Título: Buscando Mi Pulso.
Fanwork: Fic
Autora:
caribelleihTeam: Team!AU
Beta:
a-lunaticaRate: G
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana algún beneficio económico con esta historia.
Notas de Autor: Hahaha por mucho tiempo pensé que me tocaba actualizar el 8 y no el 7. Debo agradecer a mi paranoia que me hizo buscar la fecha de verdad. El título viene, más o menos, de una canción de Alix Olson.
PARTE UNO.
(O Cómo Draco necesita más horas de sueño.)
La máquina de café no es que hace un café gourmet, ni siquiera puede catalogarse como ‘aceptable’, pero luego de diecinueve horas seguidas trabajando, a Draco el expresso le parece el mismo maná de la vida.
Toma un sorbo con la desesperación de alguien a quien se le ha negado su dosis de cafeína por una semana, y luego piensa que esa analogía no está tan alejada de la realidad, considerando que una hora en el turno de noche en un hospital, valen al menos por tres horas de día. Sobre todo si se toma en cuenta de que está allí desde el mediodía porque su turno es el de día, demonios.
-Base -dice una voz a sus espaldas, y Draco se voltea lentamente para encontrar a Cho mirando algo en su cara.
-Altura -dice Draco.
-Muy gracioso -Cho se acerca a la máquina, mete el dinero por la abertura y presiona el botón de expresso con una energía envidiable-. Me refiero a que para ocultar esos moretones bajo tus ojos, necesitas algo de corrector y base.
-Y los usaría, por supuesto -dice Draco alzando una ceja-. Si fuera mujer.
-Oh, por favor -responde Cho bebiendo su recién hecho café con una expresión de placer que le hace pensar a Draco que no es el único que ha trabajado doble turno ese día-, no me digas que eres uno de esos tipos que temen usar maquillaje porque piensa que amenaza su masculinidad.
Draco sonríe un poco sin poder evitarlo, y se sienta en una de las mesas donde está el resto de su almuerzo (ensalada césar y de postre un budín).
-No uso maquillaje de mujer, porque nunca me ha interesado utilizar maquillaje de mujer.
Cho lo sigue a la mesa y se deja caer en una de las sillas.
-Lo digo porque las ojeras van a envolver todo tu rostro, como sigas -dice con un suspiro.
-Mira quién habla.
-Disculpa, pero a diferencia, yo sí uso maquillaje -dice con una sonrisa.
Draco rueda los ojos y termina su ensalada, dejando a un lado el envase de plástico para abrir el budín, goloso.
-Pero hablo en serio -dice Cho con un todo más grave, y Draco levanta la vista algo sorprendido-. En los últimos meses cada vez que llego te veo aquí, y cada vez que me voy aún no te has ido. Eres una especie de doctor adicto al trabajo que prefiere tomar siestas de 2 horas en la sala de descanso que irse a dormir a su casa durante toda la noche. Creo que no conoces la palabra ‘descanso’ ni aunque te hiciera un baile exótico encima, y tus manos tiemblan tanto por la ingesta de cafeína que me sorprende que la cucharilla con la que estás zampándote ese budín no se te haya clavado en el ojo. Estoy segura de que no tienes vida social. Estoy más segura aún de que no has tenido una cita en años, y nunca me haces caso cuando te digo que Hermione te puede ayudar en eso.
Draco frunce el ceño, sin saber con qué sentirse más ofendido, si por los insultos o por mencionar que se está comiendo su postre con algo menos que los mejores modales que su madre le inculcó desde pequeño. Tiene hambre, de acuerdo, pero suponer que está “zampándose” algo es una vulgar exageración.
-No soy un adicto al trabajo -dice por fin. Lo cual es cierto-. Y no me interesa salir con nadie.
-Claro -dice Cho con una expresión que dice que piensa todo lo contrario-. Por eso es que no te has ido a dormir a tu casa por, ¿cuántas? ¿Veinte horas?
-Diecinueve -dice frotándose los ojos. Si tuviera más energía, se sentiría mucho más inquietado de la mucha atención que Cho Chang le dedica. No hay nada peor como decirle que no a una compañera de trabajo.
-Lo digo en serio -dice Cho levantándose y apretándole un brazo cuando pasa a su lado-. Deberías tomártelo con más calma.
Draco le quiere decir que no puede. Que lo único que lo separa de una oficina y el nuevo título de Jefe de Residentes son unos cuantos pacientes más. Que debe tratarlos. Que debe hacer todo lo posible para que el Director del piso se dé cuenta de que él, Draco, quedaría mucho mejor para el puesto que el estúpido imbécil de Cormac McLaggen.
Lo peor de todo, es que la estrategia de McLaggen es la que parece estar dando mejor resultado, ya que su estrategia es besarle el culo a Snape.
(Draco ignora la parte en la que él hubiese estado haciendo eso si no hubiese sido porque el estúpido imbécil de McLaggen se le hubiese adelantado.)
Pero no puede. Y de todas formas, es muy tarde. Cho ya está cerrando la puerta de la cafetería.
-McLaggen, Malfoy. Necesito hablar con ustedes.
Snape se da la vuelta bruscamente y su bata blanca ondea con la inercia. Draco nunca va a dejar de sentirse intimidado con ese movimiento. Algún día, Draco quiere ser como Snape.
Un atractivo Snape.
McLaggen lo mira con una sonrisa que le dan ganas a Draco de partirle la cara y sigue a Snape. Draco deja la carpeta que leía en el mostrador y los sigue con un mal presentimiento.
-McLaggen, ¿cuántas horas lleva en el hospital? -pregunta Snape cuando los considera suficientemente lejos de los enfermeros. Draco admira eso; los enfermeros son unos de los individuos más chismosos de un hospital. Algo que sabe un enfermero, lo sabe todo el mundo.
-Dieciocho, señor.
-De acuerdo, de por terminado su turno -dice Snape con un gesto en la mano que McLaggen toma por un ‘y ahora vete, ya terminé contigo’, le dirige una última sonrisa de superioridad a Draco antes de irse.
-Malfoy, ¿cuántas horas lleva? -pregunta Snape, mirándolo con un rostro sin expresiones y, bizarramente, Draco piensa Snape debe ser tremendo jugador de póker.
-Un par más, señor.
Snape entrecierra los ojos, estudiándolo, y Draco trata de devolverle la mirada lo mejor que puede. Por alguna razón siente que lo que está pasando justo en ese momento decidirá si Snape lo vuelve el nuevo jefe o no.
-Señor Malfoy, mi tiempo es sumamente importante. Considere que cada hora de mi tiempo es una vida salvada. Y como sabe, una vida no tiene precio, por lo que mi tiempo tampoco -dice Snape arrastrando las palabras-. Por eso, no puedo perderlo en falsa humildad. ¿Cuánto tiempo lleva en el hospital?
