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Jul 13, 2014 22:18

parte 8

Deja a Stefan durmiendo y sale de la habitación sin hacer ruido. Saluda a los vampiros con los que se encuentra con un ligero movimiento de cabeza antes de asomarse por cada una de las puertas que ve con la esperanza de encontrarse a Elijah en alguna de ellas.

-Marcel, sígueme y coge papel y boli.

Oye la voz del vampiro al que estaba buscando y se asoma por la barandilla para asegurarse de que es él. Lo es. Camina con prisa con el otro vampiro a su espalda y Lydia sólo puede fijarse en la puerta por la que han salido para tener una referencia para cuando llegue a bajo, está claro que por mucho que corra no va a alcanzarles antes de que salgan del patio interior, así que es lo único que puede hacer. Baja los escalones corriendo y camina deprisa por el pasillo tras la puerta que los dos vampiros atravesaron segundos antes, siguiendo el sonido de sus voces hasta un despacho en el que ve a Marcel rebuscando entre los cajones de un gran escritorio de madera oscura.

Cuando entra en la habitación ve a Elijah con el torso descubierto y a Hayley dando vueltas a su alrededor con la mirada fija en los nombres tatuados que parecen cubrir toda su piel.

-Se llama Devinet -dice Marcel tendiéndole el bloc de notas a la mujer-. Es un acertijo de la vieja escuela, las brujas lo usaban con los niños.
-Eso es perturbador -dice Lydia entrando en la sala.

Los otros se giran para mirarla, curiosos de su presencia allí. Para ellos no es más que una simple humana, una chica que se vio envuelta en asuntos que están muy por encima de ella, con seres a los que debería temer. Sin embargo allí está, mirando los tatuajes con curiosidad, como si fuese algo común que un hombre adulto acabe con el cuerpo lleno de nombres tatuados de un día para otro.

-Cuando resuelves el acertijo se elimina -dice Marcel, haciéndose a un lado cuando Lydia se adelanta en dirección a Elijah con la mano extendida.
-Está jugando con nosotros -dice Elijah en un gruñido antes de centrarse en la joven embarazada-. Me hizo elegir entre tú y mis hermanos y ahora se mofa de mi elección. Contra más tarde en resolver el acertijo más sufren ellos. Hay que resolverlo si queremos que vuelvan.
-Theresa Lamond -murmura Lydia tocando con la punta de los dedos el nombre contra su clavícula.
-¿Lydia? -pregunta Elijah sintiéndose extraño por su contacto, inquieto por la forma en la que le mira, como si viera más allá de lo que hay. Nunca ningún humano le ha mirado de esa forma.
-Isabelle Joffrey -dice ella dándole vueltas-. Yo he visto estos nombres antes…
-¿Estás segura? -le pregunta el vampiro más anciano.

Lydia no responde, solo lee otro de los nombres para asegurarse de que no se equivoca antes de salir corriendo del despacho rumbo a su habitación. Abre la puerta con fuerza haciendo que esta choque contra la pared y despertando a Stefan que se incorpora de golpe buscando cualquier amenaza, tranquilizándose al ver que es Lydia y preocupándose de nuevo cuando la ve rebuscar con frenesí entre sus cosas, vaciando la mochila en la que lleva sus cuadernos sobre el suelo, moviéndolos con rudeza, abriéndolos por páginas al azar antes de desecharlos para volver a cogerlos poco después y abrirlos por otra.

-¿Lydia?

Ella le ignora y rebusca en otro de sus cuadernos. Él se enrolla la sabana a la cintura y sale de la cama para ponerse de rodillas junto a ella. Cuando entran Elijah, Marcel y la mujer embarazada que vio en la cocina, segundos después, se alegra de haber cogido la sabana.

-Aquí está -exclama Lydia con uno de los cuadernos abierto y girándose para que los recién llegados vean lo que está escrito en esas páginas.

Stefan sólo tiene que darle un vistazo para saber de lo que se trata. Es una lista de nombres, dos hojas enteras llenas con la diminuta letra de Lydia de nombres de mujeres. Los escribió una mañana antes de llegar a Chicago, habían parado en una cafetería en medio de la carretera que unía Cleveland y Elyria, un lugar bastante hogareño y con la mejor comida de carretera que habían comido en todo el tiempo que llevaban desde que salieron de sus respectivas casas. Habían estado hablando de lo que harían cuando llegaran a la Ciudad del Viento mientras Lydia había comenzado a escribir en su cuaderno como si tal cosa. Al principio pensó que hacia una lista de los lugares que quería visitar; pero la joven no parecía consciente de ello. Cuando le preguntó al respecto, simplemente parpadeó confundida y bajó la vista al cuaderno, y sus ojos se abrieron con sorpresa, como si hubiera sido la primer vez que lo veía. Vio como su mano temblaba un poco cuando soltó el bolígrafo como si quemara y guardaba el cuaderno a toda prisa en el fondo de la mochila. Ella no le dio ninguna explicación y él no volvió a preguntar, cada uno tenía sus propios demonios y secretos a los que hacer frente. Ahora está claro para él lo que sucedió en realidad, el universo tomando el control, igual que hizo cuando la obligó a escribir Nueva Orleans una y otra vez en su portátil o cuando la hizo conducir hasta la iglesia de St Anne.

