su imaginación, que en realidad él se encontraba perfecto. Bien. Pero fracasaba en el intento, y lo sabía.

Un viernes, se cansó. Llegó a su casa, recibido por la negrura de siempre, y decidió que era el momento de dejar atrás la soledad. Al día siguiente, casi a primera hora y después de desayunar, salió a trotar. Como no tenía trabajo los fines de semana, se mantenía ocupado con otros hobbies. Los sábados por la mañana salía a correr, para mantenerse en buen estado de salud. A la tarde tenía clase de inglés, para ejercitar la mente y la memoria. Los domingos no hacía nada: era cuando más tiempo tenía para pensar y cuando la soledad más se hacía notar, sobre todo si el día estaba lluvioso.

Dobló en una esquina prevista y divisó a lo lejos su lugar de destino: el centro de adopción animal. Una edificación de ladrillo con columnas blancas, de aspecto hogareño por fuera pero no tanto por dentro. Pisos de cerámico amarillo y el zumbido de las luces fluorescentes. Perros y gatos en jaulas, que lo miraban con ojos expectantes, como pidiéndole que los llevara a todos.

Empezó a sentir mucha pena por los animales encerrados y llegó un momento en el que creyó que no podía soportar más verlos así. Dio media vuelta y se dispuso a salir, cuando de pronto oyó una voz.

-Señor, bienvenido. ¿Busca adoptar una mascota?

Joonmyun se giró y miró a quien le acababa de hablar: era un muchacho joven, de cabello castaño y facciones delicadas. Había algo familiar en su voz que no logró identificar, y le trajo a la mente el vago recuerdo de un pupitre junto a una puerta. Le extrañó no haberlo visto al entrar.

-Qué pregunta boba, por supuesto que viene para eso; si no, no hubiera entrado -agregó el dependiente en voz más baja, casi como hablando consigo mismo-. ¿En qué le puedo ayudar?

-Buscaba adoptar un perro -respondió Joonmyun. El otro asintió y lo miró, a la espera de que le diera más detalles-. Eh, no muy grande porque vivo en un apartamento, y si puede ser que no pierda demasiado pelo.

-Se me ocurren un par de candidatos.

En una jaula al fondo de un corredor angosto había cuatro cachorros durmiendo, cada uno en una cama circular de distintos colores. Uno de ellos, un perro de pelaje negro, se despertó y lo miró desde la cama, panza arriba.

-Esa es Bona -explicó el hombre-, es relativamente nueva aquí.

-Es una perra salchicha, ¿no? -le preguntó Joonmyun, que conocía como dos razas de perro y eso era todo. El otro soltó una risita.

-Siempre me causó gracia esa forma de llamarlos. Sí, es un perro salchicha, aunque se ahorra tiempo si simplemente le dice «teckel».

-Teckel -repitió él.

-Esa blanca es Mumu, aquella marrón es Sol y este de acá es Sam. Los cuatro llegaron el mismo día, hace un par de meses.

Los perritos fueron despertando debido al sonido de sus voces, y al escuchar sus respectivos nombres fueron alzando las orejas. Se quedaron viéndolos desde las camas. Joonmyun quería interactuar con ellos más de cerca, y se preguntó si el empleado le permitiría ingresar unos minutos a la jaula.

-¿Puedo meterme con ellos un momento, eh…?

-Baekhyun.

-Baekhyun. ¿Está permitido?

-Claro -respondió él, con un asentimiento enérgico-. Sólo intente no acercarse demasiado a sus platos de comida porque pueden ser bastante posesivos. Los perros, no los platos.

La puerta de la jaula se abrió con un chirrido y Joonmyun pasó, y de inmediato los cachorros se pusieron de pie, meneando las colas. Lo miraron con aprensión, y él extendió una mano y dejó que fueran a olérsela. Finalmente parecieron decidir que era inofensivo, así que se le acercaron más y Joonmyun pudo acariciarles los lomos sin temor a que le arrancaran un dedo.

-¡Les agrada! -comentó Baekhyun desde el otro lado del enrejado metálico.

