Autor:
nanawashere Fandom: Historia original.
Título: Williamson Junior High.
Estado: Sin terminar. Historia larga.
Capítulo: 4.
Palabras: 1.111 (...omg xD)
Notas: Sé que hay una escena de Benji que os gustará especialmente, pervs mías xD
Y espero que os guste Nexie, mi nuevo personaje :] La pieza del puzzle que le faltaba a WJH, en mi opinión.
Al día siguiente, el instituto Williamson parecía un punto de encuentro para todo tipo de sentimientos. Tristeza. Dolor. Pánico. Rabia. Venganza. Todo tenía cabida entre aquellas cuatro paredes.
“Anoche no vino”, pensaba Kendall Herrera una y otra vez, maldiciendo a Benjamin Chandler por haberla hecho esperar en vano, mientras se paseaba por el instituto con sus aires de superioridad, presumiendo de piernas largas y escote bien definido, y acompañando su andar con un sutil pero sensual movimiento de cabeza, siempre bien alta, que dejaba ondear sus cabellos artificialmente dorados al ritmo de sus pasos. “A mí, se ha atrevido a dejarme plantada a mí…”, se decía, “a Kendall Herrera”.
Adrien Chandler, todavía apenado, se despertó, incapaz de poder mirar a su hermano en la cara. De hecho, no logró descansar demasiado, aquella noche; en la cama de al lado, Benji yacía recostado, con su almohada apoyada entre sus brazos, boca abajo, sollozando, llorando de rabia. Lo hacía débilmente, por orgullo, para que ni Adrien ni su padre pudiesen darse cuenta, o eso creía. Se equivocaba a medias. Adrien lo había oído todo, sus llantos, los susurros desesperados que él musitaba en sus sueños. Pero no se veía con corazón de acercarse a él.
Annie Barkley también lloró, esa misma noche. Entre sus ojos tristes y sus lágrimas se podía leer una mezcla entre rabia y temor. No podía perdonar a Chandler por lo que le había hecho, pero, ¿cómo iba a hacerlo? ¿Ella, que no haría daño a una mosca? Cuando se despertó, a punto estuvo de fingir que se encontraba mal. No quería volver al instituto; tenía miedo. Le sobrecogía la idea de verse las caras de nuevo con Benjamin Chandler, que se atreviese a volver a jugar con ella. Pero no había nada a temer. Chandler había sido expulsado. Annie estaba seguro de que él tenía cosas mejores que hacer, antes que ir a buscar a la mosquita muerta de su clase. Y en caso de que viniese, tal vez su adorado Drake Donovan saldría en su defensa. Ilusa, le decía una voz en su interior. No pienses en semejantes idioteces. Suspiró, con resignación.
El timbre del instituto Williamson se impuso sobre las voces de los alumnos que andaban charlando entre los pasillos.
No fue hasta al cabo de una hora que, una vez la casa de los Chandler había quedado completamente vacía, Benjamin dejó de aferrarse a su almohada e intentó sacar fuerzas para levantarse. No había logrado pegar ojo en toda la noche. Lo primero que hizo fue encender la radio. 103.8. Sonaba Beautiful day de U2. Mierda, pensó, no podría haber canción más apropiada. Se desnudó y, con solo una toalla rodeando su cintura, se dirigió a la ducha.
Mientras el agua iba cayendo por los poros de su piel, comenzó a recapitular y a pensar en todo lo que hubo sucedido ayer. Pensó en su hermano Adrien, quien ni siquiera se dignó a ayudarle. Se levantó y se marchó, así. Sin más. Era un lameculos de mierda, según Benji. Siempre haciendo todo lo que sea para agradar a su padre. Y un cabrón, también lo era. Al igual que papá, tal para cual. Él, en cambio, era un alma rebelde. Como su madre. Le vino a la cabeza la imagen de ella. Guapa, elegante, con fuerza de voluntad. Pero él no iba a hacer como ella. No iba a escapar. Se estremeció, de golpe. Sólo le faltaba ponerse a pensar en ella.
Se acordó, durante un instante, de Hayden Sinclair. La manera con la que le había contestado, incluso amenazándole. La palabra arrepentimiento jamás había figurado en su diccionario, pero le sabía mal haberle alzado la voz de aquel modo. Quería evadir aquel tema con un ‘que le den a Hayden’; sin embargo, no era capaz.
Y luego, le vinieron a la cabeza las imágenes de todo lo que sucedió con Annie Barkley. Esa niñata, se dijo a sí mismo, la que me ha amargado la vida por completo. Pensó que, tal vez, ayer debería haberla pegado. Por lo menos, haberla asustado un poco más. Sin pensarlo dos veces, pegó un golpe en la pared con su puño, de la furia que sentía, y tuvo que esforzarse para aguantar el equilibro y no resbalarse de la ducha. Salió de ella, aún con la mano adolorida.
La única que parecía no tener cabida en los pensamientos de Benjamin Chandler era la despampanante, la única, la mejor, Kendall Herrera.
Se vistió con su camiseta de los Ramones y unos pantalones vaqueros que encontró en su armario, sus All-Star rojas, y se dirigió hasta el parque más cercano a su casa, para intentar desconectar. Allí encontró, sentada en uno de los bancos, a una de las chicas de su pandilla. Era Nexie, una chica un año mayor que él, que fue expulsada el año pasado del instituto Williamson. Llevaba una melena rubia larga y lisa, con varios mechones rosas, un piercing en la nariz, y en su mano, un cigarrillo. Casi sin darse cuenta, levantó su mirada hacia Benji, y con una de sus sonrisas despreocupadas, lo invitó a que se sentase con ella.
-Qué raro verte por aquí… -ésa era su forma particular de saludo- y qué bien. ¿No tendrías que estar en la cárcel esa a la que llaman instituto?
-Me han expulsado, Nex -a lo que enseguida añadió- Por tres días.
-Libertad condicional, por lo que veo -rió Nexie, tras darle otra calada a su pitillo.- ¿Quieres?
-Está bien -contestó, acercándose el cigarrillo en la boca.
-¿Y qué has hecho para que te expulsasen por tres días? -preguntó la chica, con un tono que rozaba la indiferencia. La indiferencia que caracterizaba tanto a Nexie, una chica que parecía haberlo vivido todo.
-Una niñata, que le dijo al director que me había saltado clase.
-Ajá -asintió Nexie- Ya entiendo… una niñata en toda regla. ¿Y ya le has dado su merecido a esa niñata?
-No -sonrió Benji- La vendetta sólo acaba de comenzar.
Volvió a dar otra calada al pitillo de Nexie. Ella era la única persona con la que podía sentarse, estar en silencio y sentirse en paz, como si estuviesen hablando. A penas la conocía, y era precisamente por eso, y por su serenidad, por la que podía contarle de todo sin ningún miedo. Ella sólo se limitaba a asentir y a hacer preguntas superficiales, no hurgaba en el aspecto más íntimo de las cosas. Para ella, de hecho, todo parecía ser superfluo.
Y además, Nex era la única persona en el mundo a la que le podía explicar un problema y, con un simple “que le den al mundo”, era capaz de animarle.