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sowelu_26Título: La aventura y la monotonía
Pareja: Teddy/Lily
Advertencia: si a alguien le molesta, diferencia de edad de diez años… POV Teddy.
Summary o prompt: Teddy Lupin está muy consciente de lo monótona y aburrida que es su vida al lado de aquellos a quienes considera su familia. En especial en comparación con la de la aventurera rompe-maldiciones Lily Potter.
Dedicatoria: hecho con mucho cariño para ti, sé que te gusta la pareja y aunque al inicio no tenía idea de cómo abordarla tras muchas vueltas llegué a esto. Espero que te guste…
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Teddy Lupin tenía todos los números para una vida estelar. Hijo de dos héroes de guerra, miembros de la Orden del Fénix. Hijo de una metamorfomaga y un hombre-lobo, uno de los últimos descendientes de la casa Black, hijo de un merodeador, ahijado del héroe del mundo mágico. Con todos aquellos antecedentes se esperaban grandes cosas de él. Sin embargo, y a pesar de ser miembro adoptivo en cierta forma de una de las familias más activas del mundo mágico, él nunca había sido una persona de acción. Su abuela siempre había dicho que ya sus padres habían tenido toda la acción necesaria por él. La verdad era que excepto por sus visitas a casa de su padrino, había llevado una infancia bastante calmada. Andrómeda había sido muy cuidadosa con él y a pesar de consentirlo todo lo posible él nunca había pedido más que libros y los había tenido de sobra.
Su abuela siempre había dicho que se parecía más a su padre en ese aspecto.
En el colegio no había sido un santo, tenía que admitirlo. Era tranquilo pero tampoco un amargado. Era un chico llamativo con sus cambios de aspecto a los que solía sacar provecho, igual que a su habilidad para la música. Dada su poca inclinación hacia los deportes su padrino había insistido en pagarle clases de música y a su abuela le había parecido una idea excelente. Le gustaba, y mejor aún, a sus compañeros y en especial a sus compañeras también. Sin embargo, había llevado una vida estudiantil bastante promedio.
“¡Una vergüenza para un descendiente de merodeador!” había dicho James Potter siempre al escuchar hablar al respecto. Él sí que había intentado estar a la altura de su legado con bastante éxito.
Teddy tenía todo para un futuro brillante. La música podría haber sido su ámbito y había llegado a pensarlo. Al salir del colegio había hecho sus pinitos con la guitarra. También tenía una novia preciosa, Victoire Weasley, que lo hacía sentirse oficialmente parte de una familia a la que siempre había pertenecido.
Luego, su abuela había enfermado.
Andrómeda Black Tonks había sido la única familia directa que había conocido y siempre había estado allí para él. Por eso no lo pensó dos veces antes de dejarlo todo y marcharse con ella a tierras más cálidas, como recomendó el doctor. Nunca había pasado tanto tiempo con su abuela. De niño, claro, pero no era lo mismo. En esa época era ella quien lo cuidaba y lo protegía de todo. No fue hasta entonces que ella empezó a hablarle realmente de su pasado.
Había escuchado mil historias sobre su madre: la pequeña Dora, la traviesa y torpe chica. Fue hasta entonces que empezó a escuchar sobre la guerra y en especial, sobre su padre. Las historias que iban más allá del merodeador y el miembro de la Orden del Fénix. Historias sobre un hombre torturado por una terrible enfermedad. El último hombre que Andrómeda hubiera soñado para su hija cuando era pequeña y el único que había ganado el amor de su madre sin nunca llegar a creerse que lo merecía.
La enfermedad le daba a su abuela un aire taciturno y oscuro que la impulsaron a contar las más oscuras historias. Nunca, hasta entonces, había entendido Teddy lo dura y triste que había sido la vida de sus padres más allá de los guerreros que murieron durante la Batalla Final.
Día y noche se dedicó en cuerpo y alma a cuidar a su abuela hasta que cuatro años después partió a encontrarse con su esposo y su hija, dejando atrás a un nieto con el corazón roto y desgastado. Adiós colores vistosos, música y juventud.
El chico vigoroso y deseoso de comerse el mundo se había marchado con ella. Sin embargo, durante todo ese tiempo de acompañarla, escuchar la historia del pasado de su familia de sus labios una y otra vez, junto a tanto contacto con medicinas y hospitales, Teddy había descubierto lo que quería hacer con su vida.
