Título: Complemento perfecto
Fandom: A. P. Hetalia / Latin Hetalia
Claim: Manuel/Martín, con una pizca de Luciano/Sebastián | Personajes: Chile, Argentina, Uruguay, Brasil. Menciones (leves) de Ecuador, Perú.
Rated: Intento convencerme de que es M (?)
Comunidad:
aph_chileargent |
latin_hetaliaSumario: Argentina clasificó para el Mundial, y Martín tiene una muy buena forma de celebrarlo. Incluye a Manuel sobre la cama, por supuesto.
Notas: Gracias a
osakaxsunpor betear y por los modismos de Martín <333 Te loveo, darlin'.
{ Complemento perfecto }
El cuerpo de Manuel rebotó en el colchón cuando Martín lo tiró a la cama. El argento estaba eufórico (no, espera, creo que eso le queda corto, sí), fuera de sí, no cabía en su dicha, y muchos otros sinónimos que indicaban lo radiante y feliz que se encontraba. Quizás si le mirabas fijamente, podían verse unos atisbos de brillos a su alrededor, como los de su primo Sebastián, quien en estos momentos debía estarse acurrucando en un rincón, siendo consolado por Luciano.
Impaciente, Martín ya se estaba relamiendo los labios, como imaginándose ya en su boca el delicioso sabor de la piel trigueña de Chile, quien aún estaba un poco atónito ante la prisa y el descontrol de su vecino (y algo más) rubio.
Rápidamente, Argentina se trepó también en la cama, aprisionando a Manuel con su propio cuerpo; la sonrisa imborrable en su boca, porque “¡Che, ganamos! Vamos al Mundial, pibe… ¡otra vez!”. El moreno sabía perfectamente que aquella entrada al Mundial para Argentina le había costado lágrimas, sudor y sangre (sudor sobre todo, pero esos son detalles que no me gustaría compartir), y que por ese motivo su ego había aumentado casi el triple, al igual que su energía.
Por eso, antes de que incluso Manuel pudiera pestañear, Martín ya le estaba robando un acalorado beso, exigiéndole que le entregara su boca entera para él. Y tal vez Martín estaba demasiado acelerado, porque se separó de Chile incluso antes de que este pudiera comenzar a… corresponderle.
-¡Nos vamos juntos, Manu!, vos y yo al Mundial. Re copado, ¿no? -preguntó Martín mientras sus manos se colaban bajo la remera de Manuel.
El moreno velozmente las sacó de ahí, aprisionando las muñecas de Argentina.
-Sí, Martín, es pulento -no mentía, para nada. De verdad consideraba genial que ambos fueran al Mundial. Aún así, había… ciertas cosas a las que no se acostumbraría tan rápido-. Pero, por fa’, ¿podríai’ dejar de manosearme?
Argentina soltó una feliz risotada antes de contestar.
-No -Y sonrió mostrando todos sus dientes relucientes y blancos-. Te manoseé antes del partido con Seba y te manosearé ahora. Che, para eso vinimos, boludo, vamos a celebrar vos y yo a nuestra manera.
Si a Manuel alguien le hubiera dicho que éste era el precio de que Argentina fuera al Mundial, quizás habría pensando un poco antes de haberle ganado al Pancho. O eso era lo que su parte racional estaba pensando, porque la irracional (y la que dominaba) se estaba prendiendo mientras las manos de Martín volvían a colarse bajo su remera.
(Si no era que todo Manuel se encendía bajo las caricias de Martín.
Pero que sea secreto.)
Los colores se le subieron a Chile a la cara cuando Argentina comenzó a acariciarle el pecho.
-¡Puta, weón! ¿Tenemos que hacer precisamente esto? -estalló Manuel, completamente sonrojado, los dedos de Argentina donde hubiera piel (bajo la ropa)-. ¡Hay caleta de formas pa’ celebrar y tú elegí’ esta! -muchas palabras, poca acción. Chile transmitía y transmitía, pero su cuerpo reaccionaba positivamente a los toqueteos de Martín.
Era por eso que el argento prefería guiarse por sus reacciones corporales (las de Chile) que por su boca y sus palabras tiradas en ira. Manuel era agridulce, por decirlo de alguna manera, y eso a Martín lo enloquecía (en la buena y mala forma, todo dependía si Manuel estaba o no ebrio o tranquilo). Y el argentino sabía cómo “endulzar” a su chileno, por eso volvió a acercarse a su rostro, mientras el de Manuel tomaba una extraña mueca como de terror y sorpresa; Martín sonrió como si Argentina hubiera marcado otro gol contra Uruguay.
-Obviamente -respondió Martín, rozando los apetitosos labios de Manuel-, así te tengo a vos… sobrio, todito para mí y sólo para mí.
-Fleto culiao’ -escupió Chile antes de que Martín volviera a unir sus labios.
