Titulo: MANIOBRAS PELIGROSAS
Autor:
destielwinchiArtista:
evian_forkBeta:
4lihoFandom: Marvel Movies, Marvel RPS, THOR.
Género: A.U. - Carreras de Autos.
Pareja/Personajes: Chris Hemsworth/Tom Hiddleston, Jaimie Alexander, Clark Gregg, Emma Hiddleston, Liam Hemsworth, Luke Hemsworth, Diana Hiddleston, James Hiddleston, Josh Dallas, Tony Stark, Steve Rogers, Natasha Romanoff, Colme Feore y James "Rhodey" Rhodes. Así como unos cuantos personajes originales.
Rating: 17
No. de Palabras: 84, 771
Advertencia/Spoilers: Angst, Slash, Traumas infantiles, no spoilers de ninguna peli.
D. de R: Nada es mío, todo le pertenece a Marvel Studios, así como los nombres de los actores les pertenecen a ellos mismo. Todo hecho sin el más mínimo intento de lucro.
Resumen: Cuando el amor golpea tu puerta es difícil reconocerlo, aun mas cuando apenas eres un niño. Eso fue lo que exactamente les paso a Tom y a Chris, quienes al conocerse a los ocho años de edad cayeron enamorados el uno del otro sin darse cuenta, creando una conexión que con el paso de los años los llevaría a enfrentarse en la pista de carreras en una relación de odio, rivalidad y un amor que por años quedo sepultado bajo penosos recuerdos y malos entendidos.
Ocasionando que el redescubrimiento de sus sentimientos este lleno de obstáculos e inseguridades.
Notas: Wow, no puedo creer que por fin lo haya terminado y lo esté publicando. Este fic fue todo un reto porque realmente me lance a la aventura, sin saber ni papa del Fandom, espero que el resultado este a la altura de las expectativas de la artista. Que tiene gran culpa por haberme inducido a esta pareja con una traducción de ellos.
Pero en especial quiero agradecer a
4liho, porque sin su ayuda y sus consejos, así como los comentarios que me levantaban el ánimo, este fic no puedo haber llegado a ser lo que es. Nena, gracias, en serio muchas gracias por dar este salto de fe conmigo. Y también gracias a
evian_fork quien nos conecto/unió/presento, además de que sin sus maravillosos arts no hubiera podido lograr la inspiración para hacer algunas escenas.
A ambas, ¡MUCHISIMAS GRACIAS!
Link al FanArt:
¡AQUI! El viento comenzaba a silbar con fuerza, el sonido casi siniestro le puso los pocos vellos que tenía en el cuerpo de punta, tanto por el miedo como por el frío que comenzaba a azotarle.
Nunca debió salir de casa.
La luz que se colaba a través de las copas de los arboles empezaba a languidecer y el sol ya comenzaba a bajar, lo sabía aunque no pudiera verlo debido a lo espeso de las hojas verdes, el azul del cielo era apenas un recuerdo difuso en su mente infantil después de las horas que había pasado caminando.
¿Por qué no se había llevado su chaqueta?
El ruido de las hojas secas al crujir llamó su atención, el sonido de una rama al quebrarse le anunció que alguien estaba cerca, quizá demasiado.
En serio ¿Por qué salió de su casa en primer lugar?
El llanto se recrudeció, alimentado por el miedo de haberse perdido y del posible peligro que esas pisadas sobre la naturaleza muerta le anunciaban. Sus pequeños brazos se cerraron aun más alrededor de sus delgadas piernas, el férreo abrazo solo ocasionó que empezara a temblar, la tensión en su cuerpecito comenzaba a pasarle factura, pero él no quería temblar, quería demostrar valentía, esa que tantas veces su padre le había dicho que debía mostrar, y que sin embargo, en momentos como ése, no podía. Realmente nunca ha sido una persona de una naturaleza valiente.
Hoy menos que nunca.
Otra pisada, otra rama rompiéndose y ese supuesto peligro se encontraba más cerca. Quizá fuera un animal en busca de comida, pero no, sabe que no lo es, este bosque en particular no tiene más animales que las ardillas o los pájaros, se trata un hombre, quizá alguien que puede ayudarlo, quizá no, está demasiado asustado como para averiguarlo en esos momentos; de cualquier manera, pronto lo sabrá, quiera o no.
