Título: Imprecisión Intencional
Fandom: RPS - Slash Histórico
Pairing: Rodríguez/Carrera, muy sutil San Martín/O'Higgins
Rating: PG-13
Género: Drama
Advertencias: Si bien el relato aquí referido no es exactamente igualito a como lo ponen en los libros (por el POV de Manuel), los hechos históricos son 100% reales. Agrego como disclaimer, que por favor mis amigas argentinas no se enojen por la cantidad de epítetos que se le cuelgan a sus próceres. Esa parte es histórico/literaria, no personal.
Notas: No recuerdo bien si es este fin de semana o el otro que van a dar el capítulo correspondiente a Manuel Rodríguez en la serie histórica, pero quería subir esto antes que la vean. Porque probablemente le van -para variar- a sacar todo lo ghei; y eso es inadmisible.
Fic anterior: (
Probablemente lo necesitarán leer para entender este.)
Al Fic:
* . * . *
"Imprecisión intencional: En la retórica de la desinformación, se trata de referir hechos deformándolos o citar estadísticas sin indicar las fuentes o todos los datos."
Bastó escuchar al pregonero en la esquina de su calle gritando la ejecución de los Hermanos Carrera, dramático el ademán y sorprendido el pueblo, para que Manuel tomara su caballo en dirección al palacio de gobierno. Al galope espoleaba, agitaba las riendas, necesitaba llegar enseguida....
No quería creerlo. Maldijo la lentitud de las noticias, lo inciertas que resultaban en su paseo de boca a boca por sobre Los Andes. Asesinado en Mendoza junto a sus hermanos, José Miguel. No lo aceptaba.
Se le encabritó el caballo con la violencia de su galope, pero no podía permitirse detenerlo. Estaba seguro que a José Miguel lo habían vendido, era la única explicación posible. Ah, haberle creído las seguridades, los ánimos que le entregaba en sus cartas. “Es un plan infalible”, había escrito, refiriéndose a sus intenciones de fugarse de donde los argentinos le tenían preso por insurgente. “Me ayuda mi amigo gringo y tú conoces como es esa gente.” Cuanta ingenuidad el tenerle fe a la correspondencia, cuando las noticias que llegaban de Buenos Aires eran otras, pero el mentiroso de los dos había sido siempre Manuel.
Necesitaba una explicación. Necesitaba llegar. Ni siquiera se fijó cuando un puñado de jinetes se le unió en su loca carrera hacia la Plaza de Armas, probablemente alertados de las noticias y siguiéndole con el mismo fin. El caballo aminoró la marcha y Manuel le clavó los talones con algo que casi parecía crueldad.
José Miguel. Memoria de placeres compartidos desde la oscuridad del colegio, nostalgia desatada por una separación de años, las reuniones que siguieron. Encuentros en las tiendas de campaña durante la guerra, en los establos de las haciendas, con clandestino descaro en la cama matrimonial bajo las narices de Doña Mercedes. José Miguel, ardiente debajo suyo, y también encima; calor, filosofía y uñas marcándole la espalda. Tanta vida que ya no correría por culpa de un traidor. Su instinto le había advertido de las miradas furtivas entre Bernardo y San Martín, le había gritado sus sospechas del ascendiente de la masonería sobre su ex-compañero de armas al notar el creciente totalitarismo en el gobierno: O'Higgins hacía lo que el argentino le dijera, y no era de extrañarse que ya hubiesen intentado deponerlo. Las últimas medidas de represión tenían el sello de la Logia Lautarina, y sabía cuanta molestia sentían sus miembros hacia los rebeldes, particularmente los de la familia Carrera.
El palacio apareció ante sus ojos. Sin desmontar, arremetió a través de las puertas abiertas del patio, y el potro casi lo tiró cuando lo obligó a frenar con un tirón de riendas.
- ¡O’Higgins!- gritó Manuel, y los recuerdos le jodieron la calma que habría querido tener para desafiar al Director Supremo en su propia casa.- ¡Sal, cobarde mal parido! ¡Sé que tuviste algo que ver!
Detrás suyo, los cerca de quince hombres que le habían seguido desmontaron, mirándose nerviosos. José de San Martín, probablemente alertado por el alboroto, asomó desde el balcón de los aposentos del Director.
- ¡Rodríguez! ¿Qué significa esta insolencia?
Manuel no se molestó en responderle, con la rabia hacia el argentino aún demasiado fresca. Continuó gritando hasta que Bernardo apareció en el patio y le echó a los guardias encima sin preámbulo alguno. La escaramuza fue breve. Manuel y sus hombres no iban lo suficientemente armados para un enfrentamiento de choque contra la milicia del palacio.
- Retráctate, Rodríguez.- le ordenó Bernardo, y era humillante la forma en que los guardias sujetaban a Manuel por los brazos y el pelo, arrodillado como una mujer.