-¿Cómo es posible? -pregunta Hayley comparando los nombres de ese cuaderno con los tatuados sobre la piel del vampiro.
-¿Eres una bruja? -pregunta Elijah apartando la vista del cuaderno y centrándola en la mujer arrodillada.
-No. De hecho, quería preguntarte sobre eso…
-Me temo que sus preguntas tendrán que esperar hasta que mis hermanos estén de vuelta sanos y salvos, señorita.
-Pero…
-Le sugiero que si tiene alguna otra información que darnos lo haga ahora, soy todo oídos.
-No funciona así -dice Lydia poniéndose de pie con ayuda de Stefan, por el tono contundente de la voz del otro vampiro sabe que es inútil que insista por llevar acabo esa conversación que ansia en ese mismo instante, Elijah no va a hablar con ella hasta que sus hermanos hayan vuelto a casa de donde sea que esas brujas les tienen retenidos.

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

Elijah y Marcel se fueron hace horas de la casa. Después de mucho discutir e intentar amenazar a Lydia para que les dijera más información, lo que había terminado con Stefan con el cuello roto tras haber atacado a Marcel para que la dejasen en paz; los dos vampiros mayores vieron que no había más que hacer allí, que ella ya les había dicho todo lo que sabía y que por mucho que presionaran no iba a decirles nada más porque, simplemente, no lo sabía; por lo que desistieron y decidieron que lo mejor sería buscar el origen de esos nombres, averiguar si alguno pertenecía a alguna persona en concreto y empezar a partir de ahí. Por tanto el primer paso era ir a hablar con algún miembro del ayuntamiento, alguien con el suficiente nivel como para saber donde se guardaban los registros de las defunciones de todos los seres sobrenaturales y humanos de la ciudad.

Como había podido había subido a Stefan a la cama sin hacer y mientras esperaba a que volviera a la vida, ella había comenzado a repasar todos sus cuadernos en busca de alguna pista, algo relacionado con esos dichosos nombres que sirviera para encontrar a los dos Originales desaparecidos y poder centrarse en el asunto que la había llevado a Nueva Orleans, buscar respuestas que le digan qué es y cómo controlarse.

Está leyendo por tercera vez la lista de nombres. Una parte de ella siente que allí está la respuesta de ese enigma, que uno de esos nombres no es como los demás, simplemente no sabe cual o el motivo por el que es especial, y eso la está volviendo loca. Entra en el baño para mojarse la cara y despejarse un poco antes de volver a los cuadernos. Se pasa las manos mojadas por el pelo con la vista fija en el espejo y es entonces cuando lo nota. Una mancha de dedos que casi no se ve, la misma que deja escribir sobre el espejo cuando este está cubierto de vaho. Sabe que puede que no sea nada, que lo que esté ahí ni siquiera lo haya escrito ella o que no tenga nada que ver con la situación que está viviendo, puede que ni siquiera sean palabras. Aun así abre el grifo del agua caliente del lavabo y también de la bañera, cierra la puerta y se muerde los labios con impaciencia mientras el vaho comienza a llenar la habitación y a empañar el espejo.

Oye el sonido de la puerta al abrirse; pero no se da la vuelta, está demasiado absorta por lo que ven sus ojos. Ella tenía razón, en el espejo hay un nombre y un dibujo. Un nombre que ella ha leído esa misma mañana en su cuaderno y en la espalda de Elijah, justo en su costado izquierdo, marcándose sobre sus costillas.

-Parece que has encontrado algo -dice Stefan desde la puerta frotándose el cuello.
-Sí -dice ella girándose con una gran sonrisa-. Ve a vestirte, yo llamaré a Elijah y le preguntaré donde podemos reunirnos.
-No -dice él cogiéndola de los hombros-. Tú llamaras a Elijah y yo me encontrare con él mientras tú te quedas aquí.
-Ni hablar. ¿Y si necesitáis mi ayuda? Yo voy.
-No, no lo harás. Ya te estás poniendo demasiado en peligro para mi gusto. Está ciudad es peligrosa, si por mi fuera nos iríamos ahora mismo sin mirar atrás y que les den a esos Originales, a las brujas y a esta maldita guerra que se está gestando entre ellos.
-No podemos irnos. No hasta que consiga mis respuestas.
-Lo sé. Y sólo por eso no te he metido ya en el coche. Pero no voy a dejar que corras hacia el peligro. Tú quédate aquí y yo iré a reunirme con Elijah y Marcel. ¿Vale?
-Vale… -consiente ella agachando la cabeza. Sabe que lo único que ocurre es que Stefan está preocupado por ella, que no quiere que le pase nada malo.
-Bien. Voy a vestirme. Tú haz esa llamada.

Lydia busca entre sus cosas el papel con el número de teléfono que el Original le dio antes de marcharse y le llama entrando de nuevo al baño, mirando el nombre escrito en el espejo mientras espera a que el otro conteste.

-Señorita Martin -dice Elijah contestando al tercer tono- ¿A qué debo el placer de su llamada? ¿Ha encontrado algo?
-Sí. De hecho lo he hecho. Es un nombre de los de la lista. Clara Ward Summerlin.
-¿Y qué la hace tan especial?
-Eso no lo sé. Lo que sí sé es que es el nombre que estás buscando. Y hay algo más, un dibujo, una flor de lis.
-¿Por qué es eso importante?
-No lo sé; pero todo está relacionado.
-¿Algo más que pueda decirnos, señorita Martin?
-Por el momento no; pero nunca se sabe.
-Es usted una joven muy intrigante.
-Me han llamado cosas peores.
-Espera un segundo -dice Elijah haciendo que Lydia pueda oírle de fondo hablar con Marcel; pero sin ser capaz de escuchar lo que dicen, en momentos como ese le gustaría tener el súper oído vampírico de Stefan-. Marcel parece saber exactamente a lo que se está refiriendo, dile a Stefan que pasaremos a buscarle en cinco minutos. Que se prepare.