Draco siente enrojecer las puntas de sus orejas.
-Veintiuna -dice, carraspea-. Señor.
-Muy bien -dice Snape-. ¿Sabe qué lo diferencia de McLaggen?
¿El cabello?
-No, señor.
-Que al menos usted trató más pacientes. Felicitaciones, señor Malfoy. Es el nuevo Jefe de Residentes. Le diría que bien hecho, pero siento que no sabe a lo que se enfrenta. Ahora váyase a su casa, no necesito que mi nuevo Jefe se caiga desmayado por ahí.
Con eso dicho, le da un asentimiento con la cabeza, claramente a forma de despedida, y se da la vuelta con la bata ondeando.
Draco no sabe si lo primero que piensa es ¡Gané! o ¡Soy el nuevo Jefe de Residente!, pero lo que sí sabe, es que por fin puede irse a dormir en una cama donde sus pies no salen colgando de lo pequeña que es.
Una hora más tarde, Draco recuerda porqué conducir tan cansado es mala idea.
PARTE DOS:
Tres Meses Después.
-... se encuentra ubicada en una de las mejores zonas de Londres, es amplia y cuenta con tres habitaciones. Los anteriores dueños convirtieron la más pequeña en una oficina con un hermoso escritorio...
Harry se mete las manos en los bolsillos y mira el apartamento lo más práctico posible. Hay un montón de estatuas hindúes, o por lo menos él cree que son hindúes porque hay muchos Budas. Algunos están delgados, sin embargo, así que tal vez no son Budas. No hay un sofá y las mesas le llegan a mitad de la pantorrilla, ni siquiera quiere pensar cómo le haría para comer allí.
Harry no sabe cuál es el estilo que escogió el decorador, pero está seguro que no es el “hogareño”.
-No hay sofá -le dice a Lavender.
-y los arcos de las ventanas... ¿Qué? -se interrumpe Lavender y lo mira.
-Dije que no hay sofá.
-Harry -implora Lavender-. Esta es el tercer apartamento que vemos. El primero lo descartaste porque no te gustan los pisos bajos, el segundo porque pensaste que la habitación era demasiado grande. No puedes rechazar este porque no tiene sofá.
-De hecho, sí puedo -dice Harry con un intento de sonrisa-. Quiero un piso hogareño. Eso fue lo que te pedí. Uno con, no sé, colores cálidos y tal vez una chimenea. Eso es hogareño. Esto -dice alargando un brazo y recorriendo la habitación con las estatuas que tal vez no son Budas con la mano-, no es hogareño.
Lavender hace un gesto con el rostro y suspira.
-De acuerdo, Harry. De acuerdo. ¿Qué tal si vemos el próximo?
Lo primero que Harry piensa del siguiente lugar es que le gusta el edificio. Se ve aproximable. Como un edificio que hubiesen escogido él y...
Se aleja de ese pensamiento inmediatamente, y abre la puerta para que Lavender pase.
En cuanto entran al piso, Lavender comienza a narrar las bondades del lugar y Harry la ignora, haciendo su propio inventario.
Es amplio, es lo primero que nota, y las paredes tienen un color crema-rosa-marrón que es bonito. El sofá es de cuero marrón y combina con las cortinas. Hay muebles de madera sólida de color vino y cuadros y demás decoraciones colgando de la pared.
Hay una chimenea.
Es cálido. Es hogareño.
-Me gusta -dice en voz alta, cuando entra a la habitación y descubre tres ventanales detrás de la cama. Le gustaría despertarse allí con la luz del sol en las mañanas. Cuando hay sol. Lavender se calla de pronto y Harry se da cuenta por la ausencia del ruido de fondo, que lo había seguido hasta allí.
-¿Te gusta? -pregunta con algo parecido a la esperanza.
Harry asiente y se devuelve, porque vio unas escaleras y quiere saber a dónde llevan. Cuando las sube, encuentra una azotea y una vista hermosa de la ciudad. Harry no sabía que Londres podría verse así. Donde vivía con..., con Ginny, no iba a romperlo recordarla, demonios. Donde vivía con Ginny no había mucha vista, porque habían decidido quedarse cerca de la casa de sus padres, y él había estado bien con eso.
Pero esta vista.
-Es hermoso -dice Lavender a sus espaldas-. Y es bastante económico, para tener azotea propia.
-Lo quiero -dice simplemente Harry.
Harry no planea salir mucho de su apartamento por las próximas semanas.
Lo único que tiene planeado, de hecho, es ver televisión y beber cerveza. Tal vez bañarse uno que otro día. No tiene ganas de cocinar, así que pedirá su comida del menú de comida rápida que Ron y él usaban en la universidad y que Ron había guardado en un extraño arranque de nostalgia.
Pero eso es luego. Los primeros días, lo único que hace Harry es dormir.
Por lo que no sé da cuenta de que hay algo extraño hasta el tercer día, cuando se despierta.
Son las tres de la tarde, porque ¿por qué no? No es que tenga asuntos fundamentales de los que debía encargarse, ya que hasta donde él sabía, beber la cerveza que quedaba en su nevera no se consideraba como importante.
Cuando sus pies tocan el piso helado, no piensa nada al respecto. Cuando varias puertas de la casa se cierran de golpe y al mismo tiempo mientras se prepara unas tostadas, piensa que debió haber sido una ráfaga de viento muy fuerte. Cuando siente los pelitos de la nuca erizados diversas veces durante el día piensa que es un viento muy persistente.
Comienza a pensar que algo está pasando en el apartamento, cuando pasa el asunto de las botellas.
Eran las dos de la mañana, y Harry tiene los pies sobre la mesa de la sala mientras ve Dr. Who. Una botella de cerveza se encuentra al lado de sus pies y, cada dos minutos más o menos, Harry estira la mano para tomarla. Es una ciencia que ha probado y demostrado, el perfecto movimiento de su brazo para alcanzar la botella utilizando la menor energía posible. Por lo que es raro cuando alarga la mano y no encuentra la botella. La tercera vez que pasa, piensa que tal vez ha bebido demasiado, porque la botella se encuentra al menos diez centímetros más lejos de donde puede jurar que la dejó.
Harry se da cuenta que pasa una cuarta vez porque la botella se parte al chocar contra el suelo.
Es en ese momento cuando decide que ya es hora de dormir.
Sin embargo, sólo lleva veinte minutos durmiendo cuando algo lo despierta. No puede definir exactamente qué fue lo que lo despertó, pero ya que lo está, su vejiga le recuerda toda la cerveza que bebió. Echa las sábanas a un lado para ir al baño, pero algo en la comisura de sus ojos hace que se detenga en seco, su estómago se hela.
