Pues, como os decía el otro día, también he empezado 2017 de la mano de Sanderson, porque estaba esperando Sombras de identidad como agua de mayo y decidí auto-regalármelo para Reyes. Al final el pobre paquete no llegó hasta el día 5, porque ya se ha convertido en tradición leer Nacidos de la Bruma en compañía de mi sobrina (dos cabezas fangirlean mejor que una), así que pusimos en marcha una de nuestras habituales maratones para terminárnoslo durante las vacaciones. Nos lo cepillamos en unos tres días, chillamos, lloramos, nos reímos un montón, teorizamos, nos quejamos de la traducción y todo eso que hacen las fans leales de corazón. Fue una experiencia maravillosa. Pero, como de costumbre, después llegó el vacío existencial y la retahíla de "¿PARA CUÁNDO BANDS OF MOURNING?". Tomad asiento y poneos cómodos, que voy a explicaros por qué.
Título original: Shadows of Self (Sombras de identidad, 438 págs.) Autor: Brandon Sanderson Editorial: Ediciones B (Nova), 2016 Idioma original: Inglés (traducción de Manuel de los Reyes)
Tras los acontecimientos acaecidos en Aleación de ley, Waxillium Ladrian se dispone a seguir de cerca los pasos de Edwarn y del Grupo, en un intento de poner freno a sus maquinaciones. Pero Elendel vuelve a verse sacudida por una nueva crisis que amenaza con desestabilizar al Gobierno, sirviéndose del descontento social y las tensiones religiosas. Un misterioso enemigo, más peligroso de lo que se podía sospechar en un principio, pondrá a la ciudad y a nuestros protagonistas contra las cuerdas. Incluso atacando lo más profundo de sus almas.
Aquí estoy con mi reseña-exorcismo, a ver si poner por escrito todo lo que siento después de leer esto me ayuda a recuperarme; porque no os voy a mentir: este libro me ha pegado fuerte. En parte, porque Nacidos de la Bruma es mi saga literaria favorita (con diferencia) y no la tocaba desde 2014, por lo que el revival ha sido abrumador. Y, por otra parte, porque… madre mía, Sanderson se ha puesto intenso en esta novela. He vuelto a encontrar en ella buena parte de los pequeños fallos que me chirriaron en Aleación de ley, el fanservice no me ha hecho tanta gracia como la vez anterior y sigo pensando que no está a la altura de la trilogía original. Pero Sanderson ha decidido lanzarse de cabeza a la intimidad emocional de los personajes, apretándoles las tuercas, y es ahí donde me ha conquistado una vez más. Aunque solo sea por eso, Sombras de identidad está bastante por encima de su predecesora.
A pesar de que recupera ciertos detalles de la novela anterior (Edwarn y el Grupo, alguna que otra referencia a Miles Cienvidas y, sobre todo, a Sangriento Tan y lo sucedido en los Áridos con Lessie…), Sombras de identidad tiene un argumento propio e independiente, mucho más integrado en la saga, con referencias directas y explícitas a la trilogía original y varios cameos de antiguos personajes. Es decir: si no has leído las tres primeras novelas, que no se te ocurra tocar esto ni con un palo o te lo destriparán absolutamente todo. Por la misma regla de tres, cuidado con esta reseña; los spoilers más llamativos los incluiré bajo cut, pero daré por supuesto que sabéis en qué punto se encuentra Nacidos de la Bruma a estas alturas.
