Me acosté a las 11, aprovechando mis dos semanas de vacaciones que comienzan hoy (al fin!). Me desperté a las 3.
Y sólo falta uno^^
-¡Potter! -Draco aporreó por quinta vez la puerta al mismo tiempo que gritaba. Ya se había rendido de tocar como una persona y no recibir respuesta-. ¡Abre la puerta!
Potter debía estar en casa, sabía que era el turno de Draco con el enano, y no se atrevería a hacerlo ir a buscarle a la casa Weasley-que era seguro donde había pasado las navidades. Draco sentía escalofríos sólo de pensar en lo que el pobre animal tuvo que haber soportado, estando una casa hasta el tope con puros pelirrojos.
¿Potter no podía ser un maldito responsable? Se negaba a aparecerse en ese cuchitril al que llamaban La Madriguera. ¿Y qué había con ese nombre? Casi rogaban que los llamaran comadrejas… Se preguntaba si tendrían algún extraño fetiche con esos animales…
Ugh. Mejor olvídalo.
Frunció más el ceño y golpeó la puerta de nuevo.
-¡Si no abres en treinta segundos, Potter, tiraré esta puerta abajo con todas tus débiles protecciones!
Contó mentalmente hasta treinta mientras zapateaba el piso y movía la varita en su mano. Tenía claro cuál hechizo usaría, aunque tuviera que destruir la puerta y parte de la pared. Luego cerró los ojos y se tocó las sienes.
Si hago eso, es seguro que me quita al perro y me meten en Azkaban por atentar contra la vida del Salvador del Mundo Mágico, pensó comenzando a frotarse la cabeza. Lo mejor será, simplemente, eliminar estos remedos de protecciones.
Respirando hondamente, comenzó a mover un diseño con la varita, hasta que la puerta se abrió con un sonoro “click”. Sin perder más el tiempo, empujó la puerta de un golpe y la cerró de un portazo, caminando dentro del lugar.
Potter lo iba a escuchar, y, si estaba aún dormido, iba a divertirse despertándolo. Tal vez pudiera congelarle las cobijas y transformar su cama en un cubo de hielo. O hacerlo soñar estupideces extrañas… Tal vez podía entrar en su cabeza y revisar algunas cosas.
Me pregunto si me mataría si lo despierto quitándole la cobija de golpe y creando un estruendo.
Sin embargo, justo cuando intentaba subir las escaleras y cumplir alguno de sus planes-tal vez le daba tiempo de hacerlos todos-alguien, o más bien algo, lo tiraba de la túnica. Parpadeando un poco, bajó la mirada y, ciertamente, el enano estaba mordiéndole el traje. Se lo quitó de encima con fluidez.
-¿Ocurre algo? -preguntó agachándose y acariciándole el pelaje. El perrito había crecido bastante en las últimas semanas. Ya no le servía el nombre de enano. Imaginaba que podía cambiárselo a gigante.
El perro lo comenzó a tirar de nuevo-esa vez de la manga-y Draco rodó los ojos.
-Está bien, lo que quieras -dijo levantándose y dejándose guiar por el animal-. Genial, ahora no sólo hablo con los perros, sino que también los escucho.
Suspirando y pensando que cada vez estaba más loco, cuestionándose si debía ver a un especialista por eso, se quedó un poco desconcertado cuando se encontró a un Harry Potter tirado boca abajo en el suelo de su sala.
¿Qué diablos?
Después de cerrar la boca-porque la había abierto como un idiota-sacó su varita y miró alrededor. No había nadie cerca y lo mejor era que revisara a Potter por si estaba mal herido. No quería ni pensar que estaba muerto, ¿quién cuidaría al enano ahora?, y quién coños discutiría con él. Además que seguro le echaban la culpa a Draco.
Se arrodilló a su lado y le dio la vuelta para comprobar sus signos vitales, pero lo que vio casi le dan ganas de darle un puñetazo al imbécil.
Potter no estaba muerto, ni siquiera estaba herido-a menos que tuviera un chichón por caer al piso, pero Draco esperaba al menos una contusión. Sólo estaba dormido y babeándose y, por lo que podía oler a esa distancia, estaba bastante embriagado.
Maldito borracho.
Se levantó molesto y le dio una patada para despertarlo. Preocupándolo por na-
¿Preocupándolo?
Por suerte-o por desgracia, dependía de cómo se mirara-Harry decidió ese momento para gruñir y sacarlo de sus extraños, e incongruentes, pensamientos. Al parecer Potter no estaba tan borracho tampoco.
