Título: El Fénix.
Fanwork: Fic
Autora:
caribelleihTeam: Team!AU
Beta:
a_lunatica TEAM!AU.
Rate: G
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana algún beneficio económico con esta historia.
Nota de la Autora: Puede que haya usado la palabra “publicitar” más de la cuenta y de forma incorrecta.
Firma: TEAM!AU
-Haré lo que sea para que reconsideres mi oferta -dice Draco como una última esperanza.
Potter se gira un poco de donde está limpiando una mesa y lo mira. Draco repite lo que acaba de decir en su mente y luego corrige:
-Casi lo que sea -corrige, y cuando Draco ve a Potter sonreír y negar con la cabeza, frunce el ceño-. Hablo en serio. Aún no entiendo porqué no aceptas mi oferta. Es una muy buena oferta.
Y lo era. Y la volvía mejor con cada día que pasaba en el pequeño café El Fénix. Si Draco fuese Potter, habría aceptado desde el primer momento en el que la había escuchado. De hecho, le habría agradecido a quien sea que se hubiese dignado en ofrecerle ayuda. Y así se lo dice a Potter, mordiendo un croissant.
-Pero yo soy yo y tú eres tú -dice Potter filosóficamente-. Y no me interesa tu primera oferta, ni las siguientes. Mi café está bien como está, no necesita ninguna redecoración o más publicidad.
Potter, jugando sucio, le sirve más café, y Draco no puede hacer otra cosa más que perdonarlo.
Es un muy buen café. Nadie puede juzgarlo.
-Estás cometiendo el peor error de tu vida, Potter -dice Draco, lamiéndose la punta de los dedos y sintiendo remordimientos por lo que su madre pensaría. Pero así de bueno era el croissant.
-Tal vez -dice Potter, encogiéndose de hombros y sentándose en la silla frente a la de Draco. A veces Potter hacia eso, sentarse en la misma mesa que él mientras lo miraba comer. Era un poco raro, pero Draco lo soportaba por los productos horneados que Potter traía consigo en esas ocasiones.
Draco se toma el resto del café apurado, sólo le quedan 5 minutos para que la hora del almuerzo termine. Tiene suerte de que El Fénix abrió justo frente al edificio donde trabaja.
-El croissant con queso crema no está tan mal -le dice a Potter mientras se coloca la chaqueta-. Pero pienso que ganarías mucha más clientela expandiendo el menú de los éclairs.
-Lo tomaré en cuenta, Malfoy -dice Potter mirándolo con una sonrisa.
-Hazlo -dice Draco con un suspiro-. Y no te olvides de llamar si cambias de opinión -recita, como tiene por costumbre desde la primera vez que entró en la pequeña cafetería.
Con eso, y un último asentimiento de cabeza para Potter, sale de El Fénix.
Draco descubrió por primera vez El Fénix hace un par de meses.
Estaba en su oficina, sintiéndose un poco miserable en la vida en general, cuando vio que alguien abajo estaba poniendo sillas y mesas en la acera justo enfrente. No recordaba que hubiese ningún restaurante en ese lugar, sólo podía más o menos recordar un pequeño local con un extraño nombre que parecía una cafetería y a la que nunca había entrado (¿La Órden? O algo así, y había pensado qué estúpido nombre para un lugar así).
No podía ver bien quién estaba colocando las mesas por lo lejos que estaba, pero podía leer las letras que deletreaban el nombre de la cafetería. El Fénix. Otro extraño nombre para un establecimiento donde se comía y no se, digamos, jugaba póker, pero había escuchado peores. Al menos era fácil de recordar.
Y como no tenía nada más que hacer por el momento, y ya se acercaba su hora de almuerzo, decidió visitar.
Era otra cafetería, y la persona detrás de la caja registradora era un hombre con lentes redondo y un cabello que sólo podía describirse como “desastroso”. Tenía, sin embargo, increíble ojos verdes.
-Buenos días -dijo el hombre en cuanto Draco lo alcanzó-. ¿En qué puedo ayudarlo?
-Un latte con leche de soya extra caliente -ordenó Draco, y luego-: También deberías considerar mover un poco las mesas de afuera. Están muy cerca de la entrada y personas discapacitadas, y quiero decir con esto; en sillas de rueda y demás, encontrarán difícil entrar o moverse con libertad.
El hombre parpadeó detrás de sus anteojos.
-De acuerdo -dijo al final, acercándose a la máquina de expresso-. Y quiero decir con esto, gracias por el aporte y me encargaré de mover las mesas inmediatamente. ¿Algo más?
-Podrías agregar uno de estos muffins a mi orden, supongo -dijo Draco, ojeando la vidriera.
