"En mi nave no se vota, porque mi nave no es un puto ayuntamiento"

Jun 21, 2016 23:35

No penséis que mi racha de fanatismo espacial se reduce únicamente a leer Horizonte Rojo y dar la brasa con Mass Effect. Soy una fan multiplataforma, así que, cuando me da con algo, siempre termino cubriendo todos los flancos. Por eso decidí que era el momento perfecto para engancharme también a Firefly, la fantástica space opera western que concibió Joss Whedon allá por 2002, con Nathan Fillion como protagonista, y que tuvo la mala suerte de sufrir una muerte prematura por no contar con las simpatías de… quien sea que decida el destino de las series de televisión. Sea por las razones que sean, esta joyita fue licenciada por fin en nuestro país hace relativamente poco (se lo tomaron con calma, desde luego) y ha sido emitida por Netflix España durante primavera, así que es obvio que los astros se alinearon a mi favor. Porque verla en VOS me daba mucha pereza. Para mí, Nathan Fillion no es Nathan Fillion si no está doblado por Iván Muelas (perdónenme la vida, puritanos de la VO).

Terminé de verla hace ya un par de semanas y, aunque llegue un poquito tarde, aquí estoy finalmente con la reseña de rigor.




Para quien no lo sepa, Firefly sigue los pasos de la tripulación del capitán Malcolm Reynolds, un veterano de la guerra entre la Alianza y los Independientes (muy al estilo de la Guerra Civil Americana, pero a nivel intergaláctico) que perteneció al bando perdedor y escapó de la contienda muy resentido con el universo entero. Sintiéndose un paria en la nueva sociedad de la posguerra, invirtió todo lo que tenía en comprar una nave espacial, empezó a reunir una tripulación y se lanzó al divertido y siempre imprevisible mundo del contrabando. De modo que él y sus chicos viajan por ahí, trapicheando, intentando sacarse unas perrillas con trabajos más o menos mierderos y, en definitiva, resolviendo entuertos. Porque Mal, por muy contrabandista que sea, cumple con el arquetipo de héroe noble de la cabeza a los pies.

La serie empieza cuando, al recalar en un puerto tras una misión algo escamosa, deciden aceptar pasajeros en Serenity (su nave), con la esperanza de lograr algunos ingresos extra. Entre esos pasajeros se incluye un joven doctor que apesta a muchachito de la alta sociedad forrado de pasta y que promete una jugosa suma de dinero por el transporte. Pero no todo era tan bonito como pintaba a simple vista y… hasta aquí puedo leer.

Con todos los "problemas" que se le puedan achacar, lo innegable es que Firefly era una serie muy original, imaginativa, diferente y, en algunos aspectos, bastante atrevida. Cuando empecé a verla, no sabía muy bien qué esperar de ella, y sin embargo me conquistó casi en el acto. Mezclar el western con la space opera podría parecer una jugada arriesgada, pero el resultado fue muy decente y curioso. Que el universo de Firefly fuera enteramente humano, además, sin alienígenas, la alejó de los grandes pesos pesados del género y la acercó más a los clásicos de la ci-fi espacial escrita, como la Fundación de Asimov o el propio Dune de Herbert (mucho menos relamida, eso sí). Si añadimos a la mezcla el fortísimo poso chino que tiene esa sociedad intergaláctica, no sólo en la estética, sino también en el lenguaje, el resultado era para quitarse el sombrero: aventuras de contrabandistas en un oeste de reminiscencia oriental, extrapolado a nivel interplanetario. Raro, sí, pero ésa es la esencia de la ciencia-ficción y de la space opera en concreto. Esa capacidad de fusión desenfadada, estos experimentos descarados en función del entretenimiento. Al menos, se salía de la media de series espaciales clónicas y apostaba por algo distinto, más fresco y divertido.



