Title: Ilusiones
Fandom: None
Genre: Drama/Angst?
Others: G, 670, inspirado en una escena de Expiación de Ian McGregor
Ilusiones
El vendaje es flojo, quizá muy flojo porque le da una sensación de ligereza que no le acaba de gustar, pero ella está allí, a su lado, con esa timidez que siempre la había acompañado y él no se puede quejar, porque en esos momentos de paz valía más la sensación de tenerla cogida de la mano en señal del amor que sentía por ella que el mero hecho de quejarse y decir que siente un hueco vacío en la cabeza.
Cuando le acaricia la mejilla ella no dice nada, se mantiene inmóvil e incluso, aunque sus ojos no quieran verlo y esa cabeza que se siente vacía no quiere admitirlo, parece que llega a tensarse ante el contacto. Le acaricia suavemente, como aquella persona que acaba de comprar unas nuevas sabanas de franela y desea saborear con las manos su nuevo objeto adquirido, le acaricia suavemente mientras ella se muerde el labio inferior y él no puede evitar acercar la mano lentamente hacia los labios para acariciarlos y sentirlos de la misma manera que había hecho con las mejillas.
“No deberías de temblar, no te voy a hacer nada.”
Y ella asiente, pero sigue tensa y no parece que fuera a relajarse pronto ante la mirada del chico. Él piensa que quizá debería de decirle que está herido, que le duele el cuerpo, la cabeza, el corazón, que no sabe si aguantara hasta mañana, que solo quiere recibir un poco de cariño del cual ha echado tanto de menos en la triste guerra pero no puede, no se atreve, aún cuando la chica lo mira y le dedica una sonrisa.
Ella, la del recuerdo, la de su cabeza, ella de la cual ya no sabe si es la del presente o si es de la de su cabeza, era dócil, cariñosa, la chica perfecta. La chica con la que comía el pan a escondidas de su padre, con la cual salía por las tardes a pasear y con la que se prometía amor eterno.
Ella, la del presente, la que no estaba en su cabeza, la que no sabía distinguir, era dulce también, dulce pero también es como si fuera por pena, la que le da compañía pero que no es capaz de quitarle la soledad. Ella, con la que él cree que se ha prometido amor eterno y ya no está seguro de que sea así.
Solo pasan minutos para que su propio cuerpo le pida tumbarse ante la sensación de perder todas las energías y ella, tan dulce y tan diferente a la vez, lo acompaña hasta una habitación que él cree no reconocer, las paredes de su habitación desde hacía tiempo que era más beige que blanco por la suciedad y las paredes de esa habitación era de un blanco que hasta hacía daño a los ojos. Vuelve a coger las manos que lo tapan en la sábana blanca que hasta podría decir que huele a hospital si no fuera porque algo en él le dice que está en casa, le sonríe e intenta acercarse a ella para darle un beso, su primer beso y cree estar a punto de conseguirlo, pero el dolor de cabeza se hace insoportable, no aguanta su cuerpo y lo último que siente es su cuerpo caer en la cama.
No sabe que se equivocó, que la chica que estaba allí era solo una aprendiz a enfermera dándole la razón en todo para que, al menos, pudiera ser feliz cuando muriera después de esa guerra tan triste. Que ella es una joven chica que aún no sabe de amor y que no puede comprenderlo y que la chica con la que prometió amor eterno sigue esperando en la panadería a que llegue.
Ella, la chica del presente, la enfermera, mientras le cierra los ojos al soldado, no sabe si se arrepiente de haberle seguido el juego para que estuviera tranquilo o si tenía que haberle dicho que nunca vería a su enamorada porque su cabeza estaba abierta y no había cura.