[FanFic] Él lo sabía - (03/10) - DM/Aioria + Shura/Aioros + Dita/Milo

Apr 03, 2014 17:26

Fandom: Saint Seiya
Pareja/Personajes: DM de Cáncer x Aioria de Leo - Shura de Capricornio x Aioros de Sagitario - Afrodita de Piscis x Milo de Escorpio
Advertencias: ...



TERCER ACTO: Aioros.

Una de las primeras cosas de las que pudo tener noción fue que hacía frío y todo estaba muy oscuro.

Entonces escuchó una voz llamándole desde muy dentro de su ser, sus ojos azules se abrieron de par en par y pudo ver la luz, brillante y borrosa, después de casi catorce años llenos de penumbras.

Allí mismo, acaparando casi por completo su campo visual, vio a una  delgada muchacha que de inmediato reconoció como la diosa Atena.

Ella, por su parte, le sonrió de manera solemne al ver, por primera vez en vida y a consciencia, a su salvador en persona.

Fue más o menos así, porque, por una extraña razón, la cantidad descomunal de cosas que a continuación ocurrieron lo dejaron un tanto confuso. Al menos desde el momento preciso en que la diosa se retiró, disculpando su abrupta ausencia en el hecho de que tomaría un merecido descanso y, de la misma manera repentina, un par de doncellas hacían su aparición en la habitación, por orden patriarcal, por supuesto, y entre risas nerviosas y manos curiosas le dieron un baño de pies a cabeza como los dioses, valga la redundancia, mandan a que se haga.

Un guardia entró mientras lo estaban vistiendo, con una lista que supuso muy, pero muy larga, enrollada en un grueso y gran pergamino.

Shion, quién estaba parado en una esquina por mera casualidad y con la excusa de estar supervisando el proceso de adaptación de su santo más leal, tosió un poco en cuanto el guardia dejó que el pesado papel cayera casi dramáticamente hasta el suelo y, posteriormente, rodara un par de metros hacia los pies del noveno caballero en cuestión. Seh. Ajá. Seh.

Aioros parpadeó.

-¿Qué es eso?

-Formalismos

-¿Formalismos?-repitió el santo resucitado, mientras pegaba un respingo y una de las doncellas se disculpaba, pues nunca antes había visto a un hombre en paños menores y no había podido aguantar la tentación.

-Eh, sí, sí-dijo Shion, desentendiéndose del asunto-Empezaremos a ponerte al día con todo lo que ha ocurrido desde tu deceso hasta hoy.

Vaya, eso se escuchaba como mucho tiempo, de hecho le sonaba a estar horas y horas de pie y él, en esos momentos, lo único que quería hacer era preguntar por su hermano.

Iba a abrir la boca para hacerlo, de hecho, pero de inmediato el patriarca le indico que esperara y, en breve, unos golpecitos se hicieron escuchar en la habitación. Shion sonrió, indicándole al guardia junto a la puerta que procediera a abrirla. Irrumpieron en el cuarto un sequito de hombres que entraron marchando de manera solemne y en cuanto se detuvieron delante del dorado, rompieron filas y de entre la formación apareció…

Oh. Oh. Otro guardia, pero sosteniendo una enorme caja con pergaminos.

-Ah-dijo Shion, de manera casual y como si no se le esperara desde ya-Esos son el resto de los tomos, empecemos entonces.

Iba a estar de pie mucho, pero mucho tiempo más.

...
A veces, cuando miraba el cielo, sus ojos se posaban casi como que no quiere la cosa en capricornio. Entonces esperaba, sin estar muy seguro de qué. El rencor que cualquiera, de encontrarse en su posición, pudiese sentir en su corazón, no existía en el suyo. Está de más decir que no estaba enojado con el décimo guardián, solamente decepcionado y en realidad, hasta esos momentos, no se había puesto a pensar en qué era lo que sentía con exactitud. Al contrario, le parecía que su cabeza le estaba exigiendo el que perdonara a los principales involucrados porque, después de todo, él mismo no era nadie para perdonar, y ese sentimiento de bondad y benevolencia le disgustaba casi tanto que sentía que no estaba siendo sincero consigo mismo. Quizá si hablaban, pudiese dejar de sentirse hipócrita.