Decían que tenía la seriedad y la melancolía que en su momento también se había apoderado de su padre después de ser un muchacho jovial y alegre, tal vez era cierto. No le molestaba. Lo hacía sentir más cerca de la figura del padre ausente que no había conocido y tanto había sufrido. Sin embargo, tenía la testarudez de su madre, aunque otros prefirieran llamarlo constancia. A partir de la muerte de su abuela se había dedicado su vida a estudiar y trabajar pociones, con la intención de mejorar la poción matalobos. Eso lo ponía en una posición de horas y horas en un laboratorio sin mayor compañía que algún asistente ocasional que estuviera haciendo horas por allí.
Esa era su vida. Le gustaba, aunque contrastaba con la realidad de las personas más cercanas en su vida: sus padres, los Potter y los Weasley. James, el hijo de su padrino con el que tenía más relación también trabajaba con pócimas y hechizos, pero era, como a él le gustaba decir, un inventor. Se había convertido en uno de los principales diseñadores de productos para Sortilegios Weasley, en donde trabajaba junto a su primo Fred. Su vida era toda de color, explosiones de alegría y muchas risas.
Albus por su parte tenía una vida mucho más sombría y peligrosa tras seguir los pasos de su padre en el mundo de los aurores. A veces le resultaba extraño pensar en que el chico al que siempre había visto tan pequeño y apagado a la par de su hermano fuera tan poderoso y realizara una labor como aquella. Siempre había admirado a su padrino por el trabajo que hacía y le ocurría otro tanto con su hijo.
Sin embargo, ni la vida de James ni la de Albus podía compararse con la de Lily Potter. Aventuras, peligros, descubrimientos y un mundo de sorpresas era lo que rodeaba a la pelirroja que había conocido desde niña pero a la que había tratado relativamente menos que a sus hermanos, debido a sus tiempos no coincidentes en Hogwarts.
¿Cuál era su trabajo? Era difícil definirlo. Ella se presentaba a sí misma como una rompe-maldiciones independiente. No trabajaba para ninguna institución en específico y viajaba por diferentes lugares del mundo mágico buscando maldiciones que romper, a veces por contrato y a veces por su cuenta.
Una chica vagando por el mundo sin más protección que sus conocimientos y su ingenio. Si bien la idea era inquietante la familia se había hecho a la idea dentro de lo posible. Además, había que reconocer que el concepto de “peligro” que manejaban los Potter y los Weasley era un poco diferente al de la mayoría.
Tal vez lo que peor llevaba la familia era que nunca sabían cuándo iban a ver a Lily de nuevo. Podía pasar incomunicada por semanas y de repente simplemente aparecía en Inglaterra por un par de días para arreglar algún asunto y desaparecía de nuevo.
Una vez se había enterado de la presencia de la chica en el país cuando fue al departamento de pociones a registrar una serie de curas que había inventado una bruja que vivía confinada en lo alto de una montaña. No había tenido una maldición que romper pero había sido una aventura fascinante.
Se había encontrado a Lily en el pasillo. Era una radiante chica de 20 años: ojos brillantes, cabello rojo fuego y una sonrisa que encandilaba. Todo un contraste contra él con su gabacha blanca manchada de pociones en proceso y el cabello castaño opaco. La chica lo había saludado efusivamente y tras colgarse de su brazo le había dicho que tenía que tomarse unos minutos obligatoriamente para irse a tomar algo con ella. Ahí le había contado toda la aventura del pueblito donde consultaban la “sabiduría del monte” para curarse y tomaban las “aguas de curación”.
Teddy recordaba ese día perfectamente. Era cuando se había enamorado de ella.
El momento exacto le era difícil señalarlo. Había sido en medio del momento en que una felicidad inesperada lo había inundado al verla (junto a la incómoda vergüenza de saber que estaba menos que presentable a su lado) y el abrazo que le había dado al despedirse, tan cercano y estrecho que por un momento se había olvidado que debía soltarla. Tal vez fue en ese momento en que se rió recordando una de las pócimas de la bruja, con los rayos del sol colándose por la ventana del café y sacando destellos rojos de su cabellera.
