[Merlin] Reincarnation

Jan 07, 2016 15:00


Title: Reincarnation
Fandom: Merlin BBC
Pairing: Arthur/Merlin
Rating: G
Words: 1.996
Disclaimer: Nada es mío, bla bla blá...
Notas: Escrito para la edición de 2011 del Amigo Invisible de aisinfronteras para bela_kikinu



El final estaba cerca y lo sabía, era hora de hacer otro viaje, el viaje tras la vida. Merlin sentía que era hora de reunirse con Arthur después de años de hacerle esperar. Se levantó de su asiento y se dirigió lentamente, como de costumbre, hacia la única estancia habilitada junto a la suya. Ahí, alzándose majestuosamente en mármol y plata, se encontraba la sepultura del rey Arthur. Llevaba custodiando esa urna desde el instante mismo en que la creo, nadie podría jamás separarle de su rey. Miró fijamente a la criatura que le ayudaba a custodiar el cuerpo de esa persona tan importante para él, Aithusa, el dragón blanco del buen augurio, el custodio de la paz de Albion. El dragón, como sintiendo su mirada, fijó sus enormes ojos dorados sobre su persona y dejó salir un ligero rugido, como lamentándose por la inminente pérdida. La blanca criatura bajó su cabeza hasta posarla en la sepultura pidiendo silenciosamente la que, ambos sabían perfectamente, sería la última caricia recibida por el más grande de todos los magos. Emrys.

El otrora castaño rozó ligeramente las escamas que conformaban el hocico del gran reptil y suspiró sabiendo que no quedaba mucho más. Todos los recuerdos de los hechos acontecidos desde que llegó a Camelot por primera vez le acudieron a la mente. Una sonrisa melancólica se apoderó de sus labios al rememorar ese tiempo pasado con el rubio aristócrata y los grandes amigos que había hecho durante toda su juventud y después. Mientras se perdía en sus memorias, la respiración de Merlin iba ralentizándose cada vez más aprisa y el mago, dándose cuenta de ello, se deslizó por el lateral de la sepultura y, una vez sobre el empedrado suelo, cerró los ojos por última vez.

*-*-*-*-*-*-*-*-*

No llegaba a tiempo, lo sabía, su madre le demandaría excusas más tarde por haber llegado tarde el primer día de trabajo en la casa de su señor. Pero no había sido su culpa, se había tropezado con un presuntuoso rubio que no paraba de meterse con un pobre diablo que había tenido la poca fortuna de arrojar sobre el otro una cesta de verduras. Algo dentro de él se había removido al ver al otro joven, no sabía qué había sido, sólo había terminado acercándose a los dos jóvenes para increparle al rubio por su desfachatez. Resultado de ello había sido tener que correr para que el otro no terminara castigándole a él. Demasiado tarde se dio cuenta de que el rubio era alguien de la nobleza.

Falto de respiración llegó por fin a la mansión perteneciente a la familia Pendragon, una de las más poderosas e influyentes de la ciudad. Su madre le esperaba con los brazos en jarra y cara seria, señal indiscutible de que estaba enfadada con él. Le llevó a rastras por la casa mientras le daba el discurso que ya esperaba sobre la importancia de la puntualidad, quedándose callada una vez llegaron a las estancias principales, donde silenciosamente lo condujo hasta la habitación del primogénito. Una vez que tocó la puerta tres veces y le dieron permiso para entrar, se encontró frente a un hombre regio de mirada seria y un muchacho rubio de espaldas, cuando éste se dio la vuelta no pudo evitar quedarse patidifuso al notar que era el mismo chico que antes casi le había cogido. Algo dentro de él le dijo que durante su estancia en esa casa su vida sería un suplicio, y la mirada azulada del otro joven así se lo confirmó.