Bona volvió a echarse boca arriba y miró a Joonmyun durante unos segundos, hasta que él comprendió lo que quería. Le frotó la panza y observó cómo movía una pata con alegría, al ritmo de sus caricias. Era adorable, y a pesar de que los otros tres cachorros eran igual de entusiastas y cariñosos, no pudo resistirse a la mirada que le daba Bona. Terminó llevándosela a ella, junto con su cama y su plato de comida. Le prometió a Baekhyun que regresaría para adoptar a los demás en cuanto se mudara a una casa con patio trasero. De regreso en la sala de entrada, completó un par de formularios y le estrechó la mano a Baekhyun, quien le agradeció profundamente su gesto de darle una mejor vida a uno de los animales. Joonmyun se fue del local con una sensación cálida dentro del pecho, y en sus brazos una caja sin tapa donde iba Bona. Media hora más tarde, ya estaba de vuelta en casa.

Bona anduvo por el lugar oliendo (casi literalmente) todo, y Joonmyun la dejó hacer lo suyo y fue hasta la cocina. No tenía nada que darle de comer al animal, así que decidió volver a salir para comprarle una correa y alimento. No sabía si llevar a Bona con él porque temía que fuese a escapar, pero tampoco le agradaba la idea de dejarla sola en casa, por diversos motivos. Más que nada por la sanidad de sus muebles y pantuflas.

-Enseguida vuelvo -le dijo a Bona, usando un tono de voz ridículo-, voy a comprarte unas cosas y no demoraré mucho. Pórtate bien mientras no estoy, ¿sí? No sé para qué te hablo si de todas maneras no me entiendes.

La perra lo observó sentada en la alfombra y ladeó la cabeza. Joonmyun suspiró, tomó sus llaves y abandonó el lugar. Se quedó un par de segundos con la oreja pegada a la puerta, para escuchar si su nueva mascota empezaba a llorar o algo, pero transcurridos varios segundos, y en vista de que Bona parecía no tener problemas con quedarse sola, continuó su marcha. El sol pegaba fuerte ese día, y tras un par de minutos caminando tenía la frente perlada de sudor.

En la veterinaria adquirió una bolsa gigante de alimento premium y un bonito collar rosado con un huesito de metal enganchado en la parte de abajo. A duras penas consiguió llegar a su apartamento, y no había tenido en cuenta que el ascensor no funcionaba porque estaba en reparación. Tuvo que subir cinco pisos por escalera, cargando una bolsa de veinte kilos («+ 3 de regalo!!!») y con todo el cuerpo transpirado por el esfuerzo y el calor. Maldijo mentalmente al vecino idiota que había averiado el elevador esa mañana tras intentar meter un sillón. Encajó la llave en la cerradura con manos temblorosas y ahí estaba Bona, sentada casi en el mismo lugar donde quedó cuando él se fue, viéndolo con sus ojos grandes de cachorro. Joonmyun le agitó el collar delante del hocico para mostrárselo, y ella movió la cola y lo observó, curiosa, seguramente pensando que sería algún juguete.

-¡Mira lo que te compré! Ahora podremos ir a pasear adonde tengas ganas.

Se aproximó a su mascota y le colocó el collar. Le quedaba muy bonito, aunque el hueso de metal de adelante no decía nada y había que llevarlo a grabar. Joonmyun pensó que, ya que estaba todo sudado, bien podría sacarla a pasear un rato, transpirar un poco más, y luego volver a casa y bañarse.

Bona era bastante tranquila, afortunadamente. Había oído historias durante su vida de gente que llevaba una mascota nueva a su casa y terminaban orinando por doquier, ladrando a todas horas o peleándose con cualquier animal que se les cruzara por delante. Pero no su perra, ella andaba con calma y olfateaba cada árbol y cada poste de luz, y de vez en cuando miraba hacia atrás, como para asegurarse de que Joonmyun siguiera allí con ella.

Caminaron unos dos kilómetros bajo el sol del mediodía y terminaron ambos jadeando por el cansancio, aunque Joonmyun sin sacar la lengua.