Era una locura. Le llevaba 10 años. Era la hija de su padrino. La conocía desde que era una bebé… y sin embargo, Teddy estaba seguro de que no había empezado a conocer realmente a Lily hasta ese momento. Tal vez no había puesto atención. Nunca habían tenido mayor interacción. Sin embargo, habían pasado ya unos dos años desde entonces y había compartido muchos cafés con ella. Siempre que volvía al país y tenía oportunidad le gustaba verla para escuchar sus últimas historias. A veces le escribía cartas también. No estaba seguro de si a ella le gustaban sus comentarios o simplemente le daba pena pensar que su vida era tan poco emocionante. De vez en cuando hablaban por la Red Flú.
Tal vez le gustaba realmente hablar con él.
“Todo explorador necesita alguien a quien aferrarse para regresar” le había dicho James una vez. Teddy le había dicho que Lily tenía una familia inmensa que la ataba a casa y el chico se había limitado a mirarlo con algo que Teddy prefirió interpretar como simpatía en lugar de condescendencia.
Estaba rodeado de gente aventurera, activa y animada. Resultaba agotador cuando notaba lo mucho que contrastaba con todos. En especial con ella. Tal vez no estaba hecho para la aventura, pero no podía dejar de admirarla.
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-¡Mira quién está aquí!
No necesitaba que James le anunciara la presencia de su hermana. En el momento en que había entrado a Sortilegios Weasley había distinguido a la chica junto al mostrador. Había acordado pasar a revisar las últimas mezclas de pociones que estaban diseñando para novedades en las clásicas pastillas saltaclases. En ocasiones le pagaban trabajos como consultor gracias a su experticia en pociones.
-¡Ted! -la chica cruzó la tienda para darle un estrecho abrazo.
Teddy había tenido novias particularmente guapas. Victoire Weasley probablemente la más destacada de todas en la época previa a su retiro con Andrómeda. Después había conocido a varias chicas guapas y agradables aunque lo suyo no había llevado nunca a nada.
Lily no podía competir con ese tipo de belleza. Era muy diferente. No era de esas chicas preocupadas en modas y la apariencia. De hecho solía andar con la cara limpia de maquillaje, haciendo gala de sus numerosas pecas mientras llevaba el cabello pelirrojo sujeto en una cola alta, dejando que los mechones descuidados que se descolgaban de esta se dejaran alborotar por el viento.
Natural, segura e independiente. Esa era Lily Potter.
-¿Cuándo regresaste? -le preguntó antes de soltar el abrazo que como siempre duró muy poco.
-Recién. Terminé un trabajo y quería venir de visita -dijo la chica encogiéndose de hombros-. Tengo que hacer unas averiguaciones en Londres.
-Oh, entonces no estás libre -dijo Teddy no sin cierta decepción.
Lily lo tomó del brazo para que avanzaran hacia el mostrador, donde James terminaba de atender a una pareja de niños.
-Nunca estoy totalmente libre, pero me tomaré un par de días por acá. Tengo que dejar a mi abuela agasajarme con un almuerzo de proporciones demenciales o no me lo perdonaría después de lo rápido que me marché la última vez.
James se despidió de los chicos y volvió a centrar su atención en su hermana y Teddy.
-No lo dudes, la abuela nos sigue torturando con las quejas de que la última vez no pasaste por la Madriguera.
Teddy se quedó perdido en el intercambio de quejas favoritas de Molly Weasley que estaban teniendo los hermanos. Acababa de asaltarlo la idea de que Lily había pasado una tarde con él en su última visita pero no había ido a la Madriguera.
-¿Vas a avisar a mamá que viniste? -Preguntó James cuando el reloj señaló que era la hora de cerrar la tienda.
-No. Tengo que ir a hacer algunas gestiones y prefiero llegar a casa por sorpresa más tarde o mañana, no sé cuánto me lleve -contestó con cierta evasión.
James sonrió.
-Tómate tu tiempo, que una vez que caigas en manos de papá no te va a soltar.
A Lily le gustaba mucho hablar con su padre pero podía ser agotador. ¡Siempre quería saber hasta el último detalle! Generalmente le daban las tantas de la noche hablando cuando su niña estaba de visita. Teddy lo sabía de buena fuente.
-Bueno, ¿vemos esas pociones? -preguntó Teddy mirando el reloj. Le habría gustado tener más rato con ella.
-Oh, nada de trabajar -respondió Lily por James-. Si yo puedo tomarme unos días ustedes puede tomarse la tarde-noche. Esperaba poder secuestrarte un ratito antes de ir a casa.