Mira hacia la puerta y no ve nada, pero podría haber jurado... Por un segundo había visto a alguien de pie bajo el marco, alguien vestido de negro con el cabello rubio, mirándolo.
Sacude la cabeza, riéndose de sí mismo y su imaginación. Y va al baño.
Está lavándose las manos cuando lo ve de nuevo, reflejado en espejo y Harry grita un “¡Mierda!” y se voltea con tanta velocidad que casi se resbala en el piso. No ve a nadie tras suyo, y su corazón late tan fuerte que comienza a pensar que va a saltar de su pecho y caer sobre el porcelanato.
Ahí es cuando Harry se pregunta si beber cerveza por largos períodos de tiempo aumenta la imaginación y paranoia.
Después de eso, Harry está pendiente de cualquier ligero cambio que ocurre en el apartamento y que había ignorado hasta ahora. Cómo algunas veces los cuadros se sacuden en los pasillos, cómo las cervezas se caen al suelo si las deja mucho tiempo sobre la mesa, el borrón detrás de él en todos los espejos de la casa.
Trata de buscar causas lógicas a todo lo que ocurre. Temblores, el viento, el consumo en exceso de alcohol. Harry nunca ha sido muy creyente de lo sobrenatural, pero tampoco puede decir que no cree. Tal vez se trata de un fantasma, piensa, y luego se ríe de lo ridículo que suena la idea y de lo que Hermione pensaría si se la dijera.
Hermione le diría que es su imaginación jugándole trucos. O tal vez le diría que es su mente tratando de aceptar las pérdidas que ha tenido su vida en forma de un rubio malhumorado y diciéndole que necesita terapia.
Vuelve a ver el fantasma al día siguiente.
Está tratando de dejar la cerveza, porque aún no rechaza que todo es su culpa, cuando alguien grita:
-¡Eres un DESASTRE!
Y Harry salta al menos dos metros del susto. Se gira blandiendo el cuchillo con el que había estado esparciendo la mantequilla en su tostada y se encuentra al rubio que ha visto siendo bastante sólido frente a él.
Por un momento agradece que no está perdiendo la mente.
Por el siguiente piensa ¿cómo coños entró?
-¿Qué demonios? -dice, sin bajar el cuchillo.
-Si estás metiéndote en mi casa a escondidas, ¡lo menos que puedes hacer es limpiar tus cochinadas!
Diciendo eso, el fantasma (y Harry debería dejar de llamarlo así), recorre la cocina con la mirada con un gesto mitad dolor mitad furia, y hace un sonido que sólo puede definirse como ‘frustrado’.
-¿Qué demonios? -repite Harry.
-¿Alguna vez has ESCUCHADO hablar de porta-vasos?
-¿Cómo entraste? -pregunta Harry saliendo de su estupor y pensando que tal vez debería buscar un cuchillo menos inofensivo, porque delante de él tenía a un demente que probablemente era bastante peligroso.
El demente en ese momento veía con tal ira la cantidad de platos que Harry aún no había lavado, que Harry dio un paso atrás.
-¿Cómo entré? -pregunta el demente, mirándolo con la misma rabia. De hecho, con más rabia-. ¿Como entré? ¡Esta es mi casa!
-No, no lo es -dice Harry.
-Yo... -el loco esconde la cara en sus manos, y Harry no puede evitar pensar que tiene el cabello muy rubio. Y luego piensa, ¿qué? -. No sé si esto se trata de un ataque psicótico -le dice a Harry, lo que es bastante irónico, dadas las circunstancias-, pero no es gracioso. Esta es mi casa, y quiero que te vayas antes de que llame a la policía.
Harry frunce el ceño, y la estupefacción que lo había invadido hasta ese momento comienza a dar paso hacia un sentimiento más común: ira.
-Es mi casa, yo la alquilé
-Yo la alquilé -refuta el loco, levantando la cabeza de nuevo.
Todo comienza a calzar dentro de la mente de Harry, y de repente todo el asunto tiene mucho más sentido. Tanto, que Harry siente algo parecido al alivio. Baja el cuchillo por primera vez, y trata de ofrecerle una sonrisa al hombre, pero sólo consigue que frunza más el ceño.
-Se trata de una estafa -dice.
-¿Qué? -Harry nota que el tipo tiene una quijada muy puntiaguda.
-Quien nos alquiló el apartamento -explica con calma, mucho más relajado ahora que sabe que no tiene a alguien desequilibrado en su apartamento a quien debe inmovilizar-, nos estafó. Ambos pagamos el depósito, y quién sabe cuánta gente más, cuando sólo hay un apartamento. ¿Quién sabe dónde estará nuestro dinero en este momento?
El hombre lo mira unos momentos en silencio, luego da un paso atrás y niega con la cabeza.
-No, no entiendes -dice, y hay algo con la luz que atraviesa la ventana y choca con él que lo hace ver casi etéreo-. Este es mi apartamento. Estas son todas mis cosas. Esa es mi máquina de café y esos son mis jodidos platos. Vivo aquí hace... Hace -frunce el ceño, recordando-, hace bastante. Y ahora llamaré a la policía y les pediré que te lleven lejos.
Y Harry le hubiese dicho algo, en serio. Le hubiese dicho que él era quien debía ser llevado preso. Pero cuando el hombre vestido de negro le dio la espalda, desapareció.
Ron levanta la botella de cerveza de la mesa y da tres largos sorbos. Harry guarda silencio y espera.
No tiene que esperar mucho.
-Déjame entenderlo bien -comienza Ron, limpiándose la boca con el dorso de la mano-. Me estás diciendo, que rentaste una casa embrujada. Y que el fantasma que embruja tu casa se te ha aparecido varias veces.
Harry suspira.
-Sé cómo suena.
-No, compañero, creo que no -dice Ron mirándolo con las cejas levantadas-. Esto explica porqué no querías que Hermione viniera.
-Lo he visto -dice Harry con firmeza-. Me ha hablado.
-Hombre, Harry -dice Ron, y lo mira con una expresión preocupada-. ¿Estás seguro que no se trata de, no sé, pesadillas? ¿Has estado durmiendo bien? Tal vez todo esto de Ginny...
-No -lo interrumpe Harry, con más fuerza de la que necesitaba. Pero Ginny. Ginny no estaba abierta a discusión-. Esto no tiene nada que ver con ella, Ron. Esto no tiene nada que ver con nadie, excepto con un cazafantasma. O lo que sea que necesite para deshacerme de él.
-Caza... Harry -dice Ron, abriendo los ojos de par en par-. Tal vez fue muy pronto para irte a vivir solo.
-No es eso.
-Sólo puedo pensar en lo que Hermione diría, y sería algo como que el fantasma que piensas que ves es sólo una forma en la que tu mente está tratando de decirte algo. Tal vez que vives muy solo y no estás listo, que necesitas la compañía de alguien y que...
