Titulo: Crashdown 47
Capítulo: 1. Hold your breath
Autor:
bpolarghost Rating: Apto para todos.
Esta mañana…
La carretera se mostraba solitaria en el paso de su pedal. Las ruedas bramaban en el círculo de sus movimientos. Era la arena la cual danzaba al compás de las ráfagas de viento que desprendía. Condujo hasta uno de los puestos más solicitados del pueblo, o a las fronteras de éste, se podría decir. Fue en aquel instante cuando el color de las sirenas adheridas al coche patrulla llamaron su atención.
Los aldeanos y visitantes se mostraban conmocionados. Algunos inclusive se llevaron las manos sobre los labios. Atónitos. Era septiembre, así que los curiosos vestían ropa corta y el calor se les pegaba a las pieles. Él llevaba unos largos vaqueros. Frenó en seco, observaba tras la manpara de su vehículo.
Decidió bajarse del coche. Aún estaba cerrando la puerta cuando escuchó algunos comentarios, tales como ‘No sé qué ha sucedido. Nadie ha visto nada, supuestamente.’; ‘Es extrañísimo, no sabrían decir a ciencia cierta las causas de la muerte’; ‘Alguien que llegó a verlo ha especificado que tenía la marca de cinco círculos alrededor de su pecho, quemando su ropa’ -se denotó el drama asumido al contarlo. ¿Cinco círculos? Se preguntó el joven. No tenía sentido para él.
En dichos momentos los policías y paramédicos comenzaron a retirar al hombre de los servicios, el lugar correspondiente al crimen. La víctima vestía de gabardina larga y ennegrecida, un aspecto austero y desalentador. Su expresión era rígida y pálida. El pelo le brillaba con intensidad en contraste. Dallas se cautivó las pupilas, no podía dejar de contemplar tal escena. Los espectadores se agonizaron en repetidos maullidos y atropelladas onomatopeyas. Él simplemente calló. Dejó su corazón respirar con intensidad, con el pálpito furioso de sus latidos. Descendió la mirada hasta su mano.
(…)
Dallas Stegner no era el chico común que solías conocer, no. Pertenecía a la colonia, pero había habitado largo tiempo fuera de sus límites. Se crió en el acento inglés de Gran Bretaña. Alejado de sus origines durante los tiempos mozos. Luego, más tarde, fue devuelto a su puesto… Había sobrevivido el high school intentando mantener un perfil silencioso y desapercibido, en su vuelta a ‘casa’. Aún así, a muchos les llamaba la atención su apariencia, el intenso color cielo de sus ojos y sus extrañas compañías. No estaba solo. Quizás esta historia no le pertenecía tanto como a los otros, pero él echó barbilla al asunto -si pudiese expresarse así-.
Entró en la Universidad perteneciente a la región de Roswell, New México. Hogar donde aterrizó. Allí recibiría su adecuada formación como el escritor que nunca soñó ser, o por el momento… pues sólo era un amante de la Literatura clásica y el tiempo que le devoraban las palabras.
Llegando la noche…
Dallas se encontraba en el café. Atraído por la lectura, su cabeza se hundía en el pliegue del libro. Notó la presencia. El chico subió la mirada, atento y despreocupado. Entones se topó con el rubio de sus cabellos, el ártico por apariencia.
- ¿Quieres tomar algo más? -le atendió con amabilidad y la tez seria.- ¿Un poco más de café quizás?
- Emmm… what? -se atrevió a decir, distraído. Éste sonrió finalmente al escuchar su acento.- ¡No! Sí. Bueno, no… mejor no. -negó con la boca ligeramente abierta, tras observar el rebosante de su taza, ésta apenas había sido aún consumida.
El camarero miró su ‘copa’ de añejo moca y asintió.
- Tienes razón. No sería justo. -pareció bromear. Dallas hizo una mueca con sus labios.
¿Es nuevo? Se preguntó.
- No te había… había visto antes. -tragó saliva.- Creo.
- He llegado hoy. -sostenía el recipiente de la cafetera en una mano y su cintura se abrazaba a un rugoso delantal.- Mis padres han comprado el local. Nos hemos trasladado. -se exponía simpático y complaciente con la clientela.
- Ohhhh… -llegó a vocalizar.- De acuerdo. -añadió sin más.
- Veo queee… estás ocupado. -respondió espontáneo.- Será mejor que te deje tranquilo con tu lectura. No quiero que me despidan en mi primer día… -supuso una aparente broma de nuevo.
- No, no. No te preocupes. -negó con violencia el cuello.- Sólo que… -Dallas se perdió en el choque de sus azules reflejos, ambos portaban el mismo color de ojos.
Stegner poseía el libro entre las manos, lo acariciaba sin tener consciencia. La tacilla humeaba el vapor a un par de centímetros a su lado. La mesa le pertenecía. Pasaba largas veladas en aquel rincón, uno de sus favoritos, donde escapar de la verdad… y fascinarse de las historias encontradas en tomos de hombres y mujeres desconocidos.
El hombre de dorados se le quedó mirando, callado, esperando el final de su frase.
- Nada. Suelo venir a leer a menudo, pero no tenía ni idea de que habían cambiado de dueño. Tampoco le conocía en especial… -empezó a hablar sin tomar aire, algo habitual en él cuando se invadía de nerviosismo.- ¿Qué le pasó? Quiero decir… -hizo una reverencia con una de sus manos, soltándolas de una parte del librillo.
- Espera, espera. -contestó con gracia.- Vamos por partes. Hace unos días mis padres lo adquirieron, no sé realmente el motivo, pero… ¿No has leído las noticias del día? Valiente llegada he tenido.
- ¿Por…? -el chico frunció el ceño.
- ¿No escuchaste? Han encontrado un cadáver en uno de los puestos de comida de aquí. Bueno, es más, lo encontré yo… -bajó el tono de su voz, así como el rostro.- No ha sido muy agradable. Para colmo, luego me he enterado que era el antiguo dueño de este local. ¡¿Qué?! Dallas Stegner abrió bien amplio los párpados.
- Pero… ¿cómo… cómo ha…? -no daba crédito al asunto, él había estado esta mañana en el sitio de los hechos, no le había visto cómo testigo. ¿El antiguo dueño, en serio? Había pasado la mayor parte de su vida en este lugar, nunca le había llegado a conocer… pues siempre se exponía el local atraído por los ridículos uniformes inspirados en marcianos para sus camareras. Por cierto, éste había sabido arreglárselas para librarse de ello o no había una propia versión masculina.
- No sé. No sabría decirte. -su inocente apariencia se declaró ajena a sentidos o respuestas.
Miró en aquel momento hacia la ventana, la noche había engullido gran parte del reloj. Las horas se le habían pasado volando, ausentes. Las estrellas brillaban fuertes a través de las rendijas que posaban los cristales. El Crashdown, nombre concerniente al café, se disfrazaba de una ambientación alienígena y pintoresca. Colores llamativos y atrevidos contrastes.
- Creo que se me ha hecho tarde… -ladeó la vista hacia el suelo, encontrándose con los zapatos del camarero.- Será mejor que me marche. Gracias. -sonrió tímido. Entonces recogió sus cosas con asombrosa rapidez y escapó por la puerta antes de que le pudiese devolver palabra alguna.
El chico rubio, aún portando cafeína en mano, observó cómo el tazón había quedado abandonado y lleno sobre la solitaria mesa.