James puso los ojos en blanco y salió de atrás del mostrador.
-Como quieras, es todo tuyo. Podemos hacer lo de las pociones después. Solo pórtate bien con él, hermanita-. Nunca había perdido la costumbre de dar indicaciones como un hermano mayor responsable, aunque de manera individual fuera el más terrible de los tres hermanos-.
Nos veremos mañana donde la abuela. No me quedaré en mi apartamento si tenemos comida especial.
Lily le sacó la lengua y el chico se despidió con una palmada en la espalda de Teddy. Él apenas notó su marcha, concentrado en la sonrisa de Lily.
-¿Vamos? -preguntó ella de manera animada.
Como si él fuera a negarse.
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Hubo una época en la que la vida de Teddy no era tan aburrida. De joven aunque nunca había sido demasiado impulsivo o temerario se había divertido en Hogwarts. Había pasado tardes geniales tocando música y cantando con sus compañeras y compañeros en los patios de Hogwarts. Noches hasta altas horas en la sala común. Vacaciones en los que había logrado un beso de Victoire con una canción en especial y más de una noche en la que había tocado su guitarra en la cama para alguna chica…
Pero nunca había sido secuestrado por Lily Potter en su propio apartamento para que tocara para ella. De niños alguna vez había tocado en casa de su padrino, pero esto era diferente. Ella estaba ahí, acostada en su cama, con el cabello ahora suelto esparcido por su almohada, mirando el techo mientras lo escuchaba. Después de horas contándole sobre sus últimos trabajos le había dicho que no tenía ganas de ir a casa.
-Quisiera descansar un rato -había dicho-. ¿Podemos ir a tu apartamento? Me encantaría oírte tocar un rato y relajarme.
Y así habían terminado allí.
Teddy odiaba sentirse como un adolescente inadaptado que no sabía hablarle a una chica, en particular cuando era dolorosamente consciente de la década que los separaba en edad.
Una década que no le importaba nada pero a la vez determinaba mucho.
-Me encanta esto -dijo Lily con voz perezosa desde la cama-. Es delicioso…
Teddy tamborileó los dedos sobre la guitarra. Estaba sentado en el suelo a un lado de la cama, recostando la espalda en ella. Veía a Lily a través del espejo. No se fiaba de sí mismo.
-Vaya, yo que creía que eras una mujer aventurera.
Lily bostezó y se giró en la cama para poder verlo desde el espejo también. Esbozó una sonrisa perezosa y le acarició el cabello. Teddy notó que había empezado a tomar un tono celeste que hacía mucho no veía. El efecto de la música más la compañía parecía estarle devolviendo algo de su vitalidad de antaño.
-Lo soy, pero incluso las aventureras necesitan relajarse de vez en cuando.
-Supongo que es cansado -replicó él sintiendo que su boca se resecaba.
Lily ladeó la cabeza lentamente.
-Un poco -admitió-. No lo sientes durante el tiempo que estás trabajando, pero cuando terminas…
Dejó la frase flotando en el aire.
-Tal vez descansarías mejor en tu casa -señaló Teddy lanzando una mirada al reloj.
La mano de Lily entre sus cabellos se detuvo y le lanzó una mirada intensa a través del espejo.
-Teddy Lupin: ¿me estás echando de aquí?
-Por supuesto que no -contestó de inmediato, girándose para verla de frente. Supo de inmediato que no debió haberlo hecho. Desde la distancia del espejo había cosas que podía pasar por alto, como el brillo chispeante de los ojos juveniles o lo suave que parecía su piel al tacto-. Solo me pregunto por qué quieres descansar aquí.
Su pregunta pareció descolocarla un poco. No había querido hacerla sentir incómoda. Notó como se mordía el labio inferior.
-¿Soy bienvenida, cierto?
-Siempre -replicó él de inmediato.
Una sonrisa apareció en sus labios. Maldición. Podía relacionar esa sonrisa corta, entre pícara y tímida, con la pequeña Lily Potter a la que había hecho sonreír alguna vez con sus tonterías cuando visitaba a su padrino en sus vacaciones de Hogwarts. Hacía tanto tiempo de eso… Cuando aún no tenía una vida estable y seria como ahora.
-Me gusta estar contigo -dijo Lily tras un momento. Directa, sincera, como siempre-. Eres el único cuando regreso a casa que me trata como “Lily, la rompe maldiciones”, y no como “la pequeña Lily, de vuelta a casa de su peligroso trabajo”.