(credit)
Lo único que sí le critico a Firefly es algo que ni siquiera es realmente culpa suya: un ritmo narrativo que se va volviendo un poco errático y que no parece llevar a ninguna parte. Es una serie con una estructura episódica, en la que cada capítulo representa una aventurita independiente; pero, a partir de cierto punto, empezó a dar una sensación demasiado fragmentada, como de querer abarcar muchas cosas al mismo tiempo y no llegar realmente a nada. Eso afectó negativamente a la cohesión. La subtrama personal de Simon y River, que es lo que actúa como telón de fondo y, en cierto modo, hilo conductor principal, no fue suficiente para subsanar esto, porque marearon mucho la perdiz y tardaron demasiado en arrancar. El momento estelar de River no llega hasta el último episodio, por ejemplo, y da rabia pensar en todas las oportunidades de hacer algo interesante con ella que no se aprovecharon, obligándonos a tragárnosla durante toda la serie sin hacer nada más que dar vueltas por ahí con cara de loca. Y, quien dice River, dice también cualquier otro. No hacían más que lanzar detalles al aire sobre los miembros del equipo, abrir caminos y más caminos (la Alianza, los "manos de azul", los Reavers), y no resolver nada importante. Pasada ya la mitad de la temporada, y sobre todo llegando al final (donde hubo un par de capítulos que no me gustaron nada por lo inútiles que me parecieron), esto empezó a irritarme y lamenté que los creadores no hubiesen optado por concentrar sus energías en algo más concreto, sin dispersarse tanto.

¿Pero por qué le ocurre esto a Firefly? Muy sencillo: porque los cabritos de la Fox la cancelaron a mitad de temporada. Así, lo que en un principio debió ser concebido por Whedon como una temporada larga de veintitantos capítulos, quedó convertido en una corta de sólo catorce, con el final más abrupto de la historia de la televisión y sin atar ni un solo cabo de los muchísimos que expusieron. Es inevitable que la frustración que esto genera afecte a la opinión del espectador. Ponerse a ver una serie sabiendo que tiene una única temporada de catorce episodios te hace ser mucho más crítico con el ritmo que presenta; y, cuando ves que la cosa avanza pero sin saber muy bien en qué dirección, te da la sensación de que te han prometido mucho y todo se ha quedado a medio gas. Firefly es un coitus interruptus de proporciones épicas, y es una lástima que las nefastas decisiones de la productora deslucieran una serie con tantísimo potencial.



(credit)
Dejando esto a un lado, ¿se le puede reprochar algo más? Sinceramente, creo que no. La galería de personajes es soberbia, ellos son el verdadero corazón de la serie; y si Firefly ha calado tanto en los fans ha sido gracias a sus protagonistas, la química que hay entre ellos y ese elenco de actores maravillosos que les dieron vida. Todos tienen una chispa especial que los hace muy entrañables, incluso a los más arquetípicos. Porque también es verdad que casi todos ellos entran dentro de uno u otro molde, pero se las ingenian para adaptarlo a sus propias medidas y brillar con luz propia aun así. Eso es lo que más me enamoró de la serie. Me encantó que Mal, el héroe noble que no deja nunca a nadie atrás, sea también un resentido con el sentido del tacto en la punta del pie y con una mala baba considerable; o que Zoë, siendo la dura militar veterana de guerra, fuese también la mujer casada, enamoradísima de su marido y con ganas de ser madre de familia; o que Kaylee sea la chica cute y adorable, llena de inocencia, optimismo y buen humor, pero también una genio de la mecánica, siempre en mono de trabajo y manchada de grasa; o que Wash ejerza un poco de alivio cómico por su sentido del humor, pero no tenga ni un pelo de tonto, además de perder el culo por su esposa y ser la parte "romántica" y más sensible de esa pareja; o que Simon, aun siendo un pijo de la cabeza a los pies, sea también el más tierno y compasivo; o que a Jayne, a pesar de ser tan cabrón, materialista y tío duro descerebrado, le importe sinceramente lo que los demás puedan pensar de él; o que el pastor Book sea mucho más que un simple hombre de fe, o que River sea mucho más que una loca, o que Inara sea mucho más que una cortesana…

Catorce capítulos no son suficientes para llegar a conocerlos a todos a fondo y salta demasiado a la vista que muchas líneas de desarrollo apenas empezaban a perfilarse cuando la serie terminó (y el propio Mal entra en ese saco). Con Inara me costó bastante conectar por culpa de esto, porque, aunque el personaje me gustaba, me parecía básicamente una cara bonita y poco más. De River casi no pudimos disfrutar, porque todo acabó justo cuando ella empezaba a ser funcional de nuevo. Sobre el pastor Book se insinuaron un millón de cosas que nunca llegaron a concretarse. De Mal sólo alcanzamos a ver la punta del iceberg de las secuelas que le dejó la guerra (pérdida de su fe en Dios incluida). Pero, a pesar de todo, se hicieron querer y se ganaron a pulso su hueco de honor en la historia.