-¿Qué dices si volvemos?

Bona le respondió con un ladrido. Cuando regresaron, Joonmyun se preparó un poco de arroz con vegetales, llenó de alimento el plato de Bona y entonces se dio cuenta de que le faltaba un segundo plato para el agua. Lo anotó mentalmente y decidió que iría a comprarlo mañana; mientras tanto, tendría que conformarse con un cuenco de cerámico. Dudaba que a la perra le fuera a importar de dónde tomaba el agua.

A eso de las seis de la tarde llegó Eric, su profesor particular de inglés. Era un muchacho apenas más alto que él y muy hablador y bromista, que se había mudado desde Estados Unidos por motivos de trabajo. A Joonmyun le agradaba porque era simpático y paciente a la hora de enseñar. Muy de vez en cuando iban al noraebang. Eric lo había escuchado cantar una vez y le había ofrecido ir, y desde entonces iban juntos al karaoke cada dos o tres meses. Joonmyun prefería usar la Wii para esas cosas y así ahorrarse tener que salir de casa más de lo necesario, pero su profesor sostenía que aquello no era divertido, y que Seúl por la noche era algo que no podía no experimentar. Entonces Joonmyun accedía a ir a regañadientes y terminaba pasándola bien.

-Veo que tienes una nueva amiga -comentó Eric tras sentarse en el sofá y sentir a Bona oliéndole los tobillos.

-Sí, la he adoptado hoy. No te preocupes porque dudo que te muerda, es muy tranquila.

Eric rió y le acarició la cabeza al animal. Luego procedió a contarle la historia de Toby, el perro que tuvo de niño, y todas las aventuras que vivieron. Para cuando el sol se estaba terminando de poner y finalizaron su clase sobre la voz pasiva, Bona se había dormido debajo de la mesita.



A la mañana siguiente, Joonmyun tomó una ducha y se encontró con que Bona había orinado junto al retrete.

-¿¿Qué has hecho, Bona?? ¿Por qué measte adentro de la casa?

La perra lo observó con ojos de carnero degollado, moviendo frenéticamente la cola. Joonmyun puso los brazos en jarra y la miró con toda la severidad que fue capaz de transmitir, que seguramente no habrá sido mucha, porque Bona fue hasta él y le apoyó sobre los muslos sus patas delanteras.

-Bueno, al menos orinaste en el baño. ¡Pero igual no se hace! -exclamó, señalándola con un dedo y moviéndolo al ritmo de sus palabras-. ¡No! ¡No! Está mal.

Estaba acabando de limpiar y desinfectar el piso cuando sonó el timbre. Espió por el visor del portero eléctrico y vio que era Baekyeol, el empleado del centro de adopción. Dos minutos después, sus pisadas reverberaban en los pasillos desiertos del edificio mientras subían hasta el apartamento.

-Perdona que te haga ir por la escalera, pero se ha roto el elevador.

-Descuide, me viene bien ejercitarme -dijo Baekyeol con una risita, como si nunca en la vida hubiera pisado un gimnasio y tuviera treinta kilos de más.

-Cuéntame cómo es esto de las visitas semanales, Baekyeol…

-Baekhyun.

-Oh, ¡disculpa! Soy pésimo para recordar los nombres. En fin, cuéntame, Baekhyun. Y no me trates de usted, por favor.

Resultó que había ido hasta su apartamento sin avisar porque en el centro de adopción tenían una política de chequear cada tanto el estado del animal y el ambiente en el que estaba, para tener la absoluta certeza de que se encontrara en buenas condiciones.

-No es gran cosa, básicamente vendré cada domingo durante un mes a comprobar que Bona esté recibiendo un buen trato y tenga todas las vacunas apropiadas, etcétera, etcétera. Lo típico, ya sabes.

Joonmyun lo hizo pasar cuando arribaron a la puerta de entrada, y el otro miró alrededor con curiosidad. Le enseñó el lugar donde dormía Bona (en su pequeña cama circular, junto a la suya propia) y el alimento que le daba.