Sí, él había notado esa actitud en la familia de la chica, ¿pero acaso podía culparlos?
-Tienes que entender que no es fácil saber que su hija/hermana/prima está siempre en peligro allí afuera…
Una mirada curiosa apareció en los ojos de ella al escucharlo.
-¿Y a ti no te preocupa?
-Por supuesto que sí -se apresuró a corregirse. Maldición. Tuvo que detenerse un momento a pensar una réplica apropiada-. Supongo que cuando estás aquí quiero disfrutarte al máximo, no pensar en ese momento en todo lo malo que pudo o podría sucederte.
Lily arqueó ambas cejas.
-¿Disfrutarme al máximo? -repitió antes de reír.
De acuerdo, podía mal interpretarse. O no. Teddy rió también pero con una risa nerviosa que no iba a pasar desapercibida tan fácilmente.
-Disfrutar el tiempo juntos -aclaró, aunque no estaba seguro de que cambiara el sentido de lo que había dicho. Rayos, era una jovencita y se estaba riendo de él en su cama.
Una jovencita que viajaba por el mundo enfrentándose a maldiciones desconocidas y saliendo indemne en cada caso. Una mujer con una vida en un mundo que le era ajeno.
Lily acarició su mejilla con una suavidad inesperada que le quitó el aliento.
-Yo también quiero disfrutar cada segundo aquí -declaró con un susurro.
Teddy supo que no había otra manera de interpretar esa frase. Ella lo miró a los ojos interrogante y él tragó grueso. No quería pensar que era una niña: no lo era. Había conocido a la pequeña pecosa Lily Potter, quien se reía de las ocurrencias de primos y hermanos y tenía un genio chispeante e intenso. Pero esa no era la persona que tenía al frente. La niña había quedado atrás.
Tenía ante sí a una mujer fuerte, segura e independiente a quien admiraba y a quien tenía ganas de besar desde hacía tanto tiempo que dolía solo pensarlo. Cuando la mano de Lily se detuvo en su barbilla no tuvo que pensarlo más y se dejó guiar con un impulso incontrolable hacia sus labios.
Húmedo, intenso, fogoso. Sin saber cómo terminó de incorporarse para subir a la cama con ella. Los besos, las caricias, no se hicieron de rogar. Algo torpes en unos momentos, lentos y buscando el ritmo, rápidos e insistentes en otros. Siguió con sus labios los caminos de pecas que bajaban por su cuello y su pecho, la cabellera roja lo invadía todo y los labios de la chica murmuraban su nombre.
Todo era cercanía y calor hasta que se vio de repente en territorio inexplorado. Se detuvo un momento y la miró con duda. La última vez que había estado con una chica virgen había sido mucho tiempo atrás. No había esperado encontrarse en esa situación con ella. Sintió la boca reseca y quiso decir algo. Algo apropiado, aunque las palabras no vinieron a él.
Sin embargo, la mirada de fuego de Lily no le dejó otra opción.
No se podía detener.
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La piel de Lily era suave y tersa, cálida al tacto y absolutamente cautivante. Podría pasarse la vida acariciándola. El peso de sus pechos, pequeños y firmes. La fuerza cautivante de sus labios, la humedad de su sexo… Teddy podía revivir cada instante mientras la sentía allí a su lado. Estaba abrazada a su costado, con las piernas aún entrelazadas, respirando cada vez con más suavidad.
Hacía mucho tiempo que Teddy Lupin no hacía una locura, pero aquella era la mejor de toda su vida.
Cuando Lily lo besó en el lóbulo de la oreja sonrió para sí aunque la inquietud empezaba a alcanzarlo. De alguna manera ella lo notó, porque se incorporó ligeramente para verlo a los ojos.
-El serio y formal Teddy Lupin se empieza a preguntar qué rayos acaba de hacer, ¿cierto? -preguntó con tono divertido, aunque podía notar unas trazas muy ocultas de preocupación en su mirada.
-Empiezo a preguntarme por qué no lo hice antes -replicó tras pensarlo un momento. Se miraron a los ojos y sonrieron.
Sin embargo, sí se preguntaba otras cosas. O se las recordaba. Como que Lily se iría en un día y no sabía cuándo la vería de nuevo. Como que ella era fuertemente consciente del tipo aburrido y rutinario en el que él se había convertido.