En esta novela, se mantiene ese aire detectivesco que se ha convertido en la seña de identidad de este segundo tramo de la saga, más enfocado a la investigación policial y la resolución de un crimen/misterio que a la fantasía épica tradicional. Con Elendel a las puertas de un cambio de ciclo tecnológico (la electricidad sustituye al gas en los hogares, los vehículos de motor comienzan a poblar las calles…), las fricciones sociales son cada vez más graves. Los nobles del antiguo régimen siguen aferrados a sus privilegios, la clase obrera lucha por mejorar sus lamentables condiciones de vida y la población está cada vez más harta. En medio de este clima, ya crispado de por sí, se dan dos hechos que terminan haciendo saltar todo por los aires: la detención de un ladrón considerado por los obreros como una especie de Robin Hood moderno y el asesinato del hermano del gobernador, durante una reunión clandestina con los altos jefes de la mafia urbana (poniendo de manifiesto la enorme corrupción política en Elendel).
A raíz de ahí, todo empieza a ir cuesta abajo y sin frenos. Comienzan a alzarse voces recordando las hazañas del Superviviente, durante el Imperio del Lord Legislador. Hay piquetes, manifestaciones, disturbios por todas partes. Aires de revolución que recuerdan mucho a lo que avivó Kelsier en la primera novela de la saga. Pero la gran diferencia es que, esta vez, nosotros vivimos este asunto desde el otro bando: los nobles, la policía y, en definitiva, los que están en el poder o a cargo de mantener el orden. El cambio de perspectiva hace que todos los paralelismos con El Imperio Final resulten muy interesantes, aunque todo esto es un simple telón de fondo sobre el que se desarrolla el misterio y tampoco se llega a profundizar demasiado en ello.
La estructura de la trama, sin embargo, guarda una enorme similitud con El Pozo de la Ascensión: muy pronto, Wax y compañía descubren que hay alguien detrás de todo lo que está ocurriendo, moviendo los hilos para azuzar el conflicto y provocar una rebelión popular; alguien que actúa desde dentro, un topo, y la trama pasa a girar en torno a la necesidad de descubrir quién está haciendo aquello, por qué lo está haciendo y qué pretende conseguir en realidad. Las dimensiones que adopta el asunto terminan sobrepasando con creces lo que esperaban los personajes y, al final, nos quedamos con un Wax destrozado, al borde de una crisis existencial tan grave como la que atravesó Sazed al final de El Pozo, salvando las distancias.
(Y encima el periódico, que es genial en sí mismo, incluye cositas de estas y ya es como... *llanto*) Estos guiños a la trilogía original le han dado a Sombras de identidad el aire de epicidad que le faltaba a Aleación de ley, aparcando el tono ligero y divertido que tenía esta. Sin embargo, se sigue notando que estas son novelas ligeras que utiliza Sanderson "para descansar" entre tocho y tocho, lejos aún de la perfección milimétrica que tenía el arco argumental del Imperio Final. El ritmo es brusco, hay muchos puntos en los que le falta fluidez para enlazar un descubrimiento con otro, algunos datos están un poco pillados por los pelos y otros directamente parecen metidos con calzador. Una pequeña mención de pasada para alimentar el fanservice no es lo mismo que colocar escenas enteras cuya única función parece ser apelar a la nostalgia, y da la impresión de que eso es lo que se pretende con ciertos cameos. Además, hay demasiados frentes abiertos como para ser tratados con calma: la corrupción política, la lucha del proletariado, las tensiones religiosas, las líneas de desarrollo de los propios protagonistas, con sus respectivos conflictos… A veces las explicaciones no se integraban de forma demasiado orgánica en el texto, y la primera parte de la novela se hace un poco densa precisamente por esto.
Pero, a partir de la página cien, más o menos, todo coge velocidad y te olvidas bastante de los altibajos para centrarte en leer entre líneas, cazar pistas y elucubrar, porque Sanderson sigue brillando en esto a pesar de todo. Algunas cosas se ven venir, otras te pegan un puñetazo en la boca, pero en general el camino hará las delicias de los fans de este señor y, sobre todo, de los fans de Nacidos de la Bruma.