Tal vez por eso permanecía ratos, horas completas con la vista clavada en el horizonte. Casi como si esperara que el español apareciera de repente desde la distancia. Casi como si pensara que las cosas se iban a solucionar con una simple y sencilla conversación.

Sólo en una ocasión se encontró, prácticamente cara a cara, con Shura. Estaba apoyado contra un pilar, mirando fijamente un punto imaginario en el piso, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Él intentó saludarle, de verdad que sí, pero en cuanto levantó una mano para llevar a cabo la tarea, la cabra se percató de su presencia, se dio media vuelta, chocó con un pilar en el proceso y partió caminando de regreso hacia el interior del templo.

Bien. Bien, eso había sido horrible y ni quería pensar en cómo saldrían las cosas en caso de sentarse a charlar con el escurridizo español.

El único consuelo que tenía era el vuelco que le había dado el estómago al volver a verlo y el vacío que le causaba el desconcierto de no saber que pasaría por la cabeza del como siempre atormentado signo de tierra.

Entonces la sonrisa oportuna y de oreja a oreja de cierto cangrejo se dejo ver de repente delante de sus ojos.

-¡Vaya coincidencia!-exclamó Death, entrecerrando su mirada, sin permitir que la sonrisa desapareciera de su rostro. Aioros parpadeó y Afrodita apareció prontamente en el paisaje, poniéndose a espaldas del arquero.

-Veníamos justamente charlando de su complicada situación.

-¿De la mía?

-De la tuya, claro-concordó el pez-Sin embargo, de la de Shura también.

El par de signos acuáticos no pudieron no mirarse con una sonrisa cómplice en cuanto se percataron de ese sonrojo, pequeño pero presente, en el rostro de sagitario ante la sola mención de la malhumorada cabra.

Tampoco era para menos, pues era sabida de la relación que compartían cuando aún eran unos niños. También porque parte de eso derivó en una serie de sentimientos confusos, especialmente cuando, de un día para otro, despiertas y vuelves a vivir para darte cuenta de que tu antiguo amigo, compañero de armas y asesino preferido se convirtió en un espécimen masculino apetecible a los ojos de cualquiera que tenga ojos para apreciar la belleza masculina.

Al menos, en el caso de Aioros.

Shura, hasta ese día, estaba enganchado del hombre al que había cortado en pedacitos hasta dónde era humanamente concebible. Ellos dos, como sus cómplices del crimen, sabían que capricornio tenía sentimientos por el centauro desde la era del mito, e incluso, estaban seguros que más allá de eso, en sus encarnaciones anteriores.

El castaño, sin embargo, estaba experimentando por primera vez cada una de las etapas que no había podido vivir, valga la redundancia, en vida. Estaba claro que seguramente Aioros se sentiría tan confundido como si tuviese catorce años de nuevo y el ceño en su pensativa cara que apareció segundos después les demostraba lo mucho, mucho que le preocupaba este asunto del corre que te pillo que Shura estaba manteniendo con él.

-Tienes que sentirte muy confundido con respecto a la cabrita-continuó Afrodita, volviendo de pronto al presente.

-¿Confundido?

Death sonrió, sentándose en los escalones que iniciaban el recorrido hacia arriba y hasta el décimo custodio en cuestión del que estaban hablando tan desfachatadamente.

-Claro. Claro. Confundido, digo… Con todo lo que está pasando, no tiene que ser fácil para ti morirte un día y despertar al siguiente convertido en una persona completamente distinta.

Afrodita asintió.

-Ajá, porque... ¿De casualidad no sientes cómo se te ha ido tu vida y la de tu hermano de las manos? ¡Que vida! Digo, la juventud y tus años de adolescencia, y los suyos, los que nunca, pero nunca vas a poder recuperar.