Como que aquella había sido la primera vez de la chica y Teddy no sabía qué se suponía que estaba pasando ahora con ellos.
Lily se estrechó con fuerza a su costado. Parecía tan feliz y relajada que aplacaba un poco la inquietud que él sentía dentro.
-Gracias -dijo ella tras un momento, depositando otro beso en su hombro.
Teddy sintió un nudo en la garganta, pero tomó una de las manos de Lily y la estrechó con cariño. Tenía una inquietud dentro que solo podría apagar hablando o devorándola a besos otra vez. Lo más sensato era hacer de una vez lo primero o el alivio sería tan solo provisional.
-Me habría gustado hacer algo más especial para la ocasión -confesó.
Lily se incorporó ligeramente con expresión de haber escuchado una insensatez.
-Esto fue especial, Teddy. Todo lo que pude desear que fuera.
Algo en su tono de voz le dio a entender que había pensado mucho al respecto. Frunció el ceño sin terminar de comprender.
-¿Planeaste esto?
Lily se sonrojó ligeramente. Le encantaba el tono sonrojado de su piel. Por un momento volvió a verla como era, joven e inexperta, con ganas de comerse el mundo.
-Por supuesto -replicó la chica antes de entrecerrar los ojos y mirarlo de manera acusatoria-. No estarás insinuando que lo hubiera hecho con cualquiera, ¿verdad?
Le dio un suave puñetazo en el pecho aunque Teddy pudo percibir que sí había algo de ofendida en su tono. Se apresuró a negar y tomar un mechón de su cabello para jugar con él entre los dedos.
-Claro que no. Supongo que estoy abrumado de que me hayas escogido a mí.
Su declaración la sorprendió. Se incorporó de golpe y lo miró como si fuera un ser extraño. La sábana le cayó a la cintura, dejando al descubierto sus pechos menudos y robándose parte de su concentración por unos segundos.
-¿Qué quieres decir? -Preguntó con clara incomprensión-. Esto… no es algo nuevo, Teddy. Tienes que saberlo. Siempre, bueno, desde hace mucho que deseaba que esto pasara, pero nunca era el momento y…
Se detuvo de golpe. Se mordió el labio inferior y Teddy se dio cuenta de que estaba buscando la mejor manera de explicarse.
-No sé qué quiero de mi vida -declaró la chica tras unos momentos-. Y viajo por el mundo buscando aventuras. Conozco nuevas personas, vivo experiencias únicas, pero… aún no termino de encontrar lo que busco.
Aquel comentario le llamó particularmente la atención. Aquello no era solamente sobre sexo. Había mucho más detrás de lo que Lily intentaba decirle.
-¿Qué buscas? -Preguntó con cierta cautela.
Ella lo pensó un poco, con una expresión especial. Probablemente era la primera vez que hablaba del tema.
-A Lily Potter, supongo. La verdadera. La que está más allá de ser la hija de los héroes y la pequeña de la familia.
Teddy se incorporó a la vez. Por primera vez en mucho tiempo veía la duda en el rostro de la chica. La incertidumbre, el miedo de crecer, el dolor de la independencia. Él había pasado eso ya hacía tiempo. La tomó de la barbilla para obligarla a verlo a los ojos.
-Hey. Lo estás haciendo bien. Magníficamente bien. Te estás convirtiendo en una mujer única, puedo verlo-. Lily sonrió con una sinceridad y una calidez que quiso besarla de nuevo-. ¿Es esto parte de esa búsqueda?
Lily se sonrojó de nuevo. Era un espectáculo delicioso.
-Dicen que los enamoramientos eternos y platónicos son cosa de familia, no lo sé -declaró sin dejar de mirarlo aunque parecía un poco avergonzada-. Siempre estuviste ahí, pero… últimamente parecía que al fin me veías. Pensé que nada perdía con intentarlo.
Idiota. Había sido un redomado idiota todo ese tiempo. Algo debió reflejarse en su rostro porque Lily empezó a reírse.
-¿No lo sabías? Oh, soy mejor disimulando de lo que creía entonces -declaró aún sonrojada y riendo.
Teddy negó y también rió un poco, de manera nerviosa.
-Supongo que nunca lo pensé. Tienes una vida de aventuras, podrías haber conocido a cualquiera… Yo soy solo un investigador de pociones con una vida seria y aburrida.
