Dec 01, 2006 13:06
Ayer mismo le comentaba a un chaval lo de la sensibilidad pero claro igual es una parte de mí que quiero que pase a los anales de la historia de mi vida así que debería dejar huella aquí para leerlo dentro de veinte años, cuando esté divorciada e intente dejar de beber y de fumar. Lo que ocurre es que a pesar de esa imagen de dura que puedo y quiero dar siempre refugiándome tras la pantalla o bien cuando me veo acompañada de mis amigas, en el mundo tridimensional se esconde una Nela sensible. Sensible no en el sentido de enamoradiza fanática de Amelie. No, ese tipo de comportamientos me dan nauseas y no soy capaz de hablar sin introducir un poco forzadamente alguna palabra malsonante que quite cursilería a lo que digo, por ejemplo a Enar le digo "te quiero joder" o "si yo te quiero me cago en Dios" y nos quedamos tan anchas las dos. Vamos que no somos de publicar "nos daremos muchos abrazos bajo las estrellitas luminosas y de fondo el puto Yann Tiersen". Pero sin embargo soy muy sensible con casi todo lo que conlleve palabras más o menos tiernas, además de ser una perfecta paleta que se mete en el papel de todo cuanto ver por televisión (que es mucho y muy malo). Cuando todavía ponían Supermodelo sufría cada semana para que no expulsasen a mi ídolo Yasmin y con Alba siempre que vemos Gran Hermano nos indignamos muchísimo, menos ayer que aplaudimos porque expulsaron a Dani Rubio. Lo de ser sensible es muy duro porque no puedes contener la emoción y ¡carallo se te caen las lágrimas delante de cualquier hijo de puta! Por ejemplo viendo Perdidos lloro como una loca pero claro, Paula no llora porque no tiene corazón así que supongo que será normal sufrir cuando alguien aunque ficticio muera. Pero también me emocioné viendo el busto de Sesostris y no por ser una apasionada del arte egipcio o hablandole a Alba de Iriana o cuando Nati me dice que me quiere hasta la muerte por la vida o cuando veo a Luis corriendo o cuando hablo de mi hermana o con los anuncios tipo "reflexione usted por Dios" (no como el del Burguer King, qué escándalo), o cuando todo Balaídos canta el himno del Celta o cuando la vuelta ciclista pasaba por mi pueblo y yo iba con mi padre a aplaudirles por considerarlo un deporte durísimo, o cuando se acaba el Paredes... ¡ay de mí!