-No hay mucho más que pueda hacerte saber ahora, dado que la he adoptado ayer. El tema de las vacunas lo resolveré en la semana, quédate tranquilo -prometió. Lo meditó por un par de segundos y luego agregó-: Oye, Baekhyun, ¿es bueno gritarle a Bona para educarla? Perdona la pregunta tan boba, pero es que nunca tuve una mascota antes.

-No pasa nada, hombre; si uno no pregunta, no aprende. -Baekhyun lo observó por un instante, y luego parpadeó y siguió-. Ehm, no, lo ideal sería no gritarle al animal, sino hablarle con tono autoritario. Que entienda que le estás dando una orden. Y ni hablar de los golpes u otros castigos físicos: te arriesgas a que Bona te muerda o que pase a tenerte miedo. ¿Lo preguntabas por algo en particular?

-Es que… -Joonmyun se rascó atrás de una oreja, sin saber si decírselo o no. Al final, decidió que sí-. Hoy orinó en el baño y le grité, y no sé si sirvió de algo que lo hiciera porque de todos modos no me entiende.

Con afabilidad, Baekhyun le explicó cómo educar a Bona para que aprendiera que tenía que hacer sus necesidades afuera de la casa, y que iba a llevar un tiempo pero debía tenerle paciencia.

Más tarde, Joonmyun le ofreció algo de beber y terminó preparando té, el cual Baekhyun aceptó agradecido porque el día estaba bastante fresco y tormentoso. No sabía de qué hablarle porque eran prácticamente desconocidos, y además él no era precisamente el mejor conversador.

Por suerte, parecía que Baekhyun sí.

-Dime, Joonmyun, ¿a qué te dedicas? -inquirió de pie, apoyado contra la barra desayunadora mientras Joonmyun terminaba de verter agua en la tetera.

-Trabajo en una pequeña empresa de desarrollo de software, en el área de contabilidad. -Se trasladaron a la sala y tomaron asiento en el sofá de dos plazas que había comprado con uno de sus primeros sueldos-. El padre de un amigo es el dueño y me contrató casi cuando la inauguraron. Lleva un par de años de actividad, nada más, y a veces nos falta personal y yo cubro a otros empleados, pero es un trabajo agradable. Al menos es tranquilo, dentro de lo que cabe.

Baekhyun lo miró sin decir nada durante un breve instante, quizás esperando a que le dijera más, pero enseguida carraspeó y frunció la boca.

-Ah, yo no me llevo muy bien con las matemáticas -admitió-. Soy más de lo creativo. Las artes y eso, ya sabes.

-Ah, ¿sí?

-Ajá -dijo, con un asentimiento enérgico-. Me gusta mucho la música: canto en un coro desde hace varios meses y también tomé lecciones de piano durante un tiempo, pero terminé dejándolas cuando empecé a trabajar en una tienda y en el refugio de animales.

Joonmyun dio un sorbo al té y se calcinó la lengua. Con los ojos llenos de lágrimas, siguió la charla como si nada. Baekhyun reprimió una sonrisa.

-V-vaya, ¿tienes dos empleos?

-Sí, técnicamente sí. Aunque en el refugio soy voluntario, no me pagan. Pero en fin, que no vine para hablar de mí. Dime, Joonmyun…

Le hizo varias preguntas más sobre su vida y garabateaba las respuestas en un pequeño cuaderno que tenía apoyado sobre los muslos. La sala se fue iluminando más conforme se acercaban al mediodía, y Bona se echó a dormitar en una zona donde daban los rayos del sol. Joonmyun la observó por un instante. Se veía tan relajada… Que aprovechara el sol mientras pudiera porque a la tarde se pronosticaban lluvias intensas.

-Ya casi terminamos. La próxima visita mía será más breve, te lo prometo. -Baekhyun apuró lo que quedaba de té en su taza y la posó en el plato con un tintineo-. Háblame sobre tu educación. Me dijiste que trabajas como contable, ¿has estudiado esa carrera?

