Oct 24, 2010 10:32
Abandonados a su perra suerte. Ése fue el primer pensamiento que acudió a la cabeza de Sanzo cuando despertó aquella mísera mañana envuelto en la inmundicia que empezaba a sentir dentro de aquella casa. Hacía días que el tan mentado súper debería haber dado señales de vida, pero nadie había aparecido. No habían entregado sus historias, no habían dicho el expulsado. ¡No les había traído comida! Y lo que todavía era peor, ¡no le quedaba ni un maldito cigarrillo!
¿Dónde estaban los responsables? ¿Por qué no hacían algo o se encendía la pantalla del salón para darles algunas noticias? Si estaban abandonados a su suerte, enjaulados quizá como grotesco espectáculo, era posible que fuera estuvieran disfrutando con su cautiverio. ¿Podría ser ese la finalidad de todo? Ser carne para la misma carne, ¡como El Señor de las Moscas! ¿Pronto vería una cabeza de cerdo plagada de insectos? ¿Se matarían unos a otros para sobrevivir?
«¡Si al menos tuviera un jodido pitillo!»
Inquieto se revolvió el pelo. Ya había caído en la desesperanza así que, qué más daba. Pensó en Nozomu. Si ambos estuvieran allí seguro que resultarían una pareja de lo más cómica. Necesitaba encontrar un cigarrillo, por su propio bien, así que empezó a revolver todos los cajones, aun cuando no fuesen suyos. Ya nada le importaba demasiado, convencido como estaba de que iban a caer tarde o temprano en la anarquía.
-¡Vamos, vamos, vamos! -gritaba al tiempo que sacaba prendas y las lanzaba al suelo- ¡¿Por qué no fuma aquí nadie más que Usagi y yo?! ¡Uno aunque sea!