-Hecho. ¿Eres alérgico a algo? -preguntó el hombre y Draco negó con la cabeza-. Entonces aquí tienes -dijo, dándole el café-, y dime qué te parece.
Draco lo miró extrañado en ese momento, pensando que tal vez El Fénix no tendría mucho futuro, después de todo, y le dio un sorbo a su café.
Y entendió lo que la gente quería decir cuando hablaban de La Iluminación.
-Oh Dios mío -dijo, bebiendo más-. Esto es. Esto es extraordinario. Es como, es como saborear el mismo maná de la vida. Es -mira al hombre, quien parecía estar aguantando la risa-. ¿Qué le pusiste? ¿Cómo es que sabe tan bien?
-Lo siento -dice, sacando el muffin de la bandeja-, pero es una fórmula secreta.
Draco casi tenía miedo de tocar el muffin.
Al final había decidido sentarse en una mesa y alargar lo más que podía el café y el muffin (que sí, sabía más que delicioso). Era justo cuando se estaba terminando el último sorbo de su café, que una maravillosa idea lo golpeó con fuerza.
-Señor... -dijo, cuando se acercó a pagar.
-Potter. Harry Potter -dijo el hombre, moviendo una mano de un lado a otro-. Y no te preocupes por pagar. Va por la casa.
-Eso no tiene ningún sentido.
-Estoy tratando de conseguir regulares -fue la respuesta de Potter.
Draco se acomodó la corbata.
-¿Ha pensado en contratar una empresa publicitaria? -preguntó con voz de vendedor. Era lo que hacía, después de todo. Y Draco veía todo lo que podía lograr con una cafetería que hacía café tan bueno. Y tal vez, sólo tal vez, si conseguía grandes cambios y mucha ganancia, su padre al fin vería lo que valía.
-Er, no.
-Deberías. Por lo que veo, y por lo que me dijiste, es un lugar nuevo, ¿no es así? -preguntó, y esperó a que Potter asintiera-. Una remodelación. Nueva imagen. Podríamos hacer grandes cambios aquí, lograr mucho más aún. Con la publicidad adecuada, podrías hasta expandirte estatalmente. Mira esto -dijo Draco, alargando las manos y recorriendo el lugar con ellas-. Nadie. Aún. Si aceptas contratarnos, garantizo un lugar lleno todos los días, a cada hora. Vayas, afiches, promotores. Nos encargaríamos de todo. ¿Qué dices?
-Gracias -dijo Potter, alzando las cejas-. Pero no, gracias. Estoy muy bien por ahora. No tengo ninguna necesidad de expandirme “estatalmente”, así que -Potter sonrió ampliamente-. No. Pero gracias por la oferta.
Draco lo miró sin entender por unos momentos.
-No -repitió, un poco confundido.
-No -confirmó Potter.
Draco sintió cómo se le enderezaba la espalda y levantó la quijada. Diciéndole “no”. No lo podía creer. Nadie le había dicho que no nunca. Sacó un billete de su billetera y lo puso en el mesón.
-Potter, si tuvieras algo de instinto de supervivencia, habrías aceptado -dijo Draco, abotonándose la chaqueta-. O acaso no sabes que las empresas pequeñas son las primeras en desaparecer en el campo de batalla contra las franquicias. El fénix tiene el potencial para ser mucho más, y lo único que harás si no aceptas será desperdiciarlo. Starbucks no tiene piedad.
-Escucha -dijo Potter, frotándose la frente-. Aprecio el interés por El Fénix. Lo hago. Pero ahora sólo quiero encargarme de encontrar regulares, no de expandirme. Estoy bien como estoy. Por el momento no estoy interesado en contratar a nadie para hacerme publicidad.
Draco sacó una tarjeta de su bolsillo y la deja caer en las manos de Potter. No piensa humillarse más, pero no puede evitar decir:
-Llámame si cambias de opinión.
Y salió de El Fénix sin mirar atrás y sin ningún interés en regresar.
Pero, por supuesto, regresó. Porque el café es realmente bueno.
Potter nunca lo llama, sin embargo. Y Draco debe admitir que le va bastante bien por sí solo, así que no es que lo necesite. Igual, no es que últimamente tenga mucho tiempo para un nuevo contrato, no con todo el trabajo que le ha llegado sin previo aviso.
Draco supone que es una nueva forma que su padre tiene para ponerlo a prueba. Pero eso está bien (más que bien, de hecho) porque Draco va a pasar todas sus pruebas con medallas, si es necesario. Toda su vida, desde que puede recordarlo, ha querido ser como su padre. Claro que, luego de una turbulenta adolescencia y el descubrimiento de su homosexualidad, ese deseo se ha ido modificando hasta que se convirtió en “quiero que mi padre esté orgulloso de mí”. Y Draco piensa que, en serio, qué hijo no quiere eso cuando tiene un padre exitoso.