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

Elijah detiene el coche de un frenazo frente a la fachada del abandonado edificio que en su día fue el sanatorio Flor de Lys. Con los cristales rotos y los grafitis de los muros, con los trozos de fachada en los que faltan ladrillos y aquellos que los tienen rajados… está claro que el lugar ha vivió épocas mejores. Elijah recuerda como era, su hermana Rebekkah paso mucho tiempo allí antes de que se vieran obligados a abandonar la ciudad por culpa de Mikael. Lo que queda de él es un pobre reflejo de la majestuosidad que tuvo en su día.

-Dividámonos -ordena Elijah-. Yo empezaré por arriba, Marcel la planta baja y Stefan el sótano. Daos prisa. Si Klaus encuentra a Rebekkah antes que nosotros…

El Original no termina la frase antes de usar su velocidad para correr hacia el edificio siendo seguido poco después por él y Marcel. No le hace falta acabar la frase, la tensión de sus hombros y la seriedad de su tono le dicen a Stefan todo lo que necesita saber. Que hay que encontrarla antes que su hermano o las cosas no van a terminar bien para ella. Tampoco necesita más información, el único motivo por el que ha accedido a salvar a esa vampiresa Original, es para poder dar con Klaus y que ayude a Lydia, ella y los problemas que tenga con sus hermanos no podrían importarle menos.

Baja al sótano por las primeras escaleras que encuentra y comienza a revisar las habitaciones todo lo rápido que puede, intentando no tropezar con las camillas abandonadas ni con los trozos de pared derruidos, con las sillas de ruedas oxidadas ni el resto de los escombros y basura. Puerta tras puerta, habitación por habitación, no parece haber nadie allí. Oye un grito de mujer a lo lejos. No está seguro de si son los hermanos peleando o unos críos lo bastante inconscientes como para colarse en ese lugar, con la mala suerte de que sea precisamente esa noche. Corre hacia el ruido y llega justo a tiempo para ver a una joven rubia siendo lanzada por un hombre a través de un muro de un solo golpe. Él debe de ser Klaus y ella Rebekkah, los hermanos Originales, o más bien, la Original y el Híbrido. La joven parece aterrorizada y enferma, le cuesta levantarse y se tambalea un poco cuando consigue ponerse en pie, no quiere ni pensar lo que ha tenido que pasarle para dejarla en estado, tampoco quiere averiguarlo. La ve rebuscar algo con la mano sin apartar la vista de su hermano que se acerca a ella con lentitud sujetando entre sus manos un cuchillo de hueso, apuntándola con el, hablándole de lo doloroso que será.

Sale de donde está y se coloca entre ellos para que no dé un paso más hacia ella. Sabe que es una estupidez en cuanto lo hace, que son dos Originales peleándose por Dios sabe qué, que son más antiguos que él y por tanto más fuertes, que para ellos no es más que un mosquito. Eso sin contar con que Lydia necesita la ayuda del hombre que está frente a él y al que podría estar cabreando por interponerse entre él y su hermana.

-Stefan -dice el hombre sonriéndole levemente antes de levantar el cuchillo en su dirección. Al menos, se dice, parece contento de verle allí, con suerte eso será suficiente como para que no le mate sin dudarlo-. Por mucho que me alegre que hayas dejado ese pueblecito que es Mystic Falls y te hayas unido a nosotros; este no es un buen momento. Mi hermana y yo tenemos asuntos que tratar. Así que apártate.
-No -dice clavando los pies en el suelo con fuerza. Si el otro va a atacarle, al menos espera hacerle frente el tiempo suficiente como para que la joven hulla.
-No me digas que hemos vuelto a los años 20 -dice como si le divirtiera que él esté allí defendiéndola-. Por mucho que me guste que estés con mi hermana, me temo que ella ha escogido a otro. Claro que ninguno de ellos vivirá lo suficiente como para ver su amor resurgir de las cenizas.

Stefan mira por el rabillo del ojo a la joven que sigue a su espalda. Debe reconocer que es una chica muy atractiva, incluso a pesar de lo enferma que parece, piel clara, pelo rubio ondulado, con curvas… no le es difícil imaginarse con ella, si lo que ha dicho Klaus es cierto entonces en algún momento, en los muchos años que ha olvidado, mantuvieron una relación. No sabe si quiere que Lydia sea consciente de ello. La pelirroja parece de esas mujeres que es capaz de volver tu vida un infierno cuando están celosas.

-No es nada de eso -dice Stefan intentando ganar tiempo para que Marcel o Elijah sean capaces de llegar y que no sea el único que tenga que vérselas con el Híbrido Original-. La verdad es que no sé quién eres ni quien es ella.
-¿Si? -pregunta Klaus escéptico cruzándose de brazos-Entonces ¿Qué haces aquí?
-Buscaba a un vampiro antiguo y Caroline me dijo que hablara contigo.
-¿Caroline? -dice poniéndose recto y mirando a su alrededor intentando ser sutil, esperando que la rubia aparezca por alguna de las esquinas- ¿Ha venido contigo?
-No. Me marché de Mystic Falls hace tiempo.
-Eso sí que no me lo creo. ¿Dejaste a tu querida Elena en Mystic Falls sin vigilancia?

Y lo dice de esa forma que tantas veces a oído antes, con ese tono divertido y burlón, escéptico y sorprendido… ese vampiro, Klaus, lo ha dicho de la misma forma que hablan todos cuando se refieren a él y a Elena. No entiende porque parece ser tan importante el hecho de que él no detenga su vida por ella, que tome decisiones sin importarle lo que piense o diga. Es la forma en la que lo dicen, la que le enfada y le hace querer gritar porque esa chica y él no son nada, porque ni siquiera recuerda haber salido con ella.