Manuel era sinónimo de “tsundere”, obvio era. Pero, en momentos como esos, era cuando Martín lograba sacar a la superficie al Manuel que lo quería tanto como a él. Y eso estaba bien, sólo por las noches y cuando estaban solos, (condición) según Manuel. Por aquello fue que, mientras el beso, o los labios de Argentina, se volvían más insistentes, los labios de Chile también.
Porque no era que Manuel no quisiera a Martín, era sólo… era sólo que Manuel era más reacio a ocultar sus sentimientos porque “no soy un marica como tú, Martín”, con pose de macho y todo incluido, quizás hasta un copete en una de sus manos.
“Manu…”
Porque jamás de los jamáses, “ni aunque Miguel deje de pedirme mar”, Manuel admitiría cuánto le gustaba su nombre en los labios de Martín.
-Vos sos mi cábala, Manu -susurraba el argentino en el oído, mientras sus expertas manos estaban ahora sobre el broche de los jeans del chileno. (¿Cuándo carajo le quitó la remera?)-. Sos lo que me falta para estar completo.
-Puta la weá marica… -murmuró Manuel antes de que se le escapara una risa, casi avergonzada o nerviosa, por lo bajo.
Martín también rió, y su risa fue acompañada por el sonido que produjo el cierre de los jeans de Manuel al abrirse. El chileno volvió a sonrojarse, Martín también, pero con una sonrisa estúpida en los labios. Entonces el rubio y excitado Argentina comenzó a bajar los pantalones de su tsundere Chile, bóxers incluidos.
La mente de Manuel era un revoltijo de ideas que ni él podía comprender. (“Insisto, ¿cuándo este fleto me quitó la polera?”), y uno de ellos era “¿y por qué mierda Martín no está desnudo?”. Mentiría si dijera que no se sentía impotente o débil, cuando era él el desnudo y Martín (con ropa) el que lo desnudaba. Aunque, tal vez, sus ¿suplicas? fueron escuchadas, porque el argento se quitó la camisa de un solo tirón.
Estaba quitándose los pantalones cuando Manuel pensó que quería ser él quien se los quitara, pero no, eso es de maricones, y él no es maricón. “Dios, Manuel, ¿qué mierda se te ha metido en la cabeza, weón?”.
Y fue cuando sintió cada parte del cuerpo desnudo de Argentina contra sí que Chile dejó de lado la racionalidad. El sonrojo le llegaba hasta el cuello y hasta quizás le acariciaba la clavícula. Sabía lo que venía luego, ambos lo sabían, y no es que a Manuel no le gustara, es sólo que nunca lo admitiría. (Otra cosa era que no pudiera ver su cara mientras Martín lo embestía, pero eso era otro cuento secreto de Argentina).
Martín dejó un casi casto beso en los labios de Manuel, con su sonrisa imborrable y el gol contra Uruguay bien metido en la cabeza.
Si esto le había dado la suerte para ganarle a Sebastián, Manuel tendría que prestar su cama más seguido cuando comenzara el Mundial, ¡joder!
-Y ahora -susurró Martín mientras sus manos bajaban hasta las caderas de Manuel, luego a sus piernas, las que acarició suavemente antes de comenzar a abrirlas para hacerse un lugar-, a meter goles.
* * *
(Un par [o muchas] horas después…)
Luciano, con una radiante sonrisa en la cara, hacía círculos en la espalda de Sebastián, que se encontraba algo deprimido, acurrucado contra el cuerpo de Brasil. “Demasiado confiado, mucha confianza…”.
-Já verás como entras pelo repechaje, Seba! Relájate -aunque al brasileño nada le incomodaba tener al uruguayo entre sus morenos brazos.
-Ya lo sé, Luciano -dijo con cierto tono orgulloso, casi pareciéndose a Martín-. Pero ya sabés, creo que no tuve en cuenta la suerte que tiene Argentina. Lo subestimé.
Sebastián se acurrucó un poco más en el abrazo de Luciano, y este lo apretó con fuerza. Con una enorme sonrisa en los labios, el morocho pensó cómo sería tener a Uruguay así todos los días del Mundial.
-Sim, mas...
Algo lo interrumpió.
-¿¡QUÉ!? ¡NICA! ¿¡ANTES DE TODOS LOS PARTIDOS!? ¡ANDATE UN RATO A LA MIERDA, ARGENTINO CULIAO!
Sebastián y Luciano siguieron en lo suyo, los gritos de José Manuel casi siempre se podían oír hasta Uruguay.
No era nada nuevo. Como tampoco:
-¡PERO MANU, LA CÁBALA, MANU, LA CÁBALA!
-¡CÁBALA Y UNA MIERDA! ¡NO VOY A DEJAR QUE…! ¿¡QUÉ MIERDA ESTAI’ HACIENDO!? ¡ALÉJATE, WEÓN, ALÉJATE! ¡MARTÍN, NO! ¡MART-… AH!
Y así Argentina anotó otro gol.