-Así es, asistí a una escuela secundaria orientada a lo que es la economía y luego a la universidad. No fui el mejor estudiante pero aun así me gradué con muy buenas notas: promedio superior a nueve.

Baekhyun dejó escapar un silbido de admiración antes de hacer su última pregunta:

-¿A qué secundaria fuiste?

Y la expresión de Joonmyun se entristeció un poco, casi de manera imperceptible, antes de responder.

-A EXO High School. Una secundaria privada ubicada al norte de la ciudad. Luego me cambié a otra, a los pocos meses, y ahí es donde seguí mi orientación.

El hombre del refugio lo observó con algo en los ojos que Joonmyun no consiguió descifrar. Su mirada tenía un dejo de anhelo en lo hondo que parecía estar pidiéndole algo.

-¿Y no me…? -Baekhyun se calló enseguida; aparentemente decidió omitir lo que pensaba decir.

Joonmyun no le insistió porque sabía que a veces era mejor no hacerlo, y se puso de pie para llevar la loza a la cocina. Acto seguido, Baekhyun le agradeció por su hospitalidad y se colocó el abrigo.

-Bueno, te veré el próximo domingo, ¿sí? Como a esta hora.

-Por supuesto, aquí estaremos Bona y yo. Si vienes un poco más tarde, te invitaré a quedarte a almorzar.

Miró hacia atrás y le sonrió. Baekhyun le devolvió una sonrisa blanca y rectangular.

-¡Entonces haré el esfuerzo!

Cuando se hubo ido, Joonmyun se apoyó contra la puerta y suspiró, aliviado. Hacer sociales definitivamente no era algo que disfrutara. Encima, por no haberse quedado callado, lo acababa de invitar a almorzar.

Se dio incontables golpes mentales.



La semana siguiente transcurrió casi con la misma normalidad de siempre. Con Bona ahora en su vida, Joonmyun tuvo que adaptar su rutina a ella y formar una nueva. Organizar a qué hora iba a sacarla a pasear cada día y cuándo bañarla, e incluso armar un plan B por si llovía.

Le habían dicho durante toda su vida que era demasiado organizado, demasiado rígido. Y sí, tal vez lo era, pero ¿qué tenía de malo? La organización había sido lo que le permitió sacar buenas calificaciones en la escuela y tener un desempeño notable en el trabajo, y organizarse a la hora de cocinar era lo que hacía la tarea más sencilla y llevadera. La organización significaba control, y el control significaba felicidad en la vida de Joonmyun.

Y él no quería una vida sin felicidad. No quería un desastre.

La perspectiva de Baekhyun yendo a su hogar a almorzar le producía desasosiego, y era algo que no podía evitar recordar cada veinte minutos, como una especie de fantasma mental que lo acechaba para volver sus momentos apacibles un poco más miserables.

«Por Dios, Joonmyun, es solo una persona que estará una o dos horas en tu casa. Nada más. Sobreviviste a ello este domingo y lo harás el siguiente.»

Se intentó calmar con un ejercicio de respiración que aprendió por internet. Al pasar junto a su cubículo, Jongdae lo vio inhalando y exhalando con los ojos cerrados frente al monitor de su PC.

-¿… Joonmyun? ¿Qué haces? ¿Tratando de realizar un viaje astral para irte temprano del trabajo?

Él abrió un ojo y lo observó con el ceño fruncido.

-No digas sandeces, Kim.

-¡Que no me digas Kim, Kim! ¡Te lo he pedido 2473828 veces!

Le fastidiaba que lo llamaran por su apellido. Según él, creaba mucha distancia entre las personas. «Si por mí fuera, los apellidos ni existirían», solía balbucear ebrio durante las cenas de la compañía, porque siempre terminaba sacando el tema.

Y Joonmyun sabía que ni de cerca habían sido 2473828 las veces.

-Estaba probando una técnica de relajación que leí, eso es todo.

Jongdae lo observó con ojos curiosos y una sonrisita petulante.