Los pasos comienzan a escucharse cada vez más fuerte, más cerca, el crujir de las hojas y el sonido del viento a través de las ramas solo le hace recordar esa película de miedo que no debió haber visto; sus ojos se cierran con más fuerza en un vano intento por desaparecer, su miedo infantil creciendo a la par de las pisadas que ya están casi junto a él.
- “Por favor que no me haga daño, que se vaya… que no me vea.” - piensa, reza incansablemente en el interior de su mente, no quiere que le hagan daño, y es un tanto irónico si lo piensa, esa fue la razón por la que salió de casa en primer lugar, ahora puede recordarlo.
Los pasos se han detenido por completo, esa persona está ahí, a su lado, observándole, está seguro de ello. Puede que, como en la película que vio, esa oscuridad que le envuelve sea lo último que vea.
De cualquier manera, no es como si su futuro en casa fuera mejor que esto. Lo que ha hecho es imperdonable incluso para un niño de sólo ocho años.
Pero a diferencia de la amenaza que espera contra su minúscula vida, lo que recibe es una tímida pregunta, hecha por una voz tan infantil como la suya.
- ¿Te encuentras bien? - le insta esa voz infantil, mitad cansada, mitad rota. Lentamente, y aun con el miedo corriendo por sus venas, alza la mirada de su escondite entre sus rodillas, encontrándose de inmediato con unos ojos hinchados de llanto, un poco húmedos y enrojecidos, pero de un azul tan brillante y claro como el cielo mismo, y que aun así, tristes como se muestran, consiguen encandilarlo al instante.
Sin darse cuenta siquiera, es en ese preciso momento en el que cae profundamente enamorado del dueño de esos ojos tristes e hinchados; y no será hasta años más tarde que comprenderá la magnitud del sentimiento que lo embargó en esos instantes, pues en ese precario momento de su vida él interpretará esa enorme calidez que no le cabe en el pecho como un profundo alivio y una aún más grande admiración.
- Estoy… perdido. - alcanza a responder, entre los espasmos que el llanto y el miedo le provocan a su frágil cuerpo. - Y tengo… frío.
El niño rubio se le queda mirando tras esas palabras, de manera intensa, especulativa se atrevería a pensar en esos momentos; y es por la misma intensidad de esa mirada que vuelve a encerrarse en sí mismo, cerrando sus ojos hasta que duelen para aislarse del juicio que de seguro le está haciendo. Todos le juzgan, siempre lo han hecho, y realmente no tendría por qué ser diferente con este niño de preciosos ojos azules. Él ni siquiera forma parte de su familia que es la única que lo ama tal cual es.
Pero tras unos segundos de aguda incertidumbre, y un miedo aun más grande que el anterior, siente como sobre sus hombros cae una fina tela que lo resguarda del frío de esa tarde otoñal.
- Con esto ya no tendrás tanto frío. - dice el niño después de unos momentos, cuando se ha asegurado que su saquito oscuro está bien colocado sobre sus hombros. Los ojos de Tom se abren ante el inesperado acto de bondad para con él, se abren tanto que si se viera en esos momentos rompería a reír. El niño delante de él está tentado a hacerlo, pero en vez de eso solo sonríe, un poco apagado para el gusto de Thomas, quien cree que su sonrisa ha de ser de aquellas que son escandalosas y llenas de vida. Pero lo que Tom ignora es que esa risa ha sido consumida por un dolor mas grande, el dolor de una perdida que marcará la vida de ese niño rubio que le ha brindado un poco de calor, en más de un sentido.
- Gracias… - susurra, un poco apenado puesto que hacer amigos jamás se le ha hecho fácil. - Me llamo Thomas, pero en mi familia todos me dicen Tom. - añade, limpiando los restos de las lagrimas de su rostro con el puño del saco prestado, y sonrojándose en el acto cuando se percata de lo que ha hecho.