Puede que desde que comenzó a trabajar para la empresa de su padre, una empresa encargada de contratos publicitarios, no ha logrado brillar por sí solo. Pero Draco aprecia que su padre no haya tratado de ayudarlo con su cargo de CEO. Lo que menos desea es que la gente deje de respetarlo porque sólo es el hijo del jefe.
Draco quiere llegar lejos por su propia cuenta, no con ayuda de su padre. Y lo logrará. Y si para eso tiene que quedarse trabajando hasta las 8 de la noche todos los días, eso hará.
No es que Draco viva en su oficina. No lo es. Los Malfoys siempre se han sentido orgullos de decir que tienen una muy buena y amplia vida social. Pero en las últimas semanas, y con tantos trabajos, se la ha pasado más tiempo de lo normal en el trabajo. A Draco no le importa, no cuando casi puede saborear el éxito.
De cualquier forma, Draco ha tomado por costumbre visitar El Fénix al menos dos veces al día: antes de entrar al trabajo y en la hora del almuerzo. Y, desde hace dos semanas, antes de ir a casa.
-Me niego a servirte café a esta hora, Malfoy -dice Potter en cuando Draco entra al local.
-Es una pena, entonces, que debas servir lo que el cliente decida que le sirvas y no lo que tú decidas servirle -dice Draco, dejándose caer en una de las sillas cerca de Potter.
-¿Largo día? -pregunta Potter desde la máquina de expresso. Potter también suele preguntarle estas cosas cuando tiene tiempo y no hay tantos clientes pidiendo café.
-Eterno -responde Draco y agarra la taza de cerámica en cuanto Potter la deja en la mesa. Da un gran sorbo, que casi escupe de vuelta cuando se da cuenta de que no es café-. ¿Qué es esto? Agh.
-Té -dice Potter-. Seguro habrás escuchado hablar de él, considerando que vivimos en Inglaterra y todo.
-Potter, te odio -dice Draco, bebiendo un poco más. No sabe feo, pero. No es café-. ¿Has pensado sobre mi propuesta?
-No -dice Potter y Draco deja morir el tema porque no tiene las suficientes energías para su habitual sermón-. ¿Qué piensas de la crema de mantequilla de maní?
-Deliciosa en pasteles y galletas.
-¿Crema de turrón?
-También -dice Draco-. ¿Cuál es el postre del día?
-Brownies.
-Quiero -dice Draco-. Y también tráeme algo de torta de chocolate -Draco debería estar más preocupado por la cantidad de calorías que consumía al día, pero tampoco tiene la energía para hacerlo. Sólo trata los fines de semanas de pasar más tiempo en el gimnasio, porque tampoco está bien eso de abandonar la figura.
Lleva la mitad del té terminada cuando Potter aparece con su pedido y se sienta frente a él, como tiene por costumbre.
-¿No has pensado en invertir en menús? -pregunta Draco, picando un poco de brownie-. En cada mesa, y tal vez contratar a alguien más que a, cómo se llama.
-Denny.
-Ése -dice Draco masticando-. Harías más ganancia si ahorras el tiempo que la gente pierde al levantarse para pedir.
-Lo pensaré -dice Potter, como siempre.
-Nunca me has dicho porqué la resistencia en actualizar este lugar, Potter. Ni te imaginas la cantidad de gente que atraerías con conexión wi-fi gratis.
No es hasta que Draco se está comiendo la última migaja de chocolate que se da cuenta de que Potter aún no le ha respondido. Levanta la mirada.
-¿Potter? -pregunta.
-Este lugar era de mis padres -le dice de repente y Draco lo mira, sorprendido-. Se llamaba La Órden y... y existe desde que puedo recordarlo. Mis padres -Potter se quita los lentes y se los limpia en el delantal verde con el logo de la cafetería, antes de devolverle la mirada-. Mis padres murieron cuando era pequeño, y no pude encargarme de él hasta hace poco, luego de terminar mis estudios y...
Potter se calla y Draco decide esperarlo.
-Cuando lo abrí, pensé, no puede llamarse La Órden de nuevo, porque está... Esto es estúpido, pero pensé, está volviendo a nacer, ¿sí? -dice Potter, con ojos brillantes y Draco no puede hacer nada más que asentir-. Así que decidí cambiarle el nombre, a El Fénix. Pero cuando lo estaba remodelando pensé, quiero que sea el mismo lugar que mis padres tenían. Quiero mantenerlo así, como un recuerdo.
Potter guarda silencio de nuevo y Draco tiene unas terribles ganas de agarrarle la mano y apretar. Por suerte, puede controlarse.
