Fandom: X-men (película)
Pareja: Pyro/Rogue
Clasificación: PG-13
Género: Romance
Palabras: 1, 425
Exención de Responsabilidad: Por supuesto que nada es mío; todo le pertenece a Marvel y Fox. Si acaso, solo la idea para la trama me pertenece. Gracias.
Tiempo: Unos años después de X3.
Sinopsis: La historia esta narrada desde el punto de vista de un niño que a pesar de que su nación estaba sumergida en una guerra civil, no entendía bien la causa de esta guerra hasta que un día conoce una pareja particular.
Capítulo Anterior Todavía estaba en estado de choque. Era difícil para mí aceptar que ella estaba con él. Él era todo lo que ella no era. Frío, duro y hasta podría jurar que él era algo mezquino. ¡Y él tenía el atrevimiento de tener mi nombre! ¡Él, mi nombre! ¡Ja! Eso era absurdo. Él era cualquier cosa menos un Johnny. No señor.
Esa noche, después de ella darme la noticia, me dio su beso como de costumbre. Puesto que no tenía sus guantes, ella colocó su mano cerca a mi mejilla con cuidado de no tener contacto con mi piel y se besó la mano.
-Buenas noches, Johnny. - Amaba su ronca y dulce voz.
-Buenas noches, Marie. - contesté.
Cerré la puerta y permanecí afuera. Deseaba estar seguro de que él no fuera a hacerle daño.
-¿Cómo en el infierno él sabe tu nombre? - Su voz era muy profunda y se escuchaba bastante amenazante. Apreté mis puños, listo para entrar de nuevo en caso de que ella necesitara de mi ayuda. Todavía no confiaba en él. Él había estado mirándome con el ceño fruncido todo el tiempo que estuve junto a ella; a mí, un niño de apenas doce años. Fue entonces que la escuché decir:
-¡Por el amor del cielo, Allerdyce, no seas tan inmaduro! Él es solamente un niño.
Sí, imbécil. ¿Cuántos años podría él tener? ¿Veinte? ¿Veintiuno?
-Además tú específicamente me pediste que no levantara sospecha en todo lo posible. De seguro que Rogue sería un nombre reconocido y que atraería atención indeseada.
-Lo sé. - él dijo suavemente. -Es solo que...
-Es que nada, John; la razón principal que estoy aquí es para mí... - Su voz se quebró. Con mi corazón martillando en mi pecho, me atreví a darles una ojeada a través de una ventana. Él la abrazaba con una peculiar fiereza. Quizás él no era el bastardo que yo pensé...
-Lo siento, Marie. - No, él no podía ser un imbécil mezquino. Lo vi tomar el rostro femenino con delicadeza entre sus manos mientras que sus ojos vagaban por todas esas hermosas facciones.
-¿Te sientes bien?
-Aparte de las molestias matutinas, sí, estoy bien.
-Necesitas ver a un doctor.
-Lo sé, John. Pero, ¿quién deseara verme?- Ahora estaba realmente asustado. ¿Estaba ella enferma?
-Encontraré uno.
-John, ahora no te atrevas a...
-Encontraré uno.- dijo él resuelto, no admitiendo ninguna discusión por parte de ella. Mis mejillas enrojecieron cuando le vi darle un beso en su boca. No era un enfermo pervertido así que di la vuelta inmediatamente y caminé hacia mi lugar para darles privacidad.
Muy temprano en la mañana del día siguiente, oí el motor de la motocicleta. Detecté que de alguna manera él estaba cumpliendo su promesa. Algunas horas más tarde lo pude comprobar. En la parte posterior de su moto él llevaba a alguien o algo atado, era tan pequeño para poder discernir correctamente. Me sentí apesadumbrado por el pobre hombre de edad avanzada cuando John lo desató y pude ver lo que asumí era el doctor. Los ojos del doctor miraban de aquí a allá, su cara una máscara de puro terror. Mi padre se hizo el desatendido, mirando hacia la dirección opuesta. Sabía que él no se metería con el marido de Marie. Y no lo culpo; yo tampoco... a menos que, por supuesto, él la lastimara. Lo seguí a una distancia prudente. Él entró en la habitación de Marie con el hombre. No estuve decepcionado cuando oí la discusión.
-St John Allerdyce, ¿qué en el infierno has hecho?
-Marie…
-¿Acaso no ves la cara de espanto que tiene el pobre hombre? Lo has podido matar de un ataque al corazón.
-Marie. - Él estaba comenzando a escucharse molesto.
-¡Jesús, John! Te dije que no...
-¡Marie! ¿Podrías callarte por un segundo? El hombre ya está aquí, ¿no? Permite que haga su trabajo.
Él salió. Él me miró e hizo un gesto con su rostro reconociendo mi presencia. Después de varios minutos, despejé mi garganta e intenté preguntarle. -¿Está ella... bien?