-No es un amigo imaginario -dice Harry tapándose los ojos y contando hasta diez. Está bien, qué esperaba. Nadie iba a creerle si comenzaba a hablar de fantasmas, ni siquiera Ron-. Estoy seguro que ningún amigo que llegara a imaginarme podría llegar a ser tan rudo.
-Tal vez es internamente necesitas a alguien rudo.
-Oh Dios Mío, Ron -dice Harry mirándolo con incredulidad.
Ron hace un gesto de disculpa con la cara.
-Creo que he visto mucho Dr. Phil.
Ambos se quedan callados hasta que el silencio se vuelve algo incómodo.
-Pero, Harry -dice al final Ron, mirándolo con seriedad-. Sabes que nuestra casa siempre estará allí para ti, ¿verdad?
Harry piensa en los últimos dos meses. En cómo tendía a esconderse cada vez que alguien de la familia Wesley iba de visita. En cómo veía a Ron irse todos los domingos a cenar a casa de sus padres y Harry se quedaba en su cuarto, porque no podía imaginarse lo que era estar en una mesa con todos ellos y Ginny en frente, mirándola como si nada hubiese pasado. Como si pudiesen volver a atrás.
Piensa en las primeras semanas donde lo único que quería hacer era recuperar a Ginny. En la noche donde al fin aceptó que jamás podría hacerlo, y Ron tuvo que escucharlo hablar sobre cómo la odiaba, cómo la odiaba porque él no era suficiente para ella.
Y al final, cuando apenas podía levantarse del sofá y miró a Ron y dijo que, en serio, todo era mentira. Que jamás podría odiarla. Que siempre iba a amarla.
Le sonríe a Ron.
-Lo sé.
Si Ron no va a ayudarlo, tiene que hacerlo solo.
Harry abre la puerta de la librería y es atacado inmediatamente por un humo que lo hace toser.
-Oh, lo siento -dice una voz frente suyo, y Harry trata de ver sobre las lágrimas en sus ojos (¿Qué demonios es ese humo? Olía terrible) y ve una mujer rubia con unas berenjenas gigantes como zarcillos-. No te vi entrar.
-¿Qué es eso? -croó Harry, señalando con una mano el incensario que aún balanceaba la mujer.
-Incienso -dijo sin rastro de sarcasmo-. Estoy limpiando mi tienda.
-¿Con incienso?
-La estoy limpiando de espíritus malignos.
-Ah.
La mujer deja el incensario a un lado y le dirige una sonrisa.
-¿Puedo ayudarte en algo? -le pregunta, y Harry nota que sus zarcillos van de la mano con su collar.
Se pasa una mano por el cabello y mira alrededor. Estanterías con libros y accesorios míticos componen la tienda, pero Harry escogió este lugar porque no vio ninguna bola de cristal en la vitrina. No está muy seguro porqué, pero piensa que una tienda con bolas mágicas son una patraña y lo que busca es algo más serio.
Aunque, ¿cuán serio puede ser cuando lo que quieres preguntar es sobre el exorcismo de fantasmas?
-Eh, sí -dice Harry al fin-. Quería saber qué puede hacerse cuando quieres echar a un fantasma de tu casa.
La mujer lo mira con una expresión curiosa y Harry comienza a pensar que no parpadea mucho.
-Soy Luna -dice, extendiendo la mano y Harry la estrecha un poco incómodo.
-Harry -responde.
-Harry -dice ella, y se echa el cabello largo por sobre el hombro-, ¿por qué quieres deshacerte de tu fantasma?
Harry la mira descolocado.
-Porque -guarda silencio un momento-, es un fantasma.
-¿Es un fantasma negativo? -pregunta ella.
-¿Negativo?
-Sí, otras personas los llaman espíritus malignos. Pero pienso que es una definición incorrecta. Prefiero llamarlos espíritus negativos, que no quieren ir a casa -explica Luna con una sonrisa-. ¿Te causa problemas? ¿Tira cosas, destruye objetos? ¿Te has sentido mal últimamente? ¿Cansado? ¿Te cuesta levantarte en las mañanas?
Luna comienza a caminar hacia unos libros al final de la tienda y Harry, por falta de ideas, la sigue.
-No. Lo único que ha hecho es tirarme botellas de cerveza de la mesa.
-¿Te las tira a ti?
-No, al suelo.
Luna saca un libro y se lo da.
-Entonces no se trata de un espíritu negativo. Ellos suelen lastimar a sus compañeros de cuarto.
Harry la mira incrédulo. Luego se da cuenta que Luna le está extendiendo el libro, y Harry lo toma, de nuevo, por falta de mejores ideas.
-No creo que sea necesario echarlo -le dice con una sonrisa-. Lo único que necesitas es saber porqué sigue en este mundo y ayudarlo a cruzar.
Así que ahora está solo.
Harry abre la puerta del apartamento y se encuentra al fantasma de pie frente a él.
De acuerdo, tal vez no tan solo.
-¿Otra vez aquí? Pensé que te habías ido al fin -dice el hombre, cruzándose de brazos y fulminándolo con la mirada.
Harry cierra la puerta detrás de él con calma y se pregunta si todo no es más que un ataque psicótico de su parte y lo que ocurre es que lentamente se está volviendo loco. Pero no, una vez leyó (bueno, tal vez) que los locos nunca pensaban que estaban volviéndose locos. Por lo que, al ahora pensar en que podría estar volviéndose loco, acababa de comprobar su sanidad.
Aunque eso seguía sin explicar porqué veía un fantasma.
-Creo que tenemos un malentendido -dice lentamente.
El fantasma le gruñe. Un gruñido de verdad.
-No, no lo hay. Te quiero fuera, idiota.
Harry lo ignora y trata de pensar en una forma de decirle a un fantasma que es un fantasma, pero con delicadeza.
-Escucha -comienza, dando un paso al frente-. No sé cuánto tiempo llevas aquí, pero me parece cruel que pases toda tu existencia sin saberlo. Si yo estuviese en tu situación, me gustaría que alguien me lo dijera. Para avanzar.
-Oh Dios, estás loco.
-Lo que quiero decir -dice Harry-, es que realmente no estás aquí. Eres un fantasma.
Se forma un silencio en la habitación y Harry se prepara.
-Estás loco.
-Hablo en serio, no-
-Sólo a mí me podría pasar que el ocupa que quiere mi apartamento es un lunático.
-¡Eres un fantasma! Desapareces de la nada-
-¡Necesitas terapia!
-¿Y qué es lo que haces cuando no estoy aquí? ¿Qué haces durante el día?
-¡Qué qué hago! ¡Hago lo que siempre hago! Hago -el fantasma frunce las cejas, tratando de recordar. Pero por la expresión de desconcierto que tiene, no recuerda nada.