Lily lo miró como si hubiera dicho un disparate.
-Claro que no.
Su declaración la sorprendió. En otra época, diez años atrás, cuando tenía la edad de ella y quería comerse el mundo también tal vez había sido diferente. Ella lo recordaba de entonces seguro.
-Me guardas con buen recuerdo de mis años de juventud -declaró intentando sonar lo menos amargo posible.
Lily arqueó ambas cejas.
-Precisamente me gustas más en tu madurez que cuando tonteabas con pelos de colores y andabas colgado de lo guapa que era mi prima Victoire. Definitivamente no ves ahora lo mismo que yo veo -dijo Lily mirándolo de manera reprobatoria.
Teddy frunció el ceño.
-¿El ahijado de tu padre, diez años mayor que tú?
-No -Lily se había puesto tan seria que lo inquietó un poco-.Veo a un joven radiante y lleno de vida que renunció a los placeres y la diversión por retirarse para pasar sus últimos días con su abuela enferma que había perdido a todas las personas que quería en la guerra. Veo a un hombre que a pesar de tener ciertas dificultades luchó para especializarse en pociones en lugar de buscar algo que le resultara fácil y ligero. Un hombre capaz de pasar día y noche encerrado en un pequeño laboratorio por una remuneración mínima, trabajando en el mejoramiento de una medicina para ayudar a un grupo de personas estigmatizadas que la mayor parte de la sociedad mágica preferiría exterminar. Una persona comprometida con su trabajo y sus ideales… La persona con la que realmente quería estar.
Teddy sintió que se sonrojaba e incluso su cabello cambiaba a un color rojo intenso. Fue él quien desvió la mirada y ella quien se agachó para buscarla y mantener el contacto visual.
-¿Te arrepientes de tu vida? ¿Cambiarías algo? -Preguntó ella. Directa, simple, sin rodeos.
La respuesta era tan ridículamente simple que daba risa.
No. No cambiaría nada. No tenía una vida de aventuras ni sería un glamuroso explorador. No vivía de canciones y música, sino de químicos malolientes y pociones que podían cambiar para siempre la vida de personas que sufrían tanto como lo que había sufrido su padre. Por trabajar en un futuro en otras pociones que pudieran ayudar en sus últimos días a personas como su abuela.
-Eso pensé -añadió Lily observándolo, como si hubiera leído la respuesta en su cara-. Si no, habría intentado convencerte de que te vinieras conmigo.
Había un dejo de esperanza encantador en sus palabras, pero Teddy negó de inmediato. No. La vida de Lily le resultaba increíblemente atrayente pero no era para él: tenía su lugar y su propósito, no tenía interés en cambiarlo.
-Creo que al final me conoces mejor que yo mismo -comentó él con una sonrisa resignada.
Lily se encogió de hombros.
-No es que sea raro: te conozco de toda la vida.
Se suponía que él a ella también. Sin embargo, cada vez le parecía que la iba descubriendo un poco más. Lily se acercó para besarlo de nuevo. Suave, lento e íntimo. Se vio pronto abrazándola para acercarla contra su pecho.
-¿Has pensado en quedarte? -Preguntó él entre besos, mientras sentía que las manos de ella empezaban a buscarlo de nuevo bajo las sábanas.
Ella lo miró a los ojos y negó.
-No. No todavía -replicó con una expresión culpable que no había esperado-. Tal vez algún día.
Teddy la tomó por la cintura y la ayudó a ponerse a horcajadas sobre él. La miró profundamente. Lily la Aventurera, la Rompe-Maldiciones, no estaba hecha para quedarse en casa, siempre lo había sabido.
Pero tal vez… tal vez algún día.
Cuando Lily encontrara lo que buscaba. Cuando él pudiera verse a sí mismo como ella lo veía.
La besó de nuevo y se dejó caer sobre la cama con ella.
No sabía lo que iba a ocurrir después. Al día siguiente sería el almuerzo o la cena familiar en la Madriguera y luego Lily se marcharía. Unas semanas, unos meses, no lo sabía. Escribiría tal vez, o se hablarían por la Red Flú. Tal vez desaparecería y regresaría sin avisar, tampoco sería novedad.
No podía ofrecerle quedarse y tampoco irse con ella.
Pero ese día, en ese momento, había algo distinto y nuevo entre los dos que pensaba vivir como si fuera para siempre.