-¿Qué demonios?
-¿Ya despierto, Potter? -preguntó Draco, arrastrando las palabras y mirándolo desde arriba. Se cruzó de brazos para darle más efecto y énfasis a su desagrado-. Yo que tú me comenzaría a preocupar por la cantidad de alcohol que estás consumiendo. No puede ser saludable.
Potter sólo entrecerró los ojos, fulminándolo con la mirada y gruñendo de nuevo cuando intentó moverse.
-¿Tenías que despertarme con una patada?
-Era lo único que quedaba por hacer. No despertabas con nada más -una suave mentira no afectaba nada.
-No te creo.
Draco se encogió de hombros, mostrando su indiferencia, pero Potter lo ignoró y comenzó a levantarse, quejándose durante todo el proceso hasta que cayó como un peso sólido al sofá.
-Creo recordar haberme acostado anoche -dijo pensativo, rascándose la barbilla, que estaba cubierta por una barba incipiente que al menos llevaba un día y que gritaba por un afeitado.
-Potter, con el nivel de alcohol necesario para acabar en el piso y dormir como un lirón -comenzó Draco despejándose la vista al quitarse suavemente el flequillo del rostro-. Yo no confiaría mucho en tu memoria.
Potter sólo lo miró mal. Draco sonrió.
*
Cuando Harry salió del baño-luego de una rigurosa ducha y un buen afeitado-se sentía como un hombre nuevo. Aunque tal vez, sentirse de esa manera, se lo debía a la poción anti-resaca que se había tomado antes de bañarse y no necesariamente al baño en sí, per se.
Lo que sea que fuese, se sentía bastante bien y estaba feliz.
La noche anterior había sido Navidad, y se la había pasado en La Madriguera con su familia adoptiva; los Weasley. Estaba de más decir lo bien que le había ido, tanto, en realidad, que no se había dado cuenta de la cantidad de alcohol que había consumido, porque no recordaba muy bien cómo había llegado a casa.
Encogiéndose de hombros, comenzó a vestirse. Seguro que Malfoy ya se había ido con Eder, y era el turno de Harry de comenzar a arreglar su residencia. Era lo que lo había distraído desde que se había terminado la guerra, dándole algo qué hacer. Estaba convirtiendo a Grimmauld Place en un lugar habitable.
Cuando terminó de vestirse, se miró en el espejo y se intentó peinar el cabello, pero lo dio por imposible a los pocos segundos, así que se dirigió a la puerta e inició su viaje hacia la cocina, bajando las escaleras. Cuando escuchó a Eder ladrar se quedó un poco atónito, y cuando entró a su cocina y vio a Malfoy preparándose un té, se quedó casi en shock.
-¿Qué haces? -preguntó por fin luego de unos minutos de desconcierto donde había perdido la capacidad del habla. Draco sólo se giró lo suficiente para mirarlo por sobre el hombro, arqueando una ceja con burla. Harry frunció el ceño-. Me refiero a qué haces aquí, idiota.
-Decidí que debías prepararme un té -respondió volviendo a su tarea-. Pero como no salías del baño, y no quería revisar si te habías ahogado o no, elegí hacérmelo yo mismo -giró un poco de nuevo-. Como agradecimiento por haberte salvado de un coma etílico, por supuesto.
Harry puso los ojos en blanco y se sentó en la mesa. Se sentía sumamente extraño, Draco preparando el té, él sentado en la mesa y Eder jugando con uno de sus regalos de Navidad. Era casi como un momento hogareño, sólo que no se sentía hogareño en lo absoluto. Harry estaba completamente incómodo, pero al parecer era el único, porque Malfoy seguía haciendo el té como si nada y Eder seguía jugando bastante entusiasmado.
Uf… Mejor comienzo a hablar.
-¿Y cómo pasaste las Navidades?
La pregunta hizo que Draco se girara de golpe y lo viera como si tuviera tres cabezas. Harry sonrió tenuemente, recordando que la última vez que Malfoy había tenido esa expresión para él, era porque lo había invitado a tomar unas copas… El mismo día en que se besaron.
La sonrisa se deslizó de sus labios con rapidez. No había podido dejar de pensar en ese beso desde que había sucedido. En parte esa había sido la razón por la que se había acostado en el sofá esa madrugada en cuanto llegó.
Merlín, qué patético soy.
-¿Para qué quieres saberlo? -la pregunta de Draco, hecha con desconfianza, logró sacar a Harry de sus pensamientos.