(credit)
Algo que alabo especialmente es que los personajes no sólo eran geniales en sí mismos, sino en las relaciones que establecían entre sí. La férrea amistad/camaradería entre Mal y Zoë es una de las mejores amistades hombre-mujer que he disfrutado en la ficción, marcada por una confianza ciega y unas dinámicas maravillosas. Del mismo modo, fue muy épico ver cómo los roles dentro del matrimonio Washburne parecían estar invertidos con respecto a la norma habitual (ella, la discreta y sobria; él, el romántico y meloso), o cómo Wash encajaba con muy poca serenidad cualquier peligro que pudiera estar atravesando Zoë, mientras que ella se blinda en fría calma cuando el que está en peligro es él (sin caer jamás en el cliché de "mujer insensible", porque ella siente y eso queda clarísimo). Que el matrimonio tuviera conversaciones serias y normales, que discutieran, que incluso PARODIARAN la posibilidad de un triángulo amoroso fueron detalles que disfruté lo indecible. La relación fraternal entre Kaylee e Inara, a la que la mecánica parecía acudir siempre en busca de consejo, o la relación literalmente fraternal entre Simon y River, que me pegó de lleno en los brotherhood feelings, fueron otros dos de mis aspectos favoritos: te hacían sentir que todos tenían vida propia, espacio propio, en vez de orbitar exclusivamente en torno al protagonista de turno. Y mención especial también a la forma en la que se fue desarrollando poco a poco el romance entre Kaylee y Simon, siempre en constante fluctuación por el choque cultural entre ambos, un detalle valiosísimo a nivel de caracterización.

De todas formas, esto no habría sido ni la mitad de bueno si Firefly no hubiese tenido un guion tan genial. Aunque es una serie modesta a nivel técnico, con unos efectos especiales bastante humildes, está plagada de diálogos brillantes y momentos memorables. Las interacciones entre los personajes tenían una naturalidad impresionante y hay capítulos magistrales en los que cada cosa que dicen es un LOL (nunca olvidaré el interrogatorio del capítulo 3). Ése es el otro aspecto de esta serie que más me enamoró, porque se está volviendo tristemente habitual para mí encontrarme con diálogos forzados y carentes de toda chispa, y eso destroza el ambiente. El carisma que rezumaba por todos sus poros la tripulación de Serenity radicaba sobre todo en su forma de expresarse, en esas distintas voces tan características y tan bien perfiladas.

No me voy sin mencionar también otros detallitos que merecen mucho la pena: la diversidad del elenco, los roles tan igualitarios, la dignificación del trabajo de Acompañante, la bisexulidad de Inara (que, aunque se trató muy de pasada, no recurrieron ni de lejos al morbo que me esperaba), el hecho de que el único desnudo integral de la serie sea por parte del propio Fillion y que no aparezca ni un solo pecho en toda la temporada… Es una lástima que no tuvieran más tiempo para seguir desarrollando el transhumanismo de ese universo y toda la vertiente religiosa que auguraban los piques entre Mal y Book. Pero me quedo con ese bonito concepto de lealtad, a todos los niveles posibles: lealtad dentro del grupo, lealtad entre amigos, lealtad entre esposos, lealtad entre hermanos. Serenity es como la Normandía, esa nave en la que todos han encontrado un hogar al que poder pertenecer y donde formar una familia. Siempre nos están recordando el amor que todos ellos sienten hacia la nave, la libertad que representa para ellos, el poder vivir según sus propias normas. Y ese tipo de premisas pueden conmigo.



(credit)
(Offtopic: si os estáis preguntando por qué en esta entrada hay tantos gifs, algo que no suelo hacer al reseñar, es sólo porque Firefly tiene tantísimas quotes geniales que no sabía por cuál decidirme...)

Sin lugar a dudas, su cancelación fue una grandísima pérdida y un desperdicio enorme. Si os gustan las space operas y aún no la habéis visto, no sé qué estáis haciendo con vuestras vidas. ¿Necesitáis más? Vale, intentad decirle que no a esta intro tan molona:



Aún me queda por ver Serenity, la peli que hicieron años después a modo de cierre, para poder dar carpetazo a esta experiencia. Pero tengo sentimientos encontrados hacia la película. No me hace demasiada gracia que una serie tan buena y que tenía tanto que ofercer tuviera que verse obligada a resumir en una simple película todo lo que se quedaron sin contar. Y sí, también me he spoileado ya quién muere y no me ha gustado nada de NADA. Así que casi prefiero no verla...

Pero, decida lo que decida, ya os informaré.

2.3. contemporáneo (s. xxi), 2.4. acción real, 2. pelis y series

Previous post Next post
Up