Petunia. Viñeta 6. Necesidad

Nov 17, 2007 22:50

Muy wenas! ¿Qué tal? Por aquí ando, dándome una vueltecita, aunque haya pillado un virus estomacal asqueroso (mejor no entrar en detalles, ejem, ejem) Tengo una nueva viñeta para Petunia (y ya van once) Espero que os guste. Besos :)


Había pasado las peores vacaciones de su vida. Las discusiones con Lily fueron más violentas y habituales de lo habitual entre ellas. Sus padres, tal y como temía, habían ignorado su presencia durante casi todo el tiempo. Ni siquiera las salidas con sus amigas habían conseguido animarla y, para colmo, y sin que aún supiera cómo había ocurrido, había terminado aceptando un par de invitaciones para salir por ahí con Vernon Dursley, y ahora él pensaba que eran novios o algo así. Pero nada de eso había sido lo peor de todo. Tener que ver casi diariamente a Martin Lawrence, y no lograr que él le dirigiera una palabra o una mirada amable, eso sí había sido lo más terrible.

Petunia no había sentido nunca la necesidad de hablar con Martin hasta que él había dejado de conversar con ella. Había sido una tonta cuando le dijo todo aquello. Martin había confiado en ella, confesándole cosas que, posiblemente, nunca le hubiera contado a nadie más, y ella le pagó de esa forma, utilizando sus secretos para hacerle daño. No era justo. Petunia no había necesitado demasiado tiempo para comprenderlo. De hecho, lo había hecho la misma tarde de la discusión, entre lágrimas ahogadas en la almohada e insultos contra Lily.

Todo había sido culpa suya. Si nunca hubiera vuelto a casa, no habría tenido que verla charlando con Martin, ni se hubiera puesto furiosa ni habría gritado aquella sarta de injustas estupideces. Todo por Lily, porque su perfecta hermana no podía quedarse en Hogwarts, ese sitio para anormales del que nunca debería salir, para ir a alegrar la vida de sus padres con su mera presencia. No era justo. Petunia sentía que su vida estaba bien mientras Lily se mantenía alejada de su lado. Lo ocurrido esas Navidades, era la mejor prueba de que tenerla cerca destrozaba su existencia hasta límites insospechados.

Pero ya no era tiempo para arrepentimientos. Lily había regresado a Hogwarts, y ese día comenzaban de nuevo las clases. En unas horas, tendría que enfrentarse de nuevo a la profesora Larousse y, por ende, Martin podría dar por finalizadas sus labores de tutoría. Petunia se sentía extraña por ello. Ya se había acostumbrado a tener a Lawrence todas las tardes en casa. Echaba de menos los escasos días en que se mostró alegre y despreocupado, pero también extrañaría aquellas eternas jornadas en las que permanecía serio, enfurruñado y con la mirada perdida en el paisaje nevado del exterior de la casa.

En más de una ocasión, Petunia había querido disculparse con él. Nunca había podido. No era una chica valiente y, con solo ver su expresión malhumorada, se acobardaba y se echaba atrás. Y así, habían pasado dos semanas, sin hablar, sin casi mirarse. Martin se había limitado a enseñarle a dibujar, y Petunia había aprendido algunas cosas.

-¡Oh, a partir de ahora, deberé creer en Dios! -madame Larousse suspiró, observando con incredulidad el autorretrato de su peor alumna -Realmente has conseguido hacer algo decente. No es una obra maestra, pero creo que puedo aprobarte. Sí, ya veremos que pasa luego -La profesora escribió la nota positiva y Petunia no pudo evitar sonreír. Ya era hora de que le pasara algo bueno -En cuanto a usted, señor Lawrence, mi más sincera enhorabuena. Ha ayudado a obrar el milagro.

Martin sólo inclinó la cabeza. Después, se colgó la mochila al hombro y salió a buen paso del aula, poco interesado en esperar a Petunia. Pero ella lo siguió, alcanzándolo justo a la salida del colegio.

-Espera, Martin. Yo quería darte las gracias -Dijo, poniéndole una mano sobre el hombro.

-Ya lo has hecho. Ahora, suéltame, Evans.

Petunia se quedó fría. Había esperado una reacción similar pero, por algún extraño motivo, confiaba en Martin ya se hubiera olvidado del incidente de su casa. Con manos temblorosas, obedeció la orden y lo vio caminar a lo largo del pasillo. Se sintió sola, abandonada, y armándose de valor, volvió a perseguirle. Esa vez, Martin la miró con fastidio y chasqueó la lengua, ansioso por librarse de ella cuanto antes.

-¿Sigues enfadado?

Martin sólo alzó una ceja. Tenía motivos más que de sobra para no querer volver a hablar con ella, pero Petunia no pensaba darse por vencida tan pronto.

-Supongo que no debí decirte todo aquello, pero estaba molesta y cuando te vi con Lily, pensé que...

-Tus paranoias respecto a tu hermana me importan una mierda, Evans -Espetó con hiriente frialdad -Lily es una persona maravillosa. Si lograras dominar tus celos y dejar la puñetera envidia a un lado, te darás cuenta de lo imbécil que eres.