- Traidor. La patria va a vengar lo que ocurrió a los Carrera.- Manuel tembló, intentando recuperar algo del control perdido.
- Me acabo de enterar. No tengo nada que ver con eso.- replicó, casi con descuido.- De todos modos, dudo que la patria fuera a quejarse de la ejecución de conspiradores como ellos, por valientes que resultaran durante la guerra.
- ¡Estos argentinos de mierda te estaban cubriendo las espaldas! ¡Por supuesto que tienes que ver!
- Rodríguez, te estoy advirtiendo...
- Tú no tienes moral para advertirme nada.- le espetó Manuel.- No tienes moral para conducir este país. ¡Si todavía te quedaran huevos, abdicarías, O’Higgins!
El griterío indignado de los guardias se alzó hasta hacer eco contra los muros del patio. Bernardo le cruzó la cara con un bofetón, sin siquiera intentar disimular su furia, y ordenó encerrarlo por insurrección. No iba a aceptar injurias semejantes en su contra, bramó antes de marcharse. Manuel fue escoltado hasta un cuartel cercano por un grupo militar que disuadió cualquier intento de rescate por parte del pueblo. Los hombres que le habían acompañado hasta el palacio corrieron una suerte similar.
En los meses de prisión carcelaria que siguieron y un proceso judicial igualmente desprovisto de sentido; Manuel estuvo completamente aislado y con prohibición de correspondencia. La inactividad siempre la había odiado, pero más terrible era saber que era incapaz de ejecutar una venganza, más seguro que nunca de la participación de Bernardo en lo que había sucedido. Le ardía en el alma; y sin embargo su ingenio, tan brillante en otras ocasiones, no conseguía encontrar una oportunidad de escapar. Los militares asignados a su vigilancia eran leales al régimen. No se le permitían visitas y la situación estaba alargándose demasiado ya.
Su creciente falta de esperanza sólo se disipó un poco cuando le informaron que iban a trasladarlo a la cárcel de Quillota al día siguiente.
Sabía que probablemente lo trasladarían amarrado a la montura, pero era la mejor oportunidad de fuga que se le había presentado desde el inicio. Tiltil estaba a medio camino, y tenía amigos en el sector que podían ayudarle. Pensó en viajar a Mendoza apenas se viera libre, visitar a la viuda de José Miguel antes de iniciar planes para dar vuelta un gobierno que en Chile, estaba volviéndose demasiado inestable en su rigidez. Bernardo conocería entonces el precio de su debilidad. José Miguel hubiera estado orgulloso de la idea. En su memoria lo haría, pensó, y sonrió haciendo cuentas imaginarias de un ejército de Húsares de la Muerte, como en los viejos tiempos, cuando todavía tenía a quien amar y O’Higgins aún era su amigo.
Manuel no llegó nunca a la prisión de Quillota. Cruzando el río Lampa, aún atado sobre el caballo, le disparó por la espalda un soldado de la escolta. Mientras la vida se le escapaba lenta por el boquete, los soldados lo despojaron de sus pertenencias y lo arrojaron a una zanja a orillas del camino sin decir una palabra, evidentemente coordinados para actuar mucho antes del viaje.
Finalizaron el trabajo con puñaladas innecesarias y regresaron a Santiago. Ninguno de ellos se molestó en informar a Manuel que José Miguel, a diferencia de sus hermanos, y de él mismo, había conseguido escapar de la ejecución.
La Logia brindó por su muerte. Carrera, al otro lado de la cordillera, sonreía sin saber mientras seguía planeando formas de reunírse con él.
* . * . *
Iniciado: 25-06-07
Finalizado: 26-06-07
Es absolutamente impresionante lo que hace el aburrimiento por la inspiración. Particularmente las colas de los bancos, que causan desazón tal que uno se pone a escribir fics en los formularios botados con tal de no tener que sufrirlas XD
Algo salió un poco extraño en la redacción de este, y probablemente tiene que ver con los tiempos verbales, de modo que se agradecerán nitpickeos.
~Glosario, porque apuesto a que no se entendió nada (totalmente mi culpa, de todos modos)~
- Doña Mercedes: Mercedes Fontecilla Valdivieso era la mujer de Carrera.
- Logia Lautarina: Orden masónica que conspiraba a favor de los procesos de independencia en Latinoamérica. Presuntamente estuvo detrás de todos los procesos revolucionarios del continente. A mi no me corresponde juzgar el grado de control que tenía o sus verdaderas intenciones, pero hay un interesante
artículo en la Wikipedia.
- Húsares de la Muerte: Grupo de montoneros clandestas encabezado por Manuel Rodríguez durante la Guerra de la Independencia chilensis. Durante el periodo de
Reconquista de Chile, sirvió para confundir, distraer, saquear y dispersar al ejército español con maestría guerrillera.
Cualquier cosa que se me haya pasado aclarar, me preguntan nomás ♥