Fandom: Lost
Claim: Los Otros
Personaje/Pareja/Trío: Tom
Tema: #8 - Carrera
Resumen: A pesar de sus largos años de experiencia, a él también pueden sorprenderle.
[El médico se la había jugado. Seguramente a Ben le cabrearía muchísimo lo que estaba pasando y Tom se lamentaba por ello, pero ya no había marcha atrás. Jack, uno de los supervivientes, alguien que nunca le había parecido realmente peligroso, un cirujano refutado y concienzudo, acababa de poner en jaque a todo el mundo, convirtiendo una operación relativamente controlada en una auténtica carrera contrarreloj que nadie podía permitirse el lujo de perder.
Mientras Tom miraba de reojo la sangre que manaba de la espalda de Ben, sintiendo como las nauseas lo invadían y su mundo empezaba a volverse blanco, se obligó a sí mismo a pensar rápido. ¿Qué haría Ben de estar capacitado para hacer algo? Tom sabía lo que Jack pretendía, pero no podían permitirse el lujo de perder a Sawyer o a Kate. Aunque, claro, conocía perfectamente a Danny y sabía que a Sawyer no le quedaba demasiado tiempo para estar entre ellos. Su camarada se la tenía jurada desde la muerte de Colleen, y todos, incluso Ben, se habían mostrado conformes con dejar que se cobrara su merecida venganza.
Pero ahora había mucho más en juego que la rabia de Danny. Ben estaba en juego, y si lo perdían a él, perdían mucha estabilidad en el grupo. Perdían el contacto con Jacob -o eso era lo que Ben les había hecho creer-. Posiblemente no estarían del todo perdidos. Había mucha otra gente capaz de asumir el liderato. Richard, Isabel, incluso él mismo, si conseguía lograr algún apoyo entre los más jóvenes. Pero Tom no quería ser el líder de nada, y tampoco quería que Richard o Isabel lo fueran. Él quería a Ben. Estaba en la Isla por Ben, y sólo por él haría cualquier cosa que fuera necesaria. Incluso olvidarse de lo que el mismísimo Ben haría y tomar sus propias decisiones.
Si para lograr salvarlo tenía que obedecer las órdenes del médico, rendirse a sus chantajes, lo haría. Aunque Ben se enfadara con él después. Aunque estuviera plenamente convencido de que Jack se estaba tirando un farol y era incapaz de dejar morir a nadie. Tom lo sabía, pero no iba a arriesgarse, así que cogió el walkie-talkie y se puso en contacto con un Danny más cabreado de la cuenta. Iba a hacer lo impensable, pero también lo imprescindible. Lamentablemente, dudaba mucho que Danny fuera a hacerle caso. Así pues, una vez cumplida su misión sólo cabía esperar a que todo saliera bien y que Jack no fuera capaz de dejar morir a nadie después de todo. Por el bien de su gente y de la Isla.
]
.
.
.
.
Personaje/Pareja/Trío: Richard
Tema: #9 - Verdad
Resumen: Richard conoce lo suficiente a Ben para saber que está mintiendo.
[John Locke había matado a su padre. Todos creían eso, todos estaban sorprendidos y la mayoría parecían encantados con la idea. Muchos consideraban que aquel hombre era alguien especial, que estaba destinado a hacer grandes cosas en La Isla y se habían sentido decepcionados cuando, según las palabras de Ben, no pudo desligarse de su pasado para formar parte de un futuro en común. La mayoría de sus compañeros preferían conformarse con la versión simple de los hechos, pero Richard entendía a Benjamin Linus mejor que nadie y comprendió qué pretendía al llevar a Locke con ellos y traer a su padre a La Isla: ridiculizarle y alejarle de su campamento.
Por eso le pareció impagable el rostro de su camarada cuando Locke apareció cargando el cadáver de su padre. Ben estaba evidentemente enfadado. ¡Oh, sí! Sin duda eso supuso un duro varapalo para él; saber que sus bien trazados planes habían fallado, ser consciente de que por una vez cometió un error al juzgar a una persona le había trastocado muchísimo. Tanto que no logró mantener su máscara de frialdad imperturbable y estuvo a punto de perder el control ante todos. Richard había observado las caras sorprendidas; le costó un gran esfuerzo permanecer imperturbable, pero su rostro no dio señales de lo que había hecho. Nadie se dio cuenta de que él sabía la verdad: que Locke no había matado a su padre, sino ese otro superviviente del Oceanic 815, alguien que tenía buenos motivos para querer vengarse de aquel timador desalmado y cruel.
