Hola, holita. ¿Qué tal va la cosa? Hoy es sábado y me toca publicar. Aquí os dejo unas viñetas más. Espero que os gusten.
Autor: // cris_snape
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pareja/Trío: Percy Weasley
Tema: #13 - Piel
Penny se ha roto. Hace justamente seis meses que salió de Azkaban y, al final, no ha podido resistir la presión de vivir en silencio, guardándose para sí misma lo que le ocurrió en aquella horrenda prisión.
Percy la observa en silencio, sin saber muy bien qué hacer o decir. Nunca ha sido muy bueno ofreciendo consuelo y, aunque lo desea con toda su alma, no se atreve a acercarse a ella. Penny está agazapada en el suelo, abrazada a sí misma y temblando de forma casi incontenible. Sus hombros se agitan con cada sollozo y parece aterrorizada, como si estuviera muy lejos de aquella casa, un lugar en el que siempre se había sentido a salvo.
Finalmente, Percy se levanta de la silla y se acomoda al lado de la chica, con la espalda apoyada en la pared. Casi con temor, coloca una mano suave en su brazo. Penny se estremece, detiene su llanto durante un segundo y lo mira fijamente, con los ojos anegados en lágrimas y la vergüenza turbando su rostro. Después, libera un largo suspiro y no puede soportarlo más.
Se arroja a los brazos de Percy, y se da cuenta de que lo ha necesitado demasiado durante todo ese tiempo. De pronto, se siente una tonta y se aferra con fuerza al cuerpo delgado de su novio, anhelando que el momento de separarse no llegara jamás. Siente la caricia delicada de Percy sobre su espalda y rompe a llorar otra vez, con fuerza, pero sin desesperación. Sólo necesita liberar su alma, y llorar es lo único que puede hacer para lograrlo.
Percy la sostiene hasta que ella se queda dormida, totalmente agotada. No sabe cuánto tiempo ha pasado exactamente, pero cuando mira por la ventana, descubre que ya ha anochecido. Recuerda que esa tarde había ido a ver a su novia. Quería invitarla a pasear, creyendo que eso la mantendría ocupada y le impediría pensar en el pasado, pero Penny no había querido salir. Había estado tocando el piano durante casi una hora y, de pronto, se había puesto a llorar. Ni siquiera habían hablado en toda la tarde. Percy pensaba que todo iba bien. La música de Penny era alegre, con mucho ritmo, y creyó que ella se sentía feliz, pero no fue así. La chica sólo había intentado tragarse el llanto una vez más, pero no lo había conseguido. Ya no.
Con cierta dificultad, Percy se las apaña para ponerse en pie y cargar con el cuerpo ligero de su novia. Está más delgada que nunca, más aún que cuando salió de Azkaban, y apenas pesa nada. Aunque el brujo ha insistido en llevarla a ver a un medimago, Penny siempre se niega. Era cierto que no quería tener nada que ver con el mundo mágico, y había visitado a un médico muggle que le había dado un montón de frasquitos con pastillas que la joven se tomaba regularmente. Percy no creía que eso fuera muy efectivo, pero nunca decía nada.
Penny se remueve entre sus brazos, mascullando algunas palabras que suenan a súplica. Como siempre. Percy ha velado sus inquietos sueños en más de una ocasión, y siempre es igual. Se siente frustrado por no poder ayudarla. Ahora ya sabe lo que pasó. La señora Clearwather tampoco había podido con la presión y le había hablado de esos hombres, de las noches y los días interminables que Penny había pasado en Azkaban. Durante las noches, los dementores se alimentaban de su alma herida. Por el día, los mortífagos se encargaban de recordarle que había actos humanos igual de perversos y dañinos.
Percy había llorado. Desde que murió Fred, se había jurado que pasaría mucho tiempo antes de volver a derramar una lágrima, pero saber lo que le habían hecho a Penny le llenó de rabia e impotencia. Recordó sus días en Hogwarts, cuando Penny insistía en que debían hacerlo, y él afirmaba que debían esperar hasta que abandonaran el colegio... ¡Pobre idiota! Si hubiera sabido antes lo suave y morena que era la piel de Penny, no habría cometido el terrible y estúpido error de esperar. En sus años de estudiante, le había parecido una aberración hacer el amor entre las paredes del castillo. Ahora, se arrepentía de no haber disfrutado un poco más de la piel de Penny.