- Yo soy Chris. - le responde, ignorando el sonrojo de Tom y su inusitada palidez, disculpándole del acto con un pequeño movimiento de su cabeza. - ¿Estás perdido? - vuelve a decir, esta vez sentándose a su lado como si fuera lo más natural del mundo, y por muy extraño que a Tom le parezca, también lo siente así.
- ¡No! - es la inmediata respuesta de Tom, el miedo empañando su tono de voz de manera casi palpable. Aunque después de un segundo lo piensa mejor, después de todo mentir tampoco es algo que se le dé muy bien. - Es decir, si, pero… - él mismo se interrumpe, incapaz de decir el motivo real por el cual se ha perdido en el bosque que rodea su casa y la de muchos otros.
El silencio se hace presente entre los dos, el ulular del viento a través de las hojas y el sonido de los pocos animalillos que los rodean es lo único que pueden escuchar, y Tom a cada momento se siente más nervioso.
- A mí también me gustaría escapar, ¿sabes? - dice por fin Chris, rompiendo ese silencio extraño entre ambos. - Me gusta tener aventuras.
Tom le mira sin saber bien que decir, sin duda el tener aventuras no es para alguien como él, que prefiere mil veces la seguridad de su habitación o el sonido del auto de su padre. Y quizá eso ultimo sea lo más cercano a tener una aventura, y lo que vive en esos momentos es solo el resultado de… quizá y por ironías del destino, una aventura fallida, de una idea que jamás debió llevar a la práctica.
- Me escape, pero… no para tener aventuras. - el tono de su voz es arrepentimiento y desazón pura, el recuerdo de su travesura envolviéndolo con fuerza, tanta que sus ojos se humedecen una vez más por la memoria en su cerebro. - Hice algo malo, muy malo y mis papas ya no me van a querer. - solloza sin poder evitarlo, provocando que Chris, en un acto que no le es tan ajeno dado que tiene un hermano menor, le pasa el brazo por sobre sus hombros y le abraza ligeramente.
- No llores. - le pide, su voz dejando atrás un poco de la melancolía que Tom escuchó cuando le encontró. - Si quieres… podemos escapar juntos, así no te sentirás solo y no te perderás. - le intenta consolar. En medio de su llanto a Tom le parece atractiva la idea, algo en Chris le dice que estará seguro a su lado. Por ello se atreve a mirarlo una vez más, encontrándose de inmediato con sus ojos azules, pero que ahora lloran igual que los suyos.
Ahora es él quien extiende su mano para consolarlo, sus finos dedos limpiando una lagrima que resbalaba por su mejilla, un gesto que su madre había hecho con él un millón de veces y que siempre le hacía sentir mejor sin importar que mal estuviera. Tom espera que Chris sienta lo mismo.
- ¿Por qué lloras? - la pregunta sale de sus labios al mismo tiempo que Chris toma su mano, acercándola un poco más a su rostro.
- Porque me duele. - es la respuesta que le da, cerrando sus ojos ante el hecho de que ahora esta tan solo como Tom en esos momentos. No importa que sus hermanos estén en casa esperándole.
- ¿Te golpeaste? ¿Dónde? - la preocupación es palpable e inmediata en Tom, quien rápidamente está buscando el lugar donde se haya golpeado Chris; pero Chris abre sus ojos y lleva la mano que aun sujeta hasta su pecho, justo encima de su corazón.
- Me duele aquí. - susurra, y un nuevo grupo de lagrimas resbala de sus ojos de manera silenciosa, de esa forma que habla de un dolor tan inmenso que ni siquiera necesita palabras o gritos para hacerse entender o expresar. - Ya no tengo papas. - añade, y el interior de Tom se contrae de manera dolorosa, de pena y de otros sentimientos que a su corta edad aun no entiende.
Realmente las palabras sobran, eso lo sabe Tom, porque él sabe que no habría palabras que consiguieran calmarlo si algún día perdiese a sus padres, a ninguno. Así que hace lo único que cree puede ayudar a quitar tan siquiera un poco del dolor de Chris; le abraza, le abraza tan fuerte que por un momento cree que podrá romperlo o fundirse con él. Pero no le importa, no le interesa porque de repente siente que si lo suelta, aunque sea por un momento, Chris se romperá y Tom no quiere que se rompa, no quiere.
