Una nave parte de la Tierra hacia un planeta colonial del que no se sabe nada desde hace dieciséis años. Una vez allí encuentran al doctor Morbius, ermitaño que vive con su hija de 18 años y con un robot mientras intenta averiguar los secretos de la desaparecida civilización Krell.
Llevaba cierto tiempo con ganas de ver esta película. No fue una decepeción, aunque como obra artística obviamente ha envejecido mal. La película supera en argumento y en propuesta a la inmensa mayoría de las pelis Sci-Fi de su tiempo, pero sigue siendo muy representativa de la ideología de la época: militarismo, relación amor/miedo hacia la tecnología, machismo galopante y desconfianza sobre los investigadores y los científicos. La música y los F.X. han envejecido maravillosamente bien, y para los amantes de lo camp (como un servidor) es una verdadera delicia visual. El robot Robbie se ha convertido en un icono de la ciencia ficción.
"No hay nada que perdonar, capitán. Ella ha elegido al mejor."
Una cafetería. Allí se han dado cita una chica de catorce años psicológicamente inestable y un reservado fotógrafo treintañero. Este es el comienzo de la película de terror más interesante que he visto en mucho, mucho tiempo. El horror era últimamente en cine un cliché con monstruos, alienígenas, cuchillos y una persecución final. Parecía que el cine era incapaz de crear una obra terrorífica que hablase de temas actuales. (Obviemos las 974476384 películas de adolescentes americanos perseguidos por una fuerza de este mundo o del otro).
Las relaciones por internet, la influencia de la red en nuestra vida, conductas sexuales desviadas, el ancestral miedo a la amputación, la intimidad invadida y un conflicto donde el blanco y el negro se diluyen en dolorosos grises, son algunos de los temas que trata este film. Hace mucho tiempo que no veía una peli con tan poca sangre que produjese tanto horror. Horror no es sangre y hombres-lobo; horror es el resultado de conocer lo peor de la existencia y de nosotros mismos.
"¿Sigues enamorado de ella, verdad?"
"No, sigo enamorado de lo fácil que era todo entonces".
Japón en el clímax de sus guerras feudales. Los paupérrimos habitantes de una aldea deciden contratar a guerreros samuráis para que les libren de las constantes incursiones de una banda de forajidos. A cambio sólo les ofrecen techo y tres comidas diarias. Una misión que sólo un guerrero vagabundo y sin mejores aspiraciones aceptaría.
"Los siete samuráis" es una historia de combate contra la miseria. No de una batalla épica y triunfal, sino de una lucha desesperada en la que se acepta lo trágico de la exitencia y se agradece lo bueno que la vida ofrece cada día. Por supuesto es también la narración de siete héroes que están dispuesto a sacrificarse por unos campesinos asustadizos que sólo les recompensan con tres cuencos de arroz diarios.Y una reflexión sobre lo injusto del sistema feudal y al aislamiento que produce entre las clases. La segunda parte del film (la batalla por la defensa de la aldea) está montada de tal manera que resulta profundamente emocionante,nada que envidiar al cine actual de acción hollywoodiense.
Los campesinos. Siempre se quejan por todo. Siempre viven atemorizados. Cuando no es por las inundaciones es por la sequía. Cuando no es por los bandidos, es por los samuráis.