-¿Qué pasa, te está dando problemas tu novia? ¿Te ha dejado regalos en las pantuflas otra vez?

Joonmyun desistió de su ejercicio respiratorio y se frotó los ojos. Tenía la vista agotada tras tantas horas mirando el monitor. Después pasaría por la farmacia a comprarse unas gotas.

-No, no es eso. Son… otras cosas. Tonterías mías.

La expresión de su compañero de trabajo cambió levemente, y pareció notar su tono de voz porque dejó de bromear.

-Nada grave, ¿no? ¿Necesitas hablar? Podemos ir a tomar algo cuando salgamos.

Para Jongdae, cualquier excusa era buena para ir a tomar alcohol. Joonmyun sabía cómo terminaría la noche si aceptaba, por eso nunca iba a ninguna parte con él. La primera y única vez fueron a un barcito con poca gente, un lugar bastante acogedor, y para su sorpresa se encontró pasando un buen rato. Pero luego Jongdae se terminó bebiendo hasta el agua de los floreros y no solo tuvo Joonmyun que llevarlo hasta su casa prácticamente a rastras, sino que previamente tuvo que soportar un bochorno absoluto cuando Jongdae vio a una joven extranjera con su amiga y se les acercó para ofrecerles tener un trío. Tuvo que intervenir él y separarlos a la fuerza porque las muchachas estuvieron a punto de lincharlo.

Negó con la cabeza y le enseñó la expresión más tranquilizadora que pudo.

-No, no te preocupes, en serio. No es nada importante.



El domingo llegó demasiado pronto, para desgracia de Joonmyun, y terminó despertándose por cuenta propia exactamente a las 7:04 de la mañana.

-¿Qué horas son estas? -susurró hacia la mesita de luz, donde se hallaba su despertador. Le echó un vistazo a Bona, que seguía durmiendo con un aspecto sumamente angelical. Tuvo ganas de despertarla sólo para poder darle un abrazo, pero le dio pena molestarla así que la dejó descansar.

Anduvo de puntillas por el dormitorio y tomó algo de ropa limpia del armario, y después de una ducha (y de comprobar que Bona no hubiera hecho nada extraño en la casa), se dispuso a… básicamente, quedarse sentado en el sofá, contando los minutos para que llegara Baekhyun.

Decidió hacerse un café y leer algunas noticias por internet. Dos minutos más tarde, estaba buscando en Google cómo calmar la ansiedad. Una página sugería masajes. Se imaginó a sí mismo tirado en una cama, prácticamente desnudo y siendo aceitado y manoseado por otra persona. La idea le produjo aún más inquietud, así que terminó por cerrar el navegador.

¿Por qué sentía tanta ansiedad? Eric iba a su casa cada semana, también, y nunca llegó al punto de que le temblaran las manos por ello. Suspiró hondo y trató de relajarse viendo por la ventana. El día estaba soleado y podía ver un árbol con flores muy bonitas al otro lado de la calle. Observó las aves y las oyó cantar, y luego miró las nubes y trató de encontrarles formas interesantes. Lo que fuera para distraerse un poco. Terminó aburriéndose.

De pronto, se le vino a la cabeza la imagen de la sonrisa de Baekhyun. Y luego, su risa cuando Joonmyun le dijo «perra salchicha» a Bona. Y el color de su cabello cuando le daba el sol y le producía reflejos acaramelados.

«… Oh, no. No, Kim Joonmyun, no te atrevas. No te atrevas.»

Pero la respuesta le llegó con tanta naturalidad, como si siempre hubiera estado ahí a la vista y fuera evidente.

-¿Me… gusta? -susurró, pasmado.

La única vez que se enamoró de alguien, las cosas no terminaron bien. No quería volver a pasar por una situación similar. Recordaba haber llorado por tantas horas que creyó que terminaría deshidratándose, y sus padres se habían preocupado tanto que hasta habían terminado llevándolo a un psicólogo.

¿Tal vez inconscientemente lo sabía, y por eso su cuerpo había reaccionado así? Sonaba posible, así que aceptó su teoría y procedió a seguir estando tan nervioso como antes, o más aún.

