En la sección de la habitación en la que estaban los juguetes, Lord Cha gritaba, el rostro con manchas moradas. Su impresionante estómago intentaba escapar de las ataduras del chaleco, y Suho no estaba seguro de si el delicado broche de oro lo aguantaría. Su juguete estaba al lado suya, una mujer joven con un largo cabello plateado cuya altura amenazaba con sobrepasar a la de su amo. Parecía perfectamente serena.
No se podía decir lo mismo de Chen o de los juguetes a su alrededor. Chen contemplaba al hombre que le gritaba a la cara con una mirada fría y una ceja arqueada. Tenía el dedo gordo metido en la pretina de los pantalones sueltos de lino, la única pieza de ropa que llevaba, y en vez de hacerlo parecer seductor, tan solo lo hacía parecer lleno de insolencia. El poco maquillaje con el que Suho lo había vestido para marcarle los ojos, pómulos y boca simplemente aumentaba el efecto. Era atractivo, pero también hacía que Suho quisiera pegarlo.
Luhan escondía la risa tras las manos, las anchas mangas del ropaje verde menta le caían por los brazos y lo que hacía que revelase un impresionante número de brazaletes de oro, mientras que Kyungsoo, a su lado con ropas verde más oscuro, contemplaba a Lord Cha con ojos grandes y algo confundidos. Tao se había tirado al suelo en un cojín y no parecía prestar atención a nada más que asegurarse de que su ropa no se arrugara. De todos ellos, solo Baekhyun parecía afectado por lo que estaba pasando. Había lágrimas en sus ojos mientras alternaba la mirada entre Chen y Lord Cha, y las manos bailaban como si quisiera tocar el brazo de Chen pero tuviera miedo de hacerlo.
―¿Qué está pasando? ―preguntó Suho e interrumpió los gritos de Lord Cha. Con el sonido de su voz, Chen dejó caer la mano a un lado y cambió el gesto del rostro a la inocencia. Esa mirada nunca había funcionado tan bien en él como lo hacía en Luhan, y Suho no se dejó engañar lo más mínimo. Baekhyun parecía, literalmente, a un paso de llorar.
―¡Lord Suho! ―exclamó Lord Chan mientras le dedicaba a Chen una última mirada sucia― ¿Tengo entendido que este es vuestro juguete?
―Sí ―respondió preguntándose por qué se había expuesto, en primer lugar, a este tipo de situación. En realidad, debería empezar a mantener a Chen a su lado en aquellas fiestas. Excepto porque, reflexionó, eso solía acabar con Chen aburrido e insultando a la gente con la que hablaba. Pero no es como si estar lejos de Suho pareciera cambiar nada.
―¡Es uno de los juguetes más insolentes que jamás he conocido! Vuestro entrenamiento es claramente insuficiente, mi señor, si vuestro juguete corre por los alrededores hablando a quienes son mejores que él como lo hace.
Suho le dedicó una mirada a Chen. Era vergonzoso que constantemente le sermonearan quienes nunca habían tenido ningún problema con los juguetes, quienes creían que sabían más y juzgaban a Suho por no poder controlar a Chen. Y no era que Suho no pudiera, eso se había demostrado por la forma en la que Chen se había quedado callado, quieto y algo taciturno cuando lo había visto. Era que Chen no quería dejar que nadie más lo controlara.
―Estamos trabajando en ello ―tranquilizó Suho a Lord Cha―. Nunca recibió el entrenamiento que vuestros ejemplares juguetes tuvieron. Por favor, discúlpalo por su indiscreción ―y, por favor, perdóname a mí, estaba implícito porque decirlo le habría quemado la lengua.
Lord Cha parecía apaciguado aunque no enteramente contento, y se alejó con su juguete siguiéndole, su escasa prenda bailando alrededor de las rodillas.
―Se ha puesto tan morado que temía que se volviera una uva ―comentó Chen una vez se hubo ido. Y Luhan rió de nuevo.
―Luhan ―dijo Suho amablemente―. Te pido que no animes a Chen.
―No lo estaba animando ―respondió Luhan con una apariencia y tono sorprendido, pero avergonzado porque se considerara así―. Me reía de él.
―Eso es animarlo ―suspiró Suho. Luhan asintió con lágrimas en los ojos antes de bajar la mirada al suelo y agarrar la manga de Kyungsoo. Suho no estaba convencido. Había pasado demasiado tiempo con Luhan como para dejarse engañar por semejantes muestras de inocencia y arrepentimiento. Miró a Chen, cuya conducta entera era desafiante.