-¿Y a dónde vas? -sigue Harry. El fantasma tiene la cara roja y Harry está comenzando a sentir lástima por lo confundido que se ve-. ¿Desde cuándo estás aquí?
-Tus juegos mentales no funcionarán conmigo -gruñe el fantasma tratando de recomponerse, pero Harry puede ver que lo que dice está afectándolo.
-¿Cómo te llamas, entonces?
-Me llamo. Me llamo -el fantasma se toca la cabeza con una mano, claramente angustiado, y Harry siente un poco de arrepentimiento por haberlo atacado así. Abre la boca para decirle algo, no sabe qué, cuando el fantasma clava su mirada en un lugar al lado de Harry.
Hay un libro sobre la mesita donde se dejan las llaves que Harry nunca le prestó mayor atención. Era un libro de historias fantásticas, con una portada de un dragón. A Harry le parece que una vez leyó que se trataba de la historia de Arturo y la mesa redonda o algo así, y no entiende por qué el fantasma lo ve como si hubiese descubierto la solución a algo que lo estaba haciendo sufrir.
-Draco -dice el fantasma en un susurro rápido.
-¿Qué?
-Me llamo Draco. Mi nombre es Draco -alarga la mano para tocar el libro y sus dedos atraviesan la portada.
Draco empuña la mano con una expresión tan triste que a Harry se le aprieta el corazón.
-Mierda -murmura Draco.
Ve a Harry una última vez, antes de girar sobre sus talones y desaparecer.
Luego de eso Harry decide hacerse té.
Se está sirviendo algunas galletas cuando el fantasma, Draco, aparece frente a él, sentado en uno de las butacas del mesón, con una expresión de abatimiento.
Harry lo mira y guarda silencio. Le da un mordisco a una galleta y toma un sorbo de té.
No tiene que esperar mucho.
-No me siento muy muerto -dice al final Draco.
-¿No ves una luz?
-No hay ninguna luz.
Ambos se quedan callados, sólo el mordisqueo de las galletas sonando en la cocina.
Draco levanta la mirada (asqueada) de las migajas del mesón que Harry no se ha molestado en limpiar y alza una ceja.
-No esperes a que me vaya. Muerto o no esta es mi casa, tú eres el que está allanando.
Harry frunce el ceño.
-Pienso que deberías darle prioridad a ir al otro lado y no a quién o no está ocupando el lugar donde solías vivir cuando estabas vivo.
-Sí, pues no. Diría que está matándome la forma en la que estás ensuciando mi casa, pero dado que ya estoy muerto, sería un poco seco.
-Es mi casa ahora: hago lo que quiero en ella.
Draco sonríe. Es la primera vez que Harry lo ve sonreír, y es la primera vez que se da cuenta de que, realmente, para ser un fantasma, es injustamente atractivo.
-Me gustaría verte intentándolo -dice dulcemente.
PARTE TRES:
(O La Parte En Donde Harry y Draco Aprenden A Vivir Juntos.)
En los próximos días, Harry llega a la conclusión de que Draco no es un fantasma; es un demonio.
Ambos se lanzan en una campaña para sacar al otro de la casa. Harry trae exorcistas y caza fantasmas (de los que Draco se burla, pero ellos no se inmutan porque no lo pueden ver) y Draco lanza cosas al suelo (sigue sin poder tocar nada, pero ha comprobado que con mucha mucha fuerza de voluntad es capaz de hacer levitar la escoba hasta pegársela en la cara). A Harry no le molestara si eso es lo único que hace, pero Draco ha tomado como costumbre meterse en el baño mientras Harry se ducha. Al lado de él. Diciendo comentarios como “Se está comenzando a notar que lo único que haces es comer y dormir, Potter” y Harry ha tomado como costumbre bañarse en traje de baño.
Tienen peleas a gritos. Draco recordándole que lave los platos y Harry reclamando que es su casa y hace lo que le da la gana, y en ese momento no le da la gana de lavar platos. Draco termina rompiendo un plato, y luego se molesta más cuando recuerda que es un set de edición limitada y ahora tiene un plato menos.
Y por si todo esto no fuera poco, por la forma en la que los vecinos lo ven cuando sale del departamento, los gritos no están pasando desapercibidos. Harry se siente enrojecer cada vez que se encuentra a alguien en el ascensor porque, si nadie ve a Draco, nadie lo escucha, y ahora todos sus vecinos piensan que es un demente.
En la noche se la pasa despertándolo, ya sea soplando en su nuca o quitándole las mantas. Y Harry se avergüenza en admitir que, si Draco no hubiese sido incorpóreo, le hubiese dado un puñetazo. Lo que hace es encender el televisor y ver la peor serie que encuentra (Jersey Shore, generalmente) para lastimar las sensibilidades de Draco, quien se sienta a su lado en el sofá y se queja de lo que pasa en el TV. Harry suele dormirse con las críticas de Draco en sus oídos, y cuando se despierta ignora la parte de su cerebro que piensa que vivir así no es tan malo.
En resumen, ambos han fallado en echar al otro.
-Dios, eres insoportable -dice Harry quitando la ropa del sofá y tratando de encontrar las llaves-. No entiendo cuál es tu obsesión con la limpieza pero es francamente enferma.
-¡Lo que es francamente enfermo es tu suciedad!
-¿DÓNDE ESTÁN MIS LLAVES?
Apenas las palabras salieron de su boca, Harry fue golpeado de lleno en la cara por ellas. El sonido que hicieron cuando chocaron con sus lentes fue ensordecedor, y si no hubiese sido por ellos, Harry tendría clavado en el ojo la llave de la puerta principal.
-Eres una mierda -dice Harry, ignorando el dolor en su cara. Agarra su chaqueta y cierra la puerta de un golpe al salir.
Sólo a él. Solamente a él le pasa que el fantasma que habita su casa es un maníaco de la limpieza. ¿Qué importa si lleva más de una semana sin barrer? No es como si Draco realmente pudiera tocar el polvo, o Dios no quiera, las bacterias.
Y lo peor de todo es, que Harry está olvidando que Draco está muerto (y que sigue habiendo probabilidades que lo que está pasando es sólo un lapsus mental y todo lo que ha ocurrido estas semanas es generado por su imaginación). Está comenzando a... a acostumbrarse a él. Y aunque la mayoría de las veces sólo pelean, muchas otras no. Y es injusto para Harry, para ambos, porque Draco merece seguir avanzando y Harry.
Ya casi no le molesta que esté siempre en el apartamento.
Desde que Draco apareció, no piensa en Ginny. No piensa en su ruptura con Ginny. Ni lo infeliz que es ahora que Ginny no está y.