- ¡Ahora estoy solo! - el llanto de Chris se recrudece tras esas palabras, su mano aferrándose aún más a la de Tom, sus lagrimas humedeciendo la tela de su propio saco mientras se esconde del mundo en el pequeño hombro de este niño perdido en medio del bosque.
- Yo estaré contigo… así no estarás solo. - dice Tom con cierta duda, su voz suave oyéndose por encima de los sollozos y las lagrimas de Chris, las primeras que se ha permitido derramar desde que se enteró de lo sucedido por medio de Beth.
Chris levanta el rostro del hombro de Tom y le mira con miedo, dudas y una genuina esperanza de que sus palabras sean ciertas. A estas alturas quiere a alguien que esté siempre para él, tal y como su padre se lo había prometido días antes.
- ¿Por qué? - pregunta Chris, aún dudando si creer o no en lo que ha dicho.
- Porque somos amigos. - sentencia Thomas, como si eso fuera lo más lógico y obvio del planeta, su inseguridad anterior yéndose con el viento. - Y los amigos no se abandonan nunca.
Después de eso Chris sonríe, como si tras esas palabras parte de su alegría perdida volviera a su cuerpo y el dolor en su pecho remitiera hasta el punto de no quemarle el interior, reducido al regusto típico y amargo de una tragedia que es muy común en la vida humana.
El sol continuó cayendo como lo hacía cada día, llenando el bosque que los rodeaba con luces entre anaranjadas y verdes, oscureciendo su entorno cada vez más, pero ellos se mantuvieron juntos, sin despegarse ni un segundo del otro, sujetándose de las manos en apoyo mutuo de la pena que los aquejaba.
Pero cuando los últimos rayos del sol morían en el horizonte un par de voces, gritos más bien, allanaron el silencio reinante de aquel lugar, seguidos casi de manera inmediata por las luces de unas linternas en las cercanías.
- ¡TOM! ¡¿Tommy donde estas?! - gritaba una voz masculina, desesperada y frenética ante la posibilidad de no encontrar aquello que está buscando con tanto ahínco.
Tom deja de respirar por un segundo, quizá dos, ante el ramalazo de miedo que le recorre el cuerpo al escucharla voz de su padre, su crimen volviendo a su memoria desde aquel lugar al que lo había relegado en las últimas horas. Es tanto su miedo que pasa por alto el tono de preocupación que tiñe cada grito de su progenitor.
- Es mi papá. - susurra bajito, intentando no llamar la atención. - Me está buscando para castigarme. - añade, su manita apresando con mayor fuerza la de Chris en un intento de darse valor, o de que le saque de ahí.
Pero Chris sabe que esa voz, esos gritos que se escuchan no son de un padre molesto, son los de uno preocupado, asustado. Lo sabe porque en una ocasión sus padres gritaron de esa forma, cuando la familia fue al zoológico y él se perdió porque quería ver de nuevo la jaula de los leones. Está por intentar calmarle, explicarle que la voz que grita no es por furia o molestia, si no por preocupación; pero mucho antes de que las palabras alcancen a escapar de sus labios la luz de una linterna les cae de lleno en sus pequeños rostros, atravesando la oscuridad de la noche que ya se había aparecido sobre ellos.
La expresión de alivio en el rostro del hombre que se acerca rápidamente a Tom para levantarle y abrazarle es muy parecida a la que tuvo el padre de Chris en su momento, y al recordarlo le duele el pecho con la misma intensidad que antes de encontrarse con Tom y tomar su mano. Chris no asocia del todo que su dolor se debe en parte a que ha soltado a su nuevo amigo en cuanto su padre le levanto en brazos, y no lo descubrirá hasta años más tarde, cuando esta amistad de niños se torne en algo más profundo, más intenso y mucho más doloroso que el dolor actual en su interior.
- ¡Thomas, nunca vuelvas a hacer esto! - el regaño llega en cuanto la preocupación de James, el padre de Tom, se desvanece de su cuerpo para ser sustituida por el alivio, la molestia y la alegría de que a su hijo no le ha pasado nada. Incluso los hombres a su espalda se notan aliviados ante la aparición de Tom.
