May 20, 2009 14:20
Ayer mi padre nos trajo una falena.
Estaba todavía viva - tenía las alas anchas, abiertas, marrones. Cuatros anillos más oscuros, como ojos, en cada parte.
Era bellísima.
Tenía una hermosura conmovedora, demasiado frágil para este mundo. Demasiado triste. Nocturnal.
No sabíamos bien qué hacer con ella - la guardamos en una caja, esperando la noche.
Yo creía que iba a morir antes que anochecera, porque parecía muy débil. Quizá también demasiado vieja - porque la vida de las mariposas es como un sueño. Nunca dura bastante. Y ella tenía las alas recortadas, tal vez un poco rotas, desteñida. Vibraban como si ella quisiera escapar, pero no lograba salir de la caja abierta. Y ni siquiera volar.
Por la tarde, la pusimos sobre la pila de leña, a la oscuras. Yo estaba en el bacón de mi abuelo, estudiando la Conquista y tomando el sol; mi madre trabajaba en el jardín. La gata perseguía lagartijas.
Cuando oí ruídos desde el rincón del jardín donde habíamos puesto la falena, no me alarmé enseguida, porque estaba concentrada en mis libros. Cuando levanté los ojos para ver lo que pasaba, ya era demasiado tarde: la gata tenía la falena entre los dientes y estaba bajando de la pila de leña, satisfecha y fiera.
He visto muchas veces animalitos pequeños matado por mis gatos: lagartijas, pajaros; tal vez ratones. Pero nunca he tenido tantas ganas de llorar.
Ni siquiera sé por qué. Kiri no mató la falena - no sé cómo hizo a cogerla entre los dientes sin matarla, pero lo logró - y de todo modo ella estaba ya casi sin vida. La muerte de un gorríon tendría que afectarme más. Pero hubo algo en aquel momento - en el tremor de la falena; en el latir de sus alas - que me atañé de cerca. Así como me conmovió esa noche subir a la terraza y poner la caja por el suelo. Mirar la falena y esperar - rogar - que se echara a volar.
Tal vez hubiese volado habría sido un signo. Tal vez habría liberado también nosotros.
O quizá yo sólo sea la soñadora de siempre, romántica y despistada, que lee lo que pasa como si fuera un libro. Como si yo fuera algo ya escrito.
Pero me habría gustato presenciar a su vuelo.
Después de algunos minutos volvimos a meterla en la habitación de abajo, para que las gata no la cojeran otra vez.
Esta mañana aún no se había muerto, pero estaba muy débil.
Ahora no sé.
Después iré a controlarla.
Y todo ésto no tiene sentido, ya lo sé.
Pero tengo ganas de escribir algo sobre ese tema.
Raven y Mark, quizá. Sus largos ojos negros. Sus labios. Sus voces.
Raven y una mariposa en su palmo, y Mark que lo mira. Y sonríe.
Mientras, alrededor, los rodea el silencio.
raven,
spagnolo