-Ella es la novia de Damon -responde frunciendo el ceño cansado de tener que decirlo una y otra vez. Es una de las muchas y pequeñas razones por las que se marchó. Elena es la novia de su hermano, lo que haga o deje de hacer no es asunto suyo.
-Eso nunca os ha preocupado antes.
-“Antes” Esa es la palabra clave. No recuerdo ningún antes. Una bruja me hechizo y me borró los recuerdos.
-¿Para eso has venido? ¿Quieres que te busque alguna bruja que te los devuelva? Porque lo hare encantado. En cuanto me ocupe de la traidora de mi hermana.
-No puedo dejar que hagas eso.
-¿Y se puede saber por qué no? Pensé que no tenias recuerdos ¿Qué más te da lo que le pase a Rebekkah?
-No me importa -dice dándole una última mirada-. Veras, no he venido solo y Elijah tiene a mi amiga en vuestra casa llena de vampiros. Así que no puedes hacerle daño a tu hermana para que tu hermano no dañe a mi amiga. ¿Nos entendemos?
-Te aseguro, compañero, que a tu amiga no le pasará nada. Cuando me encargue de mi hermana tú y yo iremos a mi casa y ninguno de los vampiros que hay allí le habrán puesto un dedo encima.

Stefan medita sus palabras durante un par de segundos. Tiene miedo de que Elijah le haga daño a Lydia; pero sin duda nadie va a ir contra las órdenes del Híbrido Original y, después de todo, es su ayuda la que necesitan. Podría quedarse allí, exactamente donde está, intentando seguir haciendo tiempo hasta que los otros vengan y los cuatro terminen luchando sin poder saber quién será el ganador, podrían someterle o que él les dé una paliza y les arranque el corazón, o peor, que les muerda y les infecte con el veneno de hombre lobo del que Damon le repitió una y otra vez que se mantuviera alejado. Por otra parte, podría apartarse, dejar que Klaus acabe lo que ha venido a hacer y cuando lleguen Elijah y Marcel decir que no pudo hacer nada para evitarlo, él seguiría con vida y en el lado bueno de ese vampiro milenario. Está debatiendo entre sus opciones cuando Rebekkah salta hacia delante con una barra de acero y golpea a su hermano en la cara, sin hacerle nada más que obligarle a girar la cabeza ligeramente. Klaus coge la barra por un extremo para evitar que la joven se aleje y la lanza de nuevo contra el suelo, antes de lanzar la barra al otro lado de la habitación y dejarla clavada en el muro de ladrillo. Entonces se agacha contra la joven y la sujeta con fuerza del cuello mientras acerca el cuchillo de hueso, que en ningún momento ha soltado su mano, al corazón de la rubia. La punta está tocándole la ropa cuando Elijah se aparece a su espalda y le rompe el cuello de un movimiento rápido.

-¿No ibas a hacer nada? -le pregunta Elijah dejando caer el cuerpo de Klaus al suelo.
-¿Yo solo contra un Original? No, no iba a hacer nada. Aprecio demasiado mi vida como para desperdiciarla en una batalla que sé que no voy a ganar.
-El Stefan que conocí en Mystic Falls lo habría hecho.
-Ese Stefan no sabía cuando parar y por eso acabó pasándose un verano ahogándose en una caja fuerte en medio de un lago y una bruja milenaria le frió el cerebro. Este Stefan aprecia mucho más su vida.
-Debería arrancarte el corazón por no intentar ayudar a mi hermana
-Elijah, no -dice Rebekkah incorporándose contra Marcel que llegó poco después que Elijah-. Stefan le estuvo entreteniendo.
-Exacto. Os di tiempo para que llegaseis y ese es todo el instinto suicida que vais a sacar de mí. Ahora sugiero que nos larguemos antes de que se despierte y decida ponerse a jugar con ese cuchillito suyo.

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Stefan entra en la habitación cansado, sólo llevan en la ciudad un día y dos noches; pero le han parecido toda una vida.

Ve a Lydia en la cama, aun vestida con la ropa que llevaba la última vez que la vio, arrugada y con el vestido subiéndosele por los muslos, tumbada en medio del colchón con los cuadernos abiertos a su alrededor. Sólo con verla sabe que a pesar de tener la respuesta a la pregunta de Elijah, siguió investigando intentando descubrir que otras escribió que siguen escondidas entre esas páginas y que servirán para deshacer el misterio que es su existencia. Camina hacia ella tranquilo, quitándose la camiseta llena de polvo y tirándola al suelo antes de tumbarse a su lado, abrazándola de la cintura y acercándola para si. Ella se remueve ligeramente y deja escapar un suspiro de placer.

-¿Le habéis encontrado? -pregunta medio dormida
-Sí -responde él entrelazando sus manos con las suyas por encima de su estomago.
-Bien…
-Duerme. Mañana hablaremos

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

Cuando despierta Stefan ya no está a su lado. Es la segunda mañana en Nueva Orleans y la segunda vez que se despierta sin él. Van a tener una larga charla si esto se va a convertir en una costumbre.

Se viste con lo primero que ve y sale de la habitación, oyendo unos gritos que parecen inundarlo todo en cuanto abre la puerta. Con esta cerrada no se había oído nada; pero ahora es lo único que se escucha, los gritos airados de alguien destacando por encima de cualquier otro sonido.