Richard sabía que si Ben descubría su treta montaría en cólera. No era muy dado a tolerar aquella clase de desafíos. Era un líder recto, dictatorial e inflexible y, a pesar de que Richard también era muy importante en su jerarquía de poder, lo respetaba. Ben estaba muy unido a Jacob, y Jacob era el verdadero mandamás de La Isla. Pero eso no significaba que no pudiera poner en duda sus acciones, porque Ben también se equivocaba y él sabía lo suficiente para intentar enmendar sus errores.
Uno de los que más le preocupaba era la obsesión de Ben por la incapacidad de reproducción que todos padecían. A Richard le parecía un mal menor, teniendo en cuenta que llevaba tantos años allí que ya le costaba trabajo recordar la fecha de su cumpleaños. ¿Para que querría un hombre tener descendencia si podía disfrutar de una juventud perpetua? Richard consideraba que Ben estaba empezando a perder el norte por ese motivo. Se había olvidado de lo que era realmente importante en La Isla, perdiendo el tiempo con aquello, y por eso decidió ayudar a Locke. Ben necesitaba aprender una lección y Richard se la había dado.
El problema surgió cuando supieron que nueva gente llegaría a La Isla. Richard sabía perfectamente quiénes eran y qué pretendía, y le alegró comprobar que Ben no había perdido la perspectiva por completo. Por una vez se olvidó de sus propios intereses y se centró en lo primordial, enviándolos a El Templo y tomando el toro por los cuernos. Arriesgando su vida por el bien común, tal y como había hecho en otras ocasiones. Alguien debía ir con los supervivientes y él era el hombre perfecto.
Aún así, Richard no pudo evitar mirarlo con desconfianza cuando se separaron. La burda excusa que había puesto con respecto a la desaparición de Locke no le convenció. Era evidente que Ben no iba a dejar que nadie, mucho menos un superviviente del avión, pusiera en duda su autoridad frente a todos, y Locke le exigió ir a ver a Jacob. Y no con buenos modales precisamente. Richard ignoraba lo que ocurrió exactamente, pero podía suponerlo.
Alex debía estar implicada. La chica parecía cada vez más alejada del grupo, sobre todo después de la desaparición de Karl. Sin duda Ben no había sabido manejar el asunto. Richard quería creer que una parte del hombre estaba sinceramente preocupada por Alex. Tener novio podía traer consecuencias letales para ella si quedaba embarazada. Pero, además, Ben no soportaba a Karl. Nunca lo había hecho, ni siquiera cuando era niño, porque también había algo rebelde en él, algo que no podía controlar por completo y que conseguía ponerlo nervioso. Evidentemente, Karl los había traicionado. Igual que Juliet y, ahora, Alex.
Ben sabía cuál era el castigo para los traidores. Richard también. El hecho de que Juliet salvara la vida había sido algo casi circunstancial porque, después de todo, gracias a ella Ben no murió. Además, Ben la quería para ella. Richard llevaba demasiado tiempo observándolo, lo conocía demasiado bien para no darse cuenta de ello. Ben quería a Juliet y la había perdido. Tal vez por eso se llevaba a Alex, para no tener que perderla a ella también, bien a manos de sus compañeros, bien por la propia naturaleza de la chica.
Richard sabía que algo no estaba bien. Sabía que Ben estaba nervioso por algo que tenía que ver con Locke y con Jacob, pero no esperaba que se lo contara. Ben nunca le contaba nada a nadie. Sus planes eran suyos hasta que llegaba el momento de ejecutarlos y, tal vez por eso, era el líder de todos. Porque la desconfianza era la clave de la victoria, porque los secretos siempre dejaban de ser secretos y Ben no necesitaba más traidores a su lado. Y aunque Richard quería saber qué había ocurrido, no podía hacer más que llevarse a su gente al lugar acordado y mantenerlos a salvo. El futuro se presentaba complicado y cada uno tenía una misión que cumplir.