Pasando a los personajes, es aquí donde reside gran parte del encanto de la novela. Ya me gustó el nuevo elenco protagónico en Aleación de ley, pero ha sido en Sombras de identidad donde han conseguido por fin desprenderse de la sombra de Vin y compañía para ganarse a pulso su propio hueco en la saga. No es solo que cada uno de ellos tenga una personalidad propia y definida, con sus puntos fuertes y sus puntos débiles; también se trabajan bastante bien las interacciones entre ellos y los diferentes vínculos que establecen dentro del grupo, consiguiendo que no todo gire exclusivamente en torno a la figura de Wax. Wax y Wayne tienen una relación estrechísima por los muchos años de amistad, pero Wax también tiene su propia dinámica con Steris, y Steris tiene problemas personales propios con Wayne, y Wayne tiene su propio vínculo con Marasi, y Marasi tiene sus problemas con Wax y su afinidad cada vez mayor con Aradel y el resto de la comisaría… En general, la red que se forma es sólida, multidireccional y muy interesante.
Destaca sobre todo el cambio que ha dado Marasi. Ha sido un placer verla despegarse de Wax y sacar adelante su propia línea argumental, casi paralela a la que llevaba él, aunque ambos estuvieran investigando el mismo misterio y sus caminos se cruzaran todo el tiempo. En esta novela, Marasi no ha sido la asistente de nadie, ni la sombra, ni la mascotita, ni la fan. Ha sido dueña de sus acciones, ha luchado por su puesto como vigilante, se ha ganado la confianza de su jefe por méritos propios y ha resuelto más de una situación sin la ayuda de nadie, demostrando su inteligencia y agilidad mental. También ha sido fantástico verla preocupada por sus propios asuntos: su delicada posición como hija bastarda de un noble, la rivalidad con otros vigilantes dentro de la comisaría por haber accedido tan "fácilmente" al puesto de teniente, su deseo de hacerse valer por sus habilidades y no por sus contactos, esa chispa de feminismo incipiente (pequeña, porque la sociedad de Scadrial no es especialmente machista; los conflictos se apoyan más en las cuestiones de clase)… Mención especial merece además el dúo que forma con MeLaan, en el que veo mucho potencial y que espero que siga dando juego en el futuro, porque la sororidad es algo que le vendría de maravilla a esta saga.
En Wax también ha profundizado más Sanderson esta vez, exponiendo las heridas que aún quedan en él por lo de Lessie, explorando más su personalidad y sus motivaciones y ofreciéndonos otras perspectivas sobre su persona que ayudan a hacerse una idea más sólida de cómo es. Fue un gran acierto poder ver a Wax a través de los ojos de Aradel y Marasi, haciendo hincapié en su carácter prepotente, la "inmunidad" que le da tanto su reputación como su condición de noble. Wax hace lo que le da la gana sin tener en cuenta las consecuencias, porque siempre hay alguien detrás para limpiar el estropicio, y eso le da un gran volumen al personaje. Muy importante es también su faceta como hombre de fe y la evolución que va experimentando en ese aspecto a lo largo de la novela.
(Otra de las cosas chulas del periódico de Sombras de identidad es este artículo sobre Wax, ¡con ilustración incluida!) El que deja un poco fría en esta ocasión es Wayne, a pesar de seguir siendo un tipo de lo más interesante, con esa personalidad y esas manías tan peculiares. Sanderson ha procurado hablarnos un poco más de su propio trauma e historia personal, pero hay en él un exceso de gags que a veces se hace cansino. No se puede decir que lo hayan encasillado en el papel de mero alivio cómico, porque él también lucha, resuelve situaciones a su manera y tiene sus momentos estelares o de seriedad. La relación tan tensa y agresiva que tiene con Steris, por ejemplo, es muy interesante, así como la amistad que empieza a desarrollar con MeLaan. Pero le ha faltado un poco de equilibrio entre tanto chiste (y tanto alcohol, que yo no lo recordaba tan borrachuzo).