La tiende sobre el sofá. Penny se remueve, encogiéndose un poco más, y Percy la cubre con una manta, protegiéndola con su propio cuerpo y susurrando palabras tranquilizadoras en su oído. Y Penny parece escucharle, porque las facciones de su rostro se relajan y, después de soltar un largo suspiro, su respiración se acompasa y desaparecen los murmullos y la inquietud.
Percy sonríe. Ha logrado tranquilizarla. Se sienta frente a ella y la observa dormir. La señora Clearwather y sus dos hijas menores no tardarán en venir. Todas ellas se parecen mucho a Penny, y ninguna ha resultado ser una bruja. Percy se siente plenamente aceptado por ellas, y ha aprendido a apreciarlas sinceramente. Especialmente a la madre, que siempre parece saber cuándo es el momento adecuado de desaparecer y dejarle un poco de intimidad a su hija mayor.
Al cabo de un rato, los ojos de Penny tiemblan y se abren lentamente. Parece confundida un segundo, pero cuando ve a Percy sonríe y se estira como un encantador gatito.
-Hola -Dice en voz muy baja, incorporándose un poco, sin dejar de mirar a Percy ni un segundo.
-¿Estás mejor? -Pregunta él, estirando una mano para alcanzar su rostro. Penny no rechaza esa caricia. Poco a poco, se ha ido acostumbrando a ellas.
-No lo sé -Suspira y se retira la manta, revolviéndose el cabello -Creo que...
Percy ve algo extraño en sus pupilas. Penny se ha ruborizado ligeramente, y antes de poder reaccionar, la chica se sienta y le besa. Con timidez, como cuando lo hizo por primera vez, muchos años atrás, pero permitiendo que Percy vuelva a sentir el calor de esa deliciosa piel que, a pesar de todo, sigue siendo tan hermosa como siempre.
Tema: #14 - Licor
Yaxley entra en el ascensor, a empujones, como siempre, y la bruja que está a su lado agacha la cabeza y aprieta los labios, temblando ligeramente. Percy se aprieta contra la pared, intentando ocultarse detrás de la montaña de pergaminos que trae consigo. No quiere que ese hombre le vea. Desde que los suyos han tomado el Ministerio, las cosas cada vez van a peor, y el joven brujo quiere hacerse muy pequeño y pasar desapercibido, porque sabe que los Weasley pronto dejarán de ser bienvenidos en ese lugar.
Está seguro de que Yaxley no tardará en bajarse y, entonces, podrá seguir con su camino tranquilamente, pero la puerta vuelve a abrirse y Percy ve un rostro conocido. Se pone en tensión cuando su padre da un paso adelante, observando al mortífago directamente, sin bajar la mirada ni un solo segundo. Percy debe reconocer que es valiente, y en cierta forma le admira por eso, pero al mismo tiempo quiere advertirle del peligro que corre por su actitud retadora. Teme que Yaxley tenga un solo motivo para ir a por él. Aunque Percy lleve mucho tiempo alejado de la familia, no quiere que a ninguno le pase nada malo.
Afortunadamente, Yaxley se baja en el siguiente piso y, con él, todos los ocupantes del ascensor, excepto dos. Percy y su padre. El joven cree que el destino se ha aliado en su contra para amargarle el día. Primero, tener que acudir a una de esas horrendas vistas que supervisaba Dolores Umbridge, y ahora esto.
Arthur Weasley lo mira con sorpresa. Evidentemente, Percy se ha escondido muy bien antes, pero ahora están solos, así que es inevitable intercambiar una mirada. Instintivamente, el joven alza la barbilla. Sabe que es estúpido, sobre todo porque está deseando poder decir algo para arreglar lo que ocurrió en el pasado, pero lleva demasiado tiempo comportándose de esa forma cuando está ante ese hombre. Quizá, es una forma de protegerse de sí mismo. Sabe que aquella noche, la que abandonó la Madriguera, se comportó como un imbécil. Pensar en todas las cosas que les dijo a sus familiares, especialmente en las palabras que le dedicó a su progenitor, le hacían sentirse tremendamente avergonzado. El tiempo ha pasado y ahora se arrepiente, pero Percy se sabe orgulloso y, aunque han sido muchas las ocasiones en que ha querido hablar tranquilamente con su padre, pedirle que le permitiera volver a casa con él, no ha tenido valor para hacerlo.