]
.
.
.
.
Personaje/Pareja/Trío: Ben
Tema: #10 - Conquista
Resumen: Las reglas del juego han cambiado y, por una vez, Ben no las ha roto.
[Sus ojos están secos, su rostro impasible y él se mantiene silencioso, calmado, pero toda su alma llora, desgarrada por el dolor de la pérdida, por lo injusto del destino y lo incomprensible de la situación. Su cerebro tarda unos segundos en asimilar la muerte de Álex y, cuando lo hace, algo se rompe dentro de él.
Álex. Su querida Álex. Su rebelde y problemática niña, la única persona a la que, quizá, Ben ha amado de verdad, está muerta. Muerta. Es algo que no puede aceptar como real. No. Ni siquiera ha podido despedirse de ella, porque jurar que no la quiere no es una forma de despedirla. No. Despedirse hubiera sido estar con ella, abrazarla y decirle lo mucho que la amaba -que aún la ama- a pesar de todas las peleas, de las manipulaciones, de los secretos y las mentiras. Su pobre y querida Álex muerta. Asesinada por el único que hombre que le había prometido que nunca le haría daño.
Fue un acuerdo entre los dos. Hombres en guerra, pero caballeros y, ante todo, amantes padres. No importaba quién tuviera que caer para conseguir el dominio de la Isla. Culpables o inocentes, su sangre carecía de importancia para ambos. Sólo ellas importaban. Alexandra y Penélope. Penny y Álex. Las únicas intocables.
Ben se retuerce, destrozado y vengativo, y su mente pronto le hace ver que debe cambiar de estrategia. Las reglas del juego han cambiado y, por una vez, no ha sido él quién las ha roto. Widmore, orgullo y sanguinario Widmore. Cruel y desalmado Charles Widmore. Él había puesto fin a su acuerdo y Ben asume que la veda ha sido abierta. Porque él ha podido perder a Álex -y, con ella, el único pedazo de su alma que aún era capaz de sentir- pero no ha sido derrotado. Porque ahora no sólo importa la conquista de la Isla. No. Ahora Benjamin Linus tiene más motivos que nunca para querer vender a Widmore. La venganza. Y la venganza de un padre abatido es lo peor que existe.
Posiblemente, a esas alturas ese cabrón traidor haya puesto a su hija a salvo, pero será inútil. Ambos saben que, desde que ese hijo de puta apretó el gatillo y mató a Álex, Penélope Widmore estuvo sentenciada. Saben que no puede esconderse, porque Ben no es de los que olvidan. No. Ben es inteligente y es rencoroso, y no perdonará ni olvidará ni el asesinato de su niña ni su venganza. Porque Ben se muere porque Widmore sienta lo mismo que él en ese momento, y no parará hasta conseguirlo. Sea cual sea el precio a pagar por lograrlo.
]
.
.
.
.
Personaje/Pareja/Trío: Los Otros
Tema: #11 - Futuro
Resumen: Porque todo lo que sube, tiene que bajar. ¿O no?
[No recuerdan demasiado bien cuando supieron de él. Tan solo son conscientes de lo ansiosos y emocionados que están porque finalmente Él está allí y llevan tanto tiempo esperándolo que los días y las semanas han pasado casi desdibujados. Unas veces exageradamente lentos y otras lamentablemente rápidos, pero siempre insoldables, dejando el pasado atrás. Podría decirse que para siempre.
Pero Él está allí y se sienten emocionados, más felices de lo que han estado en mucho tiempo. No muchos lo demuestran -no tienen un momento para hacerlo- pero están convencidos de que pronto empezará un nuevo ciclo en la Isla y están ansiosos porque comience. Tal vez, algunas cosas les decepciones -a Richard ya le decepcionaron antes- pero sin duda todo irá mejor. Porque Ben no es un mal líder, pero ha perdido la perspectiva y sólo tiene en mente esa obsesión suya de crear vida dentro de la Isla. Porque Benjamin Linus es demasiado listo, demasiado calculador y demasiado manipulador, y a veces todos tienen la sensación de que su poder desdibuja el de Jacob, y Jacob siempre ha sido el auténtico dueño de la Isla, sus habitantes y todo lo que ocurre en su seño. Porque Ben parece preocuparse cada vez menos de la Isla, mirando por los intereses propios. Porque todos saben que ese hombre no podrá escapar eternamente de su destino, que algún día tendrá que sufrir pérdidas y deberá dejar de mirar a su alrededor con esa frialdad tan suya y preguntarse qué hizo mal -o quizá bien- para tener lo que tenía o tendrá.