Otra que empieza a despegar con fuerza es Steris. Steris es el tipo de personaje que ya desde el primer momento llama la atención y puede ganarse al lector con facilidad; pero en Sombras de identidad vamos viendo más capas de ella, insinuando un potencial enorme. Se esfuerza mucho por cumplir un rol que parece sacado de un manual, pero al mismo tiempo tiene momentos de brillantez en los que se delatan sus ganas de ser más, de hacer algo importante, de implicarse. A título personal, Steris me ha enamorado por completo y espero grandes cosas de ella en el futuro. Es fantástica la forma en que Sanderson está construyendo poco a poco la relación entre ella y Wax, apoyándose más en la camaradería que en el amor romántico, y de ahí puede salir algo grandioso.
(Hago un inciso aquí para comentar que mi sobrina tiene la teoría de que la obsesión de Steris por planear todos los escenarios posibles se da un aire muy fuerte al efecto del atium, y ahora estamos las dos con la mosca detrás de la oreja al respecto. Nos has malacostumbrado, Sanderson, muy mal).
Las nuevas incorporaciones al elenco han terminado de redondear la novela hasta convertir la lectura en una gozada. Son de agradecer especialmente las femeninas, porque el papel de las mujeres se ha hecho notar con claridad a lo largo de la novela. Si en Aleación de ley tuvimos a Ranette, la armera, aquí hemos visto también un destello de Sophi Tarcsel, la joven inventora que tiene pinta de ir a dar bastante de que hablar en el futuro. Pero si hay dos secundarios que se merecen una ola son el comisario Aradel y MeLaan, que es simplemente genial. Su desparpajo, su irreverencia, su filosofía vital… todo en ella ha valido su peso en oro, me ha hecho muchísima ilusión encontrarla aquí.
[Pero eso enlaza ya con la parte spoilerosa de la reseña, así que vamos con el cut]La aparición de MeLaan trae de la mano el cameo de los kandra, algo que estaba esperando con ansias desde Aleación de ley. Tal y como ocurrió con Marsh al final de la novela anterior, estaba segura de que en esta ocasión aparecerían los kandra y me he pasado todo el libro intentando encontrar pistas en cada rincón. Al final terminaron teniendo más peso del que me esperaba, porque todo el desenlace de Sangradora me pilló desprevenida; pero en la parte que más me interesaba resultó quedarse a medio gas.
Me refiero a TenSoon, obviamente. Es uno de mis personajes favoritos de la trilogía original y estaba deseando volver a verlo. Sabía que volveríamos a verlo. Que, nada más aparecer, MeLaan empezara a mencionarlo cada dos por tres, refiriéndose constantemente a las habilidades que él tiene o a su posición o a cualquier detalle minúsculo, ya fue confirmación más que suficiente de que la novela no iba a terminar sin que asomara el hocico. Pero la forma en que Sanderson lo ha introducido no me ha gustado nada y ha supuesto una de las mayores decepciones de Sombras de identidad.
TenSoon no es un personaje que tenga que verse limitado por restricciones que podrían afectar a Marsh o al propio Sazed, cuyos papeles e identidades son imposibles de matizar. Marsh siempre será Marsh y Sazed siempre será Sazed, marcados por lo que hicieron y en lo que se convirtieron. Pero TenSoon es un kandra, demonios, puede ser cualquier personaje que te dé la gana introducir en la historia. Hacerlo aparecer en una escena de utilidad altamente cuestionable para soltar un par de chistes, lucirse peleando y volver a desaparecer me ha enfadado y me ha dejado mal sabor de boca. Aparece casi por obra de magia o exigencias del guion para apelar a la nostalgia, como comenté antes. Y todo el potencial que tiene el personaje, todo lo que podría haber ilusionado realmente a los fans, ha caído en saco roto.