Lo primero que ve al salir es la espalda de Stefan con los músculos tensos. Se coloca a su lado y mira por encima de la barandilla al patio interior, igual que hacen los otros vampiros de la casa. No sabe lo que está pasando; pero debe ser muy importante si todos están allí. En el hay cuatro personas, Lydia supone que los cuatros son vampiros, porque dos de ellos son Marcel y Elijah, los otros a los que no conocen son un hombre de pelo rubio, el que grita enfadado, y la otra una mujer rubia que llora desconsolada frente a él. Sea lo que sea que está pasando es entre el hombre y la mujer, y por la manera en la que el cuerpo de él parecen en tensión y listo para atacar no cree que esto vaya a terminar bien para ella.

-¿Quiénes son? -le pregunta a Stefan al oído intentando no llamar la atención sobre ellos.
-El hombre es Klaus -le dice él pasando un brazo por encima de su hombro para atraerla contra él-. La mujer, su hermana Rebekkah. Al parecer le ha traicionado y ahora quiere matarla.
-¿Crees que lo hará? ¿Matar a su propia hermana?
-No lo sé. Elijah parece pensar que sí. Le clavó un cuchillo en el pecho y sólo se lo quitó cuando le dio su palabra de que la dejaría hablar y explicar sus razones.
-¿Fue fácil de convencer?
-Creo que el cuchillo hizo que claudicara antes de lo normal, Marcel y Elijah parecieron sorprendidos cuando accedió hace escasamente media hora.

-Me has traicionado de la peor manera que podías, Rebekkah -dice Klaus haciendo que Lydia y Stefan detengan su conversación y se fijen en lo que ocurre a sus pies-. De entre todas las traiciones que podrías haber cometido hacia mi persona, hacia esta familia, esta es la única que no puedo perdonarte.
-Lo siento mucho -llora ella abrazándose a si misma en busca de confort. Por la forma en la que los puños de Elijah se abren y se cierran, Lydia sabe que se está reprimiendo a si mismo de correr hacia ella y estrecharla entre sus brazos para asegurarla que está a salvo y que nadie le hará nada-. Yo sólo quería estar con Marcel y ser feliz.
-¡Ya os deje ser felices! ¡Os di mi bendición!
-¡Fue demasiado tarde!
-¿Por eso nos traicionaste? ¿Por qué necesitabas mi aprobación y no te la daba? ¿Acaso era tan importante como para poner en peligro la vida de tu familia? -grita Klaus dándole un puñetazo a una de las paredes y desconchando los azulejos de mosaico.
-Lo siento -vuelve a repetir ella pasándose la mano por la cara para quitarse las lágrimas.
-¿Crees que eso es suficiente? ¿Qué lo sientas? Esa noche pudimos haber muerto y todo porqué ¿eh? Para que pudieras corretear con Marcelus un par de siglos antes de que os aburrierais el uno del otro. Hasta que él viera la niña caprichosa que eras o hasta que tú encontraras a otro tonto del que enamorarte.
-¡No! -niega ella con la cabeza intentando no volver a llorar-. Nos amábamos. Nosotros…
-¡No me interesa!
-Intente arreglarlo -solloza ella-. Lo intenté. Le dije a Genevive que deshiciera el hechizo, que no le llamara; pero dijo que era tarde. ¡Intente solucionarlo!
-Pero no lo hiciste y Mikael vino. Se acabó lo de la daga y el ataúd. Y créeme, hermanita, echarás de menos la daga. Este cuchillo, que yo ya he tenido el placer de probar, te va a dejar inmóvil, en un estado perpetuo de rabia y angustia. No notarás el paso del tiempo. Creerás estar en el infierno. Que es más o menos lo que nos hiciste pasar a todos cuando decidiste traicionarnos, excepto que está vez estarás sola con tu dolor. No estaremos Elijah ni yo para cogerte de la mano y decirte que todo acabará pronto. Sólo estarás tú y este cuchillo clavado en el fondo de tu corazón por toda la eternidad.
-Hermano -dice Elijah interviniendo por primera vez en la conversación, intentando tranquilizarle lo suficiente como para que no haga ninguna tontería, como cumplir su promesa y clavarle el cuchillo mágico de Papa Tunde a su hermana-. La traición de Rebekkah fue muy grande y no tiene excusa. Pero es nuestra hermana.
-¡Eso no pareció importarle! Cuando tuvo que elegir entre un extraño y nosotros, eligió al extraño.
-Un extraño no, Marcel. Era como tu hijo. No era un cualquiera al que hubiera recogido de la calle.

Klaus aprieta los puños con fuerza y comienza a pasearse frente a ella decidiendo que hacer. Todo su ser grita por sangre, por hacerle pagar a su hermana por haber traído a Mikael hasta ellos, por haber destruido la felicidad que consiguieron en Nueva Orleans siglos atrás, por hacer que tuvieran que huir del único lugar que consideraron un hogar. Pero no es tan sencillo. Elijah tiene razón, es su hermana, su familia, y no puede perder a otro de sus hermanos, por mucho que le haya dolido su traición.

-¿Sabes que haré? -le dice poniéndose de cuclillas frente a ella y cogiéndola de la barbilla con rudeza para que le mire directamente a los ojos- Dejaré que el único hombre que ha sido merecedor de ti escoja tu destino. El único de los cientos de hombres a los que has amado al que he consentido e incluso aprobado decidirá que hacer contigo. ¿Qué te parece?