El campamento es un hervidero de nervios en tensión mientras caminan hacia El Templo. Pero están contentos, porque aunque Él todavía no los esté acompañando, lo sienten más cerca que nunca.
Estuvieron decepcionados, cierto. Algunos opinan que el truco de ese viejo cabrón sólo fue una forma de humillarle. A Él. Nadie lo dice en voz alta, pero muchos creen que lo que hizo Ben aquel día fue una trampa. Linus sabía que Él no lo haría -no podría hacerlo- y que quería que todos los otros lo vieran. Que vieran a John Locke, su Elegido, no poder matar a su padre, ese hijo de puta bastardo capaz de arrojar a su hijo desde un octavo piso y ve cómo se partía la espalda sin imputarse. Y unos dicen que fue por debilidad, mientras otros opinan que fue por bondad. Y la mayoría están seguros de que Ben sólo quemaba su último cartucho para no perder su poder, ni dejar de ser intocable y convertirse en uno más del grupo.
Y le estaban agradecidos. Algunas veces. No solían recriminarles las muertes de sus compañeros, aunque debían reconocer que habían sido demasiadas pérdidas desde que el 815 se estrelló en su hogar. Ellos eran soldados, estaban acostumbrados a la muerte. La habían aceptado como parte de sus vidas al llegar a la Isla y no solían regodearse en el sufrimiento que supone una pérdida humana. Todos, desde el más joven hasta el más anciano, sabían y aceptaban que la Isla era lo más importante y que siempre lo sería. Todos están dispuestos a sufrir y a morir por ella. Incluido Ben, que a tantos hombres había enviado hacia una muerte casi segura, confiando únicamente en su pericia y en la buena suerte. Y la buena suerte nunca fue algo confiable.
Por supuesto estarán encantados de que Ben Linus se reúna nuevamente con ellos. A él también lo esperan, aunque con menos fervor que a John Locke. Ben siempre será importante para ellos, porque él les ayudó a librarse de Dharma y a tantas otras cosas que sería difícil enumerar. Pero Ben también es egoísta algunas veces y todos esperan que John sea diferente, que no busque un beneficio propio en la Isla y sepa guiarlos a todos y escuchar a Jacob cada vez que fuera necesario.
Richard los observa a todos. Falta muy poco para llegar a El Templo y no puede evitar compartir la emoción de los demás. A pesar del incierto peligro que se cierne sobre ellos, los otros están emocionados y ansiosos por tener a John cerca. Nadie les ha confirmado que vaya a ir con ellos, pero la mayoría lleva el suficiente tiempo en la Isla para sentir esas cosas. Y, definitivamente, Locke ya parece preparado para asumir su verdadero lugar en el mundo. Ni de niño, ni de adolescente ni de hombre pusilánime. No. John Locke necesitó partirse la columna en dos, desfallecer de impotencia y sufrimiento y estrellarse en un avión plagado de pasajeros para darse cuenta de que era -es- especial y debe convertirse en el que realmente es: su líder.
-Richard. Es Ben.
Y Richard se pone en pie para ver los reflejos en el espejo del, hasta el momento, líder de todos. Él, al igual que los demás, sabe que Locke no tardará en llegar, pero antes tienen que coger las armas y luchar por él. Hay unos cuantos intrusos de los que deshacerse, y nadie mejor que ellos para hacerlo. Después de todo, la Isla es suya y, digan lo que digan, de nadie más.
]
.
.
.
.