Pasadas las once, tuvo que pensar qué diablos iba a preparar para almorzar. Lo que mejor se le daba hacer eran las pastas, así que terminó decidiéndose por elaborar unos espaguetis caseros con salsa de tomate. Nada del otro mundo, pensó, pero en la simpleza estaba la cosa. Iba a hacer los fideos más ricos que Baekhyun hubiera probado y lo iba a dejar impresionado. Sólo esperaba que le gustara la comida italiana tanto como a él.

Puso manos a la obra y comenzó a preparar la masa, mas no sin antes prender la radio a un volumen moderado (porque no quería incordiar a los vecinos). Disfrutaba mucho de cocinar, era una actividad que le resultaba terapéutica, relajante. Ensuciarse con harina, preparar almíbar para hacer merengue, revisar cada cinco minutos la comida en el horno, freír cebolla y escuchar el siseo contra la sartén, sentir cómo poco a poco iban desprendiéndose aromas que llenaban su apartamento y su corazón de alegría y de un sentimiento hogareño, acogedor. Hasta disfrutaba lavando los utensilios y la batería de cocina después.

Estaba terminando de estirar la masa para pasarla por el cortador de pastas cuando sonó el timbre. Bona llegó corriendo de la habitación y se puso a ladrar hacia la puerta: era el nuevo hábito que había adoptado desde que podía relacionar el sonido del timbre con la llegada de personas. Debía de ser Baekhyun, a juzgar por la hora, y gran parte de sus nervios, que habían desaparecido en todo el proceso del amasado cuando se desconectó del mundo, regresaron. Bajó los peldaños de dos en dos, todavía con el delantal puesto y las manos enharinadas, y al otro lado de la puerta grande de cristal vio a Baekhyun de pie, vestido con una sencilla camisa blanca con detalles negros, unos jeans oscuros y el cabello brilloso cuidadosamente despeinado.

No pudo evitar impresionarse por su belleza. Dejó que su cerebro registrara la imagen de Baekhyun durante varios segundos, aprovechando que él no lo había visto porque miraba hacia el portero eléctrico, seguramente creyendo que Joonmyun seguía arriba y le hablaría por ahí.

Fue en ese momento cuando terminó de aceptar la realidad: definitivamente Baekhyun le gustaba. Y no poco.

Exhaló con fuerza, hinchando las mejillas, y fue a recibir a su invitado.

-¡Baekhyun, bienvenido! -Joonmyun intentó calmarse internamente para que sus manos dejaran de sacudirse. Por suerte no era muy notorio-. Espero que tengas hambre.

-No he desayunado para poder comer mucho de lo que hayas hecho -bromeó él con una carcajada-. Gracias por la invitación.

Le enseñó una sonrisa resplandeciente, y eso fue todo lo que Joonmyun necesitó como agradecimiento. Trató de devolvérsela, pero debió haberle salido más bien una mueca extraña porque el otro dejó escapar una risotada.

Bona recibió a Baekhyun con toda la alegría que era capaz de expresar. Meneaba a toda velocidad la cola, ladraba y saltaba hacia él para que le hiciera cariños.

-Te ha extrañado -le dijo Joonmyun, cerrando la puerta tras de sí y dejando luego la llave en un pequeño cuenco-. Verte una vez a la semana luego de haber estado todos los días contigo debe resultarle inusual.

Baekhyun subió a la perra en brazos y le plantó un beso.

-Yo también te extrañé, preciosa -susurró-. Mucho, ¿sabes? Mucho.

Bona le lamió medio rostro y él se rió y la volvió a bajar. Se frotó las mejillas para limpiarse.

-Aguarda -le dijo Joonmyun-, te traeré una toalla para que te limpies. O si quieres pasa al baño, es el de la puerta con vidrio esmerilado.

-La toalla sola estará bien, gracias.

