Jul 19, 2008 14:28
Hola!!!
Aquí traigo mi primer cuento que voy a ir subiendo a mi LJ.
Esta historia la escribí hace muchísimo tiempo, tiene miles de errores pero... bueno, es lo que hay.
Me gustaría recibir algún comentario si alguien lo lee. Ya digo que no es que fuese muy maravilloso el cuento, pero bueno, se intenta.
Gracias a todos y besoooos!!
TERROR
¿Qué podría ser ese sonido? Me preguntaba mientras me acercaba al pomo de la puerta. Agarré el pomo y lo hice girar, la puerta se abrió sola con un ruido estrepitoso y como si la casa hablase en un idioma desconocido para los seres humanos. La verdad es que estaba asustada. Miré al pasillo y entre la penumbra no había nada, o por lo menos eso pensaba.
De nuevo oí un ruido. Cada vez estaba más asustada. No entendía como había aceptado la apuesta, en el momento de aceptarla no pensé lo que podría pasar pero en esos instantes mi cuerpo temblaba en esa maldita casa. Estaba aterrorizada. Volví a cerrar la puerta y decidí volver a la cama. Separe mi cuerpo sudoroso y atemorizado de la entrada a la habitación, y nada mas andar dos pasos la puerta se volvió a abrir. Yo sabía que no cerraba bien, pero en ese instante un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo. Me volví a la puerta, la abrí del todo y salí corriendo hacia las escaleras; las bajé lo más rápido que pude y llegué a la habitación donde estaban todos los demás.
Abrí la puerta y allí me encontré a todos, sentados en el suelo en frente de la chimenea; entre mantas y contando historias de miedo que no asustan hasta que te pasa a ti. Todos me miraron con cara extrañada y me preguntaron que era lo que me pasaba. Mis ojos reflejaban mucho terror.
- ¿No me digas que estas asustada? - Preguntó Mario.
No pude contestarle, caí de rodillas al suelo y me puse a temblar. Lo había pasado terriblemente mal. Todos se levantaron muy asustados, me cogieron y me sentaron en el sofá.
- No teníamos que haber venido aquí. - Apuntó Sofía.
- ¿Por qué?
- Esta casa es horrible. - Dije entre sollozos. - ¿Por qué hemos venido aquí? Quiero irme a mi casa.
- No podemos, la apuesta es pasar la noche aquí.
- Ya pero no quiero quedarme sola.
- Has sido tú, la que has querido irte a dormir y yo solo te he dicho que no te atrevías, que te apostaba lo que quisieras que volverías a bajar...
- ¡Basta! - Chillé. - Cuando he dicho que lo haría, no sabía que en el piso de arriba se escuchan pasos, ruidos y todo es extraño- he oído pasos, os lo juro. ¿No habréis subido alguno para asustarme?... Fijo que has sido tú.
Con mi mano temblorosa apunté a Mario, siempre estaba gastando bromas muy pesadas a la gente; pero no había sido.
Era imposible, porque si supuestamente era él, me habría chocado con él en el pasillo, o no hubiese estado en la sala con todos cuando yo había entrado. Pero misteriosamente todos estaban juntos y ninguno había salido de la habitación desde que yo me había ido a dormir. Entonces, de quién eran los pasos, había sido mi imaginación. Mis miedos habían aflorado y me habían jugado una mala pasada. No. A mí nunca me había pasado nada por el estilo. Había hecho muchas cosas de este estilo. Siempre habíamos ido a cementerios, habíamos entrado en iglesias abandonadas o casas encantadas, y yo nunca había pasado miedo.
Esta vez había ocurrido algo, algo de verdad. Las otras veces siempre era el miedo de los demás, la prohibición y las leyendas era lo que nos hacía ver cosas que no eran reales; pero esta vez había sido muy real. La puerta se abrió, no había nadie en el pasillo, nadie conocido, y al salir corriendo no tropecé con nadie, ni nada, pero sé, que hacía frío. Si, era eso, hacía mucho frío en el pasillo, era un corredor estrecho y eso era lo que había oído, el viento soplando y el resto fue mi imaginación.
Pero cómo era posible, si en el pasillo no hay ninguna ventana y todas las puertas estaban cerradas. ¿Por qué hacía ese frío en el pasillo? ¿De dónde procedían esos ruidos? No lo sabía pero había que averiguarlo como fuese. De nuevo escuché pasos.
- ¡Schh! Escuchar. - Todos callaron y escucharon. - No lo oís, son pasos.
Un escalofrío recorrió, de nuevo, mi cuerpo. Las caras de mis amigos palidecieron de repente. Todos escuchaban, en silencio, los pasos.
- ¿Qué, qué es eso? - Preguntó Mario.
No me lo podía creer, el señor bromista estaba asustado. Aunque no reparé mucho tiempo en la cara de terror de Mario, ni en la del resto del grupo, decidí que había que hacer algo. Me levanté con todo el valor que pude y con todas las fuerzas que mi cuerpo, aún, tenía. Al levantarme una brisa helada dio en mi cara. De la impresión volví a sentarme. Agarré la mano de Luis, fuertemente, y de pronto el pomo de la puerta comenzó a girar, muy lentamente.
Todos nos miramos estupefactos y horrorizados. La puerta comenzó a abrirse y Sofía, María, Lourdes, Sergio y David cerraron los ojos. Solo Mario, Luis y yo los mantuvimos abiertos. Mario me agarró fuerte del pijama, en ese momento me di cuenta de que llevaba puesto mi camisón de seda, y de ahí provenía el frío. Me levanté de un brinco y comencé a chillar. A mis chillidos se unieron las demás voces de mis compañeros. La puerta se cerro y la brisa helada ya no estaba. Todo el mundo se clamó y me preguntaron que era lo que pasaba. Yo contesté:
- Cuando me he ido a dormir me he puesto el pijama de franela, el que regaló Sofía, ¿te acuerdas? El de los conejitos. ¿Por qué ahora llevo el camisón de seda? Además, Luis me ha visto con el pijama de conejitos y ha hecho un comentario jocoso sobre él, ¿te acuerdas lo que me has dicho?
-Si. - Contestó Luis.- Si me acuerdo.
-Si, has dicho: “ Como puedes dormir con tantos conejos, bueno a mí también me gustaría. Ja, ja, ja.” ¿Te acuerdas?
- Es cierto llevabas el pijama de los coneji...
La puerta se abrió de golpe y yo caí al suelo. La habitación se llenó de aire frío. Todos miramos a la puerta y allí debajo del quicio había una sombra tenebrosa. Mis ojos se llenaron de lágrimas y entonces desperté. Estaba en mi cama, entre las sábanas de franela calentitas y las lágrimas de mi cara frías. Suspiré con tranquilidad y volví a acostarme, solo había sido una pesadilla. De pronto me di cuenta de una cosa, llevaba puesto el camisón de seda.