Aioros volvió a parpadear y de manera ridículamente poco retorica se miró las manos. Eran manos grandes y gruesas y, aunque no había practicado con el arco desde hace trece años, ciertas partes de sus dedos tenían durezas y callos en las partes correctas.

-A decir verdad, no me había dado el tiempo de pensar en eso.

-Claro que no-recalcó Death, rodando los ojos.

-Claro que no-secundó Afrodita, sonriendo con gracia y posicionándose detrás del sagitario para tomarle cuidadosamente los hombros, empujándole hasta las escaleras con suavidad-Digo, tienes que estar ocupado asimilando todo poco a poco, me imagino y… Aioria.

-Aioria-asintió Aioros, sin saber exactamente por qué.

-Aioria está tan grande y tan guapo.

-Tan gordo-agregó Death, frunciendo el ceño y poniendo de pronto cara de fastidio.

-Claramente no se parece en nada, pero nada al crío escuálido que dejaste tirado y huérfano de hermano hace tanto tiempo.

-Ummm…

-Todo por culpa de Saga y de Shura-continuó el crustáceo, volviendo a rodar los ojos.

-Eso tuvo que ser un golpe muy duro para ti, ¿verdad?

El griego como que asintió, pero su cabeza parecía estar pensando en cosas perfectamente distintas. Es decir, hasta ese momento no se había dado cuenta de ello. Aioria era todo un hombre, hecho y derecho y, aunque le costara admitirlo, era todo y mucho, mucho más de lo que él mismo hubiese deseado que se convirtiera, y, para variar, no gracias a él.

-Supongo-dijo, de pronto-Sin embargo no creo que hubiese podido hacer un mejor trabajo del que hizo él mismo. Aioria es un hombre de bien y estoy orgulloso de poder ver en lo buena, piadosa y benevolente persona en la que se ha convertido.

-Muy bien, cariño. Muy bien, ¿pero los otros?

-En cuanto a ellos-suspiró-Es difícil, porque Saga aún tiene cosas que aclarar conmigo, pero por parte de Shura, estoy seguro que está arrepentido.

-¿Te lo ha dicho él?

-No, pero…

-¿No te lo ha dicho? ¿Ni pedido perdón siquiera?-Afrodita dejó escapar una risita, suave y sedosa, como el aroma de las rosas.

-Que canalla-secundó el italiano, sonriendo.

-Estoy seguro que no sabe como iniciar una conversación. Tal vez cree que voy a recriminarle cosas, pero no tengo porqué. No tengo nada que perdonarle, para empezar. No soy nadie, ni un ser superior a él para hacerlo, y si Atena pudo, nosotros sólo somos seres humanos.

-Oh, eres tan bueno y benevolente-comentaron a coro los dos signos acuáticos, uno con menos ánimos que el otro.

-En cuanto tenga la oportunidad voy a charlar con él. Todos los malentendidos serán aclarados y volveremos a ser amigos, como antes. E incluso, en una de esas terminemos juntándonos tres veces a la semana para jugar a las cartas.

Aunque la sonrisa sincera que apareció en el rostro del arquero los desconcertó durante un momento, obligándolos a parpadear, aún así se miraron y después de un segundo soltaron una risotada. Aioros los miró a los dos, incapaz de comprender.

-Al parecer, cariño, a ti no te pusieron al tanto de todas las cosas que ocurrieron por estas partes-soltó el pececito, obligando grácilmente al noveno guardián a sentarse en las escaleras.

-Es mejor que te sientes, porque puede que te cueste un poco asimilarlo por completo.

Así obedeció el aludido, acomodándose en los escalones, sin protestar y, en cuanto la piraña le secundó, sentándose también, el crustáceo aprovechó para estirar una mano hasta los hombros del centauro y atraerlo hacia sí.

-Escucha cariñito-comenzó el cangrejo, imitando una voz y acento agudo parecida a la del pececillo-Espero que no te suene mal, pero la cabra no quiere hablarte no porque no quiera, sino porque el pobre hombre siente vergüenza.