Joonmyun fue hasta el armario y buscó una toallita para la cara que él usaba cada vez que se hacía el tratamiento facial. La había lavado la tarde anterior así que olía a suavizante. Cuando regresó a la sala de estar, Baekhyun había desaparecido. Pudo escuchar una interjección de asombro proveniente de la cocina.

-¿Estás haciendo todo tú? ¡Creí que comprarías un pollo o algo!

-Nop, todo casero al cien por cien. ¿Te gustan las pastas?

Le tendió la toalla y el muchacho se limpió el rostro. O eso se suponía, porque terminó con la cara manchada de blanco.

-Eh… ¿Baekhyun?

-Dime.

-Te, eh… Tienes harina por todo el rostro.

Al agarrar la toalla del armario, Joonmyun la había ensuciado con sus manos cubiertas de harina y masa. Baekhyun tomó un cuchillo grande y se miró el reflejo sobre el metal. Luego se volteó hacia él con cara de demente y el cuchillo en alto.

-¡Me arruinaste el cutis! ¡Te mato!

Se quedó ahí parado y un instante después estalló en carcajadas, y Joonmyun se le unió enseguida. Tal vez haya sido por lo ridículo de la situación o el ambiente tan grato, o por una mezcla de ambas, pero les costó parar de reír. Finalmente, varios segundos después y entre jadeos, Baekhyun fue hasta la mesada y tomó un puñado de harina. Se lo lanzó en la cara a Joonmyun, quien tosió y se le metió un poco en el ojo, pero no le importó.

-¡Esa fue… mi venganza…! -gritó Baekhyun, y al ver el aspecto que le quedó (con harina en la ropa y el cabello y trocitos de masa pegados a sus mechones), rió incluso con más fuerza, sujetándose el estómago con ambas manos.

Joonmyun pensaba que, en cualquier otro momento, el que alguien le lanzara productos de cocina al rostro habría merecido que lo echara a patadas de su casa por lo inaceptable de la conducta, pero Baekhyun desprendía tanta despreocupación que le era imposible sentirse enfadado. Sí, tendría que lavarse el cabello cinco veces para asegurarse de que quedara limpio en verdad. Sí, iba a tener que esforzarse más para ordenar y dejar la cocina como nueva. Sin embargo, no: no le importaba. Baekhyun debía ser de esas personas que entran en confianza enseguida y hacen todo con la mejor intención, sin ánimos de pelear.

Bona ladraba porque no entendía la situación y creía que Joonmyun estaba en peligro, pero él la tranquilizó acariciándole el lomo y dejando que le lamiera el dorso de una mano.

-Ya, Bona, tranquila… No pasa nada. -Se sacudió el pelo para quitar un poco de la suciedad, poniéndose de pie-. En qué estábamos…

-¿Antes de que mancillaras mi belleza? Me contabas que habías hecho todo tú.

-Oye, lo siento, de verdad no me había dado cuenta de que había llenado la toalla de harina…

Baekhyun agitó una mano, restándole importancia. Joonmyun se puso a seguir trabajando la masa y la estiró, y luego entre ambos la pasaron por la máquina cortadora.

-Nunca había hecho fideos caseros antes -confesó Baekhyun mientras giraba la manivela-. Es divertido. La próxima vez que quiera cocinar algo, ya sé lo que haré.

En ningún momento salió el tema de la visita semanal del refugio, y en cambio se dedicaron a hablar de sus vidas y aprender sobre los gustos del otro. Por encima del vapor de la olla, mientras le ayudaba a echar los fideos, Baekhyun le contó que su actividad favorita era pasear por los parques de Seúl. Mientras revolvía la salsa sobre el fuego, Joonmyun le habló sobre una de las últimas series que daban por Netflix y que no se podía perder. Con el ruido de los cubiertos y la radio de fondo, con Bona echada a sus pies bajo la mesa y una copa de vino delante de sus platos, Baekhyun le habló de la próxima presentación que iban a dar con el coro y lo invitó a asistir. Y con los ojos fijos en Byun Baekhyun, con su corazón henchido de alegría y el vacío en su pecho disminuyendo a cada latido, Joonmyun aceptó encantado.

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