-No me hables así, Martin.

-Ya va siendo hora de que alguien te diga las cosas como son -Martin se descolgó la mochila, dejándola caer al suelo. Petunia no pudo evitar encogerse. De pronto, aquel chico flacucho y desaliñado le pareció terriblemente inmenso -Eres la persona más egoísta que conozco. Únicamente te mueves por tus propios intereses y ambiciones. No te paras a pensar en los demás ni un solo segundo y adoras ser el centro de atención. Por eso no soportas que tu hermana vuelva a casa. Porque ella tiene cosas que tú nunca tendrás y la envidia te devora por dentro. Y, francamente, no estoy interesado en perder mi tiempo en gente como tú. Prefiero estar solo.

Petunia se quedó boquiabierta. Nunca nadie le había hablado de esa forma. Lo peor de todo era que sabía que Martin le decía la verdad. Envidiaba muchas cosas de Lily, pero sobre todo aquello que jamás podría tener, y era incapaz de dominarse cuando su hermana estaba cerca. Casi sin querer, había convertido a su hermana en su enemiga y, a la vista de los acontecimientos, eso sólo le traía consecuencias negativas.

-Tú sabes que no es fácil vivir con ella...

-No lo es porque tú no quieres, Petunia -Martin pareció un poco más tranquilo -Durante estos días, he podido observaros a tu familia y a ti. Tú afirmas que desapareces cuando Lily está cerca, pero no es por culpa de ellos. Eres tú. Te niegas a participar en sus conversaciones, evitas el contacto con tu hermana y eres insolente con tus padres.

-No es cierto...

-Puedo ser un perdedor, Evans, pero no soy idiota y me doy cuenta de las cosas.

Petunia respiró profundamente. Aquello no era verdad. No era su culpa que sus padres la ignoraran ni que Lily le robara la atención de todos sus seres queridos. Martin estaba siendo hiriente para desquitarse. Sólo eso.

-Ya estoy harto de ti. Haz el favor de dejarme en paz.

-Martin, por favor. Yo sólo quiero arreglar las cosas contigo.

Sonó patéticamente suplicante, y Petunia Evans nunca suplicaba. El chico la miró de soslayo y pareció dispuesto a escucharla, aunque no fuera a ponerle las cosas fáciles.

-No debí hablarte como lo hice. No debí utilizar lo de tu padre para hacerte daño. Lo siento mucho, pero estaba ofuscada y tú sabes que se dicen cosas que no se quieren cuando uno está enfadado -Martin bajó la vista un segundo y Petunia supo que estaba recuperando terreno con él. Se sintió bien, aunque su orgullo le estuviera poniendo algunas trabas para hablar de esa manera -Sólo quiero que volvamos a ser amigos. Me gusta hablar contigo -“Necesito hablar contigo, sentirme escuchada de verdad. Apreciada.” Pensó, aunque ni loca lo hubiera confesado.

-Ya no tienes que hacerlo, Evans. Has aprobado Dibujo. Se acabó.

-Quiero hacerlo.

Martin guardó silencio. Parecía estar reflexionando muy seriamente, peleando contra sí mismo. Petunia temió que fuera a rechazarla. Si lo hiciera, ella podría entenderlo. Había logrado ganarse su confianza y, después, la había utilizado para volverla en su contra. Le hirió. Pero tenía la sensación de que Martin era lo suficientemente maduro como para entenderla. A pesar de todas las cosas que le había dicho antes (verdades en su mayoría) quizá aún hubiera lugar para la esperanza.

-¿Sólo podré saludarte cuando estés sola? -Petunia se encogió de hombros. No sabía qué responder, aunque Martin supo interpretar su gesto como una afirmación -Y supongo que no será conveniente que me acerque a tus amigas.

-Es por tu propio bien -Quiso bromear y Martin la obsequió con una sonrisa cómplice.

-¿Y Dursley?

-¿Qué pasa con él?

-No tengo muchos amigos, Tuney, pero no estoy sordo. ¿De verdad sois... novios?

Petunia se sintió incómoda. Había sentido una explosión de alegría en su interior cuando Martin volvió a llamarla por su diminutivo, pero el final de la frase la había desconcertado. Ni ella misma conocía la respuesta.

-Bueno. Supongo que sí. Hemos salido unas cuantas veces.

-¡Oh, entiendo! -Martin agitó la cabeza y, de pronto, su rostro dibujó una sonrisa maliciosa -¿Se puede saber qué clase de grotesco atractivo le ves a mi querido cerdo con bigote?

Petunia rió como llevaba semanas sin reír. Había recuperado a Martin. Aunque él aún la mirara con desconfianza, habían podido bromear de nuevo, habían hablado más o menos civilizadamente y él le había sonreído. Era maravilloso. Aunque, por un motivo que se escapaba a su razón, se arrepentía de haber aceptado las invitaciones de Vernon durante esas Navidades. Sin duda alguna, había otra compañía que le hubiera resultado mucho más grata. Y la tenía justo frente a sus ojos.

martin (oc), 30vicios, petunia

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