Título: Dementes
Reto #11: XXX
Clasificación: NC-17
Pareja: Harry/Draco
Advertencias: Uff. Slash. Relación D/s, un poco de BDSM, Rimming y Breathplay (juegos de asfixia).
Notas: Pov de Harry. Un par de dementes que se aman. Quiero aclarar que la relación D/s no es de siempre, sino en el sexo y eso. Esto es un experimento y no respondo por daños ni traumas ni nada :D Ah, y está en segunda persona. Y quizás no debería subirlo XD
Dementes
Sabes que duele, pero el contraste de la piel pálida con las marcas rojas que deja la fusta sobre su piel son algo exquisito.
Y sabes, realmente sabes, que Draco piensa lo mismo. O más, sabes que disfruta del dolor, del poder que te entrega, de la confianza que coloca en tus manos, y de sentirse el objeto de tus deseos. Principalmente eso. Todo aquello es como siempre, pero aumentado miles de veces por la situación, por las cadenas que rodean sus manos y lo mantienen inmóvil, expuesto, colgado desde el techo, con las piernas abiertas y todo él a tu entera disposición.
Vuelves a golpear con aquella vara que él mismo te regaló en su aniversario número cuatro. Y a veces es imposible creer que el tiempo pase tan rápido, pero tu mente ya no es capaz de discernir.
Draco grita, y eso provoca que tu vista y pensamientos vuelvan a él. Le acaricias una nalga, justo donde has dado el nuevo golpe y te tragas los deseos de apalear el dolor con tu lengua, de hacerlo gritar, ahora de placer, y de provocar que suplique, porque oh sí, Draco lo hará.
Vuelves a tu posición de dominante luego de aplacar un poco el dolor de tu compañero. Sabes que ya falta poco, un par de golpes más y el dolor comenzará a transformarse en otra cosa… igual, no te preocupa, sabes que a Draco le encanta, después de todo, fue idea suya.
“El dolor es una medida del placer” o algo así había usado como argumento. “Y luego podrás recompensarme, además, sabes que lo quieres”.
Harry levanta la mano derecha y deja caer con más fuerza que antes la fusta sobre la parte inferior de las nalgas de Draco. El sonido es delicioso. Draco gime, mordiéndose los labios porque le has ordenado que no hable si no se lo ordenas. Aunque sabes que desea más, porque lo conoces demasiado.
-¿Estás bien? -preguntas imprimiendo un tono suave a tus palabras. Draco no responde, entonces rodeas su cuerpo desnudo y le miras a los ojos-. Responde.
-Sí, amo -te dice, sonriendo de aquella manera tan propia de él y que en ningún momento lo abandona. Y que en este caso contradice su voz de inocencia y sumisión.
Levantas la mano y acaricias una de sus mejillas, oh, cuánto lo quieres. Intentas confortarlo, intentas darle ánimo para que soporte toda la sesión. Pero sabes que no es necesario, Draco es el sumiso que cualquiera querría. Pero es sólo tuyo. Además, sólo dentro de aquella habitación que han acondicionado para aquel secreto placer. Fuera de ahí, Draco jamás entrega el control de nada. Va contra todo lo que él es.
-Ya falta poco -dices, besándolo en los labios suavemente. Las pupilas de Draco están dilatadas (seguramente las tuyas también) y dejas caer tu mano hasta rozar su erección. Y aquel gesto promete mucho más que cualquier palabra.
Vuelves a tu posición. Draco está completamente desnudo, sus piernas abiertas y el culo expuesto. Tanta tentación reunida en un mismo hombre. Al que amas, por cierto. Tú vistes pantalones de cuero, esos que te regaló él para su disfrute personal y nada más.
Recorres su cuerpo con la mirada otra vez. Sabes que adorar el cuerpo de Draco de aquella manera es el mejor regalo que podrías darle para su cumpleaños. Draco es un vanidoso y saberse deseado es una especie de adicción.
Su espalda aún tiene visibles algunas marcas rojas de la sesión anterior, de hace algunas semanas, y con sólo recordar aquello tu polla da un tirón. Aquello fue sublime, Draco incluso llegó a la zona de sumisión, como el nirvana.
Tus ojos llegan a sus nalgas. Un golpe. Y Draco vuelve a gemir, su cuerpo contrayéndose. Otro golpe, y escuchas como jadea. Con el tercero consecutivo sientes como tus músculos comienzan a arder. Pero no puedes detenerte, Draco confía en ti. Das varios golpes seguidos, y las líneas rojas en su piel son oscuras y calientes.