Personaje/Pareja/Trío: Ben/Álex
Tema: #12 - Venticas
Resumen: Ben no se sabe ningún cuento, pero está dispuesto a complacer los caprichos de su hija
[
Normalmente la lluvia en la Isla se va tan bruscamente como aparece, pero desde hacía tres días el tiempo se mostraba caprichoso y dispuesto a romper con la rutina de siempre. Lo que empezó como un nuevo y caprichoso chaparrón más, terminó por convertirse en una auténtica ventisca que mantenía a los habitantes de Otherville encerrados en sus casas desde entonces.
Ben estaba sentado junto a la ventana, observando la lluvia con aire distraído. Para ser sincero, se aburría bastante ahí quieto, sin poder hacer nada. Si al menos a Jacob le diera por aparecerse un ratito tendría algo emocionante de lo que ocuparse, pero no. Ni globos aerostáticos cayendo del cielo, ni barcos siendo arrastrados por el mar hasta una playa desierta, ni aviones partiéndose en dos y sembrando la Isla de tocapelotas. Nada de eso. Sólo una puñetera tormenta y un montón de horas para no hacer nada. Podría ponerse a meditar sobre asuntos de fecundidad, vida eterna y rollos parecidos, pero no tenía ganas.
Afortunadamente, Ben no era el único que estaba aburrido. A su lado, sentada sobre la alfombra, una niña de unos ocho o nueve años rasgaba una hoja de papel con sus lápices de colores. Si para el hombre era difícil estar tanto tiempo encerrado, para la chiquilla era totalmente desesperante. Había hecho todo lo que podía hacer para entretenerse: cantar, bailar, ver la televisión, intentar cocinar, leer los aburridísimos libros sobre grandes dictadores de su padre, dibujar, intentar escribir historias sobre grandes dictadores como los de su padre, pero nada daba resultado. Lo que la pequeña Alex necesitaba era salir a la calle, buscar a Karl y jugar y correr por ahí hasta caer rendida, pero con la lluvia era imposible.
No es que no hubiera intentado escaparse. No habría sido una hija digna de su padre de no haberlo intentado, pero Ben era demasiado listo y había bloqueado toda huida aún antes de producirse. El día anterior había estado muy cerca (Álex utilizó la gatera de la cocina), pero Ben la detuvo y le echó una bronca monumental. La bronca, sin embargo, no la hacía aburrirse menos, así que Alex se levantó y se puso en pie frente a su progenitor con aire marcial. Ben dejó de mirar la lluvia y le prestó atención a ella.
-¿Qué quieres, Álex?
-Me aburro.
-Ya. ¿Por qué no juegas un rato a...? -Ben miró a su alrededor. Evidentemente, Álex ya se había cansado de todos sus juguetes y le iba a dar bastante la paliza -¿Algo?
-Porque para jugar a “algo” tendría que hacerlo aquí dentro y estoy cansada de estar aquí.
-¿Y qué se supone que puedo hacer yo? Sigue lloviendo a cántaros y aún no puedo manejar el tiempo a mi antojo.
-¿Aún? -Álex alzó una ceja, interesada en esa última frase -¿Podrás hacerlo algún día?
-Podré intentarlo -Ben se encogió de hombros. Claro que podría intentarlo, pero no esperaba que Álex se lo tomara tan en serio, porque la niña sonrió como si de verdad le creyera y dejó de insistir en el asunto. Aún así, seguía estando aburrida, así que el hombre suspiró y la cogió por los hombros -Está bien. ¿Quieres que juguemos al ajedrez? -Ella negó con la cabeza -¿Al Risk?
-Odio el Risk, papá.
-¿Qué hacemos entonces? No voy a dejarte salir.
-¡Uhm! Podrías contarme un cuento.
Ben frunció el ceño y alejó a la niña de su cuerpo. Aquella no parecía una buena idea. Odiaba cuando la gente lo dejaba indefenso y eso era lo que Álex había hecho al pedirle aquello. Porque Benjamin Linus no se sabía ningún cuento. Nadie le había enseñado ninguno de pequeño y casi siempre había alguien dispuesto a dedicar un rato a alimentar la imaginación de Álex. Tom parecía conocer todos los relatos infantiles del mundo y a Álex le encantaba sentarse en sus rodillas y escucharle mientras hablaba y hablaba sin parar.