-Así que, he tratado de no cambiarlo demasiado -finaliza-. No es que esté en contra de los cambios, Malfoy. Draco -se corrige, sonriendo un poco-. Y estoy seguro de que tendré que actualizar, como tú dices, este lugar más temprano que tarde. Pero por ahora, quisiera conservarlo así. Por un poco más de tiempo.
-Potter -dice Draco, sintiendo un nudo en la garganta-. Potter, estoy seguro de que la conexión wi-fi puede esperar.
Luego de eso Draco decide tratar de no recordarle a Potter que puede llamar si cambia de idea. Está seguro que Potter no lo ha olvidado y considerando todo el dinero que Draco ha gastado en su pequeño café, lo menos que espera es que Potter lo reembolse contratándolo.
Por lo que es una sorpresa cuando Draco entra una noche luego de un largo día de trabajo y presentaciones y reuniones, y se encuentra a Potter hablando con un hombre en traje. Sólo hay otra persona comiéndose un pastel de melaza, de resto, el lugar está vacío.
Draco trata de pasar desapercibido, primero sentándose en una de las mesas cerca de la máquina de expresso (como siempre) y tratando, disimuladamente, de escuchar lo que están hablando. Sólo logra escuchar palabras como “remodelación”, “dinero” y, más horriblemente “publicidad”. Basta decir que Draco no está muy feliz.
Cuando el hombre de traje se va, Potter se gira inmediatamente hacia Draco y le dirige una sonrisa. Draco frunce el ceño.
-Así que -dice Draco con voz arrastrada-, al final cambiaste de idea.
-¿Disculpa? -dice Potter..
-Sobre publicitar más el lugar -dice Draco, limpiándose polvo invisible de la manga-, debo admitir, pensé que yo iba a ser a quien ibas a ir por ayuda, pero supongo que los negocios son los negocios.
-No sé de qué estás hablando.
-Potter, no te hagas el tonto -replica Draco levantándose de la silla-. Si no me querías a mí para publicitar tu estúpida cafetería, sólo tenías que decírmelo. No era necesario convencerme con cuentos sobre cuán importante era El Fénix para tus padres.
Potter palidece y Draco tiene un segundo, tal vez, de comprender lo que acaba de decir, y trata de abrir la boca para decir que lo siente, pero Potter habla primero, el color regresándole a la cara con violencia.
-¿Es eso lo que crees? ¿Qué te dije puros cuentos sobre mis padres? ¿Sobre este lugar? Malfoy, no eres tan importante como para mentirte con eso sólo para que dejaras de pedirme que cambiara este lugar. No te hagas ilusiones.
Draco piensa, ausentemente, que se lo merecía. Pero Potter no tenía que ser tan jodidamente cruel.
-Vete al infierno -dice, porque está dolido. Porque es un estúpido. Porque a Draco le importa... importaba, lo que Potter pensaba de él. Porque había sentido que había algo entre ellos, algo que Potter no tenía derecho a humillar.
Agarra la chaqueta de la silla y está listo para largarse de allí y no volver nunca, cuando Potter lo agarra del brazo.
-Espera, Draco -dice, dándole la vuelta. Y Draco piensa que Potter es más fuerte de lo que parece. Seguro es por estar amasando todo el día-. Lo siento. No quería decir lo que dije.
-Potter, no te engañes, por supuesto que querías -dice Draco soltándose-. Siento lo que dije de tus padres -dice igual, porque se niega a que Potter sea el más maduro de los dos.
-Tal vez, pero -dice Potter, mirándolo con algo parecido a la miseria, y Draco se queda escuchándolo, porque es así de estúpido-, pero Draco, esa persona sólo vino a decirme lo que tu me dijiste hace dos meses. Y mi respuesta fue la misma para él que para ti.
Draco desvía la mirada.
-¿Dijiste que no?
-Dije que no. Y ni siquiera acepté su tarjeta.
Es patético, piensa Draco, que algo tan mísero lo haga querer sonreír. Como puede lo evita.
-¿Sigo siendo el primero en tu lista para cuando quieras... actualizarte? -pregunta Draco.
-Draco -dice Potter acercándose a él y agarrándole una mano-. Siempre serás el primero en mi lista.
Draco no puede evitar sonreír con eso.
-Draco -dice Harry. Potter-. ¿Quieres tomar café? ¿En mi casa?
Pudo haber sido una mejor frase, considerando. Pero Draco le da puntos por esfuerzo y porque aún no quiere pensar en el día en que diga que no a un café de Potter.
-Lo pensaré, Potter -dice, repitiendo la frase de Potter.
Y Harry se ríe antes de besarlo.
Fin.