Ya es suficiente, perdido en aquella imagen, en el sudor en el cuerpo de tu amante, en la manera en que ha soportado cada golpe… te has perdido sus gemidos, sus gritos de dolor mezclados con el placer, esos que siempre te hacen caer a sus pies. Rendirte ante él.
-Buen chico -lo felicitas, acariciando su cuerpo con la punta de la fusta. La deslizas por sus brazos que aún lo sostienen desde el techo por medio de las cadenas, sus muñecas quedarán marcadas, lo sabes. Sigues por su espalda, lo rodeas y tocas su pecho. Tu mano libre llega hasta su pezón izquierdo y la fusta sigue recorriéndolo, ahora entre las piernas.
Tus labios tampoco resisten más y muerden su cuello. Draco se arque y gime, exigiéndote.
Y se lo das, porque no puedes evitarlo. Deja caer la fusta, ahora son sólo ustedes.
Aprietas su pezón entre tus dedos al tiempo que deslizas tus labios hasta su oído.
-Eres irresistible -le dices, tu mano pasa al otro pezón, y la otra, roza su espalda. Evitas tocar la zona dañada y su erección. Aun hay tiempo-. Eres perfecto -continúas y atrapas con tus dientes el lóbulo de su oreja.
Suspiras y sientes cómo él se estremece. Además, sabes que quiere hablar, que quiere exigirte más, que continúes, que alivies su erección, que lo toques, que sigas… pero no lo hace, porque se lo has prohibido.
-Te recompensaré -dices-. Te has portado bien, te lo mereces -agregas, dando una palmadita en su cabeza-. Has sido un buen chico.
Vuelves a estar su espalda. Te dejas caer al suelo, arrodillado ante él y comienzas con lo que has deseado hacer desde que lo viste ahí, tan abierto y expuesto para ti.
Te lames los labios antes de dejar caer un beso sobre su nalga derecha. Sacas la lengua y lames con devoción cada una de las marcas que tú mismo provocaste. Una de tus manos se aferra a su estómago, la otra, acaricia el interior de los muslos.
Cuando todo está húmedo, con ayuda de tus manos abres más sus nalgas.
-Separa más las piernas, Malfoy -ordenas, y él obedece y se estremece de igual manera.
Cuando tu lengua entra en su culo, Draco gime. Comienzas a trazar círculos en su interior, a querer hundirte más profundo, completamente dentro de él. Que es tuyo.
Draco se levanta un poco del suelo, quedando en puntillas, aumentando el acceso a él.
-Desearía que sintieras este sabor, Malfoy -dices, dejando tu tarea unos segundos-. Eres tú, ¿sabes? Sólo tú.
El tiempo parece detenerte mientras degustas su sabor. Mientras llenas su culo de saliva y dilatas su entrada con tu lengua. Draco gime desde el fondo de su garganta, su cuerpo comienza a temblar y sabes que está cerca.
-Harry… -le escuchas, y entiendes lo que significa.
Te detienes, alejas tu boca de su culo. Ya le has comido lo suficiente, aunque jamás nada será suficiente si Draco está entremedio.
-Sabes que no puedes hablar -le dices, tu voz tornándose dura, aunque por dentro estás cerca de explotar. Acto seguido, levantas la mano y diriges tu magia hacia las cadenas, liberándolo. Draco se cae, no ha tenido tiempo para sostenerse, pero le ayudas, debe estar agotadísimo por mantener aquella posición. Le diriges hacia la cama, lo recuestas de frente y lo observas. Desnudo, desnudo y espectacular.
Fijas tu vista en su erección, tiene el pene hinchado, rojo, la punta mojada de preseminal. Deliciosa. Luego te fijas en sus ojos y comienzas a quitarte los pantalones, ya no aguantas más.
-Te has portado mal, Draco -dices con voz tierna, con aquella que contradice tus futuras acciones. Pero él siempre te seguirá sorprendiendo. Siempre, y lo adoras.
Draco sonrié y se remueve en la cama.
-Hoy es mi cumpleaños -dice seductor, levantando las caderas. Tentándote aún más. Y ahí acaba todo. Aquel es el fin del juego. Ahora, ahora son sólo Draco y Harry.
-Segundo error -dices sonriendo, y te acuestas sobre él, haciendo que su trasero dañado se frote contra las mantas de la cama, a pesar de que la sesión ya acabó. Se quedan en silencio unos segundos, te acoplas sobre su cuerpo, te frotas descaradamente contra él-. ¿Cómo estás?
-Fuiste una nena -te responde jadeante, mientras lleva sus manos a tu cintura y te atrae más, frotando aún más sus duras erecciones.