Solo hacía dos semanas que le conocía y la apreciaba mucho. Él levantó su cabeza precipitadamente, esos ojos inescrutables mirándome fijamente. Eran ojos extraños; a pesar de ser fríos su color era... Realmente no podría decir qué color eran; ahora tenían una tonalidad metálica. Ayer tenían el color de las montañas delante de nosotros, el mismo cuando una tormenta se acercaba logrando que tomaran un color azul macizo.
-Sí... al menos eso espero. - Era increíble cuántas cosas podía uno captar con una sola respuesta. Él estaba preocupado por ella; él le importaba... No. Sería honesto aunque sintiera que ella me pertenecía solo a mí. Él la amaba.
Los segundos pasaron a convertirse en minutos eternos. La puerta se abrió y el doctor salió. Nos colocamos de pie simultáneamente y esperamos.
-Ella está bien y toda está tomando su curso natural. Ella está muy saludable así que no veo ninguna razón por la que ella deba tener cualquier complicación. Ahora, sobre su piel... No podría decirle. Ella necesita un especialista en esa área.
Las crípticas palabras del doctor me enfurecieron; no sabía de lo que hablaba. No podría decir igual sobre el marido de Marie. Su cara tenía una máscara fría... pero sus ojos habían tomado la tonalidad de un desconcertante verde.
-Gracias, doc. Yo… le pido disculpa por todo.
El viejo hombre reclinó la mano en su hombro y por un segundo presentí que John la sacudiría, su cuerpo estaba rígido... pero no lo hizo.
-No tiene porque preocuparse, joven. Sé que su clase está pasando por momentos difíciles.
Ahora, la manera que él dijo su clase no sonaba insultante. Su voz tenía un tono lleno de compresión.
-¿Cuánto le debo?
-¿Qué tal un paseo de regreso a la ciudad? Y... - El buen hombre le dio un papel. -Ella necesita tomar esto a diario.
John asintió, tomando el papel de la mano del doctor. Comenzaron a caminan juntos a la moto. Golpeé suavemente en la puerta.
-Puedes entrar.
La vi colocarse sus guantes; ya estaba por completo vestida. Ella me envió una gran sonrisa.
-¿Cómo estás, Johnny?
-Yo soy quien debe preguntarte eso. - Inmediatamente me di cuenta de mi error cuando vi que la sonrisa disminuía un poco.
-Me imagino que bien... - Ella estaba preocupada por algo. -¿Dónde está John?
-Llevando al doctor de regreso.
Ella resopló, indignada. -Más le vale que sí. ¿Puedes imaginarte algo así? La desfachatez de traer a ese pobre hombre en contra de su voluntad.
No me pregunten porque le dije esto; salió inesperadamente de mi boca.
-Lo hizo porque te ama.
Es asombroso cómo unas palabras, apenas tan pequeñas y a pesar de esto, pueden capturar el significado de nuestro entero propósito en este mundo. Todo su rostro brilló intensamente, una luz interna escapando a través de sus ojos de caramelo. Una pícara sonrisa apareció en sus sensuales labios. -¿Tú crees?
Ella no preguntaba, ella solo intentaba ser juguetona. Por lo menos levanté su ánimo; esa sonrisa ensanchándose otra vez.
Por los dos próximos días le dejé sola para que pasara su tiempo con él. Si nunca lo hubiese visto con mis propios ojos nunca habría creído que él podría ser tan tierno y cuidadoso alrededor de ella. Ella permitía que él tocara su piel, lo cual él hacía constantemente... Hey, no soy poeta, pero él parecía como un hombre sediento, con un fuego que rabiaba dentro de él y ella era el agua que podría calmar esa fiebre que él llevaba en su interior constantemente. Los ojos eran el espejo del alma y los suyos brillaban definitivamente con demonios internos, y de alguna manera, ella era la única que lograba tranquilizarlos.
¡Diablos! Era difícil admitir; puesto que estaba enamoriscado con ella... pero ambos se complementaban. ¿Cómo explicarlo? Su última tarde juntos, los vi, sus figuras delineándose contra el horizonte. El sol estaba descendiendo y el cielo estaba cubierto de colores, recordándome la paleta de un artista. Ella reclinaba su cabeza en su hombro, el viento jugaba con su cabello caoba. Las manos masculinas rodeaban su pequeña cintura. Parecían que bailaban al ritmo de alguna suave música imaginaria. Ella echó su cabeza hacia atrás para sonreírle. Él correspondió la sonrisa, todo su rostro transformándose totalmente. Su ira, frialdad; toda oscura emoción pareció abandonarle, permitiendo que se suavizara ese adusto rostro. Él le susurró algo y ella rió suavemente.
Dicen que los polos opuestos se atraen, como lo correcto es atraído por lo incorrecto. Lo sagrado y lo profano. Así fue como los visualicé.