-He oído que colaboras con Umbridge.
Hay desprecio y desilusión en la voz del hombre. Percy se pone tenso y sabe lo que está pensando, pero las cosas son así. Él no es como Umbridge. Le enferma tener que escuchar esas estúpidas acusaciones contra los nacidos de muggles. Siente que el mero hecho de permitir que los dementores se lleven a todos esos pobres desdichados va a destrozar su cordura, pero él no puede hacer nada. Sólo esperar, captar los nombres de los conocidos y avisarles para que se escondan. Sólo eso...
-No...
Musita. Suena débil y lo sabe, pero no puede decir nada más. En cierta forma, piensa que sus acciones no tienen excusa, pero su padre lo mira fijamente y, como por arte de magia, su expresión se suaviza y está a punto de sonreír. Y Percy sabe que le ha creído y se siente infinitamente mejor. Más tranquilo. Casi feliz.
Arthur Weasley cabecea, el ascensor se detiene y el hombre se marcha sin decir nada más. Percy suspira y se deja caer de nuevo contra la pared. Lo único que puede pensar en ese momento, es en tomarse una buena copa de licor en cuanto llegue a casa. Nunca creyó que pudiera llegar a necesitar tanto de la bebida como esa mañana.
Tema: #15 - Bebé
Hace años que Bill no sonríe de esa forma. Está exultante de alegría, mientras observa al pequeño bebé que sostiene su madre. Fleur está dormida, agotada después de un parto que resultó más difícil de lo previsto. Todos los Weasley se han reunido en esa habitación de San Mungo, a pesar de las protestas de las enfermeras y las amenazas de un par de sanadores. Pero son demasiados, y así parece haberlo entendido el personal del hospital, pues hace casi media hora que no los han molestado.
Casi todos han tenido su oportunidad para coger en brazos a Victorie. Arthur, el primero en hacerlo, demostró que, después de siete hijos, había desarrollado cierta pericia para acunar bebés. George había amenazado con lanzar a la pequeña al aire y se peleó brevemente con Charlie, hasta que éste la secuestró durante más tiempo que los demás. Ginny había sonreído misteriosamente y Harry se había mostrado torpe. Ron directamente había rechazado el tomarla, y Hermione se mostró temerosa de causarle algún daño. Pero fue Molly la que la acaparó durante más tiempo, dándole consejos a su hijo mayor, aprovechando que Fleur estaba dormida para protestar.
Percy y Penny están sonrientes, a los pies de la cama. Penny parece encontrarse un poco mejor y la llegada del bebé le ha devuelto un poco de vida a su mirada. Percy se siente feliz por eso, porque piensa que todo puede volver a ser como antes, pero también está ansioso porque no ve el momento de que el infierno termine de una vez.
-¿Quieres cogerla, querida?
Penny da un respingo, como si no se hubiera esperado una pregunta así. Por un segundo, Percy piensa que dirá que no, pero finalmente sonríe y afirma quedamente con la cabeza. Molly se acerca a ella y, con cuidado, le entrega a Victorie. Percy contiene la respiración.
Está preciosa, con el bebé en brazos y esa sonrisa estúpida en el rostro. Durante un momento, se permite fantasear e imagina que Victorie no es hija de Bill y Fleur, y descubre que él también tiene instinto paternal. Tiene la certeza de que tener un hijo con Penny los llenará de felicidad a ambos. Su mente se nubla, ahogada en esas maravillosas visiones de un futuro que, posiblemente, nunca llegará. Hasta que una mano se topa fuerte contra su hombro, y Percy despierta de su sueño.
-Los siguientes sois vosotros. ¿No? -Dice George, alegre, aunque le falte un poco de chispa a su mirada.
Percy enrojece y se agita con nerviosismo. Mira a Penny, creyendo que ella también se ha ruborizado, pero se encuentra con que la chica está más serena que nunca. Quizá, porque aún sostiene al bebé entre sus brazos, pero intercambia una mirada cómplice con George y ríe suavemente.
-¿Quién sabe?
Percy suspira y siente una gran gratitud hacia Victorie. Evidentemente, el bebé acaba de curar las últimas cicatrices del alma de Penny. Hace mucho tiempo que el joven no veía la mirada de su novia tan serena y repleta de esperanza, y él mismo se encuentra plenamente dichoso. A partir de ese día, las cosas sólo podían ir a mejor.