No puedes evitar reírte mientras coges un cojín de la cama y lo colocas bajo sus caderas, ya no aguantarán mucho más.
-Quiero que lo hagas -te dice cuando tu pene está rozando su entrada ya más que preparada.
No se refiere a follarlo. Por Merlín que no. Se refiere a algo que te has negado a hacer porque raya en el peligro y es irónico que justo tú te niegues. Es demasiado peligroso. Pero sus palabras, su tono, sus ojos grises devorándote, están repletos de un silencioso “confío en ti”. Confío en ti. Confío en ti.
Te quedas en silencio, paralizado por lo que harás. Jamás le has negado algo, no podrías hacerlo ahora.
Comienzas a entrar en su interior. Tus dedos se enredan en los mechones rubios que están húmedos por la transpiración, amas aquel cabello y lo jalas un poco, para hacer reaccionar a Draco.
-Lo haré -dices, y te entierras en él, completamente y de una estocada. Draco aprieta su culo alrededor tuyo y, como siempre, te sorprendes de su resistencia. Duras unos segundos en controlarte. Tu mano izquierda sigue entre sus cabellos y la derecha te sostiene para no aplastarlo por completo.
Vuelves a salir lento y comienzas; llevas el antebrazo izquierdo hasta su cuello. Besas aquellas tres pecas que tiene en el hombro derecho y presionas contra su garganta.
Draco abre la boca buscando oxígeno en una reacción natural, sus piernas se estiran más de lo normal y tú comienzas a follarle como desesperado. Entras en su cuerpo necesitándolo, deseando también poder tocarlo y adorarlo como se merece, pero tus manos están demasiadas ocupadas cumpliendo con lo que él quiere.
Los ojos de Draco están abiertos, y de alguna manera estás hipnotizados en ellos, pero entras y sales con fuerza, frenético.
-Oh, joder, Draco -jadeas mientras vez con temor que Draco está comenzando a perder fuerza en su mirada, a verse perdido, lejos de allí.
Estás cerca, muy cerca. Te las ingenias para agarrar su polla entre tu mano y presionar con fuerza un par de veces, ya no sabes cómo controlas tantos movimientos. Lo follas, lo masturbas, intentas ahogarlo.
Y te parece lo más erótico que han hecho jamás. Y sabes que eso es decir demasiado.
Joder. Joder. Joder. Ya no lo soportas. Ha pasado casi un minuto, haces un esfuerzo sobre humano y presionas más contra la garganta Draco, éste abre los ojos una vez más y sus pupilas están dilatadas, su boca abierta y cuerpo casi inerte.
Te corres en su interior y sientes cómo él también lo hace. Gritas de placer y Draco respira como si hubiera resucitado.
Joder.
Te dejas caer a su lado. Exhausto. Muerto de tantas emociones. De tanto esfuerzo. Del mejor orgasmos que has tenido jamás.
-Joder -y te sale del alma. Sientes como todo el aire deja tu cuerpo y giras el rostro hacia Draco y no puedes impedir tocarlo a pesar de que todos tus músculos arden y tus ojos se cierran solos. A tu lado Draco intenta normalizar su respiración. Esta como en otro estado. No te responde pero sí fija sus ojos en ti. Joder. Cuánto amas a ese demente.
Estás como drogado. Y piensas que él también.
Lo abrazas. Lo besas. Tu respiración también se tranquiliza. Y es que entre tantas emociones te olvidas un poco de ti mismo.
Mierda. Estás eufórico. Estás contagiado de su demencia. De su perversión. De su sonrisa altanera y de sus ojos grises.
Lo abrazas, lo besas. Draco parece volver en sí con una sonrisa volada en el rostro.
-Joder -dice como saliendo del éxtasis, y en su voz ahogada y su cuerpo aún caliente aquel joder te suena a un te amo. Y lo confirmas, está drogado, aún no está consciente de todo, aún está perdido en la falta de oxígeno en su mente.
Pero lo sabes. Y es cierto. Y eres feliz. Y son felices. Y sigues como drogado pero te importa una mierda porque no hay nada que no harías por ese cabrón que te ha dado los mayores orgasmos de tu vida, que te ha dado su confianza y que se mantiene a tu lado a pesar de todos esos años.
Y joder. Que está de cumpleaños y no pueden hacer nada más que caer dormidos sobre la cama, que comparten desde lo que parece ser siempre, con una sonrisa idiota en el rostro.
Se duermen. Sus cuerpos negándose a despegarse ni por un milímetro.
Fin.