Y a veces la sonrisa de Draco ilumina toda la habitación. (Vale, que siempre ocurre cuando Harry hace el ridículo. Pero. Aún así.)
Harry sacude la cabeza y va al único lugar al cual aún le falta pedir ayuda.
Luna ladea un poco la cabeza mientras se pasea por las habitaciones y Harry la sigue. Draco no ha aparecido aún, pero seguro lo hará pronto. Lo hace cada vez que Harry ha traído extraños al departamento.
-Siento -dice Luna, moviendo una mano sobre una taza en la cocina-, un ente aquí. Sí. Un espíritu. Pero, hay algo raro con ¿él?
-Él -confirma Harry.
-No sé muy bien qué es -explica Luna, moviéndose por la cocina-. Pero es lo que lo está atando a este lugar.
-No sé si se les ha ocurrido pensar -dice la voz de Draco a sus espaldas. Harry se voltea y lo ve de pie en la entrada-. Que tal vez sigo aquí porque no quiero estar muerto.
Draco tiene una expresión en el rostro que Harry nunca le ha visto. Está llena de tristeza y de algo más, ¿arrepentimiento? Y Harry siente cómo se le forma un nudo en el estómago.
-¿Estás bien? -pregunta estúpidamente Harry.
Luna de voltea y lo mira, y luego ve el espacio donde está Draco.
-¿Puedes verlo? -pregunta Harry.
-¿Puedes verme? -pregunta Draco al mismo tiempo.
-No, no realmente -responde Luna, acercándose a Draco-, pero siento algo cerca. ¿Está aquí?
-Sí, estoy parado justo enfrente de ti.
-Está justo frente a ti -dice Harry, y se siente algo tonto repitiendo lo que Draco dice.
-Harry, ¿tú eres el único que puede verlo?
-¿A Draco? Sí -responde Harry. Luego se rasca la nuca cuando se da cuenta de que acaba de llamar a un fantasma (que probablemente nadie más ve porque no existe) por su nombre.
-Qué peculiar -dice Luna soñadora. Draco se le queda mirando algo burlón.
-¿De dónde sacaste a ésta? -le pregunta a Harry con sorna.
-Cállate.
-No puedo creer que sigas perdiendo tu dinero en esto. Si no me exorcizó el agua bendita, ¿cómo crees que una bruja lo haga?
-No es una bruja, y créeme, haré todo lo posible por sacarte de aquí.
-Suerte, cara rajada.
-Harry -dice Luna y Harry la mira algo avergonzado. No puede creer que aún Luna no haya salido huyendo-. Ya sé qué es lo que ocurre con tu fantasma.
Luna mira hacia Draco, pero sus ojos caen en algún lugar por su clavícula y no en su cara.
-Ya sé porqué es que Draco se siente tan extraño para ser un fantasma. Es porque no lo es. O bueno, no del todo. Draco no está muerto.
-Maravilloso -dice Draco.
Harry encuentra a Draco en la azotea.
La luz del sol poniéndose hace brillar su cabello de rubio a rojo. Y cuando Harry piensa en Ginny esa vez, no lo hace con tristeza.
Y cuando Draco se gira a verlo, Ginny desaparece por completo de su mente.
-¿Crees en lo que Luna dijo? -pregunta, apoyándose a su lado de la pared.
-No -dice Draco, bufando.
-No te creo.
-No puedo tocar nada. No puedo sentir nada. Sólo... estoy aquí, existo, cuando estás cerca -mira a Harry-. ¿Cómo puede eso significar que no estoy muerto?
Harry se encoge de hombros. No lo sabe explicar, pero cuando Luna dijo eso, que Draco muy posiblemente estaba vivo en alguna parte de Inglaterra, sintió... esperanzas. Y era algo chocante que Draco no lo hiciera.
-Pero, ¿qué tal y si no?
Draco lo mira por unos segundos más y luego repite el gesto de Harry, encogiéndose de hombros. En ese momento, la expresión en su rostro es tan triste. Y Harry no puede evitar extender su mano para hacer algo. Aún cuando es tonto, porque sabe que no puede tocarlo.
-Hey -dice, con más suavidad de la que pretendía. Draco lo mira de nuevo y sonríe una sonrisa pequeña.
Extiende la mano también. Y los dedos de Draco atraviesan los suyos. Y Harry no puede sentir nada. Nada sólido, o cálido o existente. Pero por la expresión de Draco, piensa que puede ser suficiente.
-¿Sientes algo? -pregunta Harry, sin poder evitarlo. Draco niega con la cabeza, y lo mira desafiante
-Entonces igual nada cambiaría, ¿sabes? No sé ni siquiera cuál es mi jodido apellido.
-Eso se arregla -dice Harry con una sonrisa, sacando el celular.
Busca a Lavender en sus contactos, bajo la atenta mirada de Draco, y sólo tiene que esperar tres veces el tono para que ella conteste.
-¿Harry?
-Sí. Hola, Lavender. ¿Es un mal momento? -pregunta y desvía la mirada hacia la vista de Londres.
-No. ¿Ocurre algo con el departamento?
-Ah. Más o menos. Escucha, Lavender, ¿podrías decirme qué fue lo que ocurrió con el último inquilino que vivía aquí?
-Oh -Harry escucha unos papeles moviéndose, y se imagina a Lavender en su pequeña y hogareña oficina con, incongruentemente, una bola de cristal en el escritorio-. Oh, Harry. Fue realmente terrible lo que le sucedió.
-¿Terrible? -repitió Harry, sintiendo un nudo en el estómago. ¿Qué se esperaba?
-Una tragedia -confirmó Lavender-. Antes, en tu departamento vivía un doctor. Una noche cuando regresaba a casa, tuvo un accidente con un camión mientras conducía. Escuché que no había muerto, pero que estaba en coma por más de tres meses. De hecho, por eso el departamento entró en el mercado hace tan poco tiempo, Harry. Sus padres ni siquiera sintieron las energías de regresar y llevarse todo lo personal que aún quedaba -se forma un silencio al otro lado de la línea y luego Lavender dice-: Fue una real tragedia. Le deseo suerte a toda la familia.
-Un doctor -dice Draco con voz de admiración por enésima vez.
Harry estaciona el carro y lo mira. La noche anterior habían decidido venir a ver su cuerpo, y ahora se encontraban en la clínica que, según Lavender, era donde se encontraba. También les había dado su nombre completo. Draco Malfoy. Harry lo había googleado la noche pasada y Draco se había leído todo lo que había podido encontrar mientras Harry le cambiaba las páginas y bajaba o subía el mouse.
Harry nunca iba a olvidar la forma en la que Draco se vio cuando encontró una foto de sus padres. Y Harry se preguntó qué se sentiría, recuperar a tus padres, pero sin poder hacer nada al respecto.
-¿Listo? -le pregunta a Draco y éste asiente.