Rebekkah traga saliva intentando que su mirada no se desvié a la persona de la que cree que le está hablando, la misma que observa la situación como si fuera un espectáculo desde el piso superior, apoyado contra la barandilla de acero negro de forma despreocupada mientras hace figuras con los dedos en la palma de la mujer a su lado, que contrario a él, lo mira todo curiosa, bebiendo de cada palabra y cada gesto esperando entender mejor lo que está pasando. Está claro que no es Marcel; espera y teme que sea quien ella piensa, porque no sabe cómo va a reaccionar. Si fuera el Stefan que ella conoce no estaría preocupada, es puro de corazón y siempre intenta ayudar a los demás, ese Stefan hablaría en su favor e intentaría apaciguar a su hermano, sería el único de ellos que tendría alguna posibilidad de hacerlo. Pero el Stefan que está aquí no es ese Stefan y ella no sabe lo que va a decir o hacer, si la ayudará o dejará que su hermano se encargue de ella sólo para congraciarse con él. No sabe si alegrarse de que su hermano haya dejado su destino en manos de otra persona aunque lo que si sabe es que, sea lo que sea lo peor que se le ocurra a Stefan no será peor que lo que su hermano planee para ella, puede ver lo herido y traicionado que se siente sólo con verle a los ojos.

-¿Qué debería hacer con mi hermana, Stefan? ¿La dejo vivir o hacemos que sufra?

Klaus lo dice alzando la vista para centrar sus ojos en los de Stefan. Este abre los ojos con sorpresa sin apartar la mirada de ellos, mientras nota los ojos del resto de los vampiros fijos en su persona y el cuerpo de Lydia tensándose ligeramente antes de retroceder un paso y alejarse de él.

Esto no se lo vio venir, que Rebekkah y él hubieran salido juntos no es algo que leyera en ninguno de sus diarios, nadie le habló sobre esa relación, ni siquiera puede estar seguro de que sea cierto, puede que no sea más que una treta para saber si recuerda o no, aunque no cree que esos vampiros eligieran un momento como ese para ponerle a prueba, lo cierto es que no les recuerda y no sabe cómo funcionan sus mentes. Les mira uno a uno intentando leer más allá de sus palabras. Marcel parece celoso y en parte aliviado de que sea otro y no Klaus el que decida sobre el destino de Rebekkah; Elijah parece aliviado y amenazante, como si intentara decirle con la mirada todas las maneras en que va a torturarle si no la ayuda; Klaus, por otra parte, parece divertido de dejar la decisión en sus manos y le mira de cierta manera, con una extraña seriedad, que le dice a Stefan que, sea lo que sea lo que este decida lo hará. Lo que lejos de tranquilizarle, sólo le añade más presión. Y ella, Rebekkah, le mira con los ojos en blanco, de una manera que le recuerda en cierto modo a Lydia, con esos ojos que le dicen que tiene esperanza de que todo vaya a ir bien; pero que no se atreve a tenerlas porque al final se defrauda más veces de las que debería. No le es difícil imaginarse que en otro tiempo estuviera enamorado de ella.

-¿Y bien, compañero? ¿Qué va a ser? -le pregunta Klaus cruzándose de brazos mirándole con el cuchillo aun en las manos.
-No creo que sea la persona adecuada para tomar esa decisión -dice él.
-¿Acaso no amabas a mi hermana? ¿Acaso no quieres que viva? ¿O que sufra por haber matado a tu querida Elena? Este es el momento en el que tomar venganza. Escojas lo que escojas, no habrá represalias por mi parte. Su futuro, está en tus manos.
-No quiero esa responsabilidad. No la recuerdo, ni a ella ni a ti, ni ninguna de esas cosas que acabas de mencionar. No recuerdo amarla ni haberle visto herir a Elena, y si lo hubiera visto, lo cierto es que no siento nada por Elena, ni siquiera la recuerdo más allá de ser la novia de mi hermano. Si no quieres tomar la decisión de hacerle daño o de dejarla vivir, no la tomes; pero no hagas que la tome yo, porque su vida o la tuya o la de cualquiera de los vampiros que están aquí no significan nada para mí.
-Que palabras tan dura Stefan -dice Klaus cada vez más divertido-. Casi me rompes el corazón. Pero dime ¿Para qué has venido a Nueva Orleans entonces? ¿Quieres tus recuerdos de vuelta?
-Nada más lejos de la verdad. Necesito información de un vampiro antiguo y Caroline dijo que eras mi hombre.
-Ha si… lo mencionaste anoche en el sanatorio antes de que el honorable Elijah me partiera el cuello y me clavara el puñal-dice antes de girar la cabeza en dirección a su hermano mayor-.Y no te creas que he olvidado ese hecho. Después me encargare de ti, querido hermano. Pero me temo que esa charla tendrá que esperar hasta que decida qué hacer con mi hermana, así que dime, Stefan. ¿Qué hago con ella?

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

Lydia está harta de esperar. Sabe que debería hacerlo, que este posiblemente no sea el mejor momento; pero está cansada y quiere que todo acabe ya, quiere volver a casa con Stefan y empezar a preparar su viaje a la universidad, y sobre todo, sobre todo, quiere dejar de tener miedo de que Stefan salga de su vista y una bruja en una misión suicida le haga daño o que el Híbrido Original, decida que quiera a su amigo de vuelta y le devuelva los recuerdos a la fuerza, que le haga recordar y él decida que lo que tienen no es tan importante. Es egoísta por su parte y no le importa. Contra más tiempo pasan en Nueva Orleans, más se arrepiente de haber venido.

Por eso está ahí, llamando a la puerta de la habitación de Klaus minutos después de que este estuviera a punto de acabar con la vida de su hermana o torturarla por toda la eternidad, quien sabe de lo que habría sido capaz si Stefan no hubiese decidido mantenerla con vida. Se dice que no está celosa, que no son celos lo que hizo que se mordiera con fuerza los labios cuando oyó como salvaba a esa rubia con cara de muñeca de porcelana de la que había sido amante. Ni ella misma se lo cree por mucho que se lo repita.

