(no subject)

Aug 19, 2008 09:24

Como este y como este, una escena perdida más, reencontrada ahora en el sacrosanto Google Docs, tan poco inspirado como el resto:



Dieciséis años, su trenza alcanza la altura de los omóplatos. Descansa en una de las camillas de recuperación de la enfermería. Los curadores han pronosticado que se despertará en unas horas, pero él, siempre demasiado inquieto para ir al ritmo que marca la normalidad, ha decidido abrir los ojos antes del amanecer. Con la boca pastosa y el cerebro embotado, farfulla algo que se parece a “agha” a la habitación en penumbra que le rodea, buscando con los ojos, con torpeza, alguna sombra viva a su alrededor.

Al oírle hablar, Qui-Gon, sentado en una butaca cercana, se despierta de inmediato, rellena con la jarra un vaso de agua, y sostiene el peso de su espalda con un solo brazo mientras mantiene el vaso suavemente apoyado en sus labios. Le da de beber poco a poco, despacio, y cuando su aprendiz desvía ligeramente la cara, posa el vaso en la mesa y le devuelve con cuidado a la calidez de la almohada.

Las habitaciones de la enfermería son de las pocas zonas del Templo que están no sólo insonorizadas en las paredes exteriores sino también en las que la separan de otras alas del vasto edificio, y en la habitación en que descansa Obi-Wan sólo otro ocupante, a siete camillas de distancia, respira suavemente por la boca, profundamente dormido. Así pues, cuando habla, el silencio que rompe Qui-Gon es uno tan espeso, tan inusual en Coruscant, que sólo se atreve a interrumpirlo en un susurro quedo, casi inaudible, que Obi-Wan escucha más dentro de su mente que por sus oídos.

En respuesta sonríe débilmente, abriendo con el movimiento las heridas agrietadas de sus labios. Su maestro chasquea la lengua cuando ve el resultado y moja en el agua una toallita desinfectada que pasa con delicadeza por las heridas, limpiándolas. No ha terminado de hacerlo cuando nota que Obi-Wan cierra los ojos y exhala un suspiro que derrocha agotamiento. Qui-Gon lanza la toallita a una papelera cercana y se recuesta en la butaca, y observa cómo su aprendiz se sume en un sueño que a través de su enlace percibe menos profundo, pero igual de necesario.

Mientras se duerme, Obi-Wan sigue sonriendo por dentro, sin mover los labios. No le pillan de sorpresa las palabras de su maestro. Suponía inevitable, en caso de sobrevivir, un castigo en forma de trabajo extra. Tampoco le importa. No es malo volver a estar en el Templo, aunque sea para recuperarse, después de tantos meses lejos.

PD. Estoy tan poco acostumbrada a llevar escote que me quedo boba mirándolo. Es tan como desconcentrante. ò.o

mis fics, obi/qui, star wars

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