Silencio repentino que precede a las tormentas de sentimientos. Oleaje de sentimientos silenciosos que anteceden al primer paso para situarme frente a ti. Segundos inquietos detenidos el uno frente al otro, antes del primer beso. Manos que tiemblan ante la idea de acariciar; bocas que ya no saben hablar, que sólo aprendieron a besar; ojos estáticos perdidos en tu mirar.
Ese momento interminable, preciso, precioso, irrepetible, inolvidable. Esos instantes en los que puedo sentir el calor de tus labios sin llegar a rozarlos. Y como los imanes, que en las distancias cortas se atraen, nos acercamos poco a poco, tiritando, temiendo... pero sin miedo.
Por un segundo el mundo se detiene, los ojos quedan fijos en las bocas, y lames y muerdes los labios que dentro de un momento dejarán de ser tuyos, para convertirse en mi juguete preferido. Y mi cuerpo es recorrido por miles de torbellinos que desean salir, rompiendo cada poro que conforma mi piel, cortando cada hilo que hace que me mantenga en pie.
Sabemos que los besos se volverán a repetir, que los labios se volverán a rozar mil y una veces más. Pero ese momento antes de besar a alguien por primera vez, ese instante no se repite, es único, y ambos sabemos que no se podrá olvidar.
Y todavía tengo algunos de esos instantes guardados en mis labios, si quieres puedes venir a buscarlos.