Nov 11, 2008 01:27
Desde que hago uso de la poca razón que tengo, he pensado que la naturaleza y la suerte son las grandes hijas de puta del mundo. Juntas y por separado son capaces de asolar pueblos y países enteros, destrozar familias y ponerle límites a la vida humana. Circunstancias tan banales como ir a parar a un lugar o a otro, nacer guapo o feo o ser educado bajos tales o cuales principios son las que en definitiva establecerán el camino que cada persona tendrá que seguir. Me parece una inmensa mierda esa idea de que cada uno crea su propia suerte. Es el azar el que juega con cada existencia de una manera tan cruel que asusta incluso pararse a pensarlo.
Hay personas para las que levantarse cada día y salir de la cama es un verdadero calvario. Y sin embargo hay otras cuyas vidas tienen fecha de caducidad, que esperan impotentes mirando como el calendario deshoja su futuro, sus recuerdos, los cientos de momentos que no tendrán.
No hay nada que pueda calmarte cuando todo es tan estúpido que no comprendes lo que pasa. No sirven las palabras ni los abrazos. No importa que las lágrimas estuvieran casi haciendo cola, nerviosas, como si hubieran cogido número y por fin fuera su turno. Nadie nos había preparado para el azar. No nos preguntaron si queríamos pensar en decenas de cosas por minuto, si queríamos sentir lo que no debemos, quedarnos mudos delante del papel. Y es el azar quien nos da cada día veinticuatro horas que no siempre queremos, que casi nunca entendemos. Que se van muy deprisa envueltas en apatía y no dicen nada.
Mejor o peor, el camino sigue. De vez en cuando, algunos aún buscamos un motivo para andar. Otras veces veces nos quedamos parados esperando a que venga a llamar a la puerta. Pero siempre queda el deseo de encontrarlo antes de que se caigan todas las hojas del calendario.
la vida apesta,
misc