-Lo más listo que podré llegar a estar.
La clínica era... Otro mundo. Harry se preguntó cómo es que lo habían dejado pasar, cuando todo se veía tan costoso. Sabía por Google que la familia de Draco venía de dinero, pero Jesucristo, otra cosa es verlo.
-Disculpe -dice cuando llegan a recepción-. ¿Podría decirme en qué habitación se encuentra Draco Malfoy?
La recepcionista lo mira por sobre la pantalla de su computador.
-¿Es familia?
-Ah, no.
-Entonces lo siento, esa información sólo puede otorgarse a familiares.
-Dile que eres mi novio -dice Draco a su lado. Harry se le queda mirando.
-¿Novio?
-¿Estás sordo, Potter? -pregunta Draco. Harry siente que nunca debió haberle dicho su nombre completo de vuelta.
-¿Novio? -pregunta la recepcionista y sí, Harry debe comenzar a no hablar con Draco en público, a juzgar por la cara de extrañeza de la mujer.
-Quiero decir, que era su novio. Soy. Soy su novio -explica, sintiéndose enrojecer.
La recepcionista lo mira con duda, pero antes de que Harry la pueda convencer de que sí es verdaderamente el novio de Draco, una mujer dice a sus espaldas.
-Draco se encuentra en la habitación 26F.
Es una mujer alta, con el cabello un poco más rubio que Draco y no tan platinado, y tiene mucho porte. Narcissa Malfoy. Si Harry no hubiese sabido por las fotos de ayer que se trata de su mamá, el parecido entre ambos cuando están en la misma habitación es suficiente.
Mira a Draco por el rabillo del ojo y luego desvía la mirada. Algunos momentos no son para compartirse.
-¿Puedo saber su nombre, señor...? -comienza Narcissa, haciendo un gesto con la mano.
-Potter. Harry Potter.
-De acuerdo, Harry. ¿Quieres ver a Draco?
Harry se queda unos segundos en silencio y luego dice tan firme como puede.
-Sí. Por favor.
PARTE CUATRO:
(O cuando Draco por fin es sólido)
Draco vivo se ve mucho más muerto que Draco fantasma. Está pálido, con ojeras y montones de tubos que salen de cada parte de su cuerpo. Harry se siente un poco enfermo con sólo verlo.
-Bueno -dice Draco a sus espaldas-. No voy a ganar ningún premio de belleza pronto, eso es seguro.
Harry lo mira, pero Draco sólo ve su cuerpo con esa misma expresión de maravilla que Harry le ha visto antes. Por un momento piensa que tal vez Draco quiere estar solo, pero luego sacude la cabeza. Si Draco quisiera estar solo, se lo diría.
-No sé -dice Harry con una sonrisa algo débil-. Para estar tres meses inconsciente, no te ves tan mal.
Draco bufa, y se acerca al cuerpo sobre la cama.
-Necesito un corte urgente de cabello -es su conclusión final.
-¿Por qué no tratas de... no sé, entrar en ti?
Draco lo mira con burla.
-Por increíble que sería el sexo conmigo mismo, dudo que pueda lograrlo en estas circunstancias -dice mientras ondea los dedos.
Harry hace una mueca.
-No digo que entres... así -dice Harry, y luego desvía su mente de esa línea de pensamiento-. Digo, tipo, acuéstate sobre ti mismo o algo. Entra tu... fantasma... a tu cuerpo.
Draco se ríe y Harry le frunce el ceño.
-No creo que funcione -admite, mirando a Harry-. ¿Pero qué podría perder?
Se acerca a la cama y trata de moverse hasta quedar casi sobre su cuerpo. Luego de acuesta por completo, y su forma de fantasma desaparece dentro de su cuerpo. Harry aguanta la respiración.
-¿Funcionó? -dice Draco, pero sus labios no se mueven. Luego se levanta y sí, siguen separados-. Sabía que no podía ser tan fácil.
Harry se pasa una mano por el cabello. Hasta ahora, los libros que ha leído son para deshacerse de fantasmas enviándolos al más allá. No para traerlos de regreso.
-Hey -dice Draco a su lado. Tiene una mirada suave y Harry se siente inútil-. Gracias por traerme hasta aquí.
-¿De nada?
Draco rueda los ojos.
-Lo que quiero decir -dice y mira su cuerpo-. Es que voy a quedarme aquí. Lograste tu cometido.
Harry se siente un poco lento, pero es imposible que Draco hubiese dicho lo que Harry escuchó.
-¿Vas a quedarte? ¿Qué?
-No creo que sea buena idea dejar mi cuerpo solo. Voy a quedarme -mira a Harry y repite-: Gracias por traerme aquí.
Dos días después, Harry está listo para admitir que está infeliz.
También se siente listo para preguntarse cómo considera la vida más feliz con alguien que se la pasa peleando con él por la limpieza de los baños.
Desde que Draco decidió quedarse en la clínica, el departamento se siente solo. Harry se siente solo. Es increíble lo rápido que Harry se acostumbró a despertarse en la madrugada y ver horribles series de televisión con Draco, o a hablar con él durante el día, o a escucharlo quejarse de todo. Ahora sin su constante voz de fondo, las habitaciones se sienten vacías.
Ya ni siquiera le importa tener la casa para sí solo para masturbarse (algo que no había hecho desde hace semanas porque Draco estaba en todos lados). Sólo quiere a Draco de vuelta.
Está pensando en eso mientras está acostado en la cama, con la mano dentro de sus calzoncillos, cuando Draco aparece de repente.
-Harry necesito... ¡Potter esto es importante!
-Buah -dice Harry, levantándose de golpe y sacando tan rápido la mano de su entrepierna, que casi se da un golpe en la frente.
-Potter -dice Draco sentándose en la cama a su lado y Harry piensa que, en serio, este es el peor momento.
Se arregla lo mejor que puede y se desliza en la cama hasta quedar a su lado. Respira profundamente. Se recompone.
-¿Qué ocurrió?
-Cuando estaba vivo... O bueno, despierto -comienza Draco, colocando las manos sobre sus rodillas-, y era doctor. Pensé que, que era listo firmar el documento de no resurrección.
Harry siente toda su sangre helarse.
-Y los documentos que declaran que no quiero estar vivo por máquinas y. Mierda. Y ahora que estoy en esa situación. Ahora no puedo hacer nada.
-Tu mamá...
-¡Mi mamá no puede hacer nada, Potter! Estúpido McLaggen y sus estúpidos papeles -mira a Harry con ojos tristes-. Mañana me van a desconectar, Harry.
-Ron, necesito tu ayuda.
El plan era simple.
Harry y Ron se harían pasar por doctores, y sacarían a Draco de la habitación. Luego de eso... no tenían mucha idea de qué hacer, pero lo importante era no permitir que mataran a Draco.