No voy a mentir: este palo me ha herido el orgullo de "investigadora" también, porque yo estaba convencida de que TenSoon iba a ser uno de los personajes secundarios que nos han acompañado todo el libro. Concretamente, el comisario Aradel. Me encajaba a la perfección, porque Sanderson se ha molestado en dejar caer más de una pista con respecto al comisario. El hacer hincapié en que nadie conoce su verdadera edad, el hecho de que haya estado desaparecido durante diez años antes de volver al puesto, el detalle de que fuese él quien facilitó la entrada de Marasi en el cuerpo de vigilantes (cuando Sazed le menciona a Wax que se había esforzado mucho por conseguir colocar a Marasi en donde está)… todo apuntaba a que Aradel no era un humano corriente.
A eso hay que sumarle el hecho de que es el único que jamás llama "kandra" a Sangradora, sino "espectro de la bruma" (¿es que no la considera al mismo nivel que un kandra, por no llevar ambos clavos?; ese matiz no tendría por qué saberlo un cualquiera). Incluso he visto en él destellos de la personalidad de TenSoon, en esa tirria que le tiene a la clase dominante o la gente que, como Wax, deja que otros hagan el trabajo sucio por ellos. También hay un momento en el que menciona a una mujer que le ha troleado cambiándole los pitillos por un plátano, una broma que me sonaba muy propia de MeLaan, a la que visualizo completamente viviendo con TenSoon en plan padre-hija. ¡Y lo de los ronquidos! Vamos, que las pistas parecían saltarme a los ojos y ya me estaba frotando las manos con la genialidad que me habría parecido semejante jugada.
Pero al final… nos sale con eso. El TenSoon perro de siempre, sin más, como si no hubiese evolucionado nada en los últimos trescientos años. Y solo para ayudar a Wax en una chorrada. En serio, qué decepción. Todavía mantengo mi teoría de que Aradel es un kandra o que, al menos, no es un simple humano. Ojalá resultase ser TenSoon de verdad, a pesar de todo, pero ahora veo complicado encajar los tiempos. Mientras Wax y TenSoon luchaban en las cuevas de la Tierra Natal, se supone que Aradel estaba organizando a los vigilantes de los distintos octantes para proteger al gobernador. Es sospechoso que TenSoon desaparezca de repente tras escapar de las cuevas, cuando Wax se reúne con los demás (entre los que está Aradel), y que no vuelva a aparecer hasta que el jaleo ha pasado. ¿Pero no debería estar Aradel dirigiendo a la turba cuando TenSoon vuelve a presentarse ante Wax, tras la batalla final con Sangradora? ¿Hay suficiente margen de tiempo para que haga ambas cosas? No lo veo factible, y eso me da una rabia brutal. Para esto, hubiese preferido que no apareciera.
(Lo único salvable de este asunto ha sido lo de los Cachorritos Soonie. Lo admito, eso sí que me hizo gracia. Eso y lo de: "Estoy encantado de que Sazed me incluyera en su librito para que los borrachos maldigan en mi nombre". Ay, TenSoon ♥) Se supone que ahora los kandra son relativamente libres y viven sus vidas como gente normal, entre la población. Por eso me ha provocado una desazón terrible ver a TenSoon como perro, en la misma forma en que lo dejó Vin, como anclado en el pasado. Que sí, que ella fue la que en realidad lo liberó y tiene sentido que él pueda tener cariño a su forma canina, como recordatorio de la primera vez que pudo ser él mismo, sin imitar a nadie. Pero me sigue pareciendo un potencial desperdiciado y una oportunidad perdida. Me hubiese gustado verlo seguir adelante con su vida, adaptándose al nuevo mundo, con una verdadera misión que cumplir. Algo que le ganase un espacio propio en esta nueva etapa de la saga, al estilo de MeLaan. De todos los viejos personajes, TenSoon es el único que podría haber conseguido algo así.
Ya veremos qué tiene Sanderson reservado para él. Y también para Aradel, porque me niego a pensar que las pistas no conduzcan a ninguna parte. Sanderson nunca suelta cosas al azar, y en el comisario aún quedan misterios ocultos. Solo resta averiguar si será para bien o para mal.
