(...) Al mismo tiempo se dio cuenta de que los librepensadores, los doctrinarios de la burguesía,
esa gente que exigía todo tipo de libertades para poder aplastar las opiniones de los demás,
no eran más que unos ávidos y desvergonzados puritanos, cuyo nivel de educación
le parecía inferior al de cualquier zapatero.
Su desprecio por la humanidad fue
(
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