Pero Thomas ni siquiera contesta, se mantiene rígido entre los brazos de su padre con el miedo recorriendo su cuerpo. Su padre al notarlo no puede evitar volver a preocuparse.
- Tom, ¿Qué te pasa? - pregunta asustado, alejando un poco a su hijo de su cuerpo para poder ver su rostro, encontrándose con que sus pequeños ojos están cerrados con fuerza. - Tom contéstame, ¿Qué te pasa? Te has lastimado. - pero Tom no responde, solo se queda quieto en el agarre de su padre hasta que comienza a sollozar sin poder evitarlo.
- Tiene miedo de que lo castigue. - es Chris quien responde a la pregunta de James Hiddleston, haciéndose notar por vez primera desde que esos hombres les encontraron, levantándose de donde se encontraba sentado para encarar al hombre que sostenía a su amigo.
James mira alternativamente de Chris a su hijo un par de veces hasta que comprende las palabras del rubio y se centra completamente en Tom una vez más.
- Debería castigarte Thomas… - empieza a decir. -…sé lo que hiciste y eso amerita una reprimenda muy fuerte; pero no lo hare porque para mí es más importante que estés bien y a salvo. No sabes el miedo que tuve al ver el auto estrellado y que tu no aparecías por ningún lado. No vuelvas a hacerlo Tom, por favor. - terminó suplicando James.
Tom ante las palabras de su padre por fin abrió los ojos, las lagrimas agolpándose en ellos a medida que brotaban, solo para agudizar su flujo en cuanto el pequeño se arrojo contra el pecho de James gimoteando unos inentendibles “Lo siento” a medida que se abrazaba su cuello.
James Hiddleston consoló a su hijo acariciándole la espalda, susurrándole cosas que nadie más que el pequeño pudo escuchar, solo hasta pasados unos minutos, en el que el llanto de Tom cesó casi por completo es que James volvió su atención a Chris, a quien le sonrió y le ofreció su mano.
- A ti también te están esperando, Chris. - dijo al pequeño que no despegaba su mirada de Tom. James sabía perfectamente quien era Chris, en realidad no había nadie que no conociera a los huérfanos Hemsworth, la tragedia de sus padres los había hecho famosos de una manera maliciosa dadas las habladurías que giraban en torno a su accidente.
Chris está tentado a decir que no quiere volver y salir corriendo de ahí, pero Tom se lo impide, porque irse significa dejarlo y él no quiere. Además el pequeño de ojos azules claros le mira en esos momentos y le sonríe.
- Si, ven, así podremos jugar y no estarás solo. - dice Tom, en cuanto sus miradas se cruzan. Y Chris ciertamente ya no tuvo que objetar ante ello.
Unos cuantos minutos más tarde se encuentran en el camino que pasa por todas y cada una de las casas que se ubican en las cercanías, y justo ahí, en la pequeña intersección que se abre para señalar el camino que conduce a la mansión de la colina, se encuentra Beth, la nana de Chris, que tiene una mezcla de ceño fruncido de evidente molestia y preocupación en la forma en la que aprieta sus labios. Chris no necesita ser genio para saber que Beth le regañara un buen rato antes de abrazarle porque ella mejor que nadie sabe lo difícil que ha sido todo ese asunto para él.
Beth no tarda en dar las gracias a James antes de tomar a Chris y empezar a marcharse, y solo se detienen cuando Tom pregunta en un grito si se verán mañana para jugar. Chris asiente con una pequeña sonrisa dejando a Beth un poco turbada y con las lágrimas formándose en sus ojos porque el pequeño Chris no había sonreído en días.
Ambos niños se despiden con la firme promesa de verse al día siguiente y con el compromiso implícito de no separarse jamás. Salvo que ninguno contaba con que el tío de Chris llegaría esa misma noche para llevarse a los hijos de su hermano lejos de Inglaterra. Dejando así un hueco en el pecho de ambos pequeños; uno cicatrizaría con el tiempo, el otro, el otro simplemente devoraría la inocencia que ese día Thomas salvó con una caricia y una promesa.
CONTINUARA...
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