Fandom: Saint Seiya
Pareja/Personajes: Shura de Capricornio x Aioros de Sagitario
Advertencias: Saga de Géminis.
Costumbres
Está acostumbrado a observar, por lo que una de las primeras cosas que aprende en su arribo al santuario es que el cielo siempre está despejado y que los días son cálidos y corren deprisa.
Está acostumbrado a observar. Es parte de él. Está en su naturaleza. Es necesario siempre analizar su alrededor, su entorno primero y prever, conocer las determinadas desventajas que puede ofrecerle el lugar en el que está si este un día llegara a convertirse en su campo de batalla. Entonces, para ese punto, se habrá imaginado cada uno de los posibles encuentros, los combates, los probables enfrentamientos y peleas que no lucha aún, pero que, tarde o temprano, llegará el momento de librar.
Entonces lo conocerá a él y sentirá que se desarma, con un crujido, despacio. Es como una espada que se dijo irrompible, pero de pronto, conteniendo la respiración, sus ojos se encuentran por primera vez con los suyos y se resquebraja casi de inmediato. Aioros es como una brisa cálida de primavera. Es como un soplo en su cuello que le causa una sensación curiosa en las mejillas y aleteo de mariposas en el estómago.
Está acostumbrado a observar. Es parte de él. Está en su naturaleza. Estará constantemente preparado, su actuación en el coliseo será siempre enorgullecedora, prolija y perfecta y sus superiores todo el tiempo dirán cosas positivas de su creciente desempeño, hablarán acerca de lo talentoso que es el postulante a la armadura de capricornio y está de más decir que ni siquiera les sorprenderá que pueda conseguirla un par de años después, con honores y en un cortísimo combate contra un muchacho muchísimo menos preparado que su persona.
Entonces la espada blandirá su porte orgullosa, y su brillo será tal que opacará a todos los que están cerca, aprendices o aspirantes, postulantes y santos, plata y bronce no podrán equipararse jamás a su brillo y su brillo jamás se podrá, ni un poco, ni una pizca, ni una partícula miserable siquiera, compararse al resplandor puro y perfecto que el caballero de sagitario sin reparos ostenta. Aioros siempre está sonriendo y su risa se escucha cristalina y pura como un riachuelo. A veces se detienen a ser niños y descansar en el pasto verde y mojado de verano y se dedican a encontrar formas y figuras en las esponjosas nubes encima de sus cabezas. Aioros, con su sola presencia, le recuerda que aún existen personas benevolentes, nobles y de buenos sentimientos. Es una sensación maravillosa, similar a las margaritas que crecen en primavera.
Está acostumbrado a observar. Es parte de él. Está en su naturaleza. Estaba preparado para cada uno de los posibles escenarios, para cada uno de los probables enfrentamientos, pero no para ser su ejecutor, no precisamente de él. Entonces la espada dolorosamente se termina rompiendo por la mitad, al mismo tiempo en que él rasga la tierra en dos y con esa acción se esfuman para siempre sus días soleados.