―Ven conmigo ―habló. Hubo el típico momento de duda y después Chen lo siguió.
Suho lo guió hasta un rincón, atrapándolo en una esquina de la que no podía intentar huir o evitar nada que Suho no dijera.
―No he sido malo ―gimoteó Chen inmediatamente.
―¿Qué has dicho? ―preguntó Suho cordialmente.
―No he dicho nada ―respondió―, no he sido malo.
Suho sonrió un poco y levantó lentamente la mano, haciendo que se deslizara por el cabello de Chen. Este se separó y, veloz como un rayo, Suho tenía dos dedos en la parte de atrás de su collar, tiró lo justo como para que se atragantara, lo justo para ser una advertencia.
―¿Qué has dicho? ―repitió.
Chen se agarró del antebrazo suplicante.
―No le he dicho nada, no he sido malo, no lo he sido, amo, por favor, no he sido malo...
―Dices que no has sido malo ―señaló Suho―, no que hayas sido bueno. Debes haber dicho algo o sino, no te habría gritado. Y ahora, ¿qué has dicho? A él o no.
Chen lo miró con un mohín.
―Tan solo he dicho que Lady Ely debería invertir en un juguete mejor que le ayude a quitarle esa mirada que siempre tiene en la cara. Parece como si no hubiera tenido un buen polvo en años. El señor gordo me oyó e insistió en que pidiera perdón por decirlo ―Chen alzó el rostro―. Pero él no es mi amo y no puede hacer que pida perdón cuando no lo siento.
Suho suspiró y se pellizcó el puente de la nariz con los dedos libres.
―El señor gordo es Lord Cha ―dijo―, es un consejero del emperador.
―Me da igual ―respondió Chen sin rodeos.
―Deberías haber pedido perdón.
―Pero no lo siento, y siempre se me ha enseñado que mentir es peor que nada.
Habáía algo irónico en su voz, algo que cuando compró a Chen, Suho hubiera interpretado por burla. Era burla, de sí mismo. Chen sabía de cosas mucho peores que mentir y lo habían sometido a la mayoría de ellas.
―Me has dejado en una posición incómoda ―le dijo Suho―. Ahora tendré que castigarte.
―No tienes por qué castigarme ―sugirió Chen―. Podrías...
Suho aprovechó su distracción para deslizar la mano hacia el pelo, agarrarlo y después tirar hacia abajo para que Chen se pusiera de rodillas. Chen cayó con dureza y se quedó callado, su respiración se aceleró.
―Por favor, no me respondas ―dijo Suho, su voz aún amable, como si estuvieran hablando sobre el tiempo―. No te va a ayudar en nada.
―¿Preferirías que hubiera mentido? ―preguntó Chen, las manos le colgaban a los costados, la voz algo más ronca ahora que la mano de Suho estaba en su cabello y los dedos girados lo suficiente como para estar tirando constantemente.
―Hubiera preferido que no dijeras nada ―respondió Suho―. No has aprendido a mantener la boca cerrada. ¿Tengo que amordazarte? ―la respiración de Chen se entrecortó con eso y Suho sonrió―. Oh, ¿te gustaría? Si te metiera algo en la boca para que no pudieras hablar. Noi siquiera podrías suplicar si lo hiciera. Aunque supongo que me gusta cuando gritas.
Chen lo miró fijamente, pero no dijo nada. Tal vez temía que Suho sacase una mordaza en aquel momento para él. Suho casi deseaba tener una. Se sentía algo mareado por lo caliente que estaba y creía que no necesitaba que Chen hablara para nada, por si acaso se acababa su control. La urgencia era tal que la mano en el cabello de Chen lo había acercado hasta que se dio cuenta. Maldijo por lo bajo y lo soltó. Podía esperar.
―Levántate. Nos vamos a casa. No puedo fiarme de ti esta noche, no después de esa escena que has montado para todos.
―No he sido malo ―murmuró poniéndose de pie.
―Sí ―le respondió Suho mientras observaba el escalofrío que recorría el cuerpo de Chen―. Sí, lo has sido.
Chen hizo un puchero mientras tiraba de la entrepierna de sus pantalones, aunque la silueta del pene medio endurecido era claramente visible. Suho extendió la mano y acarició el labio inferior de Chen con el dedo gordo, lo que provocó la boca se le abriera un poco. Sí, pensó Suho, creo que voy a follarme esa bonita boca esta noche.