-Ah, pero yo no…

-Es vergüenza, pero no por lo que ha hecho-continuó el pez, poniendo su mejor cara de comprensión-Tiene vergüenza de no haberte podido amar por tanto tiempo, ni haber sido capaz de esperar que revivieras, regresaras o lo que sea.

Aioros se sonrojó hasta la punta de los pies, pero no dijo nada.

-Eh…

-Claro. Claro, porque no vas a decirme que Shura no te amaba con todo lo que su corazón de escasos centímetros era capaz de amar. ¿Verdad?

-Eh…

-Digo, el pobrecito tenía una fotografía tuya debajo de su almohada.

-No te imaginas cuántas veces lloró como un marica llamándote en las penumbras.

-Ni cuántas veces soñó que volvías a estar vivo.

-Ni las paja…

-¡DeathMask!

-Errr, perdón, perdón, sigue…

-En fin. A qué no sabías ninguna de esas cosas, ¿cierto?

Aioros, rojo como un tomate, cabeceo. Afrodita sonrió.

-Entonces es una verdadera pena que el pobre no pudiese esperarte…

-¿Esperarme?

-Seh-intervino Death, intentando parecer desinteresado-El muy tonto decidió ahogar las penas con alguien más y, sin querer, volvió a encontrar el amor en ese alguien.

Aioros no pudo no abrir sus ojos azules de par en par y, completamente sumergido en ese vaivén de palabras convincentes que mantenían el par de signos acuáticos más carismáticos de todo el santuario, tuvo que preguntar, con la voz cargada de la curiosidad propia de un niño pequeño.

-¿Con quién?

-Con…-comenzó el cáncer.

-Con…-siguió el pisciano.

-Con…

-Con…

-Con…

-Con Aioria.

-¡¿QUÉ?!

Afrodita parpadeó de manera poco casual, porque esa exclamación de sorpresa e indignación infinita no había provenido del hermano mayor de Leo. Al contrario, el que miraba con los ojos muy abiertos y a punto de saltarle encima para enviarlo con vacaciones pagadas y de ida al inframundo era…

DeathMask. De verdad.

-¿Con Aioria?-preguntó Aioros, parpadeando.

-Sí, con él. ¿Verdad Masky?

-S-S-Seh, con ese, como sea.

Afrodita sonrió complacido y procedió a explicarle una sarta de estupideces al castaño, de las cuales más de la mitad no eran ciertas en verdad.

Death puso cara de pocos amigos. Aunque esta parte del plan la habían improvisado en su mayoría, de un momento a otro, pues no esperaban encontrarse cara a cara con Aioros precisamente, sí habían acordado antes mencionar un nombre al azar para distraer la atención del arquero hacia un inexistente e inventado rival, pero nunca habían decretado que, para variar, usarían a Aioria, al hermano menor del pobre, pobre hombre que acababa de revivir.

Es que era un truco bajo, muy, pero muy bajo, y a Death, que le gustaban los golpes de ese tipo, no supo porqué le molestó tanto la incursión del gato gordo en este embrollo. Afrodita, ¿había podido hacerlo a propósito? Al observar con atención el rostro del muchacho sueco, notando la curvatura de sus labios en una sonrisa de superioridad y la mirada de pestañas largas que le dirigió, pudo creer que existía un pequeño chance, pero sin duda eso significaba que el pez de porquería sabía algo que él no sabía que sabía.

Entonces se preguntó: ¿Era tan podridamente obvio? Estaba seguro que había sido cuidadoso, siempre había molestado a Aioria mucho, mucho, muchísimo más que al resto, claro, pero eso era porque el mocoso y sus ojos intensamente verdes lo irritaban como nadie en todo el puto santuario. ¿Entonces…? ¿Era posible…? ¿Era probable…?

¡¿Él lo sabía?!

...Continuará...

p/p: shura/aioros, # terminado, fanfic: él lo sabía, fandom: saint seiya, p/p: dm/aioria

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