El tiempo pasaba volando. Llevaba ya años trabajando para la familia Pendragon y no podía negar que ahora se encontraba perfectamente ahí, como si siempre hubiese sido su sitio. Era verdad que al principio él y el heredero de la familia no se llevaban bien, sobre todo porque habían empezado con mal pie, pero ahora podía considerarlo su mejor amigo. Mejor amigo por el que se sentía atraído y con el que cada vez pasaba más tiempo escuchando sobre sus avances con la hija de una familia vecina, sintiendo su corazón destrozarse. Notaba en cada tono y sonrisa que el rubio realmente quería a Guinevere y no podía evitar sentir que algo dentro de él lo tomase como algo incorrecto, ya no por sus sentimientos para con Arthur, sino por otro motivo.

Se encontraba ordenando la habitación del rubio y, sin saber el motivo, algo llamó su atención. Una estatuilla que no había visto antes, un dragón blanco con ojos dorados que le miraba fijamente, como si estuviese pendiente de todos sus movimientos. Un presentimiento se apoderó de él, como si hubiese ocurrido algo que cambiaría bastante su situación actual. En ese momento escuchó la puerta abrirse de golpe y al voltearse se encontró con dos de los amigos de Arthur cargando al rubio, que se encontraba herido, hasta la cama. Una vez posado sobre ésta, el sirviente observó cómo los ojos azules le miraban fijamente, pidiéndole mudamente que se quedase junto a él. Una vez que los otros dos abandonaron la estancia, Merlin se acercó donde reposaba el rubio y se sentó en la cama mientras acariciaba los dorados cabellos.

Siguiendo un impulso que no habría seguido en una situación normal, el castaño posó sus labios en los de Pendragon. No le importaba que el otro se enterase de sus sentimientos, lo que quería era que no le ocurriese nada y sobreviviese, pero la herida en su pecho era demasiado grave y su, cada vez más tenue, respiración le advertía que en realidad no le quedaba demasiado tiempo ahí. Sintió una de las manos de Arthur rodeando una de sus muñecas y después cómo era atraído hasta el cuerpo frío del otro. Jamás pudo imaginar que conocería el cómo se sentiría estar entre esos brazos, y ahora que lo había hecho hubiera deseado que fuese en otras condiciones.

El rubio con una sonrisa socarrona le susurró al oído un “nos veremos en otra vida, Emrys” y con un último suspiro le dejó ahí, entre sus helados brazos, llorando desconsoladamente porque no había conseguido estar junto al ser amado de nuevo. Porque durante los últimos meses diferentes sueños le habían ido indicando que no era la primera vez que conocía a ese joven bravucón, cabezota y encantadoramente irresistible como había sido el rubio en su vida y que no podría ser nadie más. Con una sonrisa esperanzadora se levantó de la cama y abandonó la estancia donde, por los últimos años, había convivido con su querido y testarudo príncipe, como en los viejos tiempos.

+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+

Se despertó de repente, no sabía por qué, pero seguía teniendo esos sueños extraños. Él mismo en diferentes épocas del tiempo, siempre encontrándose con otra persona. Lo que le inquietaba no era su imaginación, sino que esa otra persona era alguien por la que se sentía atraído. Quizás fuesen sus deseos de poder acercarse al rubio de ojos azules que tan hondo se había calado en él, pero siempre aparecía, con su sonrisa petulante y a la vez radiante.

Se levantó con calma suspirando, otra noche sin descansar totalmente, y se dirigió al aseo para arreglarse. Debía ir a la universidad en un par de horas para aguantar a unos niñatos que se creían mejor que él sólo por ser millonarios y recibir todo masticado. Seguramente se sentaría de nuevo en una esquina con uno de los viejos libros de su padre o con la libreta desmadejada que utilizaba para escribir todos sus sueños. Los que cada noche le perturbaban con situaciones cada vez más comprometidas, salvo el de la noche anterior. Sin dejar de prepararse se dejó llevar por el recuerdo del sueño, donde se vio a sí mismo junto al rubio en una batalla. Él agachado junto al cadáver del otro, meciéndole con cariño, y sin saber por qué, un sentimiento desolador se apoderó de él. No quería imaginar cómo se sentiría si le ocurriese algo al rubio.

