Título: Las ventajas de ser animago
Pareja/personajes: casi imperceptible Harry Potter/Draco Malfoy
Warnings: Sin betear.
Género: Slash
Clasificación: PG
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc.
Autora:
roo_lp Cuando Draco tenía ocho años, soñaba con que alguna vez se convertiría en un animago. Ser animago requería de mucha magia, y solo los magos más poderosos podían serlo, o eso creía el pequeño, al tiempo que se imaginaba en un futuro, convirtiéndose en una serpiente temible y peligrosa, que podía deslizarse por cualquier lado sin ser vista y que era tan letal como un basilisco. Draco incluso había comenzado a hablar como una serpiente siseando y arrastrando las palabras como suponía que las serpientes harían si pudieran hablar (Draco no sabía como hablaban las serpientes, porque no podía hablar pársel. Cuando les había informado a sus padres que quería que le regalaran el don de hablar pársel para Navidad, Lucius lo había sentado en su estudio y le había explicado que tal cosa no era posible. Afortunadamente, todavía le quedaba la animagia.). Después de todo, como futuro Slytherin, a Draco le fascinaban las serpientes y todo lo que estaba relacionado con ellas.
A medida que fue creciendo, Draco nunca abandonó su sueño de ser animago, y se dispuso a averiguar todo lo que pudiera acerca del tema. Los libros decían que era aún más complicado de lo que le habían dicho sus padres, pero Draco no se desalentó, sino que siguió leyendo para que, cuando pudiera practicar magia tan elevada como esa, no tuviera dificultad alguna para transformarse.
En su cuarto año en Hogwarts, Draco recibió la primera señal de que debía ser un animago. Durante el Torneo de los Tres Magos, el rubio conoció a Rita Skeeter, y descubrió que esta era una animaga. Si una periodista como ella lo había logrado, ¿por qué Draco no podía hacerlo? Era evidente que no podía ser tan complicado.
Por supuesto, Draco no podía ir a McGonagall y pedirle que le enseñara como hacerlo, ya que, entre otros inconvenientes, estaba el hecho de que Draco no quería registrarse en el Ministerio como animago. ¿Dónde estaba la gracia, si todo el mundo lo sabía?
Solo había otra persona conocida que pudiera llegar a enseñarle algo como eso.
Draco recurrió entonces a su padrino. Su condición de animago era desconocida para todo el mundo, excepto un selecto y minúsculo grupo de personas en las que Severus confiaba plenamente. (Curioso, como todo el mundo relacionaba su apariencia de murciélago con los vampiros y no con esos mismos animales.)
Snape le miró con escepticismo pero lo dejó hablar, y finalmente aceptó, sabiendo que si él no ayudaba al rubio, este lo intentaría por cuenta propia, lo cual sería mucho más peligroso.
La primera lección era que sin importar lo mucho que se intentara, el animago no podía elegir el animal en el cual se transformaría. Esa era una decisión que la magia tomaba por sí sola, y no había forma de cambiarlo.
Draco esperaba no tener que pensar mucho en esa primera lección. ¿Qué pasaba si se convertía en un simple perro o en un sapo? No quería ni pensarlo. Por supuesto que su magia no lo traicionaría de esa manera.
Casi dos años después, y con mucho más esfuerzo del que tenía pensado en un primer momento, Draco por fin lo logró.
Durante su primera transformación, el chico sintió como perdía altura a una velocidad vertiginosa hasta quedar del tamaño de una Quaffle. Se sentía muy extraño, pero a su vez seguía siendo él mismo. Miró hacia los lados, sintiéndose pequeño e indefenso, y unos segundos después le llegó una carcajada que pretendía ser casi inaudible pero que Draco escuchaba perfectamente.
Alzó su mirada y vio a su padrino, gigantesco, que lo miraba como si fuera lo más gracioso del mundo.
-Draco- susurró Snape. Se puso en cuclillas y lo tomó entre sus brazos con sorprendente facilidad. Draco estaba ansioso por saber en qué animal se había convertido. No se sentía como una serpiente, pero por lo menos era lo suficientemente pequeño como para pasar desapercibido.
Snape lo llevó ante un espejo y entonces Draco pudo ver por primera vez en qué se había convertido. Su reflejo le mostraba un pequeño gatito blanco, con unos grandes ojos grises y con la nariz rosada. Su pelaje estaba impecable, y el maullido indigno que escapó de sus labios al verse por primera vez era agudo y muy poco masculino.
Al parecer no iba a ser muy amenazante o peligroso.
Draco se aseguró de poder volver a su forma original antes de ir a dar una vuelta por el castillo. De noche, todo parecía incluso más grande de lo que era, y con su tamaño, incluso parecía un poco aterrador. Pero Draco hizo caso omiso a sus miedos, y siguió avanzando.
Después de un rato de caminar por tercer piso, Draco sintió un ruido cerca de la estatua de la bruja jorobada, al fondo del pasillo. El sonido probablemente era inaudible, pero una de los aspectos positivos de ser un gato es que tienen una audición mucho mejor que la de los magos (Draco no sabía como escuchaban las serpientes, pero probablemente los gatos escuchaban mejor).
Intrigado, Draco se aproximó silenciosamente (otra ventaja de ser gato) en su nueva forma, y distinguió en la oscuridad una sombra que se movía tratando de hacer el menor ruido posible.
Draco no podía distinguir a quien estaba detrás de esa sombra, pero tampoco necesitaba hacerlo. Estaba seguro que estaba observando a Potter oculto por su capa de invisibilidad. Esto se estaba poniendo cada vez más interesante.
La sombra se movió bruscamente, y se giró hacia donde se encontraba el pequeño animal. Por un momento Draco temió ser descubierto, pero era evidente que el idiota de Potter no tenía forma de saber que era Draco quien lo estaba siguiendo.
- ¿Qué tenemos aquí? ¡Pero si es un gatito perdido! -Potter salió de debajo de la capa y se acuclilló tal y como había hecho Snape unas horas antes. Draco retrocedió unos pasos, alarmado al tener el rostro de Potter tan cerca del suyo, pero se obligó a quedarse en su lugar. Al parecer a Potter le gustaban los animales. Era un dato que debía archivar para cuando fuera de utilidad.
-Tranquilo, no voy a hacerte daño. -de repente, sintió las manos de Potter tomarlo en brazos, y acunarlo contra su pecho, como si fuera un bebé. ¡Qué descarado! ¿Cómo se atrevía a hacerle algo así a Draco? Este dejó escapar un maullido lastimoso al cual Potter decidió no prestar mucha atención. Seguidamente, el impertinente Gryffindor intentó acariciarlo, pero lo único que logró con su brusquedad fue darle un par de golpecitos en la cabeza. Ya era algo oficial; Potter era un Troll.
A pesar de todo lo que Draco había estado pensando hasta ese momento, cuando Harry comenzó a hacerle caricias en el cuello (un poco más suaves que las de la cabeza, afortunadamente), el animago no pudo evitar el ronroneo que escapaba involuntariamente de su cuerpo. Potter lo había llevado hasta su Sala Común, y parecía dispuesto a que durmiera con él esa noche.
Sin ningún reparo, comenzó a desvestirse en frente de Draco (que era un gatito ahora pero igual tenía ojos). Potter tenía un buen cuerpo, ahora que se lo ponía a mirar bien. Y un lindo trasero, si es que sus ojos de felino no lo estaban engañando.
Al final todo el esfuerzo para convertirse en animago había valido la pena.