La puerta se abre antes de que pueda volver a llamar y por un segundo se queda sin aliento al ver el pecho denudo de Klaus a centímetros de ella, con la piel del pecho donde su hermano le clavo el puñal aun rojiza y curándose lentamente, más despacio de lo que lo haría si hubiera sido hecha por un arma normal y corriente.

-¿Eres mi aperitivo? -le pregunta pasándose la lengua por los labios, hambriento e imaginándose a lo que sabrá su sangre.
-Puedes intentar morderme; pero no creo que te guste lo que ocurrirá -dice ella sin dejarse intimidar por el milenario híbrido-. Puedes preguntarle a Stefan si no me crees.
-Supongo que tu eres esa humana que ha traído a mi casa -dice retrocediendo un par de pasos y haciéndose a un lado para que ella entre a la habitación-. Mi hermano Elijah te mencionó de pasada. Eres una psíquica ¿No es cierto?
-No exactamente.

Lydia entra en la habitación siguiendo todos los movimientos del otro. Sabe que si quiere hacerle algo no tiene mucho que hacer excepto gritar, porque si quiere cogerla por sorpresa solo tiene que usar su velocidad vampírica y por mucho que ella le este observando, eso será suficiente como para que la ataque sin poder defenderse. Aun así sigue sus pasos, viendo la forma en la que los músculos de su espalda se mueven, como abre el armario y coge una camisa, como la deja sin abrochársela cuando se gira para volver a verla, y los pájaros de su tatuaje destacan sobre la blancura de la camisa y de su piel. Es un hombre muy atractivo, con su pelo rubio y sus ojos azules, con ese aire de maldad y rebeldía que no deja a ninguna chica indiferente. Y por como se mueve, lo sabe y disfruta de esa ventaja.

-¿Y bien? ¿A qué se debe tu presencia en mi cuarto? ¿Quieres poner a Stefan celoso porque ha salvado a mi hermanita?
-Quiero preguntarte algo.
-¿Y qué te hace pensar que te responderé?
-Porque eres amigo de Stefan y él te importa lo suficiente como para haber dejado el destino de tu hermana en sus manos, lo que me hace pensar que confías en él. Y mis preguntas son el único motivo por el que estamos aquí.
-Según tu lógica, quiero que Stefan este aquí, por tanto contra más tarde en contestarlas más tiempo os quedareis.
-Hasta que mi paciencia se acabe o recurra a Elijah o a Rebekkah.
-Si fueras a recurrir a ellos ya lo habrías hecho.
-Puede que sí o puede que no. A lo mejor quería esperar para ver si tú tenias las respuestas.

Se miran en silencio durante un par de minutos, estudiándose mutuamente, intentando leer en el otro algo más de lo que le dice con las palabras.

-Empieza presentándote, querida. No voy a acceder a nada sin saber con quién estoy hablando.
-Lydia. Lydia Martin -dice ella extendiéndole la mano formalmente.
-Klaus. Niklaus. Como prefieras -dice cogiéndole la mano y besándole los nudillos de forma caballeresca.
-¿Debo preocuparme por algo? -dice la voz de Stefan a sus espaldas.

Lydia se gira para mirarle y le ve apoyado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho y cara de pocos amigos. Está celoso, ha visto esa mirada muchas veces desde que salieron de Boston, muchas veces desde Chicago, es la manera en la que mira cuando la ve hablando con otros hombres más cerca de lo que a él le gustaría.

-En absoluto, compañero -responde Klaus con una sonrisa traviesa sabiendo que ha tocado un punto débil-. Está encantadora joven quería hablar conmigo de algo y ha decidido que no podía esperar.
-Y él está decidido a que me crea que no va a ayudarme -dice antes de volver a mirar a Klaus-. Cuando es más que obvio que lo hará si tú se lo pides.

Klaus ríe al oírla y aplaude divertido por su osadía. Hace mucho que nadie le había hablado así, de forma tan franca y sin tenerle miedo, le recuerda a Caroline, a la dulce e inocente Caroline, a la que podría ser su reina sino tuviera tanto miedo de lo que el mundo tiene que ofrecerle.

-Haremos algo. Puedes preguntar lo que quieras después de que contestéis a mis preguntas.
-Una pregunta por una pregunta -le dice mirando como lo medita unos segundos antes de asentir-. Yo primero. ¿Qué sabes de las banshees?
-¿Banshees? Parece que no te andas por las ramas.
-Que puedo decir… estoy cansada de darle vueltas al mismo asunto. Estoy intentando un enfoque más… directo.
-No hay mucho que decir de ellas, la verdad. Son muy raras de encontrar y escasas -dice él encogiéndose de hombros-. Son el altavoz de todo lo que nos rodea; pero ellas no lo llaman así, dicen que es “el universo” quien les habla. Sea quien sea, él habla y ellas trasmiten el mensaje. Mi turno. ¿Cómo está Caroline?
-¿Caroline? -repite Stefan entrando en la habitación para ponerse al lado de la joven- Está bien. Lo último que supe de ella es que estaba compartiendo habitación con una tal Katherine que se había vuelta humana y que estaba haciendo planes para entrar a una fraternidad.
-¿Katherine es humana? -pregunta Klaus.

Stefan está a punto de contestar cuando Lydia alza la mano para callarle.