Cuando llegó a clase observó que, como siempre, el rubio se encontraba delante del todo rodeado de su grupo de amigos y Guinevere, una de las pocas personas que le saludaba. Desde pequeño había tenido problemas para congeniar con la gente, no porque tuviera mala actitud, sino por su escondida timidez y su desconfianza en general. Sin levantar la mirada del suelo, se dirigió al rincón más apartado de la clase, donde escucharía perfectamente al profesor y nadie le prestaría atención. Una vez se sentó sacó uno de los antiguos libros de su padre de la mochila y se puso a leerlo, o al menos lo intentó hasta que una silueta le quitó la luz. Sabía quién era sin necesidad de alzar la vista, pero aun así lo hizo, Morgana le miraba con una sonrisa gentil y falsa, sobre todo falsa. En un principio Merlin se había sentido identificado con ella, que también se sentaba sola y apartada del resto, pero más tarde cuando la morena empezó a interesarse demasiado por él algo cambió. Como si el aura de ella hubiese cambiado y se hubiese vuelto más siniestra.

Esperó a que la otra le dijese algo, pero justo cuando abrió la boca para hacerlo, llegó el profesor y sin llegar a decir nada se dirigió de nuevo hacia su asiento habitual. Mantuvo su atención en la clase, aunque de vez en cuando su vista se centraba en el rubio en primera fila, sabía que el día sería largo, siempre lo eran. El descanso era un momento tortuoso para él, siempre había algún gracioso que quería intentar meterse con él, y normalmente lo conseguían si no había algún profesor de la facultad cerca, peor ese día en particular no había ninguno y eso alarmó sobremanera al castaño, que en un vano intento se dirigió hacia la biblioteca.

A medio camino notó como alguien chocaba contra él y hacía que cayese al suelo con todas sus cosas desperdigándose. Al levantar la cabeza para mirar con quién había chocado no pudo evitar que su cara se pusiese pálida. Frente a él se encontraba Valiant, uno de los más ariscos de la facultad y con el que todo el mundo evitaba tener contacto. Vio cómo levantaba el brazo dispuesto a pegarle e instintivamente cerró los ojos esperando el golpe, pero nunca llegó. Al abrirlos se topó con un cuerpo interpuesto entre él y el otro, lo reconoció en seguida, se trataba de Arthur, quien sostenía el brazo en alto del moreno. Mirando alrededor notó otras seis siluetas que reconoció como los amigos del rubio y Gwen. Viendo su desventaja el moreno salió de ahí con aire furibundo y el resto recogieron las cosas de Merlin mientras Pendragon le ayudaba a levantarse.

Con una señal imperceptible para el castaño, Arthur le pidió a sus amigos que les dejaran solos y una vez que se encontraron a solas, no pudo evitar alzar ese rostro con sus manos. Siempre le había intrigado por qué el castaño no se acercaba a ellos aunque siempre les mirara atentamente, al igual que su manera de ser y para desgracia suya se lo había comentado a la única persona que no debería haberlo hecho. Su hermanastra Morgana, que decidida como siempre a impedir que Arthur consiguiese lo que quería, había intentado tejer una trampa alrededor de Merlin.

-No deberías andar solo por ahí, menos si sabes que todos intentan meterse contigo, idiota -soltó el rubio de repente sin saber por qué lo había llamado así-. Quédate cerca de mí y ni se te ocurra desaparecer de repente. Ya estuve separado demasiado tiempo de ti, Emrys.

Sin nada más que añadir, besó los labios del castaño dejándole en claro que lo quería junto a él para siempre. Merlín no pudo evitar recordar todos los sueños que había tenido y, sin dejar de sonreír, respondió al beso del otro. Era hora de disfrutar de su compañía sin temor a nada ni nadie, sin más reencarnaciones y ambos lo sabían.

pairing: arthur pendragon/merlin, advertencia: semi-au, fandom: merlin, typetext: one-shot

Previous post Next post
Up