Hoy al salir de trabajar me he dado cuenta de que soy una persona naturalmente cabreada. Cuando empecé a hablar sola por la calle comprendí que estaba abocada sin remedio a una vida de mal humor constante, enfados con o sin motivo y una intolerancia exacerbada a la gente que camina despacio, que berrea por el móvil o que habla mientras masca chicle
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