-Yo no me sé cuentos -Dijo finalmente el hombre, optando por ser sincero con la niña. Después de todo no era como si estuviera revelando información confidencial sobre sí mismo -¿Quieres que llamemos a Tom? O incluso a Richard...
Richard se enfadaría un poco si Ben lo hacía ir a la casa sólo para eso, pero le contaría el cuento a Álex sólo para quedar bien. Tom, en cambio, se mostraría encantado, sentaría a Álex en sus rodillas y se comportaría como un Papá Noel de vacaciones en el Caribe.
-Da igual que no te sepas ninguno, papá -Álex lo cogió de la mano y prácticamente lo arrastró hasta el sofá -Invéntatelo.
-¿Inventármelo?
-Sí -Álex afirmó efusivamente con la cabeza -Cuéntame algo sobre ese barco enorme que hay en mitad de la selva.
-¿La Roca Negra?
-¡Ése!
No era una buena idea. No es como si inventarse historias sobre un barco del siglo XIX encallado en mitad de la Isla -y que además atraía la atención de hombres peculiares que se llamaban Charles y era unos auténticos cabrones-fuera algo que le apeteciera mucho, pero Álex se lo estaba pidiendo. Y, aunque le molestara reconocerlo, él no podía negarle casi nada a Álex.
-Está bien -Masculló entre dientes, sentándose junto a la niña -Pues la Roca Negra iba por el mar un día...
-¡Así no! -Interrumpió la niña, aparentemente indignada.
-¿Por qué no?
-Los cuentos no empiezan así -Comunicó ella con aire de sabelotodo -Se dice “Había una vez” o “Érase una vez” o cosas parecidas.
Eso a Ben le pareció una tontería, pero no creyó que Álex fuera a comprenderlo, así que decidió seguir su consejo. La niña era la experta en cuentos, no él.
-Está bien. Había una vez un barco que se llamaba “La Roca Negra” que iba por el mar y...
-¡No!
-¿Y ahora qué pasa? -Ben pareció sorprendido por esa nueva interrupción.
-Un barco no puede ser el protagonista de un cuento, papá.
-¿Por qué no?
-Porque los barcos no pueden hablar, ni pelear con espadas ni rescatar a princesas en apuros.
-¿Se supone que eso debe hacer el protagonista de un cuento?
-¡Claro! Tiene que ser un príncipe, porque nadie más puede rescatar a las princesas -Alex alzó la cabeza con orgullo -Ya sabes, papá. Princesas con príncipes. Campesinos con campesinas.
Ben sonrió sin poder evitarlo. Si eso era lo que se enseñaban los cuentos infantiles sobre las clases sociales, él no pensaba discutirlo. Quizá, algún día le sirviera para recordarle a Álex que ella era una princesa y Karl un campesino.
-Está bien -Ben suspiró y se aclaró la voz, creyendo que ya había captado lo básico para inventar un cuento -Había una vez, un príncipe que tenía un barco y le llamó “La Roca Negra”
Álex chasqueó la lengua y se cruzó de brazos. Ben se quedó callado y la observó con el ceño fruncido.
-¿Qué pasa ahora?
-El príncipe. No has dicho que es de un reino muy lejano.
-¿Qué...? ¿Por qué tiene que ser de un reino muy lejano?
-Porque los cuentos son así, papá. En serio no sabes nada.
Ben refunfuñó y luchó por no levantarse y salir de allí en ese momento. Álex era su hija, debía ser paciente con ella.
-Está bien. Lo intentaré otra vez, pero deja de interrumpirme todo el tiempo.
Álex se quedó callada, pero miró a su padre como si tuviera la certeza de que iba a hacerlo más otra vez. Ben volvió a aclararse la garganta y se dispuso a hablar. Intentaba imaginar una buena historia y, entonces, llamaron a la puerta. Ben giró la cabeza y se dio cuenta de que había dejado de llover. Ni siquiera le importó ver a ese mocoso insufrible. El sol y Karl le habían salvado la vida. Álex no tendría que descubrir que su padre era incapaz de inventarse cuentos. Sí grandes mentiras para captar seguidores para su Otra causa, pero no historias con príncipes caballerosamente ridículos y princesas patéticamente lloronas. Era un gran alivio.
]