-Este es un plan estúpido -dice Draco a sus espaldas, mientras él y Ron se ponen las batas-. Si pudiera tocarte, te daría un puñetazo.
-Podrías intentarlo -dice Harry y Ron lo mira.
-Oye, Harry. Estás comenzando a asustarme -dice mientras se abotona la bata-. Sé que estás en un momento difícil, con todo lo que pasó con Ginny...
-¿Ginny? -repite Draco.
-Pero estoy seguro de que no tenemos permitido estar aquí y sigo sin entender por qué tenemos que vestirnos así -luego lo mira solemnemente-. Y no quería decir nada, porque Hermione me dijo una vez que era mejor seguirte la corriente cuando te ponías así, pero has estado hablando solo todo el trayecto hasta aquí.
-Eh -dice Harry.
-Y mira, eres mi mejor amigo, si me pidieras esconder un cuerpo contigo, lo haría. Pero esto se acerca demasiado a esta idea hipotética y creo que no es buena idea.
-Ron...
-Harry -dice Ron-. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué hacemos aquí? ¿Acaso esto tiene que ver con ese fantasma?
Harry se siente como arrancándose el cabello. No hay tiempo para esto.
-Sí -le dice a Ron mientras agarra una camilla-. Es sobre el fantasma, Ron. El fantasma que está detrás tuyo y cuyo cuerpo están desconectando en este momento porque se te antojó hacerme todas las preguntas ¡en el peor momento!
-¿Es sobre el fantasma? Harry, me niego a participar en tu lapsus mental.
-¡El fantasma es real, Ron!
-¿Sí? -dice poniendo las manos detrás de su espalda-. Dime qué número hago con las manos.
Draco hace un sonido tras suyo.
-Esto es tan ridículo, Potter -dice, luego-, tres.
-Tres -repite Harry.
-Cuatro -dice Draco, y Harry repite el número-. Cinco, dos, uno, siete.
-Oh Dios mío -grita Ron, girándose-. Tu fantasma existe.
-Ayúdame con esta camilla, Ron. Joder.
Con un Ron todavía algo en shock, llevan la camilla hasta la habitación de Draco, mientras esquivan a todos los verdaderos doctores y enfermeras que se encuentran por el camino. Tal vez no debería, pero Harry se siente... bien. Emocionado. Seguro es la adrenalina.
Harry cierra la puerta de la habitación 26F tras de ellos con un suspiro.
-Hey -dice Ron cuando ve el cuerpo de Draco-. Estoy seguro de que conozco a este tipo.
-¿Qué? -pregunta Harry.
-Harry, luego -dice Draco-. McLaggen se acerca.
-¿Estás seguro de que es seguro desconectar todo esto? -le pregunta Harry a Draco y Draco hace un sonido de incredulidad.
-¿Ahora es que te preguntas eso? -pregunta Draco-. Sólo hazlo.
Harry lo hace.
Entre Ron y él logran montar a Draco en la camilla y están sacándola de la habitación cuando Draco hace un sonido tras suyo.
-Coño, es Snape -dice, y Harry le va a preguntar quién diablos era Snape cuando una voz truena tras de ellos.
-¿Qué es lo que creen que hacen?
Y Harry hace lo único en lo que puede pensar.
-Ron, corre.
Al final no pueden correr para siempre, y los atrapan cerca de los ascensores, con muchos guardias de seguridad rodeándolos.
-Mierda -dice Ron, y Harry siente que le quitó las palabras de la boca.
-Harry -dice Draco-. Es ahora o nunca.
-¡Espera!
Pero Draco no lo escucha, se abalanza hacia su cuerpo y Harry puede ver la linea de vida en el aparato, cómo se coloca completamente horizontal. Un segundo. Dos.
-¡Draco! -grita Harry, arrodillándose a su lado.
El aparato pita. Y pita de nuevo.
Y Draco abre los ojos.
-Hola -dice Draco. Su voz suena tan débil. Y Harry se ríe.
-Hola.
Harry lo besa.
PARTE CINCO
(O cómo vivieron felices por siempre)
-Gracias por el té -dice Harry.
-De nada -dice Ginny con una sonrisa que Harry devuelve.
Se levanta lentamente y ayuda a Ginny con los platos, llevándolos hasta el lavaplatos.
-Pero lo digo en serio -dice Ginny, tocándole la cara con una mano-. Me alegro que estés feliz. Que estés bien luego de...
Harry asiente y piensa, siempre tendrás una parte de mí. Y luego piensa, Draco. Le toma la mano con una de las suyas y le da un beso.
-Nos vemos luego.
-Saluda a Draco de mi parte -dice Ginny rodando los ojos-. Y recuerda que Hermione quiere hablar con él. Aún no puedo creer que se conozcan.
-O que en algún momento Hermione pensó en hacerme salir con él.
-Es el destino -se burla Ginny.
-Eso creo -dice Harry, honesto.
-Vete a casa, Harry -dice Ginny con afecto. No el mismo afecto de cuando estaban juntos, piensa Harry. Un diferente tipo de afecto. Que puede reciprocar.
Y Harry sonríe, y va a casa.
O bueno. Al departamento de Draco. Porque aún se niega a mudarlo oficialmente, cuando Harry lleva viviendo con él por dos meses. Unos muy muy buenos dos meses, según Harry, y no le importa realmente que el contrato sólo diga el nombre de Draco.
Después de todo, ya quisiera ver a Draco tratando de echarlo.
Cuando abre la puerta se encuentra a Draco viendo televisión en el sofá, y Harry sonríe. Draco le ha dicho más de una vez que no solía ver televisión, hasta que Harry lo acostumbró.
-Hey -dice, inclinándose y dándole un beso en la frente.
-¿Puedes creer esta mierda? -dice Draco, apagando el televisor-. Esos jueces no saben de qué hablan. Echaron a la persona que, de acuerdo, su ropa no era la mejor, pero hay peores.
Harry se sienta a su lado y Draco lo agarra del collar, besándolo en la boca.
-¿Cómo te fue?
-Bien -responde, pero no quiere hablar de eso. Besa a Draco de nuevo, profundamente, moviendo la lengua dentro de su boca.
Nunca va a superar esto, piensa mientras se besan. Que ahora puede tocarlo cuando quiere.
-Levántate -dice Draco luego de un tiempo.
-¿Por qué? -pregunta Harry besándole el cuello.
-Porque me niego a tener sexo en este sofá. De nuevo -dice, poniéndose en pie y tratando de peinarse el cabello-. Tenemos una gran habitación para algo.
-¿Tenemos?
-Sí, Potter. Tenemos -repite Draco, dándole la espalda y caminando hasta el cuarto.
Harry lo sigue, riéndose.
Fin.