-Es mi turno ahora. ¿Has conocido a alguna?
-¿A alguna banshee? -pregunta el hibrido recibiendo un asentimiento por su parte- Una vez. Como he dicho son muy raras de encontrar. Mi hermano Kol, sin embargo, parece tener un imán para las criaturas sobrenaturales que poblan este mundo. Fue en 1326, en Gales. Aun no sabíamos nada de la maldición de la doppelganger ni de como romperla, así que buscábamos respuestas. Elijah, Rebekkah y yo habíamos recorrido Europa sin éxito y estábamos pensando en establecernos en Italia. Mandamos un mensajero a Kol para que se reuniera con nosotros y él nos contesto con una invitación para visitarle en el castillo que se había agenciado en Gales. La joven se llamaba Margaret. Era una belleza; pero estaba completamente loca. Era hija de un acaudalado señor feudal que creía que Dios le había maldecido y el Diablo la había poseído. Lo había intentado todo, desde exorcismos hasta encerrarla para que rezaras horas y horas, y al final, cuando mi hermano se ofreció a llevársela, sabiendo que había más en ella de lo que la gente creía, acepto prácticamente al instante. Ahora repito mi pregunta ¿Katherine es humana?
-No sé bien como pasó -responde Stefan encogiéndose de hombros-. Por lo que me han dicho, Elena y ella pelearon y Elena acabó metiéndole la cura por la garganta a la fuerza y haciéndola humana
-¿Cómo era? Margaret, ¿Cómo era?
-Una joven peculiar. No servía para mucho la mayor parte del tiempo, balbuceaba y hablaba sola. La encontraba francamente irritante y más de una vez desee arrancarle las cuerdas vocales sólo para hacer que dejara de parlotear. Mi hermano sin embargo, se pasaba horas escuchándola, y si hubieras conocido a Kol sabrías que eso era prácticamente un milagro, nunca ha sido capaz de pasar mucho tiempo quieto o en silencio. A pesar de todo, nos fue muy útil hasta que murió, Kol sabía que botones apretar para conseguir la información más valiosa. Fue ella quien nos contó como romper la maldición de la doble que anulaba mi mitad de hombre lobo.
-¿Son como los vampiros? Quiero decir, ¿Nacen así o alguien las convierte?
-Para serte franco no lo sé, tampoco me importa. Hace siglos que nadie ve a ninguna y como he dicho, son inestables la mayor parte del tiempo, no merecen la pena los problemas que causan. El experto era Kol, siempre tubo debilidad por otras criaturas.
-¿Cómo murió Margaret?
-¿Por qué te interesa tanto? -pregunta Klaus con la cabeza ligeramente inclinada mirándola con curiosidad.
-Eso es asunto mío.
-Podría obligarte a que me lo digas -dice dando un paso en su dirección.
-Podrías intentarlo -responde Stefan poniéndose entre él y ella, listo para atacarle en el instante en el que se atreva a hacerle daño.

Klaus sonríe y mueve la cabeza afirmativamente un par de veces. Le divierte ver a su amigo tan dispuesto a defender a esa joven, que piense que realmente es rival para él si decidiera acabar con su vida.

-El final de la joven Margaret fue… desagradable, por decirlo de alguna manera. Veras, el cerebro humano no está listo para oír lo que el universo tiene que decir. Ni siquiera el de las criaturas creadas para tal fin. O al menos eso es lo que decía Kol. La cabeza de la pobre Margaret simplemente… exploto. No fue bonito. Había sangre por todas partes, saliendo de sus ojos, de sus oídos… en el techo. Como he dicho, no fue bonito.

Lydia se lleva la mano a la boca aterrorizada de lo que acaba de decirle. Por su mente la única pregunta que se repite una y otra vez es si así acabará ella, si su cerebro terminará manchando las paredes de alguna habitación en el momento que menos se lo espere. Stefan la mira con preocupación al oír los latidos desbocados de su corazón y el hedor a miedo que sale por cada uno de sus poros.

-¿Cuántos… cuántos años tenía? -dice con un hilo de voz.

Ni siquiera está segura de que la hayan oído. Lo ha dicho tan bajo que ni ella misma está segura de que no lo haya simplemente pensado.

-Dieciséis -responde Klaus-. Kol la encontró poco después de cumplir los quince años. Por lo que he oído, no suelen durar demasiado.

Lydia está a punto de abrir la boca para hablar cuando la puerta se abre y Elijah entra por ella. Se queda mirando a los tres integrantes de la habitación, intentando saber qué es lo que ha ocurrido, que hace la joven allí con Stefan y que habrá hecho su hermano para que ella parezca tan aterrorizada y los latidos de su corazón suenen con tanta fuerza.

-¿Hoy es el día de visitar a Klaus en su cuarto? -pregunta el hibrido con sarcasmo mirando a su hermano con seriedad, aún no se le ha olvidado lo que le hizo.

Como si esa fuera la palabra clave, Elijah recuerda el motivo por el que está allí, que sin duda no son sus invitados.

-Ha pasado algo. Marcel ha matado a la bruja Bastianna.
-¿Qué? -pregunta Klaus enfadándose- ¿Estás seguro?
-Joshua estaba de guardia. Marcel le dijo que fuera a beber algo mientras él la vigilaba y cuando volvió la bruja estaba muerta y no había señales de Marcel.
-Porque será que no me sorprende. Buscar el cuerpo de Davina. Si Marcel ha cometido la osadía de matar a esa bruja bajo mi techo es por esa niña -dice saliendo de la habitación. Está a punto de salir por la puerta cuando se da la vuelta y señala a Elijah con el dedo en señal de advertencia-. Si descubro que nuestra querida hermana ha tenido que ver algo con esto nada ni nadie la salvará de mi ira esta vez.

parte 10
MASTER-POST

fandom: teen wolf, crossover, fandom: vampire diaries, fics

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