Harry se encogió de hombros. No es que quería saber, sólo buscaba algo con qué distraerse para no seguir pensando en el cuadro que estarían haciendo los tres en la cocina. Aunque tal vez sí debía admitir que se sentía un poco-sólo un poquito-curioso.
-Sólo quiero saber. No hay ninguna razón oculta.
Draco lo miró con los ojos entrecerrados, seguro intentando decidir sí era lo suficientemente honesto o no. Harry le dio su mejor mirada de inocencia.
Al final, Malfoy suspiró y comenzó a vaciar la tetera en dos tazas de porcelana.
-La pasé bien, supongo -respondió aún así, agarrando las tazas y dejando una frente a Harry, antes de sentarse en la mesa. Harry miró con sospecha el té, pensando que tal vez podría tener algo-. Igual que casi todas mis anteriores Navidades. Este año la fiesta fue algo menos concurrida, sin embargo. Aunque considerando que bastantes de nuestros invitados están ahora en Azkaban, eso no es extraño -Harry casi dejó caer la taza al suelo ante la confesión de Malfoy.
¿Qué demonios? ¿Desde cuándo Malfoy se sentía cómodo hablando con él sobre eso? Era tan bizarro que lo había dejado sin habla.
-Deja de ver la taza como si tuviera veneno, Potter -la voz arrastrada de Draco lo volvió a sacar de sus ambiguos pensamientos-. Si quisiera matarte no lo haría envenenándote. Hay mejores formas de destruir a alguien… Y siento cierta predilección por los cuchillos.
Harry revisó velozmente las manos de Malfoy para asegurarse que no tuviera ningún objeto punzante. Draco comenzó a reírse.
-Merlín, Potter -dijo entre risas, apoyando la cabeza en su mano-. Hubieras visto tu rostro. No voy a matarte, no te preocupes. Este día es de vacaciones para los malvados e infames, ¿no lo sabías?
-Qué gracioso, Malfoy -gruñó Harry, sintiéndose algo avergonzado. Aunque considerando su historia pasada, no debería hacerlo. Decidiéndose, le dio un sorbo al té de golpe, sorprendiéndose cuando descubrió lo rico que estaba.
Se quedaron callados es un incómodo silencio-si bien, al parecer, sólo incómodo para Harry, porque Malfoy se veía muy contento tomando su té y revisando una revista de Quidditch que Harry tenía en la mesa.
Tal vez cuando me fui a dormir ayer, quedé en un verdadero coma etílico y ahora todo esto es un sueño. Es imposible para mí saber porqué mi mente decidió recrear esta especie de… alucinación, pero es inverosímil que de repente Malfoy y yo nos sentemos a tomar el té juntos-en mi casa-y sin estar discutiendo.
Tal vez debería aprovechar la oportunidad. Malfoy no ha sido ni la mitad de lo desagradable que siempre es.
-Oye, Malfoy -intentó llamar su atención. Draco levantó sus ojos grises hacía él-. ¿Vas a hacer algo hoy?
Hubo una especie de destello que pasó rápidamente por sus ojos, antes de que se entrecerraran y una ceja se arqueara suavemente. Harry bajó la mirada, y, efectivamente, sus labios estaban extendidos en una sonrisa maliciosa. Se preguntó porqué no podía dejar de verlos.
-¿Quieres otra cita?
Eso funcionó para despertarlo del extraño ensueño en el que había estado. Sacudió la cabeza.
-No -dijo llano-. Desde que terminó la guerra he estado-remodelando Grimmauld Place -admitió bebiendo un poco más del té-. Pensé que si no tenías nada que hacer, podrías ayudarme.
La segunda ceja de Draco acompañó a la primera.
-¿Y por qué querría hacerlo?
Harry se encogió de hombros.
-Por si estabas aburrido, no sé -miró a Eder jugando aún-. Eder se ve más feliz de lo que jamás lo he visto -no podía estar seguro que eso fuera cierto, pero se escuchaba bien… Y una pequeña mentirita no le haría mal a nadie-. Le gusta estar con nosotros.
-¿Juntos?
Harry se encogió de hombros de nuevo.
-Potter, búscate otro gesto -le dijo Malfoy levantándose de la mesa, Harry lo vio expectante-. Pero está bien, acepto tú invitación a una segunda cita. Ya se acerca la tercera, Potter. Me pregunto si esta vez sí me besarás.
Harry prefirió no opinar nada al respecto.
Sexta Parte. Parte Final.