Si este último detalle es lo que más me ha irritado de Sombras de identidad, confieso que lo que más me ha gustado ha sido la forma en la que maneja las temáticas de fondo. No exactamente la corrupción política y las tensiones sociales, que, como ya dije, están bastante esbozadas, sin llegar a meterse de lleno en ellas (aunque eso no impide que la novela sea MUY política). No; lo que de verdad destaca con una habilidad maravillosa es la representación del conflicto religioso. Es lo que más peso tiene en la novela, el auténtico meollo, y está llevado de forma magistral.
Ya en la propia figura de Armonía tenemos un dios atípico, gris, que no es bueno ni malo, sino que simplemente es. Sanderson juega con el concepto de divinidad, con las limitaciones de dios, a través de esa dicotomía entre el libre albedrío y la omnipotencia (aunque Armonía no es omnipotente al cien por cien), pero también con la relación que las personas tienen con dicha divinidad. La manera de interactuar con dios, de vivir la experiencia religiosa, de encajar los sucesos de la vida, de enfrentarse a una crisis existencial… incluso plantea los conceptos de la divinidad como fuerza opresora y de la búsqueda de la libertad a través del derrocamiento de dios, algo que podría dar muchísimo juego en fases futuras de la saga. Detrás de las fricciones entre las distintas doctrinas se oculta algo mucho más importante: el uso de la religión como arma sociocultural, a un nivel que sobrepasa todo lo que rodeó en su día al Lord Legislador. Es sencillamente soberbio, una serie de cuestiones e interrogantes tan auténticos, tan íntimos, que parecen respirar vida propia.
Del mismo modo que los personajes de Sanderson rara vez son perfectos y suelen estar llenos de luces y sombras, el mundo que perfila en Scadrial es igual, ambiguo, marcado por las perspectivas de unos y otros, donde nada ni nadie es del todo bueno o malo ni existen respuestas absolutas a las preguntas. Este tema, que ha sido una constante a lo largo de todo Nacidos de la Bruma, creo que ha llegado aquí a su punto álgido. Y para mí es un auténtico gustazo poder leer a alguien que sabe bien de lo que está hablando cuando se adentra en estos temas.
Termino con un par de comentarios sobre la técnica, y es que, aunque nunca creí que diría esto… casi he echado de menos al antiguo traductor. No sé hasta qué punto es el mismo Sanderson quien recurre a un vocabulario tan rebuscado, pero se les ha ido un poco la mano y la prosa se hace tan rancia en algunos puntos que la lectura era un suplicio. Por suerte, esta edición ha cuidado bastante más el tema de las erratas y he visto muchas menos de las que esperaba; pero a cambio necesita una corrección de estilo brutal para hacerla más potable. Está llena de vicios de redacción y de fórmulas cuestionables, algo que se nos ha hecho aún más sangrante por habernos leído la novela en plan maratoniano. Al final, con cada libro nuevo de Sanderson que leo, más ganas me dan de irme directamente al texto original en inglés. Eso sí, la chispa de los personajes y las conversaciones ingeniosas se mantienen, todos con su estilo propio, por lo que no cerraréis la novela sin haber soltado al menos un buen par de carcajadas.
Se supone que Bands of Mourning está programado para salir en algún momento de 2017. Espero que llegue antes del invierno, para que no vuelva a convertirse en la maratón lectora de los Reyes del año que viene (como nos volvamos a marginar de esta manera, el resto de la familia nos mandará a la mierda, jaja). Pero estoy sufriendo el síndrome de abstinencia. Quiero más. Quiero saber qué leñes va a pasar. Quiero saber cómo demonios va a acabar todo esto.
Y pensar que, con un tomo más, Nacidos de la Bruma volverá al dique seco hasta ve tú a saber cuándo...